sábado, 24 de diciembre de 2022

Más aristas

 


Vamos con más aristas. Empezamos en Nueva York, en concreto en Brooklyn (es la foto que abre la entrada), donde OMA ha construido este anguloso complejo de viviendas de nombre Eagle and West que se compone de dos torres mellizas, como las define el estudio, que justifican su extrema angulosidad en la necesidad de no bloquear las vistas sobre Manhattan al otro lado del East River. Lo definen como "un zigurat y su contrario unidos por el vacío entre ellas", que viene a ser justo lo contrario de lo que hicieron en De Rotterdam, una pared brutal e implacable. Es lo que más nos gusta de Rem, cómo se contradice a sí mismo sin el más mínimo empacho. Para mí que en Róterdam el estudio pasa de complicarse la vida, algo así viene a decir Reineer de Graaf, socio del estudio, en un video presente en la exposición Amaneceres domésticos en el ICO al hilo de otro proyecto de OMA en la ciudad del Mosa (el Timmerhuis): Róterdam tiene ya tal profusión de arquitecturas contemporáneas ("cada cinco años hay una Róterdam distinta") que para el anodino bloque buscaron un perfil bajo: "un edificio que gustara al contratista" y poco más. A la vista está. Pero regresemos si no te importa a Nueva York; tiene su aquél que Rem construya en la Gran Manzana, no en vano el autor de Delirious New York (1978) ha encontrado frecuente inspiración arquitectónica en la ciudad de los rascacielos, donde curiosamente hasta hace poco (2019) no había construido nada. De ese año es la torre de East Street 122, ya en pleno Manhattan, también facetada en una de sus esquinas, acaso en lo formal la Eagle and West sea su continuación (de todas formas para aristas potentes me quedo con las del edificio de Coll y Barreu en Bilbao). Te enlazo a un breve video sobre la torre de East Street en el que el holandés hace estelar aparición comentando su primer proyecto manhattánico y sus vínculos con la ciudad que nunca duerme en su inconfundible estilo. 

Tengo más aristas para ti. Estas, pequeñas y repetitivas hasta la cargazón, son de BIG, el estudio danés que se acaba de estrenar en Sudamérica, en concreto en Quito, donde ha erigido un desaforado edificio de viviendas que como todo lo que hace últimamente lleva el píxel por bandera (ver las espectaculares Torre Telus de Calgary y la Vancouver House también en Canadá). Semejante fijación parta acaso de aquel diseño para la Serpentine Pavilion londinense de 2016 donde también jugaba con una fachada pixelada que creaba curiosos efectos visuales y que Oliver Wainwright, maestro de la metáfora, calificó de pirámide para la generación Minecraft. 

Hablando de Wainwright, en uno de sus últimos artículos para The Guardian se nos muestra en modo destroyer despellejando el Orange County Museum en California, también por cierto de formas angulosas e inconexas que parecen burlarse de los sufridos usuarios, quienes a menudo se pierden es sus intrincados espacios: "en ningún lugar es más evidente el abismo antre la promesa digital y la realidad física", comenta Wainwright. Un horror que se cae a trozos apenas inaugurado (algunas partes están sujetas con cinta aislante o tenazas, que el crítico fotografía para el sangrante artículo). Es de Thom Mayne (Pritzker 2005), fundador del estudio Morphosis, quien se justifica con asombrosa desfachatez diciendo que para él no tiene interés completar sus proyectos: "Un montón de cosas simplemente se mantienen en movimiento, se niegan a tener un borde, un límite, están en un cambio continuo". La directora del museo, Heidi Zuckermann, tampoco le hace ascos:"No me molesta [este sindiós], creo que hay una belleza en la imperfección. A veces sólo puedes apreciar algo acabado al experimentarlo inacabado". Este arquitecto por cierto es el mismo que en el barrio madrileño de Carabanchel nos dejó una promoción de viviendas sociales con un rosario de desperfectos que, tras juicio, obligaron al ayuntamiento de Madrid a pagar 760.440 eurillos del incauto contribuyente a los afectados, que al parecer no entendían que los parqués abombados o las humedades a gogó tenían una razón filosófica (menos quejarse y más leer a Derrida, por favor). Y aún hay más. Thom terminó en 2021 la estación del AVE de Vigo, con unas formas sinuosas que recuerdan al museo californiano. En este video de 2019 podemos ver al arquitecto de visita en la obra con el siempre entusiasta alcalde de la ciudad, Abel Caballero (el señor de las luces), quien afirmaba que siempre quiso un Pritzker para su estación y que Mayne es un genio (toma déjà vu). La estación, inaugurada en 2021, es la más grande de Galicia y acoge un centro comercial también superlativo. Crucemos los dedos. 

Terminamos como empezamos: en Nueva York. Para calmar los ánimos te dejo con un nostálgico tema de Moby y José James ideal para estos días de pie en charco. Feliz Navidad. 

lunes, 5 de diciembre de 2022

Aristas

 


Pasmado me ha dejado la angulosa terminación que Rafael de La-Hoz ha diseñado para el edificio de oficinas que Amenábar, la constructora donostiarra presente en no pocos proyectos de la zona, erige por Méndez Álvaro, en Madrid. De nombre Visionary Building (forma de periscopio tiene), el nuevo desarrollo muestra la querencia del arquitecto cordobés por este barrio donde también proyectó la sede de Repsol y, cruzando las vías de Atocha, el edificio que aloja la Junta Municipal del distrito de Retiro en los antiguos cuarteles de Daoiz y Velarde, donde además acondicionó uno de los antiguos pabellones como sala de exposiciones y teatro (prácticamente en desuso siete años después). 

La arista se lleva de nuevo, aunque me da que en este nuestro querido país se ha llevado siempre, qué cansancio. Aún más pasmado me ha dejado estos días la visión del tremendo proyecto de Libeskind para la torre Boerentoren en Amberes, un edificio protegido (?)  acabado en 1932 (con sus 92 metros se dice que es el primer rascacielos europeo, aunque la sede de Telefónica en la Gran Vía madrileña es un par de años anterior y tiene prácticamente la misma altura) al que el arquitecto del museo judío de Berlín va a encajar, muy en su línea, una torre cristalina de brutales ángulos donde se alojará la Phoebus Foundation, una fundación artística tras la que se encuentra el potente grupo empresarial belga Katoen Natie. Aquí tienes más información sobre el proyecto, juzga tú mismo. 

No muy lejos de Amberes, en Knokke-Heist, Steven Holl, otro deconstructivista feroz, propuso años ha algo parecido. En este caso el anguloso añadido se proponía sobre un casino y era aún más salvaje que el de Libeskind pero, eso sí, estaba inspirado en uno de los murales (The Ship that tells the Story to the Mermaid) que Matisse había pintado ex profeso para el glamuroso casino, el más importante del reino belga. Sobre el edificio, casi destruido por los nazis, una nueva deconstrucción iba a tener lugar en forma de desproporcionada intervención de nombre Sail Hybrid que incluía un bloque anguloso en forma de velamen y a sus pies otro edificio que rememoraba a la sufrida sirena. Mejor lo ves. No tenemos noticias de que se haya construido aún, asi que todavía hay esperanza (también para Amberes). 

Lo irracional, ahora que parecía desaparecido en combate en arquitectura por lo menos, sigue dando potentes coletazos, acaso porque el ser humano necesita de lo inexplicable, de lo artísitico, vaya. Es uno de los debates de fondo que se puede ver en el encuentro Tutor16 Sharing Experience que hace unos días tuvo lugar en la nueva sede corporativa de Arquia, en la calle Tutor 16 de Madrid (la calle alude a Agustín Argüelles, tutor de Isabel II, reina ya con 13 tiernos años). Aprovechando tan jugoso nombre, se pensó en invitar a otros tantos tutores arquitectónicos (ocho en esta primera edición, otros ocho el año próximo) para que dieran su visión del futuro de la arquitectura. Moderados por Fernández-Galiano en dinámico swing, arquitectos punteros se dieron cita en la sede diseñada por Tuñón, uno de los tutores. Como te decía, uno de los debates más agudos tuvo lugar entre los racionalistas (abanderados por Moneo y Ortiz) y los -digamos- irracionales, defensores del misterio, de la creatividad sin cortapisas (liderados por Pinós y Navarro-Baldeweg). No hubo vencedor, aunque si me fuerzas a proponer uno yo siempre diré Moneo, quien acabó su intervención reivindicando el respeto al pasado con una cita de T.S.Eliot: "Tiempo presente y tiempo pasado / se hallan quizá presentes en el tiempo futuro / y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado. / Si todo tiempo es eternamente presente / todo tiempo es irredimible" (aquí meto cuña y te enlazo a Parchment Works de Will Gamble Architects, un bello ejemplo arquitectónico de dicha cita). Hubo otros intervinientes también de prestigio entre el público asistente como Ferrater y Ángela García de Paredes (creo que era ella, sólo se la nombró como Ángela, pero la  referencia musical que hizo Fernández-Galiano me dio la pista; se agradecería que el video estuviera editado para no-arquitectos poniendo por ejemplo los nombres de los participantes). Herzog, tutor invitado, no pudo asistir, pero mandó elaborada carta en la que, en su enfática referencia a la sostenibilidad social, dejaba acaso traslucir la herida de Beirut. Me quedo también con la cita de Camus que traía Souto de Moura: hay que imaginar a Sísifo feliz, "no hay sol sin sombra y es indispensable conocer la noche", remataba el filósofo francés. El arquitecto, y todos nosotros, debemos ser optimistas mal que nos pese (no hay que cejar en la titánica lucha contra lo tóxico), y si hay que fingir, pues a ello con el mismo esmero que la orquesta del Titanic. Optimismo forzado que enlaza con la foto elegida para presentar el encuentro de Arquia: la biblioteca londinense de Holland House (donde por cierto Argüelles trabajaría cuando se exilió a Inglaterra gracias a su dominio del inglés), destruida por los bombardeos nazis, entre cuyos escombros varios flemáticos caballeros buscan libros en plan business as usual. Cerramos ya con muy sabio comentario de Pinós, una optimista apasionada: Lo posible es mejor que lo perfecto. Amén. 

domingo, 6 de noviembre de 2022

Bibliotecas

 


Hoy te traigo una nueva renovación que hemos descubierto estos días, de oficina de correos a biblioteca, en Utrecht. El edificio original, terminado en 1924, es obra de Joseph Crouwell Jr y se trata de una de las 19 oficinas de correos que diseñó como arquitecto de la agencia de edificios del gobierno holandés, donde trabajó hasta su jubilación en 1950. Esta magnífica oficina está influida por la conocida como Escuela de Ámsterdam, liderada por De Klerk y Kramer, que buscaba, dentro de esa modernidad "impura" e híbrida de la que hablábamos, una expresión arquitectónica contemporánea pero alejada de la aridez formal de la modernidad dogmática. En 1915, en el Stedelijk Museum de Ámsterdam, se presentó una exposición que contraponía precisamente ambas vías, representadas por Berlage y De Klerk, cuyas obras quedaban confrontadas en una misma sala (por cierto que Crouwell trabajó con Berlage entre 1914 y 1916). El diario Algemeen Handelsblad echaba leña al fuego y comentaba en sus páginas: "una joven generación de arquitectos ha rechazado la aplicación doctrinaria del racionalismo como algo que conduce a la monotonía y aridez, y ha llegado para restaurar la fantasía, la riqueza y lo pintoresco a su posición original", como cita David Rivera en La otra arquitectura moderna. Después, como todos sabemos, vendría la crítica oficial de Giedion y compañía para laminar las herejías y entronizar a Corbu y Mies como los únicos apóstoles válidos de la modernidad (Zevi incluso llegó a acusar a la Escuela de Ámsterdam de hipocresía y afán de individualismo), quedando dicho movimiento como poco más que la ocurrencia trasnochada de cuatro nostálgicos historicistas. Dicha crítica fue realmente efectiva porque durante sesenta años ninguna institución holandesa importante consideró necesario dedicar a la Escuela de Ámsterdam una exposición. Fue solo en 1975 cuando el Stedelijk (el mismo museo que puso frente a frente a Berlage y De Klerk en 1915) dedicó al movimento repudiado una importante muestra. En todo caso bien puede decirse que los utriqueses son muy afortunados de tener una biblioteca tan bella que, ahora que no nos oye nadie, diremos que preferimos a la que Wiel Arets tiene también en la ciudad del tratado. Tienes más fotos e información aquí. Por cierto, la renovación del edificio de Crouwell es de los estudios Zecc y Rijnboutt. 

El apellido Crouwell te sonará. Hay otro Crouwel (vivo) arquitecto, socio de un importante estudio holandés junto a Jan Benthem (Benthem Crouwel Architects), responsables del anexo del museo Stedelijk (sí, el que alojó sendas exposiciones sobre la Escuela de Ámsterdam) conocido como la bañera (descubre por qué) o las estaciones de Róterdam, La Haya o la misma Utrecht, probable razón por la que fueron seleccionados por Adif como uno de los 10 finalistas para la remodelación de la estación madrileña de Chamartín. Por alguna razón que se desconoce la entidad finalmente reculó, dejándoles fuera y admitiendo en su lugar a los también holandeses OMA del galáctico Rem Koolhaas, que habían quedado fuera en el primer corte. Habría que investigar la trastienda de este despiadado duelo neerlandés. 

¿Habrá relacion entre los dos Crouwels? Según Wikipedia Mels Crouwel sería sobrino nieto de Joseph Crouwell Jr; sí, la doble ele de Joseph puede despistar, pero es un añadido postizo. El abuelo de Joseph nació en un barco inglés y el capitán al registrar el nacimiento le plantó la segunda ele porque le sonaba más British. Estos inglesesJoseph la mantuvo (aunque también firmó con una sola ele), de hecho en la base de datos del Het Nieuwe Instituut aparece con dos. Por cierto que el HNI no menciona el parentesco entre Joseph y Mels que dice Wikipedia. Esto de los nombres neerlandeses tiene su aquel. Aparte del nombre oficial a menudo tienen un diminutivo (Joseph Crouwell Jr aparece en algunas fuentes como Joop Crouwell -y sin el Jr- , y el nombre completo de Mels Crouwel es Willem Melchor Crouwel), con lo que el lío está asegurado. Por cierto que Rem se llama en realidad Rement Lucas. 

Acabamos con otra biblioteca, la New Library del Magdalene College de Cambridge, flamante ganadora del Stirling de este año. Era nuestro proyecto favorito de entre los finalistas, todos ellos de  perfil bajo (se acabaron los tiempos en que ganaban Rem o Norman), es además del único estudio que conocía, el del irlandés Níall McLaughlin, finalistas por cuarta vez y autores de una arquitectura de plácida belleza que quiere recordar los edificios clásicos de su entorno con un lenguaje actual en radical contraste con la "belleza convulsa" (que decía Breton: la única posible para él) de tantas arquitecturas últimas que nos ha acabado abotargando los sentidos. De todas las necesidades del alma humana ninguna más vital que el pasado, como decía Simone Weil según comentaba Fernández-Galiano en su discurso en San Fernando. Sea conservándolo o replicándolo con respeto, el pasado, como la lectura, nos cuenta historias fascinantes. Dedica cinco relajantes minutos a ver este video sobre la biblioteca comentado por el propio arquitecto, sí, es pedir mucho en estos tiempos raudos, pero no te arrepentirás. 

martes, 11 de octubre de 2022

Píldoras

 


Hoy encabezamos la entrada con foto de una bella rehabilitación, la de la cárcel vieja de Murcia a cargo de IH Arquitectos, que lograron imponerse en el concurso de ideas nada más y nada menos que a Martín Lejarraga, el Koolhaas vascomurciano, quien presentó un proyecto resilvestrador y disruptivo en forma de "red de micromundos naturales" (más aquí). Con el bello nombre de Muros Etéreos, la propuesta ganadora, acaso más conservadora, demuestra lo que un arquitecto es capaz de hacer con las llamadas preexistencias aunque tengan tan poco interés aparente como una cárcel fundada en 1929 y jubilada en 1981. Más información y fotos aquí. Siguiendo con rehabilitaciones, en Londres Wilkinson Eyre han acabado al fin (tras diez años) el profundo refurbishment de la emblemática estación eléctrica de Battersea, todo un icono pop como aquí te contamos en su momento. Aunque rodeada hasta casi la saturación por bloques de viviendas de arquitectos tan galácticos como Gehry o Foster, la antigua central sigue manejando el cotarro aunque algo desfigurada por los cristalinos apartamentos que ahora la coronan, a 9 millones de euros la pieza. Por cierto que en una de las chimeneas se ha instalado un ascensor que te llevará a un vertigionoso mirador por 23 eurillos de nada. Te enlazo a las reseñas de los dos críticos más punteros de las islas, Wainwright (cañero como es habitual) y Rowan Moore

Hace poco vimos el partido entre las selecciones de España y Portugal en las que nos jugábamos el pase a la Final Four de la liga de la UEFA en el magnífico estadio de Braga, de Souto de Moura, encajado en las abruptas laderas artificiales de una antigua mina al aire libre. En un breve viaje al norte de Portugal en agosto tenía intención de visitarlo, pero apenas pude vislumbrarlo desde la carretera (me pareció ver a Kahn) ya que mis acompañantes adolescentes, con la probable complicidad de su señora madre, se amotinaron, algo comprensible teniendo en cuenta que llevábamos vistos no sé cuantos sizas y soutos ya, por no hablar de las varias iglesias románicas del norte castellano en las que habíamos recalado durante el viaje (hay adicciones peores, como les digo a mis sufridos vástagos). Por cierto, ¿sabías que la iglesia de Santa María del Azogue en Benavente fue restaurada en los 80 por Fernando Higueras nada menos? De la restauración, centrada en el tejado, poco queda ya, en una intervención más reciente se quitaron las tejas y el cemento que el autor de la Corona de Espinas madrileña había añadido a las cubiertas. Dentro de la iglesia nos sorprendió la decoración de algunas de las columnas en forma de punzantes zigzags que igual inspiraron las agudas aristas del edificio de la Ciudad Universitaria o el ayuntamiento de Ciudad Real (sí, son anteriores a la restauración, pero igual conocía la iglesia de antes, oye, a saber), nosotros por elucubrar que no quede. Tienes fotos de la iglesia aquí. Volviendo a Portugal, admitir que con todo lo últimos que pretendemos ser, de lo que vi me quedo con el Mosteiro de Tibães, cerca de Braga. No es comparable a los tres grandes monasterios lusos de Alcobaça, Tomar o Mafra, pero su decadencia, de una belleza portentosa, te regala espacios de una fotogenia magnífica que además pueden disfrutarse, lujo acaso máximo, casi en total soledad. Pero que conste que también recomiendo el museo Nadir Afonso de Siza en Chaves (aunque no precisamente por la pobre obra expuesta). 

La energía nuclear está de moda. Y es que como reducir el consumo de energía es complejo de asumir hay que hacer de tripas corazón. Nada menos que Foster la defiende, al que se ha unido Oliver Stone con un documental que incorpora música póstuma de Vangelis (entrevista a Stone y tráiler del documental aquí). Las cifras cantan, es cierto, y en el caso de la energía nuclear son imbatibles. Con todo, habrá que seguir intentando reducir el consumo. La batalla en la arquitectura y la automoción serán claves para decidir nuestro futuro. Si el edificio más verde es el que ya existe, como decía Luis Fernández-Galiano ayer mismo en un discurso para inaugurar el curso de la Real Academia de San Fernando, el único coche que no contamina es el que no se conduce. Sin embargo, cuando la movilidad es imprescindible, hay marcas que afortunadamente han comprendido que la electrificación debe ir en otra dirección: en esta

Volviendo al discurso académico de don Luis, decir para acabar que agradecimos la referencia a la herencia maculada de los dos titanes arquitectónicos del s. XX, Mies y Le Corbusier, por sus devaneos con el nazismo. En unos momentos en los que asistimos con estupor a un peligroso relativismo entre intelectuales y gobernantes en temas que de relativos no tienen nada, el toque de atención del académico y profesor en una lección a la que asistía Felipe VI nos parece muy acertado.  

domingo, 11 de septiembre de 2022

El lenguaje perdido de las grúas

 


El centro comercial Hipercor de Méndez Álvaro en Madrid va a ser demolido. En el rénder de blancos volúmenes publicado en La Razón puedes ver en verde la huella de casi 12.000 metros cuadrados que dejará el edificio, espacio que se utilizará para zonas verdes, equipamientos para el barrio (se habla de un centro cultural y otro de mayores) y dos torres, ojo al dato, icónicas, de 120 metros nada menos. Copio y pego del artículo, que a su vez cita la memoria del proyecto, de nombre Nuevo Sur«Permite localizar la torre en un foco visual orientado hacia las grandes vías de acceso desde el sur de Madrid. Se crea con ello un efecto escenográfico, conformando la imagen de entrada a Madrid, tanto desde la red ferroviaria que conecta con la estación de Atocha como desde la M-30. Este hito constituye la “bienvenida” a Madrid desde la denominada Puerta de Méndez Álvaro. La monumentalidad asociada al desarrollo de una torre contemporánea integrada en este eje de acceso a Madrid dignifica la imagen de la ciudad de Madrid en su totalidad y es una oportunidad para ofrecer un hito arquitectónico de referencia, invocando la herencia histórica de las puertas de Madrid desde un lenguaje moderno.» Observa cómo la palabra "hito" se repite dos veces. Cielos, ¿volvemos a los 90? (las negritas son del periódico). 

Méndez Álvaro está on fire. Tras una larga década hibernando en plan terrain vague las innumerables grúas hablan de las numerosas obras que allí se van erigiendo a un ritmo frenético. Así, la torre Colonial (o Méndez Álvaro II), que se elevará 81 metros y el Méndez Álvaro Campus, un complejo de edificios que incorporará una torre de 70 metros, ambos obra del Estudio Lamela (sumando 110.000 metros cuadrados de los que para oficinas serán 80.000), junto a otros bloques de viviendas, algunos de curioso diseño y también de altura considerable, todos en la margen izquierda de la calle vista desde la estación de Atocha, porque en la margen opuesta (donde se encuentra por ejemplo el mucho más equilibrado desarrollo de Rafael de La-Hoz para Repsol) los edificios son de altura bastante más modesta. Esta mezcla de horizontalidad con verticalidad radical choca, pero igual hasta aporta dinamismo al tejido urbano que dirían los entendidos. No muy lejos de allí se desmantela el paso elevado de Pedro del Bosch sobre las vías y la calle Ciudad de Barcelona, cuando se inauguró en 1972 uno de los más largos de Madrid (algo más de un kilómetro). Al parecer se mantendrá el que salva las vías aunque rehabilitado para incluir carril bici y zonas peatonales; ya puestos, se podría haber hecho un túnel para los coches y dejar el puente sólo para peatones, ciclistas y vegetación en plan High Line. No olvidemos por último que hasta Foster tiene aquí obra, aunque en este caso respetando el edificio existente, en el rénder de arriba es el edificio alargado con cubierta de doble vertiente, a la izquierda. 

En aquel lejano 1992 fui testigo de la construcción del hoy reo de muerte, junto a las cuatro torrecillas, hermanas pobres del complejo Cuatro Torres de la Castellana, pues vivía cerca y además trabajaba en Entrevías, justo enfrente del poblado dirigido de Sáenz de Oíza como me enteré mucho después, así que pasaba a diario por allí. Recuerdo la ilusión que nos hizo, en una zona entonces bastante olvidada, que se construyera ese complejo por los servicios y oportunidades que ofrecía, además de suponer una mejora notable en la imagen del barrio. Solo 30 años después va a desaparcer el Hipercor, que al parecer se ha quedado obsoleto. Pues hala, demolemos y aquí paz y después gloria. Pero un momento, ¿no habíamos quedado que lo de la arquitectura de usar y tirar era cosa del pasado y debíamos trabajar en la reutilización en plan economía circular? En la foto de Google Maps podemos observar que, efectivamente, el edificio, destacado en rojo, es un estafermo (12 millones costará su demolición) mucho menos eficiente, en términos de ocupación de espacio, que una torre pero ¿no se podía haber pensado eso antes? ¿y no se podría mantener, en todo o en parte, la estructura? Los arquitectos están hartos de hacerlo. Hace poco descubríamos el centro cultural Cukrana en Liubliana, un edificio que ha pasado por cinco usos diferentes: refinería de azúcar, fábrica de tabaco, dotación textil, cuartel, refugio para personas sin hogar y finalmente el estudio Scapelab lo ha convertido en un muy atractivo centro de arte contemporáneo. Tienes más información (y fantásticas fotografías) aquí. ¿Te imaginas el despilfarro que habría supuesto que para cada nuevo uso se hubiera derribado el edificio y construido un nuevo? En la entrada anterior veíamos cómo en Róterdam han reconvertido una iglesia en viviendas, se ha hecho también con silos, Bofill hizo su casa en un antigua fábrica de hormigón y así podríamos seguir dando ejemplos hasta el infinito y más allá. En Méndez Álvaro, ¿no podría haberse mantenido la enorme caja, construyendo equipamientos dentro (cabe el centro cultural, el de mayores, una piscina cubierta, gimnasio, pistas cubiertas y mucho más) y haber insertado las dos torres en un extremo, como saliendo de la caja? Si queremos hacer de ello un hito, no hay problema, eliges a un buen estudio y le da a todo ello una terminación significativa (pero por favor, que sea elegante y sobrio, tipo RCR, no horterada de ínfulas neoliberales). Nos quedaríamos sin espacio verde, es cierto, pero ¿habrá verdadera intención en el que finalmente se haga de mantenerlo verde o acabará en erial amarillento? Y ojo, que el Hipercor no es el único caso, el antaño popular centro comercial de la Ermita del Santo también se va a demoler. ¿Le seguirán muchos centros comerciales más? Lo digo porque hay tropecientos. ¿Se viene un Apocalipsis Mall?

Al sentido común, que muchos dicen es el menos común de los sentidos (en este caso es obvio), a veces hay que ayudarle de manera fáctica. Lo que está en juego es mucho, especialmente ahora que estamos viendo cómo el precio de la energía se desorbita (crisis y rascacielos, siempre unidos: el Empire State y el Chrysler surgieron en plena Depresión del 29). ¿No podría aprobarse una ley que exigiera que cada edificio nuevo de ciertas dimensiones no fuera demolido hasta que pasaran un determinado número de años tras los cuales la tremenda inversión realizada para su construcción quedara amortizada? ¿Se podría legislar además que la demolición sólo se llevara a cabo si los materiales desechados pudieran reciclarse en un edificio "nuevo" (¿se va a hacer así en el Hipercor? ¿dónde acabarán dichos residuos si no se reciclan? ¿de cuántas toneladas estamos hablando? ¿alguien sabe cuánto pesan los edificios, como le preguntó Fuller a Foster?)? ¿Se podría obligar a diseñar edificios que pudieran valer no sólo para su primer uso sino para las funciones más insospechadas de tal forma que su longevidad quedara asegurada? ¿Podrían los urbanistas, que para eso han estudiado, y los funcionarios de rigor, que para eso se les paga, pensar mejor las ciudades (¿hacen falta en Méndez Álvaro, con el volumen de oficinas que se están construyendo, 52.000 metros cuadrados más?)? Al final siempre acabamos sintiendo nostalgia por la modernidad (su fibra ética en este caso). 

Debe ser enervante que un intruso proponga ideas acaso ingenuas a una profesión masacrada con normas a menudo absurdas, pero algo habrá que hacer, pero ya, en este ámbito y en todos, para consumir menos. Entretanto, volveremos a contemplar (con una mezcla de emoción y desazón) cómo surgen nuevas y poderosas torres que cubrirán la brutal cicatriz (¿encargará El Corte Inglés el diseño de estas dos a Heatherwick también, como ha hecho en Castellana?), mientras las grúas, con sus lenguajes perdidos como las de la novela de David Leavitt, nos recordarán que una cosa es lo que pretendemos ser y otra a veces muy diferente lo que realmente somos. 

sábado, 3 de septiembre de 2022

Tres sustos modernos

 

El sueño de la razón produce monstruos y el de la modernidad igual también. Aquí te presento esta casa, a la venta por 2,2 millones de euros, en Gales. Antes de nada échale un vistazo a más fotos y un video aquí . Como ves los arquitectos, que se venden como expertos en conservación de edificios antiguos, han cogido una follie del 1712 y le han adosado, ensartado más bien, varios paralelepípedos blancos en infumable brocheta. Suerte esquiva la de este bello pabellón de caza, que en 1910 ardió y ahora pues fíjate. Pero para gustos los colores. La modernidad en Inglaterra fue la verdad muy particular y pocas veces ortodoxa y blanca (con excepciones, así los diseños de Connell, Ward and Lucas): o se entregaron con fruición al brutalismo, del que acaso llegaron a ser líderes estelares, o se dedicaban a sintetizar sin prejuicios los órdenes clásicos, lo que Lutyens llamaba The Big Game. Otros tomaron como norte a los nórdicos y se sacaron de la manga inmuebles como la poderosa British Library de Londres de Colin St John Wilson y su pareja MJ Long, cuya épica e interminable construcción, que llevó tres décadas, Wilson la llamaba "mi guerra de los 30 años". ¿No te recuerda un poco a Moneo? Él también tiene un puntazo nórdico: la torre de Atocha es un pedazo del ayuntamiento de Oslo en Madrid. Wilson trabajó con Leslie Martin, otro moderno sui generis, tan pronto levantaba fríos bloques lecorbuserianos (el Loughborough Estate) como se decantaba por el cálido ladrillo nórdico en, por ejemplo, la elegante Peterhouse, residencia de estudiantes de la universidad de Cambridge donde, lo que son las cosas, estuvo alojado en los 60 el one de la crítica arquitectónica en español: sí, Fernández-Galiano. Allí descubrió, según cuenta en Textos críticos, la arquitectura moderna in the flesh: "Aquella breve torre rodeada de césped, donde pasé unos días demasiado cortos, permanece en la memoria como un emblema luminoso y confortable de la promesa moderna". Deja que te cuente otro cotilleo y termino: don Luis cursó estudios en el también británico Atlantic College, igual que ahora mismo lo hace nuestra infanta primogénita. 



Pues aquí tenemos la última muestra del Orbanismo (el término es mío, para una cosa que no copio y pego que se sepa). Es como si el paralelepípedo moderno hubiera desfallecido y colapsado sin remisión en su centro (la tradicional atracción del barco pirata vendría aquí de perlas). Sin duda un trabajo arquitectónico espectacular, pero uno se pregunta, ¿a santo de qué? Va a ser que Viktor Orbán, como Franco en los 50, se ha dado cuenta de que no hay nada como la arquitectura epatante para contrarrestar una ideología retrógrada y la está liando parda en el Parque de la Ciudad de Budapest, donde no hace mucho se presentaba un museo de la Música con una extraña forma como de medusa gigante, que ahora podrá dialogar (a palos) con esta ola de fuerza desmedida. Tienes más fotos y una explicación seria y objetiva aquí, yo paso. 



Más paralelepípedos modernos, este en Róterdam. Hasta es blanco y todo. Se posa no muy grácil sobre una antigua iglesia levantada en 1953. Mira que esta ciudad, verdadero laboratorio arquitectónico tras su brutal destrucción en 1940, aloja arquitecturas del más variopinto pelaje, pero este templo reconvertido en 33 apartamentos la verdad, me chirría un algo. Con todo si tuviera que elegir entre los tres sustos que hoy te traigo, me quedaría con este (aquí más fotos), se reutiliza lo más posible la estructura existente y crean 8 apartamentos más en la pastilla superpuesta. Al fin juntas y revueltas la modernidad miesiana estricta y la otra, híbrida e "impura". Y tú, ¿con cuál te quedas?


domingo, 28 de agosto de 2022

Eslabones perdidos (2)

 


Pues la iglesia que traíamos el pasado día era el Santuário da Penha en Guimarães, de José Marques da Silva (1869-1947) como puedes ver en la prueba documental que encabeza la entrada de hoy. Nacido en Oporto, allí tiene la mayoría de sus obras más representativas, entre las que destacábamos dos: la estación de São Bento (bajo la cual, como también comentábamos, Álvaro Siza ha ejecutado una sobria estación de metro) y el monumento a los héroes de la Guerra Peninsular, la que nosotros llamamos de Independencia, que puede verse desde la Casa da Música de Koolhaas, y en la que el león británico da muerte al águila napoleónica. La bella casa art decó que mencionábamos no es otra que la de Serralves, junto a la que Siza de nuevo levantó el museo de arte moderno al que dio nombre. A su vez, Souto de Moura (el segundo de la trinidad arquitectónica portuguesa, Távora sería el tercero) intervino los jardines del palacete del vizconde de Vilar d'Allen para construir la Casa das Artes

Hay bastante información sobre Marques da Silva en internet, nosotros te recomendamos la que se encuentra en la web de su fundación, que por cierto incluye también datos sobre otros arquitectos de la época y posteriores, y un breve pero muy interesante ensayo de Rui J.G. Ramos. Permite que te destaque un par de apuntes telegráficos, decir por ejemplo que en París estudió nada menos que con Victor Laloux (autor de la estación parisina de Orsay, hoy reconvertida en museo) y que, aparte de dar forma al Oporto de las primeras décadas del pasado siglo, como académico y profesor moldeó también a varias generaciones de arquitectos en la Escuela de Bellas Artes portuense, que dirigió 25 años. Uno de ellos sería su hija María José (1914-1996), la primera arquitecta graduada en la Escuela de Oporto, título que obtuvo en 1943. Junto con su marido, el también arquitecto David Moreira, dio término a varias obras que su padre dejó inconclusas al fallecer (como el propio santuario de Penha o el monumento a la Guerra Peninsular) y llevó a cabo destacados proyectos en Oporto como el Palácio do Comércio o la Torre Miradouro (hoy hotel de mismo nombre). En los 70, cansados al parecer del rumbo que arquitectos y urbanistas estaban adoptando, incapaces acaso de asumir la modernidad tajante que Távora defendía, la pareja se retiró al campo en Barcelos dedicándose a labores agrícolas. Con todo María José siguió vinculada a la profesión y creó un instituto que sería origen de la fundación que hoy está dedicada a su padre. Mención merece también la dificultad de adscribir a José Marques da Silva a un siglo concreto. La historiografía convencional lo encasilló en el XIX, pero la tesis doctoral que sobre él escribió António Cardoso en los 80, recibida con incomprensión por los académicos, rebatió esa idea, trayéndolo al siglo XX y señalando que la modernidad es un movimiento a menudo contradictorio y no lineal que va más allá de Le Corbusier, Mies y unos pocos más (como también recuerda David Rivera en La otra arquitectura moderna o mucho antes Solá-Morales) y que no rompió con el mundo clásico de forma tan abrupta como los modernos heroicos nos han hecho creer. En el ensayo que te he enlazado más arriba, Ramos habla de una modernidad "impura y polifónica" que también merece estudiarse y que, en esa compleja hibridación, no es muy diferente a lo que otras artes como la literatura estaban experimentando en ese momento (Ramos cita un capítulo de Architectural Reflections: Studies in the philosophy and practice of architecture de Colin St John Wilson donde se estudia el sentido de la tradición en T.S.Eliot y su relevancia en la arquitectura; por cierto que el libro de Wilson se inicia con esta cita de Wittgenstein: "Debes limitarte a decir cosas viejas, y al mismo tiempo deben ser nuevas"). Marques de Silva fue moderno en su aproximación cosmopolita a la disciplina y su alejamento del provincialismo, muy arraigado en Portugal (como dice Paulo Pereira, el siglo XIX fue el más largo en la historia de nuestro país vecino, extendiéndose en gustos artísticos hasta los años 60 del XX), su eclecticismo pragmático y la comprensión de que la arquitectura debía trabajar junto a otras disciplinas en un marco mucho más ambicioso en el que los edificios eran catalizadores de cambios cruciales en la configuración de las ciudades. 

Acabaré dando unos breves apuntes sobre el curioso emplazamiento del santuario de Penha, que sin duda debe su nombre a las numerosas y enormes formaciones graníticas que lo rodean en lo alto de un monte al que se puede subir en auto o vertiginoso teleférico. Fácil de pasar por alto en la muy bella ciudad que dio origen a Portugal, la Montanha Sagrada merece una visita para perderse en los numerosos laberintos pétreos y grutas acaso encantadas que compiten con una vegetación espectacular. Y para contemplar el santuario moderno de Marques da Silva, claro. 




miércoles, 24 de agosto de 2022

Eslabones perdidos

 


Como no hay dos sin tres, te traigo una iglesia/capilla más. Hoy además vamos a recuperar la mítica sección Atención Pregunta ante las múltiples peticiones que he captado en remoto; en efecto, me tienes que adivinar de quién es esto y dónde está. A ver, fácil no es, pero como siempre te doy pistas. 

Seguro que por las formas situarás esta iglesia en torno a los años 30/40 del pasado siglo y acertarás. Es la obra póstuma de un arquitecto que experimentó una intensa evolución formal pues era un beauxartiano de tomo y lomo, de hecho se formó en la mismísima École parisina allá por los últimos años del XIX (aunque francés no era), y fíjate cómo acabó. En su ciudad natal y en sus alrededores dejó icónicos edificios de exuberante y bulbosa ornamentación al gusto de la época. Los más conocidos son una copiosa estación y un descomunal monumento militar que puede verse, extrañamente deconstruido, a través de los ondulantes vidrios de un inmueble levantado por un holandés errático. Nada que ver con la iglesia, sobria y angulosa, que nos ocupa hoy.

Además la muy devota tierra que vio nacer a nuestro arquitecto destaca por una abundante arquitectura religiosa a menudo construida en un barroco desatado, por lo que las simples formas de esta iglesia llaman la atención aún más, especialmente en su interior. En lugar de recargados retablos de tortuosas formas y tonos dorados encontramos la pared en un blanco deslumbrante y punto. Algo parecido puede decirse de las columnas, sus capiteles depurados hasta llegar a una bella sobriedad moderna. Solo tiene nuestro arquitecto otro edificio que se desmarca también poderosamente del resto de su trayectoria, una casa art decó que fue en origen proyectada por un arquitecto francés y es mucho más conocida que la iglesia que hoy traemos. 

Nos gustaría pensar que este arquitecto (y en concreto esta iglesia) es uno de los eslabones perdidos que conectaría esa arquitectura formalista, pompier y afrancesada con la arquitectura blanca, rectilínea y despojada que ejercieron y ejercen hoy la "santa trinidad" de arquitectos nacidos en la misma ciudad (o muy cerca) que nuestro misterioso autor, donde crearon famosa Escuela. Uno de ellos de hecho ha trabajado en las entrañas de la estación que antes te comentaba y otro, que acaba de cumplir 70 años, intervino los jardines de uno de sus palacetes, trabajo que se convertiría en su primera obra relevante. 

 Con semejante profusión de pistas raro sería que no dieras con el lugar y el arquitecto. Te subo otra foto y nos despedimos hasta más ver. 




martes, 16 de agosto de 2022

Cuando las catedrales eran blancas

 


Así tenemos a Iesu. Blanca hielo en sus inicios, luce ahora hecha unos zorros, acaso como el espíritu moderno. Si no hace tanto veíamos un revival de lo blanco, quién sabe si instigado por el Zeitgeist sanitario con un Foster vestido íntegramente albo en aquella portada de Icon, ahora que la pandemia es casi cosa del pasado al blanco le pueden ir dando. Es curioso que Parra Bañón, tan dado a referencias ignotas, mencione foto tan reciente en Pies de foto para arquitecturas descalzas, comparando al de Mánchester con el siempre elegante Loos: "Nadie ha podido vestirse con tanta elegancia como él, portavoz en cualquier circunstancia  de un traje inmaculado y rigurosamente sometido a la tensión de la plancha. Ni siquiera Norman Foster cuando se viste prístinamente de blanco: jersey blanco hielo de cuello alto debajo de un traje de chaqueta de color blanco crudo con cuatro botones tangentes cosidos en cada puño, a tono con la ropa interior (blanco roto) [Bañón, raro de lujo como le llama Fernández-Galiano, es muy dado a las licencias poéticas] y alpargatas de lona teñida con blanco tiza. Sin calcetines, posa papal (solo le falta el solideo o la tiara, y quizá el apoyo de la férula simbólica) en septiembre del año 2020 en St. Moritz para la portada de una revista internacional de diseño. Posa albo a sus ochenta y cinco años en uno de los edificios vermiformes que ha injertado en la tierra (Chesa Futura) ante las montañas suizas en las que acostumbra a esquiar, cuando aún no las ha cubierto la nieve, para diferenciarse de la hermandad de arquitectos que visten completamente de negro. El vestido, el revestimiento, el tapiz, la cortina, la alfombra, el pijama, la ropa, el gabán, el hábito es, como con insistencia postuló Loos (...) el asunto de la arquitectura". 

Sería interesante escuchar los comentarios que Bañón dedicaría al outfit de nuestro querido Jose Ramón Hernández Correa, que posa feliz en la última entrada de su blog dedicada a la exposición que el IAE dedica en estos momentos a Juan Daniel Fullaondo, quien fuera su profesor. Correa combina hábilmente blanco higienista (en la camiseta) y negro arquitectónico (en los pantalones, bandolera y calcetines) y ambos en las zapatillas deportivas. Bañón aventuraría el color de su ropa interior, pero nosotros, meros aficionados, preferiríamos no hacerlo. El arquitecto y bloguero que, como dice Jaume Prat (cómo echamos en falta su blog, por cierto), nos enseñó a amar Seseña, es el primero que hace chanzas con su look y menciona como descargo el también aspecto algo descuidado de Vargas Llosa en alguna foto reciente. Recordemos aprovechando que el Pisuerga pasa por Murcia que el peruano fue el encargado de escribir la necrológica de Le Corbusier en la revista bonaerense Primera Plana. 

Ya puestos, habremos de hablar sobre el "héroe mal nadador" en palabras de Bañón, quien nos muestra en su desbordante "ensayo-álbum-relato", como no podía ser de otra manera, la famosa foto del francosuizo en pelota picada luciendo cacha y cicatriz náutica y premonitoria. Lo que desconocíamos es que lo que dibuja en dicha foto es la pintura-pintada que hizo en la E1027, la blanca casa diseñada por Eileen Gray, para horror de la irlandesa (el IAE por cierto le dedicó a la vivienda una exposición el verano pasado). Y es que Corbu era un tramposillo. Tanto hablar de catedrales blancas y ángulos rectos y al final hacía lo que le salía del alma. 

Blancas son las maquetas que se nos muestran en la exposición sobre Fullaondo, lo cual llama poderosamente la atención porque en las fotografías que podemos allí ver ninguno de sus edificios lo es. La maqueta que me pareció más interesante -también la muestra José Ramón en su entrada- fue la del proyecto no realizado que diseñó junto a Chillida para la entrada del puerto de Bilbao, asimismo de un blanco deslumbrante. ¿Alguien se imagina una escultura de Chillida blanca? Lo cierto es que, aunque cada vez las hay más color madera, la maqueta de blanco unívoco sigue siendo la más habitual en exposiciones: ¿herencia subliminal del Movimiento Moderno? Me gustó, por cierto, la exposición sobre el arquitecto bilbaíno aunque, como me suele pasar cuando voy al IAE, casi disfruté más contemplando la rehabilitación del antiguo convento del s. XVII realizada, en los primeros 90, por Linazasoro. La encantadora encargada, Elena creo que me dijo se llamaba, vestida riguorsamente de negro como los guías, nos ofreció una jugosa conversación (nos dijo por ejemplo que Vázquez Consuegra había estado hacía unos días) y nos habló de las cuatro intervenciones temporales con las que sendos equipos de arquitectos muy jóvenes quieren alegrar y visibilizar el recoleto museo encajado en el monte Urgull. La que más nos gustó por votación familiar fue la muy pop de Ocamica Tudanca (los arquitectos multipremiados por la plaza de Mansilla Mayor). 

Acabemos esta entrada -postal veraniega más bien- como empezamos. ¿Por qué se decantaría Moneo por el blanco para Iesu, color tan poco apropiado para estos lares? Vallet, moderno hasta las trancas como veíamos, dejó la capilla de Agiña con el hormigón pelado. Santiago de Molina, con su retranca tan británica, nos recordaba hace poco los problemas que causaba esa acendrada manía moderna por lo minimal. ¿Al pensar en el color de Iesu recordó acaso Moneo la que se montó en Estocolmo cuando quiso dejar en gris el Moderna Museet, que finalmente tuvo que cubrir de color salmón? 

"Eran blancas las catedrales porque eran nuevas. Las ciudades eran nuevas, se construían íntegras, ordenadas, regulares, geométricas, de acuerdo con planos. La piedra de Francia, recién tallada, era resplandeciente de blancura, como blanca y deslumbrante había sido la Acrópolis de Atenas (...). Comenzaba el mundo nuevo. Blanco, límpido, alegre, aseado, neto y sin retornos, el nuevo mundo se abría como una flor entre las ruinas" nos dice un Corbu que pronto iba a colaborar con Vichy en Cuando las catedrales eran blancas (1937). Pero ya todos sabemos que la Acrópolis, como la estatuaria griega que hoy conocemos pálida, estaban cubiertas de vívidos y variados colores como la vida misma. 

 







lunes, 8 de agosto de 2022

El arquitecto de frontera

 


Como quedamos en la entrada anterior hablaremos hoy sobre la capilla de Agiña, a cargo de Luis Vallet, que conforma junto a la estela de Oteiza el memorial al Aita Donostia inaugurado en 1959.

Pero déjame primero que te dé unas breves pinceladas sobre el arquitecto en cuestión, del que he descubierto un par de detalles que pueden ser de tu interés. Luis Vallet de Montano (1894-1982) nace en Plan (Huesca) en el seno de una familia culta y viajada, pero muy pronto se traslada a Irún, de donde es originaria su madre. En 1921, tras estudiar la carrera en Madrid, conseguirá el puesto de arquitecto municipal de la fronteriza ciudad. Sus inicios en la disciplina fueron historicistas, construyendo casas de estilo neovasco e inglés, este último estilo influido por un viaje al Reino Unido para estudiar estadios de fútbol ya que uno de los encargos primeros para el ayuntamiento fue la construcción de un campo para el equipo local, el Real Unión. Se le llamó Stadium Gal pues fue financiado por Salvador Echeandía Gal, empresario fundador de Perfumes Gal y por cierto tío de nuestro arquitecto. Fue inaugurado en 1924, con un partido contra el Barcelona nada menos. Volviendo al estilo inglés, te enlazo a uno de los mejores ejemplos en la obra de Vallet, el que fuera matadero de Irún y hoy sede de la Policía Municipal, con un aire a Lutyens. No obstante estos ejemplos de arquitectura tradicional, nuestro protagonista tuvo un alma moderna en lo arquitectónico y en lo vital, algo en lo que también ayudó la cercana frontera. Fue deportista avezado en deportes como el ski, el buceo o la navegación (en un pequeño balandro que él mismo diseñó, el Jai) y fue al parecer pionero surfista sobre la tabla que un carpintero amigo, Manuel Montes, le fabricó, el mismo por cierto que construiría el encofrado de madera para la capilla de Agiña que hoy nos ocupa. Trató a Pio Baroja, Menchu Gal o Stravinsky, al que conoció mientras el músico residió en Biarritz, escuchaba la música de Schönberg cuando pocos lo hacían y escribía artículos en Cortijos y rascacielos, la revista de Casto Fernández Shaw con una vocación que hoy denominaríamos glocal bajo el alegre pseudónimo de Kazkazuri ("Buena suerte" en euskera). En lo arquitectónico su modernidad no fue menos intensa. Estuvo presente en la conferencia "Pintura y arquitectura modernas" que se celebró en San Sebastián en 1930 y a la que asistieron entre otros García Mercadal o Aizpurua y Labayen (autores del muy moderno Club Naútico donostiarra) y perteneció al GATEPAC, fundado ese mismo año por Mercadal y Sert en Zaragoza con el fin de estrechar lazos con los CIAM. Quizá el mejor ejemplo de casa moderna que Vallet realizó fue el chalé para Alberto Anguera (1930), también en Irún, único edificio de la ciudad reconocido por la Fundación para la Documentación y Conservación de la arquitectura y el urbanismo del Movimiento Moderno (Do.co.mo.mo) con la placa correspondiente. 

La Guerra Civil iba a cambiar la vida de Vallet durante varios años. Cuando las fuerzas franquistas invadieron la ciudad, el arquitecto y su familia, como tantos otros, abandonaron Irún fácilmente gracias a la cercana frontera a principios de septiembre de 1936. Se establecieron en la vecina Hendaya y ocasionalmente en Buenos Aires. Perdió su plaza de arquitecto municipal y fue inhabilitado para ejercer la profesión; su buena suerte se apagó, aunque desde luego fue más afortunado que Aizpurua. Acusado de colaborar activamente con las fuerzas leales a la República (seguro que alguno recordaba que el arquitecto prestó su refinado Lancia Lambda, rojo para más inri, para agasajar a Alcalá Zamora, presidente de la República, en su visita a Irún en 1932), pronto se demostró que eran denuncias sin fundamento, por lo que en 1943 pudo regresar a su ciudad casi natal y volver a trabajar aunque no se le devolvió el cargo de arquitecto municipal; no le sería restituido, ya simbólicamente, hasta 1978. El regreso a su labor fue lento y tortuoso. Empezó trabajando en los entornos de los embalses del Ebro y Yesa y por supuesto debió olvidar el lenguaje moderno, considerado subversivo por representar los valores de igualdad social y apertura al exterior defendidos por la República. Las iglesias que construyó para los nuevos núcleos urbanos creados para los habitantes de los pueblos anegados eran tradicionales, pero, moderno al fin, en las viviendas introdujo los principios higienistas postulados por los CIAM disfrazados tras fachadas regionalistas al gusto del nuevo régimen, que ya en 1939 había fijado el nuevo canon en un congreso convenientemente celebrado en El Escorial. Las tornas irían cambiando progresivamente cuando el régimen franquista se dio cuenta de que la arquitectura vanguardista podía aportar un barniz de modernidad a un país aislado y atrasado que buscaba apoyos en el exterior. En ese contexto pueden explicarse proyectos como la Delegación de Sindicatos en Madrid (hoy ministerio de Sanidad), de 1949, o la muy moderna Basílica de Aránzazu (1950). Entretanto los arquitectos pugnaban por nadar y guardar la ropa, y Vallet no era excepción. Su curioso edificio de viviendas en el Paseo Colón 50 de Irún es un ameno pastiche donde aunó con arrojo el estilo neovasco (con unos arcos escarzanos para las terrazas), el inglés, (con unas atrevidas bay windows), el moderno (los balcones redondeados) y, como colofón, que estamos aún en 1946, un portal con formas barrocas. 

Los 50 son años felices para Vallet. Destacaremos dos proyectos: Uno, quizá el más original, fue una casa desmontable de madera que podía ser erigida sin demasiada dificultad por cuatro personas en unas seis horas. Hizo de hecho dos prototipos de forma troncopiramidal quizá con la idea de su producción en serie, pero la idea no cuajó. La revista británica Woods publicó un reportaje sobre la casa en 1952. Más interesante es la casa en Irún que diseñó para Oteiza, con quien trabajaba en esos momentos en Agiña, y otro pintor y escultor vasco, Néstor Basterretxea, autor de las virulentas pinturas de la cripta de Aránzazu. En un primer momento fue Saénz de Oiza (responsable de la basílica de Aránzazu) el elegido para proyectar la vivienda, de hecho incluso se planteó vivir con ellos, pero tras diez (algunos hablan de 14) propuestas que por una razón y otra no eran aceptadas por los exigentes artistas parece que perdió interés en la casa y marchó a Madrid. Vallet, a quien Oteiza recurrió entonces (se habían conocido en los años 30 por mediación de Aizpurua, verdadero impulsor de la modernidad en Guipúzcoa), no lo tuvo más fácil. Nueve proyectos presentó a Oteiza y Basterretxea antes de que finalmente dieran su plácet en 1956. La casa, moderna de manual, recibió al parecer las felicitaciones del mismísimo Le Corbusier. Aún está en pie, pero en un estado de abandono calamitoso (los escultores vivieron en ella hasta los 70). Sólo hace unos meses el ayuntamiento ha decidido finalmente acometer su restauración tras más de veinte años pensándoselo. La cubre ahora mismo una lona temporal que lleva serigrafiados los diseños originales de Vallet. En la casa ambos artistas viveron momentos clave en sus carreras, Oteiza escribió en ella su famoso Quousque Tandem...! y decidió abandonar como veíamos la exploración artística para llevar a cabo proyectos más prácticos; Basterretxea por su parte dejó la pintura para iniciar una nueva etapa artística como escultor y cineasta.

Llegamos al fin a Agiña. Como las que nos proponíamos breves pinceladas han devenido brochazos espesos, trataré de ser conciso, aunque me temo que la síntesis sea solo asequible para los más aptos. Vallet presentó dos proyectos de capilla para Oteiza, uno, anguloso en plan caja moderna como navío varado en la montaña megalítica y otro en forma de sencillo cascarón curvo de hormigón, cual altavoz que reprodujera (lo dice Vallet) los sonidos de la montaña, en metáfora musical muy apropiada para un monumento dedicado a un compositor y musicólogo. En la parte posterior la pequeña nave queda truncada y se le adosa una suerte de primitivo rosetón con vidrios de diferentes colores. Vallet hizo dos maquetas de madera, encargadas a Manuel Montes, su carpintero fiel, y las dispuso en el jardín de su estudio situado en la magnífica villa Montano, que el propio Vallet había diseñado en estilo inglés para sus padres. Ducho fotógrafo como buen moderno, hizo instantáneas de ambas maquetas y se las mandó a Oteiza para que eligiera, reconociendo así la primacia del artista sobre el técnico para el memorial. El de Orio se decantó sin dudarlo por la nave que hoy conocemos, las razones para ello nunca las conoceremos con exactitud. Sabemos que había quedado prendado de Ronchamp, esa iglesia que recomendó a Sáenz de Oiza visitar antes de morir y que acababa de terminarse por aquel entonces. Como elucubrar es gratis (e inocuo en nuestro caso), podríamos pensar que Oteiza quiso reproducir en Agiña las inesperadas curvas de Le Corbusier (al parecer sus formas fueron inspiradas por el caparazón de un cangrejo hallado en Long Island) para una iglesia que, como la capilla del padre Donosti, se situaba en lo alto de un monte dando la bienvenida a los peregrinos de rigor y que, como aquella, era muy consciente de su espectacular emplazamiento. Para los modernos y seguidores de Corbu debió ser un verdadero shock el diseño de la iglesia, con sus formas alabeadas y su desprecio del ángulo recto, formas que el arquitecto hasta ese momento había escondido, cual excrecencias vergonzantes, en azoteas y lugares poco visibles de sus edificios para ahora mostrarlas en todo su esplendor. Otras semejanzas con Agiña, muy cogidas por los pelos pero es que aspiramos a ir más allá del cortaypega, sería su apariencia primitiva, casi prehistórica, cual gigantesco dolmen (lo dice Moneo en su reciente Sobre Ronchamp). Ronchamp además se propone "alcanzar un "todo" abstracto y sintético, que nos ayude a despojarnos de nosotros mismos y a intuir que aquél es el lugar en el que preguntarse acerca de lo trascendente"  (Moneo de nuevo: él por cierto lo consigue plenamente en Iesu), algo muy parecido a lo que intenta el memorial de Agiña salvando las oceánicas distancias. La pequeña "vidriera" que Vallet introduce en su capilla también podría haber sido inspirada por los coloridos vidrios de Ronchamp, que para Moneo son su seña de identidad. En fin. 

Terminamos. Si te ha picado la curiosidad sobre Vallet, te recomiendo encarecidamente Luis Vallet de Montano (1894-1982). Arquitecto de Frontera, de Lauren Etxepare Igiñiz y Fernando García Nieto, de donde hemos obtenido gran parte de los datos aquí vertidos. Excelentemente documentado y de ágil lectura gracias a una fluida prosa, sólo se le podría poner la pega, tan habitual en esta clase de trabajos, de ser un tanto hagiográfico. Hay dos capítulos del libro subidos a internet, el que relata su relación con la arquitectura moderna (aquí lo tienes) y otro que se centra en su depuración tras la Guerra Civil (aquí). Mención aparte merece el fotógrafo que ilustra el libro, Aitor Izaguirre, en su página web puedes encontrar una selección de las imágenes incluidas en él. Si quieres saber más sobre el memorial al padre Donostia, tienes aquí un interesante texto de Ana Arnaiz Gómez y en este enlace puedes encontrar otro pequeño pero jugoso artículo de Emma López Bahut, experta en Oteiza. Nosotros nos despedimos ya, siempre agradecidos por tu paciente atención. 




domingo, 31 de julio de 2022

Anclas


 Te presento una pieza de land art erigida en los últimos 50, cuando aún ni existía el concepto, en un tierra cuya nómina de escultores vanguardistas descolla. Del autor de la doliente escultura que ves a la izquierda, al que siempre tentó la arquitectura, otro artista no menos famoso, Richard Serra, dijo cuando le descubrió, allá por 1983, que era el escultor más importante de la primera mitad del siglo XX. Uno de sus supuestos discípulos al parecer no estaba muy de acuerdo con Serra, porque en lo más crudo del invierno de su descontento (el de 1992 para ser más precisos) se cogió pico y martillo y, solo o en compañia de varios secuaces, se dispuso a reventar el monolito a golpes. Resistió el cruel embate la piedra negra de Markina, aunque sus heridas, que el autor nunca quiso fueran restañadas, se conservan como brutal recuerdo de tamaño akelarre de violencia. La escultura, junto a la cáscara de hormigón que como capilla construyó un arquitecto amigo formando ambos una suerte de bizarro bodegón, se erigió en memoria del musicólogo y compositor vasco José Gonzalo Zulaika, popularmente conocido como Padre Donostia dado que era también monje capuchino. 

Como acaso hayas ya adivinado la estela/monumento es la que diseñara Jorge Oteiza en forma de sencillo paralelepípedo de 2,5 metros de lado sobre el que perfora un círculo ligeramente descentrado, mientras que la capilla, menos conocida, fue obra de Luis Vallet de Montano. Son años de especial importancia para el escultor de Orio, recordemos que el conjunto se diseñó en 1957 y fue inaugurado en 1959. Sus catorce apóstoles (sí, se sacó de la manga dos más, pero él era así) para Arantzazu yacían por aquel entonces arrumbados en la cuneta de la carretera que asciende al monasterio tras la negativa eclesiástica a que formaran parte de la fachada del edificio diseñado por Sáenz de Oiza por mor de lo vanguardista de sus formas, sus atormentadas concavidades sirviendo de abrevadero para los animales que por allí pastaban. No sería hasta 1969 cuando serían finalmente izados sobre el pórtico de entrada a la iglesia. También en 1957 ganaría Oteiza un importante premio de escultura en la bienal de Sao Paulo, junto a Morandi y Ben Nicholson, quien se dice podría haber influido en el diseño de la estela, no en vano el pintor inglés gustaba de representar círculos (acaso recuerdos de su afición al billar, al que se entregaba con fruición en lugar de asistir a las clases en la Slade School of Fine Arts), aunque el referente más citado es el Círculo Negro de Malevich, también, como el de la estela, descentrado con respecto al cuadrado en el que se inscribe. Finalmente decir también que en 1959 Oteiza daría un giro exponencial a su carrera, anunciando que abandonaba la exploración formal y ensimismada para dedicarse a poner en práctica proyectos de toda índole que en su mayoría naufragarían con estrépito. Acaso el pensamiento utópico necesita del fracaso. 

El emplazamiento del conjunto del Aita Donostia merece párrafo aparte, una "zona de ancestrales supervivencias", como la califican los artífices del memorial al monje músico (obsérvalo en el tráiler de la videoinstalación que Víctor Erice dedicó al monumento). Se trata de una importante estación megalítica con 107 crómlechs, once dólmenes, un menhir y cuatro túmulos en lo alto del monte Agiña, de 618 metros, al que se accede por una carretera endiabladamente bella no lejos de Lesaka, ya en Navarra pero muy cerca del límite con Guipúzcoa, emplazamiento acaso premonitorio: recordemos que en 1992 (el año de la agresión a su estela, igual no es casual), Oteiza, cansado de la politica cultural vasca (se opuso por ejemplo al proyecto del Guggenheim bilbaíno) iba a donar toda su obra a una fundación que estableció en Navarra, donde tenía su estudio y donde Sáenz de Oiza, navarro, le construiría un edificio anejo. Está enterrado allí mismo (otro desterrado crónico). Pero volvamos a Agiña y escuchemos lo que el escultor nos cuenta de su estela y el emplazamiento elegido: "Es una piedra negra, flotante del suelo de crómlechs. Con una cara hendida por un círculo perforado, (...) el círculo vacío ligeramente descentrado... esta piedra debe producir una impresión de gravedad, de soledad, también de una presencia distante, irremisible, como las piedras que desde nuestra prehistoria le acompañan, mucho más ciertamente que nosotros. El simbolismo geométrico del círculo y el cuadrado, levemente desviado en ese señalado lugar, como un ancla de rotación incesante del paisaje, se quisiera que lo desocupe todo, que nos ignorase con la indiferencia de todo lo que es Bueno y Eterno, que nos haga rezar y sentir lo poco que somos". La estela como ancla ante un paisaje abrumador e inclemente; el círculo como trasunto de los varios crómlechs que rodean el cósmico complejo (el que circunda la estela fue al parecer retocado por Oteiza); el emplazamiento megalítico como anhelo de volver al hombre más primitivo, no contaminado por la civilización, tan típico de las vanguardias; el memorial, en suma, como triunfo sobre la muerte, perpetuándose como los crómlech hacia el futuro, más allá del acabamiento de sus creadores, la "solución estética" de la que habla el escultor: "o se cree en la otra vida (solución religiosa tradicional) o la solución estética: ante el dolor de desaparecer, una determinación suprema y difícil de quedar". Desocupadas con ahínco sus esculturas, que quería vacías para dar valor al espacio surgido de esa extracción insomne, Oteiza, vaciado también él, siempre buscó un ancla en la que enraizar su angustia existencial: "Duermo con los brazos en alto, pero no me rindo / moriré de rabia, pero no de viejo", dijo en uno de sus poemas, que resuena con el "Rage, rage against the dying of the light" del conocido poema de Dylan Thomas "Do not Go Gentle into the Good Night". 

Nos quedaría aún hablar de la capilla de Vallet, pero como no quiero que se te haga bola, que últimamente me salen las entradas muy densas, dejaremos la capilla para una próxima ocasión. No me resisto, con todo, a despedirme con la descripción de un momento Oteiza en Agiña, contado por el escritor José de Arteche, que acompañó al escultor y al arquitecto en su primera visita al emplazamiento del memorial: "Oteiza se arrodilló con los brazos en cruz, diciendo que deseaba recibir las emanaciones telúricas. Parecía un niño. Vallet le ayudó a levantarse. Hacía frío... Oteiza derramó sobre el paisaje una mirada ansiosa. Otra vez parecía que entraba en trance: 'Es preciso -dijo- llenar nuestro paisaje de estelas funerarias, de señales encendidas estratégicamente dispuestas en esta larga noche de la que no queremos despertar'".




domingo, 24 de julio de 2022

Rénderes (o no)

 


Voy a darte 15 segundos para que me respondas a la siguiente pregunta: ¿es esta foto un rénder o es real? Seguro te ha pasado como a mí, que te ha parecido una imagen de ordenador. Pues no, es un edificio de verdad. Se trata de un bloque de viviendas (el Sluishuis, la "casa esclusa") en Holanda a cargo de BIG y el estudio de Róterdam Barcode, quienes plantean el edificio como una puerta de entrada a un nuevo barrio cerca de Ámsterdam construido sobre una isla artificial. Más fotos y descripción aquí

Lo cierto es que la arquitectura digital es un campo de trabajo que ofrece interesantes posibilidades. Hay arquitectos que ya lo plantean como parte de su actividad. Así, acabamos de saber que el estudio PLP con base en Londres y a cargo de importantes encargos allí, como el rascacielos más alto de la City, el 22 Bishopgate, ha creado 5.000 NFTs (ya sabes, los Non-Fungible Tokens que están revolucionando el mundo artístico) de un rascacielos virtual para el traído y  llevado metaverso.Teniendo en cuenta que un tal Beeple vendió un collage fotográfico por 69 millones de dólares en una subasta de NFTs, no es de extrañar que los arquitectos quieran meter baza en un campo en el que tienen mucho que decir. Como dice Richard Woolsgrove, jefe del departamento digital de PLP (PLP Labs), "gran parte del trabajo de los arquitectos es digital, siempre tenemos un pie en el mundo virtual". BIG sin ir más lejos (los arquitectos de la Sluishuis que abre nuestra entrada hoy) han creado unas oficinas virtuales para el grupo Vice Media que servirán de "patio de juegos experimental" y están situadas en Decentraland, un barrio del metaverso que probablemente deba su nombre a las DAO (Decentralised Autonomous Organisations), organizaciones que sustituyen la jerarquías tradicionales por un sistema regido por algoritmos. Por cierto que BIG han tirado de archivo y para las oficinas virtuales que te digo han replicado un espectacular proyecto de 2009 nunca realizado (el TEK), una especie de centro comercial para Taiwan que ya se proponía como prioridad no tener en su distribución una "jerarquía obvia". 

En el mundo del entretenimiento la arquitectura virtual tiene también un futuro prometedor. Estoy viendo estos días la serie Altered Carbon, en plan binge-watching aprovechando que me están cambiando la cocina, experiencia también arquitectónica por cierto, y tengo la movilidad reducida: ir de una habitación a otra parece una prueba del Wipeout. Se trata, en breve, porque al cabo somos un blog de arquitectura (o no), de una versión low-cost de Blade Runner de la que han copiado la ética/estética cyberpunk y, a lo que iba, su skyline con atractivos rénderes. Si creciste como yo con la ciencia ficción, no puedo sino recomendártela, si no es el caso te la puedes saltar sin mayor problema (hay idas de pinza considerables, mi favorita es que aparece un renderizado Edgar A. Poe, no te digo más). Tiene hasta su puntillo metafísico: en un mundo futuro en el que los más pudientes pueden eternizarse gracias a una suerte de mini disco duro extraíble donde se conservan todos sus recuerdos y se encuentra alojado como una vértebra más en la columna (solo deben preocuparse de cambiar sus fundas cuando estas se deterioran o dejan de gustarles), un grupo de rebeldes trata de enfrentarse al sistema justificando su lucha contra la inmortalidad de los Meths (por Methuselah, nuestro Matusalén) con perlas como estas: "La muerte era la máxima protección contra nuestros ángeles más oscuros. No estamos hechos para la inmortalidad, corrompe hasta a los mejores", todo un alegato contra el transhumanismo (tráiler). Por cierto que estoy combinando su visonado con la lectura de Pies de foto para arquitecturas descalzas, de José J. Parra Bañón, un adictivo libro que comparte con Altered Carbon su tono surreal, hiperbólico, visceral y escatológico (en ambos sentidos del término: hablando de vértebras, no creo que necesite saber -o sí- que Le Corbusier llevaba siempre consigo una de su difunta esposa que recogió tras su deficiente incineración), así que como ves entre unas cosas y otras este julio voy de pasmo en pasmo. Recomiendo entreverar el "ensayo-álbum-relato" de Bayón con dos pequeños libros de Luis Fernández-Galiano (Los maestros modernos y Maestros singulares), sendas recopilaciones de añejos artículos publicados en El País y otros medios, textos por cierto bastante más fibrosos que los de Bañón pero con tanta enjundia o más: al hablar en muchos casos de los mismos arquitectos, ambos trabajos se complementan de forma muy curiosa. 

La ciencia ficción y la arquitectura hacen fantásticas migas. Y a veces te llevas verdaderas sorpresas. Aún recuerdo una serie hace ya unos cuantos años (Fringe se llamaba) que giraba también en torno a los mundos virtuales y las realidades paralelas. En uno de los capítulos la acción se desarrollaba en un Nueva York alternativo, que se había desarrollado al margen del Nueva York real. Pues bien, en su skyline habían renderizado nada menos que el hotel nunca realizado que Gaudí diseñó para la ciudad allá por 1908 y que se hubiera elevado 360 metros nada menos. Te enlazo a los bocetos del edificio que habría sido el más alto de Nueva York (y del mundo). Por cierto, la escena de la serie donde aparece está en You Tube. 

Pues mira, ya puestos te comento otra serie que también vi en plan atracón hace un par de meses (en este caso fue un invitado inesperado, el Covid, el que me tuvo confinado y febril), con atractivo arquitectónico incluido. Se llama Archivo 81 y podría ser una mezcla de El Resplandor, The Blair Witch Project, Tesis e incluso algunos toques de El exorcista. Sí, es de miedo, te enlazo al tráiler. En él se vislumbra la casa donde el protagonista se recluye para restaurar unas viejas cintas de video que esconden terribles secretos. La casa, solitaria y de brutal y bizarro diseño (podría recordar a Kahn), sienta como un guante al argumento, ayudando a crear ambientes de gran tensión. Tras trastear algo por aquí descubrí que la casa existe (aquí la tienes), la construyó en 1964 un tal Tasso Katselas, arquitecto americano de origen griego que tuvo como mentor a Wright nada menos (el arquitecto al que cantaran los mismísimos Simon y Garfunkel llegó a recomendar a Katselas cuando la dueña de Fallingwater le comentó que quería hacer una capilla en el entorno de la icónica casa, capilla que finalmente no llegó a realizarse). Aunque principalmente conocido por el innovador aeropuerto de Pittsburgh, de Katselas te destacaría un extraterrestre monumento en memoria de Roosevelt que tampoco llegó a ver la luz. Katselas sigue vivo, aunque obviamente a sus 95 años está jubilado, y de vez en cuando se pasa por su estudio (TKA) a ver qué se cuece. 

Cada vez hago las entradas más recargadas de adherencias parásitas, sorry. Termino ya con breve apunte de una última serie que tiene también su punto arquitectónico. La estoy viendo con mi santa contraria, así que nada de metaversos gore o terror gótico. Está de hecho basada en un personaje real pero lo virtual también hace acto de presencia. Se llama Inventing Anna / ¿Quién es Anna? (no, Netflix no me da comisión) y narra con excelente ritmo y actores que lo clavan la historia de una pipiola de origen alemán que logra embaucar a no sé cuántos VIPs para que le financien un megalómano proyecto: un club para la alta sociedad en un bellísimo edificio neoyorquino (el Park Avenue 281, de nuevo un inmueble que es real). Anna está a punto de conseguir tamaña hazaña a base de  determinación, falta de escrúpulos y dominio de los social media, gracias a los que crea un personaje ficiticio lleno de glamour y atractivo para los Meths, uy, quiero decir (que me lío), lo más granado de la sociedad neoyorquina.  Produce cierto morbo placentero el ver cómo se lo montan los ricos y famosos (especialmente ahora que, gracias a Santiago de Molina, hemos descubierto que somos pobres). En fin, es una interesante fábula de nuestra sociedad, esclava del like. Por cierto que el arquitecto que va a ayudar a Anna a reconvertir el Park Avenue 281 en sede de su fundación se apellida en la serie Calatrava, aunque de nombre le han puesto Gabriel...

Nos vamos no sin desearte un verano de lo más real.