domingo, 24 de enero de 2021

Índices secretos

 


Hoy te traigo un vestigio del futuro, una reliquia de la utopía, una extraña ruina que, en su vocación fragmentaria, acaso ya lo era desde su concepción. La Casa Sperimentale (o Casa Albero) fue diseñada por Giusseppe Perugini, Uga de Plaisant y el hijo de la pareja, Raynaldo Perugini como casa vacacional cerca de Roma entre 1968 y 1975, en plena efervescencia por tanto de las arquitecturas experimentales de Superstudio y su Monumento Continuo, Archigram y su Walking City, Constant y su New Babylon o Kurokawa (entre otros) y el Movimiento Metabolista. La construcción, que recoge no pocos de dichos postulados, fue de las primeras en utilizar primitivos programas informáticos para su diseño, ideado con esmero pero sobre la marcha por sus tres inquilinos. Prefabricada y modular, es perfectamente desmontable y ampliable (Raynaldo, el hijo, la llama "la casa interminable") y su nombre (albero significa árbol en italiano) deriva del deseo de construir la típica casa en los árboles, así, las habitaciones cuelgan de "ramas" de hormigón y están soportadas por "troncos", replicando el bosque de pinos de Fregene, pequeña localidad costera a treinta kilómetros de Roma donde la casa parece querer esconderse y donde Fellini también tenía casa veraniega (alli rodó algunas de sus películas, La Dolce Vita entre ellas). En su vocación arbórea puede también recordarnos quizá a las casas de Sou Fujimoto. Bruno Zevi, activo académico fundador de la Associazione per l'Architettura Organica (APAO) se involucró en el diseño de la casa, que en su modernidad exacerbada (ya brutalista) quería alejarse de la modernidad más ortodoxa que el fascismo italiano había elegido como arquitectura institucional. 

Rompiendo con sus contundentes formas ortogonales, la casa tiene una curiosa extensión esférica -un pabellón de invitados- que recuerda, qué le vamos a hacer, a la Estrella de la Muerte de Star Wars (1977) y que encuentra su réplica en una pieza circular adosada a la fachada (el baño de la vivienda, al que se accede a través de una enorme puerta circular que también nos trae a la memoria la casa de Burdeos de Koolhaas). En la base de la vivienda un pequeño estanque ya seco hacía acaso referencia al mar cercano. El arquitecto Patrick Weber, profesor en Bartlett (¿no trabaja allí también Izaskun Chinchilla?), ha hecho un escaneo en 3D de la casa, cuyo deterioro es galopante, para que quede al menos preservada virtualmente.

Nos despedimos ya, no sin la cita de rigor: "El pasado comporta un índice secreto por el cual se remite a la redención. ¿No nos roza, pues, a nosotros mismos un soplo del aire que envolvió a nuestros antepasados? ¿No existe en las voces a las que prestamos oído un eco de las ya enmudecidas?". (Walter Benjamin, Sobre el concepto de historia). 

domingo, 17 de enero de 2021

Renacer

 


¿Vuelve Mies? La foto es del Museo Nacional del ejército de los Estados Unidos, a cargo de SOM, el histórico macroestudio americano que bien podría considerarse heredero del arquitecto de Aquisgrán. La cosa tiene su aquél pues tal edificio se inaugura precisamente ahora que Trump acababa de aprobar una orden para que los edificios institucionales americanos se construyan siguiendo los patrones clásicos (desdiciendo aquello de que sobre gustos no hay nada escrito), así que la imagen acaso podría simbolizar en lo arquitectónico el fin del nefasto mandatario y el renacimiento de los USA como los conocíamos. Que la arquitectura clásica represente los mejores valores de la patria es tan discutible como que los represente la arquitectura moderna: Herbert Read, el crítico británico que organizó la primera exposición sobre el surrealismo en Londres (en 1936), ya lo decía: "Para nosotros ahora el clasicismo (...) representa y siempre ha representado las fuerzas de opresión. El clasicismo es la contrapartida política de la tiranía (...), allí donde la sangre de los mártires manche el suelo encontraréis una columna dórica o, tal vez, una estatua de Minerva" (citado por Pallasmaa en La imagen corpórea). 

En fin. 2021, imposible evitar el comentario, ha empezado torcido, con insurrecciones bochornosas, históricas nevadas y el dichoso virus, como ya todos nos temíamos, desbocado. Hace unos días leí que la sonda Juno de la NASA había detectado señales de radio provenientes de Ganímedes, el más grande satélite de Júpiter. Me desilusionó algo, la verdad, que el origen fueran unos insulsos electrones y no alienígenas porque ya puestos lo habríamos petado, pero qué le vamos a hacer. Por cierto, hablando de la sonda Juno, los fans de Vangelis llevamos esperando desde el verano a que el griego publique de una santa vez un álbum (Juno to Jupiter) inspirado en la gesta espacial de dicha sonda, enviada al espacio para investigar la atmósfera del planeta, adonde llegó en 2016 tras 5 años de viaje. Las fotos tomadas por Juno son realmente espectaculares, aquí te dejo un video de la NASA que reproduce lo que sería un vuelo sobre Júpiter basado en dichas fotos, con música del propio Vangelis. Los afortunados que han podido escuchar los nuevos temas del autor de las BSO de Blade Runner, 1492, Chariots of Fire o Alejandro Magno (resulta que una tienda online se adelantó a la fecha oficial por uno de esos típicos errores de estos tiempos telemáticos para de inmediato retirarlo por exigencia de la discográfica, lo que no impidió que se vendieran algunas copias digitales), hablan de un álbum potente y lleno de sorpresas, haciendo honor al misterioso planeta, y en el que Vangelis renace, volviendo a sus orígenes más experimentales y jazzísticos sin olvidar el empaque clásico que le caracteriza (en el jovial álbum participa la soprano rumana Ángela Gheorghiu que en España, entre otras sonadas apariciones, se la recuerda por inaugurar el Palau de les Arts de Calatrava con la Carmen de Bizet). El caso es que tras tamaña metedura de pata, el lanzamiento parece pospuesto sine die, para desconsuelo de los seguidores del músico al que a punto estuvieron de derribarle su casa ateniense para que no entorpeciera las vistas del Partenón desde el museo de Tschumi. 

Pero no todo son malas noticias. Esta semana nos hemos venido arriba con un notición arquitectónico de impacto. Resulta que hemos conocido la espectacular lista de estudios arquitectónicos (todos ellos extranjeros) que han sido preseleccionados para intervenir el entorno de Azca, el distrito financiero de Madrid. La verdad es que falta le hace. Aunque a nosotros siempre nos gustó (nos trae además tiernos recuerdos de juventud), lo cierto es que tras años de descuido te daba la sensación de que en sus pasadizos te podías encontrar en cualquier momento a la salvaje pandilla de la Naranja Mecánica. Mi rincón favorito es el estanque cuadrado, cuando voy me da la sensación de estar en una peli futurista de serie B, pero resultona, sus ortogonales formas acaso imitando el enorme cuadrado de la supermanzana "A", de 19 hectáreas nada menos, para la que en 1954 Antonio Perpiñá diseñara "un centro cívico comercial de descongestión del centro histórico" (lo de la congestión me suena a Rem) con miesianos rascacielos inspirándose nada menos que en el Rockefeller Center, una Nueva York en miniatura en palabras ahora de Frampton (en Nueva York, capital del siglo XX). Hoy de neoyorquino Azca sólo tiene la torre Picasso, diseñada por Yamasaki, el arquitecto de las Torres Gemelas, y su impresionante trabajo de ingeniería subterránea: un nudo gordiano de túneles para los automóviles que deja su superficie expedita para el peatón. El caso es que los grandes propietarios instalados en la manzana (entre ellos, cómo no, El Corte Inglés) se han unido para darle nueva vida bajo el poético nombre de Renazca, y de paso "poner a Madrid en el mapa internacional". Vuelve el espectáculo, o sea. Según leo en Cinco Días, el objetivo es "parecerse al Meatpacking district neoyorquino" ; alguien tendría que explicar al esforzado periodista que Madrid ya tiene esa idea magníficamente desarrollada en el Matadero, y que nuestro High Line no es otro que Madrid Río, que nada tiene que envidiar al parque sobre los raíles de una antigua via ferroviaria elevada, convertido en nuevo must de la Gran Manzana. Decir también de paso que la mayor parte de los arquitectos tanto de la reconversión del Matadero madrileño como de Madrid Río han sido españoles. 

No es de extrañar por tanto que uno de los glamurosos estudios preseleccionados por Martha Thorne, a cargo del concurso de Renazca (Thorne es directora ejecutiva de los premios Pritzker, americana y residente en Madrid) sean precisamente  Diller Scofidio+Renfro, los autores de la High Line neoyorquina, que han replicado en Moscú y Londres. Por aquello de dar un premio de consolación a los sufridos arquitectos españoles, se ha obligado (como es habitual) a los estudios foráneos a trabajar con arquitectos de aquí. En este caso los elegidos son Fermín Vázquez y su estudio b720, que resulta que protagonizan el último AV. El estudio del madrileño es mayormente conocido por haber sido teloneros de otros arquitectos de más glamour (y carácter totalmente opuesto) en proyectos de envergadura, como la ampliación del Reina Sofía o la Torre Agbar con Jean Nouvel, o junto a Chipperfield, la Ciudad de la Justicia de Barcelona o el edificio Veles e Vents en Valencia (Ingersoll llega a compararlos a los negros literarios). En un artículo de nombre Áreas de intersección (nombre que haría las delicias de Fernández Mallo), Vázquez habla de estos trabajos de colaboración como un interesante ejercicio de "gimnasia proyectual", y nos deja una deslumbrante afirmación que paso con gozo a transcribir: "Cambiar la caligrafía es un excelente ejercicio para la muñeca, pero también lo es para el consciente y honrado entrenamiento de discursos justificativos no coincidentes". Destacar finalmente el brillante editorial que Fernández-Galiano dedica al estudio, en el que mezcla de manera sorprendente referentes tan inconexos como Descartes, Stanislawski y Melville (llama momento Bartleby - el "preferiría no hacerlo" del protagonista del cuentoa aquella vez en la que el estudio, en un inaudito arranque de modestia y profesionalidad, se salió del concurso para la torre Agbar aduciendo falta de suficiente información; más tarde acabarían colaborando con Nouvel para ese mismo proyecto). Confiemos en que si Diller & Co pretenden hacer una réplica descafeinada del High Line aquí como ya han hecho en Londres, en un descarado intento, lo dice Wainwright, de los promotores de rigor por revalorizar unos terrenos frente al Támesis (otros criticaron su famoso The Vessel como un intento de blanquear los Hudson Yards), Vázquez tenga otro de sus momentos Bartleby. 

Otro de los estudios seleccionados por Renazca es nada más y nada menos que OMA. No se puede pedir más morbo a un concurso que la participación del arquitecto más controvertido y provocador del orbe, el jupiterino Rem Koolhaas, quien aún no ha conseguido estrenarse en la piel de toro. Ganó el concurso para un auditorio en Córdoba, pero hasta la fecha es un proyecto nonato, y en la remodelación del Salón de Reinos del Prado su propuesta perdió frente a la de Foster. Llama poderosamente la atención su compañero de viaje: nada menos que Batlle i Roig, el estudio catalán que destaca por un exquisito orden miesiano y una sosegada elegancia (ver su intervención en Can Bisa, donde lo viejo y lo nuevo encajan como un guante de terciopelo, los equilibrados bloques de Viladecans o probablemente la depuradora más bella del mundo, en Vacarisses), rasgos que casan mal con la arquitectura errática y fragmentaria del de Róterdam. Pero ojo que el holandés no tiene un pelo de tonto y sabe a quién elige: El Jardín de la Metrópolis se llamó la tesis doctoral de Enric Batlle, y es que si algo caracteriza al estudio catalán es su empeño en fusionar arquitectura y paisaje, con una especial predilección por la jardinería (Jardineros y albañiles se titulaba el editorial que de nuevo Fernández- Galiano les dedicaba en un AV hace dos años): el primer proyecto que firmaron se llamó "Il Segretto Giardino", para un parque catalán. Ideales colaboradores pues para dar nueva vida a un jardín urbano. No olvidemos además que Koolhaas ha vuelto sus ojos al campo con el furor del converso y se nos ha resilvestrado, como ya demostró en la exposición que presentó el pasado año en el Guggenheim neoyorquino. Quién sabe si (nosotros somos de ficcionalizar la realidad, e incluso de friccionalizarla) la idea de escogerles se la dio a Rem ese mismo número de AV, que tiene como foto de portada su "hotel de insectos" e incluye propuestas como estas (del propio Batlle): "Los balcones, las cubiertas y las fachadas de nuestros edificios, así como las calles y las plazas de nuestras ciudades se pueden renaturalizar y conectar con los parques y jardines que tenemos y con los espacios agrícolas y naturales que todavía conservamos. Un nuevo paradigma, desde el mundo urbano, reivindica con fuerza los valores éticos y estéticos del mundo rural; la ciudad quiere ser campo, así como el campo quiere ser más ciudad". Nexo arquitectura acompaña también al equipo de Koolhaas, no muy lejos de Azca tienen ahora mismo en construcción las oficinas centrales del Metro de Madrid, una torre que se nos antoja muy holandesa. 

Hay nada menos que dos estudios neerlandeses más en la lista de Thorne: los siempre imaginativos MVRDV (presentes ya en Madrid con el edificio Mirador), junto al estudio GRAS, y West-8, expertos en paisajismo que ya participaron en Madrid Río. Les acompañan Porras Guadiana arquitectos, con los que ya colaboraron en el el proyecto del Manzanares, seguro que has utilizado alguna vez uno de sus simpáticos mini-puntos limpios. Cierra la lista el británico Thomas Heatherwick, al que le va el showbusiness más que a nadie. Su Vessel, otra chuche arquitectónica compañera de The Shed de Diller Scofidio+Renfro en Hudson Yards dio que hablar, y no siempre para bien: tú mismo. Vertiginoso su museo para Ciudad del Cabo, no te lo pierdas si lo tuyo son las emociones fuertes.Trabajarán con CLK, estudio madrileño muy activo en Rusia fundado por Joaquín Vaquero Ibáñez, familia de Vaquero Palacios y Vaquero Turcios, el autor del monumento al descubrimiento de América en la madrileña plaza de Colón (que también por cierto está pidiendo a gritos una intervención). 

Nos vamos ya. ¿Quién se llevará el gato al agua y firmará el renacimiento de Azca? Habrá que ver los proyectos (esperemos se hagan públicos), pero teniendo en cuenta la vocación neoyorquina de la supermanzana A ya desde sus inicios mucho nos tememos que Diller parte con ventaja. ¡Vuelve, Mies! 


domingo, 3 de enero de 2021

Caídos del cielo (2)

 


Pues vamos a seguir dándole otra vuelta al cuadro de Zenghelis que abría la entrada anterior. Decíamos que la figura en dicha pintura (que puede recordar algo a de Chirico, solo que en un contexto moderno) sufría del típico angst contemporáneo ante lo que parecen ser las torres deslabazadas, desproporcionadas y desordenadas de una ciudad fantasmal y fragmentaria. Igual son menhires, pero para el caso es lo mismo, que ya decía Hans van der Laan, monje benedictino y arquitecto para más señas, que los menhires son un acto de afirmación de la presencia humana frente a las leyes gravitatorias. Lo artificial frente a lo natural, la ciudad frente a la selva, la arquitectura como actividad propia del hombre expulsado del paraíso que debe vestirse y guarecerse ante las inclemencias que le aguardan. Pero volviendo al cuadro de Zenghelis, ¿y si su interpretación fuera al revés? ¿Y si en ese paisaje con figura, el tal ser humano viniera ya angustiado de casa y el entorno arquitectónico no fuera sino el reflejo de dicha desazón? El hombre y la mujer modernos han renunciado al orden de manera voluntaria, era un corsé agobiante y antiguo, y han preferido la libertad de los caminos inexplorados. Loable, pero hay un precio que pagar. El orden era armonía, proporción y equilibrio, la individualidad es desconcierto, azar y ansiedad. Y, para más inri, el ansia de totalidad, de alguna clase de orden o sistema, está ahí, nos espolea aunque a la par nos incomode, pues somos conscientes de que al cabo es necesario para no andar como vacas sin cencerro. Esa tensión nos excita e incordia por igual, y la arquitectura, como expresión del sentir humano, la refleja. 

¿Cuándo muere el orden? ¿Cuándo comienza la modernidad? Parece palmario que en la Ilustración, momento en el que la razón, no sin ella, se mofa del relato único. Surge ahí nuestro amigo el fragmento, el relato parcial, la Torre de Babel. La arquitectura acompaña ese intenso periplo intelectual: de Piranesi, acaso el primer moderno, con esa obsesión suya por la ruina romántica que refleja esa memoria del orden, pasando por Soane, con una arquitectura hecha como a jirones, por no hablar de su casa, hoy museo, cúmulo de fragmentos expuestos en agobiante mezcla, llegamos a Loos y su propuesta de monumental columna para el Chicago Tribune, acaso nostalgia del orden ya irremediablemente perdido y reflejo de esa contradicción tan suya entre lo moderno y lo antiguo, para desembocar en Vers une architecture donde Le Corbusier, ya moderno hasta las trancas, mezcla todo tipo de referentes en subyugante cóctel. Kahn reunirá modernidad y evocación de la ruina en una arquitectura que fascina hasta al más sinsal y como fin de fiesta vendrán los collages de Venturi y Scott Brown. Y hasta aquí hemos llegado: el fragmento es ya píxel y data. El like es el nuevo orden.  

Estos días de asueto navideño he visitado Valdemaqueda, en lo arquitectónico un trocito (o mejor, fragmento, por seguir con el palo) de Escandinavia no muy lejos de Madrid. La pequeña localidad, a la que se llega en un bello viaje entre dehesas ya casi extremeñas que nos traen dulces recuerdos y las montañas de Guadarrama que culminan en nuestra también muy querida Serra da Estrela, fue famosa años atrás gracias a Esperanza Aguirre. El ayuntamiento, de Paredes y Pedrosa, sigue ahí, claro está, y vamos a hablar de él intentando no caer en subjetividades del tipo puesestolohagoyo o puesamímechiflaelhormigonaco. Más allá de los dos simples cubos, una suerte de Kursaal povera, que es lo primero que llama la atención ya que parecen, como diría Gehl, caídos del cielo y si te he visto no me acuerdo, hay que reconocer un importante trabajo de urbanismo. Valdemaqueda es mayormente una hilera de casas a lo largo de la carretera y poco más, no hay apenas espacio público de calidad. Paredes y Pedrosa han desplazado el edificio de la primera línea para crear una plaza, en línea con esos típicos edificios-plaza renacentistas italianos, en un gesto que parece querer indicar la primacía del pueblo sobre el poder político. A su vez lo basto del acabado del hormigón echará para atrás a muchos, pero no deberíamos olvidar el exiguo presupuesto con el que contó, y esa austeridad -tan escandinava, aunque allí les vaya más el ladrillo que el hormigón- también manda un mensaje ético que debería apreciarse, especialmente tratándose de un edificio público tan representativo. El "malestar perceptivo" (en palabras de Francisco de Gracia) que el edificio generó a nuestra expresidenta (entre otros) es comprensible dado que tiene poco que ver con la pompa y circunstancia que asociamos a todo ayuntamiento que se precie (v. Trump), pero ahí quizá radique precisamente su valor. A otros el conjunto les transmitirá esa melancolía tan escandinava (o eso dice Linazasoro) que surge del contraste que comentábamos entre la pulsión moderna hacia un individualismo rampante y una evidente vocación de orden. En fin, como señala, de nuevo, Francisco de Gracia, en esta nuestra "era postarquitectónica" la mayoría entendemos la música como poética del sonido, pero pocos son los que aprecian la arquitectura como poética de la edificación. Acaso sea un gusto que haya que esforzarse por adquirir, como lo son los más perdurables. Y ya que, de refilón, hablamos de música, decir que Ángela García de Paredes, la mitad de Paredes y Pedrosa, es hija de Jose María García de Paredes, arquitecto experto en auditorios musicales (suyo es el de Madrid, con un cierto aire escandinavo también), acaso porque se casó con la sobrina de Manuel de Falla. De hecho, el título del discurso con el que ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando fue Paseo por la arquitectura de la música. Por último, y ya te prometo que cierro párrafo, decir como curiosidad que García de Paredes (padre) diseñó la urna donde se aloja el Guernica de Picasso en el Reina Sofía. 

Mencionábamos hace un momento a Linazasoro y resulta que el arquitecto donostiarra tiene también en Valdemaqueda una intervención que afortunadamente no vio Aguirre, pues tras la visión del ayuntamiento, del pasmo le habría dado un mayúsculo síncope. Se trata de la extensión de la iglesia de San Lorenzo (foto que abre la entrada) unas calles más arriba del ayuntamiento. Ante el consabido debate sobre cómo rehabilitar, en este caso una iglesia tardogótica de la que sólo quedaba un ábside y una puerta, Linazasoro no se ha andado con historias, como ves en las fotos ha anexado una caja inmisericorde de hormigón en el exterior y, para más inri, le ha colocado delante el antiguo pórtico, despegado del anexo y desplazado a un lateral (cual objet trouvé, que dice él). La visión es dura, pero es tan pegote como la intervención, más clasicista, que el edificio ya tenía antes de la adición de Linazasoro; no obstante es cierto que los fragmentos gótico y moderno colisionan de manera brutal. La iglesia se encontraba cerrada a cal y canto, pero afortunadamente el antiguo párroco de la iglesia, ya jubilado (don Santiago, de 88 años, "los dos símbolos del infinito"), andaba por allí, y es que vive en una pequeña casa aledaña de potentes muros de piedra y coloridas contraventanas metálicas, la típica arquitectura local de la llamada Sierra Oeste. El expárroco nos abrió la iglesa a través de la sacristía, ubicada en el ábside original, y pudimos acceder al interior, donde de nuevo nos topamos con una visión de potente impacto. Tras el arco que marca el fin del ábside una potente viga de hormigón señalizaba el nuevo edificio; entre ambos, un lucernario tratando de compensar la ausencia total de ventanas. Sin duda con un mobiliario más adecuado (y sin las horribles estufas de terraza de bar), a tono con el pequeño confesionario ubicado en una hendidura de la extensión (don Santiago nos comentó que era tan angosto que apenas podía entrar) el nuevo espacio habría lucido bastante mejor.  En las fotos "oficiales", en las que el nuevo recinto se ve vacío, también aparece más bello, pero es obvio que en algún sitio hay que sentar a los parroquianos. Aunque resultaba evidente que la intervención no era de su agrado, el curtido cura no se manifestó abiertamente contrariado por el anexo del que consideraba su paisano (es navarro pero había estudiado en San Sebastián), quizá porque pensaba que yo era fan de la arquitectura moderna (lo primero que me preguntó fue que si era arquitecto) y porque es sin duda consciente del interés que la obra ha suscitado: nos dijo que la había enseñado en innumerables ocasiones, incluso en una ocasión a un grupo de arquitectos suecos que sacaron fotos desde los ángulos más recónditos para lo cual debieron ejecutar cómicos contorsionismos. Solo criticó la (ligera) pendiente que, desde la entrada principal, los feligreses debían subir para acercarse al altar, él entendía que el desnivel debería ser al contrario, como en un anfiteatro. Linazasoro sostiene que el efecto que él buscaba era justamente que los feligreses tuvieran que ascender hasta el altar en un camino procesional de carácter simbólico. Dejamos a don Santiago en la soledad de su sólida casa a la vera acaso de la colisión de fragmentos más potente del mundo (hay que dar un toque de dramatismo a la narración, que veo que tu attention span va decayendo), soledad aliviada por su condición de radioaficionado: le delatan unas potentes antenas en el tejado que nos señala con orgullo indisimulado. 

Pues eso, podríamos decir que la "tesis" de hoy es que pongas un fragmento en tu vida. En 1984, en un arrebato de furor intelectual, Fernández-Galiano lo hizo. En un artículo de corte violentamente apocalíptico que ya hemos citado aquí varias veces pues nos dejó noqueados (lo descubrimos en el Arquitectura Viva 169 y ha vuelto a incluirlo en Las grandes esperanzas, un nuevo recopilatorio en dos volúmenes de artículos anteriores a Años alejandrinos), don Luis, un hombre de orden, tras decir -en resumidas cuentas- que esto es un sindiós, se lía la manta a la cabeza y propone nada menos que la creación de un nuevo orden. Esa es la actitud. Tanto lloriqueo de nostálgicos empedernidos, pues no, te coges el toro por los cuernos y que salga el sol por Antequera. Sugiere el catedrático aragonés reconstruir la disciplina arquitectónica a base de descomponerla y luego recomponerla siguiendo un orden arbitrario (adelantándose así 30 años a Fernández Mallo, como ya adivinábamos), que don Luis decide sea el orden del alfabeto. Crea así un "diccionario de fragmentos"; para que dichos fragmentos no queden tan exentos de vida como el pórtico de la iglesia de San Lorenzo, se propone acompañarlos de un "racimo de textos" de géneros diversos que los sitúen en el espacio y el tiempo. Y así busca en los clásicos cercanos tanto literarios como académicos (Machado, Bachelard, Giedion, Benevolo, Alberti -los dos-, García Lorca, Aleixandre, Semper, Jencks y así hasta 126) citas referidas a ese elemento o fragmento en cuestión (el cimiento, el muro, el balcón, la alcoba y así hasta 32), para acabar apuntando que todo es un empeño inútil, poco más que un juego intelectual: "Y, por consiguiente, ante nuestro dilema pedagógico: construyamos un sistema ficticio, convencional sin duda, pero exacerbado en su voluntad simétrica, un remedo de sistema en su exagerada sistematicidad, un sistema ensimismado y descreído que nos permita, como quería Borges, 'perseguir los lúcidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden'". Koolhaas, acaso inspirado en don Luis, utilizó un planteamiento similar para la exposición que realizó para la Bienal de Venecia (Elements of Architecture), en 2014. Los Reyes me van a traer el catálogo-tocho. Que Kahn me ayude. 

Volvamos como epílogo breve a Valdemaqueda. Violentados los sentidos de tal guisa ante la contemplación del estimulante fragmento moderno, te recomiendo un reconfortante paseo hasta el Puente Mocha sobre el caudaloso río Cofio, a media hora a pie de la villa, construcción medieval (para algunos romana) esta sí, reconstruída a la manera tradicional. Acabo al fin. Te deseo para este 2021 apenas iniciado que reordenes tus fragmentos con paciencia, imaginación y lúdica lucidez.