domingo, 26 de junio de 2016

In & Out


Te muestro hoy lo último de los neoyorquinos Diller Scofidio+Renfro (los de la High Line): el centro educativo Roy y Diana Vagelos en el prestigioso campus de Medicina de la Universidad de Columbia en Nueva York. Se estrenará en agosto y como ves resulta una curiosa estructura en la que, a base de un generoso uso de cristal, uno no va a saber si está dentro o fuera. En palabras de sus autores, el edificio, una suerte de "salón vertical", se estructura en torno a una escalera, la "Study Cascade", que se extiende por los catorce pisos de la construcción conectando distintas zonas de encuentro que favorezcan el aprendizaje colaborativo y la interacción entre los estudiantes, que han participado activamente en su diseño. Y digo yo que con las impresionantes vistas que debe haber, no sé hasta que punto los estudiantes lograrán concentrarse.

El Blur Building: estar y no estar
En una entrevista en 2005 con Vladimir Belogolovsky, Elizabeth Diller declaraba su necesidad compulsiva (masoquismo perverso eran sus palabras textuales) de desafiar expectativas y llevar la arquitectura a nuevos límites, mencionando también su interés en hacer edificios muy conceptuales que pongan el énfasis en la exhibición, la performatividad, la concienciación y la provocación, algo que podemos ver claramente en su último edificio, nacido (quizá) para el mucho ruido mediático y las pocas nueces arquitectónicas. Diller nos deja perlas como la siguiente: "Por ejemplo nos fascina el tema de la vigilancia, pero también nos interesa la post-paranoia en una época en la que hay tanta vigilancia que la gente acaba actuando conscientemente ante las cámaras", o esta otra, solo apta para doctores cum laude por Harvard o neoyorquinos de quinta generación: "Me gusta trabajar en una zona gris y producir acentos de desfamiliarización. Vemos cosas tan a menudo que acabamos cegados. Quedamos cegados por la absoluta visibilidad y disponibilidad. Así que nosotros, como arquitectos, deberíamos insertar un estímulo o catalizador y no tomar nada como una certeza. La arquitectura debería ayudar a construir nuestro yo ("Architecture should be self-constructing", a ver cómo lo traduces tú)". Es obvio que no podemos esperar claridad expositiva en la autora del edificio Blur (blur significa difuminar, ofuscar en inglés) para la Expo 2002 en Suiza, una estructura de acero sobre el lago Neuchâtel que quedaba difuminada hasta desaparecer gracias a la acción de 30.000 boquillas que, al expulsar partículas de agua a alta presión, envolvían la estructura en una fina niebla. En fin.

Pero volvamos al edificio Vagelos. Ahora ya sabemos que Diller Scofidio+Renfro buscaban adrede esa lucha de contrarios entre lo exterior y lo interior, en plan performance conceptual y provocadora. Y aquí en rápidamente recogemos el guante. Para post-paranoia la que estará pasando ahora Camerón de la Isla en el 10 de Downing Street. En un ejercicio impecable de democracia participativa ha metido a su país y a Europa en un embolao de dimensiones cósmicas. Pero a ver, un poco de calma, que para la fontanería fina están (o deberían estar) los políticos: al final, tras el revuelo mediático y los ladridos de los populistas, la cosa quedará en un no estar estando (algo así como el Blur building), o estoy fuera pero en realidad estoy dentro (como el Vagelos), que los ingleses no van a permitir que se les escape un buen negocio. En un artículo publicado ayer en El País (Votar lo contrario de lo que parece), Juan Ignacio Crespo lo tiene claro: "En 1992, en Dinamarca, también en el mes de junio y también en referéndum, se expresó la oposición al Tratado de Maastricht. Veinticuatro años después, y tras otro referéndum en el año 2000 en el que decidieron que no querían formar parte de la eurozona, y por tanto, no utilizar el euro como moneda, la situación es que, aunque ellos no lo sepan, lo que tienen como moneda (la corona danesa) es en realidad una manera de hablar del euro con otro nombre: el banco central de Dinamarca tiene que hacer esfuerzos indecibles para que la corona se mantenga pegada al euro tanto cuando éste se aprecia como cuando pierde valor. ¿Por qué? porque sus relaciones comerciales con la UE así lo exigen. (...) ¿Quiere esto decir, razonando por analogía, que los votantes británicos que hoy creen que han votado contra la permanencia de Reino Unido en la UE no saben que, en realidad, han votado por quedarse? Sí. Lo más probable es que ese termine siendo el resultado. El comercio entre los pueblos no solo es un componente esencial del progreso, sino que fue siempre el motor del propio imperio británico". Si ya lo decíamos aquí hace un par de entradas, aquí el que se lleva el gato al agua es que el que nada y guarda la ropa, el que supera los contrarios uniéndolos con pasmosa naturalidad, la bigamia del malabarista Bjarke Ingels, que ha superado la dicotomía de otro danés, el Hamlet de ser o no ser, he ahí la cuestión, por un ser y no ser, he ahí la cuestión. Eso sí, con tanto empeño en desactivar los oxímoron vamos a acabar todos grillados (post-paranoicos, o sea).



"No estoy segura de que la verdad esté ahí fuera. Creo que las preguntas son bellas. Las respuestas están muertas" (Elizabeth Diller, de Diller Scofidio+Renfro, aquí en pose post-algo).



domingo, 19 de junio de 2016

Hazte el sueco


"Desde el principio, el modelo social sueco tuvo su reflejo en la vida cotidiana a través de un diseño accesible para el hogar y otros espacios de convivencia, basado en la sencillez y la funcionalidad —el mismo concepto de diseño que Ikea ha logrado impulsar globalmente—. En un discurso de 1928, Per Albin Hansson, futuro primer ministro socialdemócrata y padre del modelo sueco, se refería por primera vez a “folk-och medborgarhemmet” (“el hogar del pueblo y los ciudadanos”). Para Hansson, “el hogar es la base de la comunalidad y la pertenencia”. “El buen hogar no conoce de privilegiados y arrinconados, de niños mimados e hijastros”, decía Hansson, “en el buen hogar, nadie mira por encima del hombro a nadie”. La idea de Folkhemmet, clave para entender la socialdemocracia sueca, recoge a la vez que refuerza la importancia real que tiene el hogar en países como los escandinavos de inviernos fríos y noches largas. El hogar escandinavo es un espacio en el que se pasan muchas horas, conviviendo y haciendo cosas: arreglando un mueble, cosiendo cortinas, horneando bollos… Ello explica, en parte, la filosofía del “hazlo tú mismo” que abandera Ikea.
Para muchos, esta mentalidad práctica forma parte de la idiosincrasia sueca y explica, tanto la capacidad para dialogar y consensuar la construcción y permanencia de un Estado del bienestar ejemplar, como la materialización de sus ideales de igualdad y progreso social a través del diseño democrático de viviendas e infraestructuras. Antes incluso de que el partido socialdemócrata ganara las elecciones de 1932 y comenzara a consolidarse el modelo sueco, la Exposición de Estocolmo de 1930 supuso el triunfo del diseño y la arquitectura funcionalistas y la emergencia del arquitecto Gunnar Asplund como uno de los principales portavoces de este movimiento.(...)
Parafraseando a Weber, para quien, de modo muy resumido, la ética protestante contiene el espíritu del capitalismo, podría decirse que la estética escandinava encierra el espíritu de la socialdemocracia. Por ello, más allá de las razones esgrimidas por Podemos (que sea el programa electoral más leído), la apuesta por utilizar el catálogo de Ikea como envoltorio para presentar sus propuestas programáticas tiene todo el sentido dentro de la actual estrategia de la formación". (Olivia Muñoz-Rojas, Ikea y el espíritu socialdemócrata en El País de ayer. Fotos: la primera tienda Ikea del arquitecto Claes Knutson, creada en 1958 en Älmhult, que a partir del 30 de junio abrirá como museo de la marca). 









sábado, 11 de junio de 2016

Brick England

¿La Tyrell Corporation? No, la ampliación de la Tate Modern

Brick England es el título de la última canción de Pet Shop Boys en colaboración con Jean Michel Jarre, quien en el álbum Electronica 2: Heart of Noise al igual que en su predecesor, Electronica 1:The Time Machine, se ha puesto ha trabajar con viejas y no tan viejas glorias de la escena electrónica para delicia de los aficionados al género. Hay temas con Moby, Edgar Froese de Tangerine Dream (poco antes de fallecer), Armin van Buuren o Hans Zimmer, esperamos en una tercera entrega encontrar colaboraciones con Kraftwerk o Vangelis, verdaderos pioneros de los sintetizadores (aunque precisamente por ello no deberíamos hacernos muchas ilusiones). Como curiosidad, decir que en dicho álbum colabora también Edward Snowden cuya voz distorsionada hace un alto en un tema endiabladamente rítmico (Exit) defiendiendo claro está la transparencia informativa como virtud indiscutible. Volviendo al tema de los PSB, un anthem tan del gusto del veterano grupo, cito, y aquí enlazo, el estribillo: Walls, rise and fall / And now that buildings talk  / In the city / Brick England, y es que lo mismo estaba el dúo pensando en la pirámide retorcida (la ampliación de la Tate Modern) que Herzog y de Meuron están a punto de estrenar, el 17 de éste, en la ciudad del Támesis, un edificio soberbio y enigmático que ciertamente eleva sus potentes muros de ladrillo industrial hacia el cielo de Dickens y habla desafiante a un entorno de viviendas y oficinas de lo más posh

Con esta suerte de Estrella de la Muerte facetada y opaca, los suizos vuelven a la Tate dieciséis años después de haber remodelado el edificio original, una central eléctrica diseñada por Giles Gilbert Scott (autor de la otra gran estación eléctrica londinense, la de Battersea, o de las famosas cabinas telefónicas rojas) que les condujo derechos al estrellato arquitectónico con un respetuoso proyecto, muy discutido en plena pujanza del efecto Guggenheim, que por fuera apenas variaba los lacónicos volúmenes de la central pero que supuso un éxito de público tan rotundo que gentrificó hasta límites exorbitantes el modesto barrio (Southwark) que le rodeaba: justo a su vera levantó Rogers el Neo Bankside, una exclusiva urbanización de viviendas que llegaban a alcanzar los 25 millones de euros. 

El nuevo edificio, denominado Tate Modern Switch House, aumenta el espacio del museo en un 60%, una necesidad acuciante ante la avalancha de visitantes que llegan a sus puertas (5,7 millones el año pasado, por curiosidad he mirado los que tuvo el Reina Sofía, colega madrileño de la Tate, que fueron 3,2, y los del Guggenheim bilbaíno: 1,1) y la única forma que tenía para expandirse era hacia arriba, como una suerte de furioso volcán que emergiera empujado por pulsiones tectónicas y telúricas de magnitud desmedida (vaya, hoy tengo el día poético). Aunque en un primer momento la ampliación iba a tener fachadas cristalinas, los arquitectos, con buen criterio, quisieron hacer toda una declaración de intenciones (bastante cristal tenían ya los modernos edificios adyacentes, bastante transparente es ya nuestra sociedad, que por mucho que le guste a Snowden ya agobia tanta exposure) y volvieron la mirada a la construcción original, de ladrillo puro y duro (justo al contrario que Snøhetta en San Francisco), envolviendo su pirámide de cemento con una piel cerámica que asemeja, en palabras de Oliver Wainwright, a una cota de malla (no te pierdas su artículo, con una foto del "bulevar vertical", una bella escalera que trepa por el interior de la pirámide y otra, con más morbo, de los cristalinos apartamentos del Neo Bankside -los de 25 millones- que quedan expuestos a las vistas de los curiosos desde la Switch House, a la que acompaña este demoledor comentario: "puedes observar las desoladas y vacías vidas de lujo encargado por e-mail tan estériles como una batería de depósitos apilados de Damien Hirst" o, ya puestos, una versión moderna de un cuadro no menos desolado y vacío de Edward Hopper). Quién sabe si, buscando otras similitudes, los suizos quedaron tan impresionados con el no menos imponente edificio de la LSE diseñado por O´Donnell+Tuomey también en Londres que se decantaron por el ladrillo para la ampliación. 

¿Gustará el severo, oscuro y opaco edificio? Rowan Moore da una respuesta que habría encantado al Breuer de Sol y Sombra: "El precedente del Tate Modern original, también severo por fuera, pero alegre por dentro, muestra que un edificio no tiene que ser grotesco y adular (¿lo dirá por la ampliación del SFMOMA?) para caer bien. En esta y otras obras, a Herzog and De Meuron les gusta presentar un momento protestante de negación previa al placer, de rechazo previo a la acogida, de severidad previa a la generosidad. Es parte de su visión del mundo, diferente de la mayoría de los arquitectos, en la que el deleite y la belleza coexisten con aspectos de la existencia más problemáticos o misteriosos". Casi nada. Wainwright lo tiene también claro: la presencia "inquietante" del edificio es un añadido poderoso a la ciudad, a la vez seductor y amenazador (también para él los contrarios se encuentran en la Switch House), "un contenedor adecuadamente desafiante para el trabajo que acoge en su interior".  Deyan Sudjic, en un artículo sobre la ampliación que hoy publica El País, es directamente entusiasta: "Es una obra extraordinaria desde todos los puntos de vista, como arquitectura, como creación de un espacio, como institución capaz de hacer que florezca el arte y atraer a todo tipo de públicos. Y sobre todo, es una reafirmación llena de optimismo sobre las posibilidades de la arquitectura".

La Serpentine de BIG
Menos sombrío pero no menos contradictorio también nos encontramos en Londres con ese arquitecto estrella, más cool imposible, portador de una envidiable pinta de juventud permanente y no menos permanente buen rollo, como si siempre acabara de volver de unas largas vacaciones en Ibiza. Nos referimos, claro está, a Bjarke Ingels, que acaba de estrenar (el viernes) su pabellón temporal de la Serpentine, una suerte de ola pixelada de fuerza desmedida llena de trampantojos: según como la mires parece opaca o transparente gracias a la estructura en forma de cubos huecos de fibra de vidrio. Es obvio su homenaje al ladrillo, que queda mágicamente desvanecido en transparencia: de nuevo una fábula arquitectónica que haría las delicias de Snowden. Y de nuevo los contrarios de Breuer y H&dM aunados pero en este caso sin angst calvinista, que a BIG lo que le va es el cachondeíllo ilustrado: ellos lo llaman bigamia, si no eres capaz de optar entre dos conceptos contrarios, pues oye, te quedas con los dos y punto. Pues cojonudo. Para mí que hay grupos políticos de por aquí que han tomado nota de la idea. Por cierto que a finales de junio tendremos a Ingels en Pamplona, en el cuarto congreso de Arquitectura y Sociedad con el título de Arquitectura: Cambio de Clima y donde tendrá ocasión de reunirse con su antiguo jefe, nada más y nada menos que Rem Koolhaas, y, con, lo que son las cosas, de Meuron (qué lujazo de congreso, lo que daría por poder ir): con semejantes agents provocateurs va a arder la capital navarra. 

Me despido descolgándome con frase lapidaria: Cada vez está más claro que el futuro es de aquellos que sepan surfear en los oxímoron.