domingo, 26 de enero de 2020

Resilvestración (2)



"La proximidad a las cosas y a los otros no se aviene con las abstracciones. Resulta curioso que, hoy más que nunca, andemos faltos de concreción. De ahí que sea imperioso un nuevo materialismo: el de las manos que toman y tocan; el de los olores que sentimos y el de los colores -fuera de las pantallas- que vemos. Casi equivalente al esquema marxista: sin las manos, las figuras de la imaginación se convierten en tan abstractas que pierden su significado. El materialismo del que andamos faltos no es el teórico -casi contradictorio en sus términos- sino el más concreto, y, por tanto, el más verdadero de todos. Si no lo recuperamos, entonces la era digital sí será, sobre todo, la era de la evasión, el opio renovado para el pueblo. En  forma imperativa se podría decir: "Por favor, tocad tanto como podáis". Tocad la tierra, los troncos de los árboles, las piedras, la fruta, los cuerpos deseados... acariciad el aire y abrazad a los hijos y agarrad las mantas y haceos la comida. (...) 
Sencillez no equivale a banalidad.(...) Lo que llena el día a día, así como el paso de los meses y los años, podría considerarse de poca monta, mediocre, en nada sobresaliente, como una vida muda, "materialista", de vuelo raso... Pero esta manera de ver sería, en realidad, corta de miras. No sólo porque es posible hacer un análisis serio de todas las excelencias (fama, notoriedad, honor...) y descubrir en ellas mucha banalidad y apariencia, sino también porque hay una indiscutible dignidad en la vida sencilla de la gente". (Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima).

"Se cuenta que el arquitecto sueco Sigurd Lewerentz (1885-1975) llegaba a las obras de sus iglesias de St. Mark en Björkhagen (1956-1960) y St. Petri en Klippan (1963-1966) muy temprano por la mañana, cuando los albañiles comenzaban su jornada de trabajo y, sentado en una silla, señalaba con su paraguas un ladrillo de la pila y después el lugar donde iba destinado en el muro que se estaba construyendo. En los muros y en las bóvedas de Sigurd Lewerentz, tendidos con gruesas juntas de mortero, cada ladrillo mantiene su individualidad y la aspereza de la obra de fábrica expresa la cualidad física del trabajo; casi puede sentirse el olor a sudor de los albañiles y escuchar sus charlas." (Juhani Pallasmaa, La mano que piensa).

domingo, 19 de enero de 2020

La casa (2)



Esta semana hemos visto fotos de la casa que Pawson se ha hecho en los bellos Cotswolds y de inmediato hemos deseado replegarnos en ella como dice Esquirol en el libro que me estoy leyendo, La resistencia íntima, y que te citaba en la última entrada. El filósofo catalán cita mucho a Heidegger, que como todos sabemos se replegó en una aislada cabaña para escribir y decía aquello de que "en una noche cerrada de invierno cuando una salvaje y poderosa tormenta desata su furia alrededor de la cabaña y oculta y cubre todo, ése es el momento perfecto para la filosofía". Muchos otros pensadores obraron igual, demostrando acaso que la creatividad solo es posible en soledad, ahí van algunos: Mahler, Grieg, Knut Hamsun, Wittgenstein, Strindberg, Dylan Thomas, Lawrence de Arabia o Virginia Woolf (quien afirmara: "una mujer debe tener dinero y una habitación propia si desea escribir ficción" en A Room of One´s Own). Eduardo Outeiro señala en Cabañas para pensar: "La cabaña es la cueva hecha acto de de pensar. O el pensamiento hecho estructura. Parece ser el armazón-materialización de un deseo, de una pulsión arrolladoramente intensa. El exoesqueleto de una actividad. Como la armadura de Quijote. Sale de dentro afuera". 

Pero qué bonito. Ahora bien: ¿podremos algún día todos los mortales, y no solo cuatro intelectuales, gozar de los beneficios de la casita aislada? Pues no, entre otras razones porque nuestra maltrecha Tierra no da para tanto. Nuestra época reclama nuevos modelos de habitar y nuevas formas de construir. El proyecto Entresitios, en el madrileño barrio de Usera, es un buen ejemplo. Como explica su arquitecto, Iñaki Alonso, el edificio, construido parcialmente en madera, tiene una vocación socializadora ("cohousing") que haría feliz a Andrés Jaque: así, el ático, en lugar de reservarse a unos pocos vecinos acaudalados se dedica a zonas comunes, lo cual no deja de tener su lado oscuro en forma de posibles fricciones vecinales (la puertourraquización de la que hablaba Jaque). Un sistema similar sería según la arquitecta Paz Martín ideal para enfrentarnos a las necesidades de vivenda adaptada para el tsunami gris que se avecina. Otras formas de construir como decíamos son también necesarias. Esta misma semana Oliver Wainwright, tras afirmar que el sector de la construcción en Gran Bretaña emplea el 60% de los materiales producidos y emite el 45% de todo el CO2 que genera el país, se hace la siguiente pregunta: ¿Y si no se construyeran nuevos edificios sino que se reciclaran los ya existentes? Y nos presenta a Thomas Rau, un arquitecto holandés que trabaja en la catalogación de materiales presentes en edificios para su posible reutilización: "Hay que pensar en los edificios como depósitos de materiales". Holanda es puntera en estos planteamientos circulares, con propuestas como eliminar el concepto de propiedad (que mata la innovación según Rau) por el de alquiler de los materiales (desde la fachada hasta las bombillas) obligando a las grandes empresas a ofrecer planes de mantenimiento y lograr acabar, por ejemplo, con la obsolescencia programada. En la misma línea, la urbanización danesa Resource Rows (en la foto de arriba) reutiliza fragmentos de fachada de la destilería Carlsberg en Copenhague, recientemente demolida, reduciendo las emisiones de CO2 en su construcción en más de un 50%. Estas drásticas medidas son mucho más efectivas que los actuales certificados de sostenibilidad que, como Eduardo Prieto señalaba en otro artículo aparecido esta semana en El Mundo, se otorgan a edificios que parecen todo menos sostenibles: "Este modo sostenible -este modo contable- de entender la relación de los edificios con el medioambiente no tendría nada malo si no fuera porque resulta rudimentario en su afán por reducir la complejidad de la arquitectura a datos numéricos. La medida de la sostenibilidad arquitectónica la dan hoy certificados emitidos por empresas especializadas que, acreditando la condición ecológica de un edificio, lo dotan también de un prestigio ético que muchas veces produce perplejidad: ¿cómo es posible -nos preguntamos- que tantas construcciones completamente vidriadas y herméticas puedan blasonar de certificados verdes pese a refutar el más chato sentido común?". Lo mismo puede decirse de esos SUV premium híbridos de 450 CV, 3.000 kilos y distintivo medioambiental ECO. Prieto por cierto, filósofo y arquitecto, acaba de publicar libro sobre el tema: Historia medioambiental de la arquitectura. Y podemos ampliar la escala: en The Guardian de nuevo un interesante artículo propone volver a las ciudades low-tech "tontas" ante la posibilidad cierta de que las ciudades "inteligentes" donde todo queda controlado y registrado telemáticamente acaben resultando demasiado costosas y complejas de gestionar (y por cierto, ¿adónde irá tanto dato? ya hay quien habla de"surveillance capitalism"; el capitalismo de la vigilancia). El artículo propone una resilvestración de las ciudades siguiendo ejemplos de arquitecturas vernáculas que han demostrado su eficacia.  

Todos los pre-pre-millennials educados con Heidi (puro Heidegger, por cierto), sufrimos un shock emocional sólo comparable a la muerte de la madre de Bambi cuando nos enteramos de que las vacas, esos animales bucolizados y de inocencia primigenia (Loos comparaba precisamente su ruda belleza con la de la casa), podían ser también nocivos y contaminantes, en concreto sus flatulencias. Otra de las batallas que se está librando en la guerra sin cuartel contra el cambio climático se centra en la reducción o incluso eliminación del consumo de carne. Y no sólo porque evitaría que se aliviaran hacia una atufada atmósfera ingentes cantidades de metano, sino porque ello liberaría terreno para uso agrícola. George Monbiot tiene un documental sobre el tema de título Apocalypse Cow. Puede haber otras soluciones: ¿Recuerdas a Philip K. Dick preguntando si los androides soñaban con ovejas eléctricas? Ya se han hecho experimentos hibridando robots mínimos con células animales, así que podemos soñar con tener en un futuro animales que aporten carne para consumo pero que sin embargo, y me vas a perdonar, no se pedan. Mientras tanto, la resilvestración (que ya adelantara nuestro César Manrique) se impone, llegando incluso a los museos, así la exposición Narciso o la floración de los mundos que puede verse ahora mismo en el MÉCA de Burdeos (el centro cultural diseñado por BIG), tendencia que puede llegar a extremos delirantes como el taller que Zhang Bo planteó en la última Bienal de Venecia (Plant Sex Workshop): cómo tener sexo con una planta (¿con paciencia?). 

En fin, reiremos por no llorar. El tema lo permea todo, y no es para menos. Hasta Manuel Rodríguez Rivero en su columna de Babelia, glosaba ayer mismo un libro sobre ello, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros de Jorge Riechmann: "Riechmann parte de que ya no se puede detener la catástrofe, porque la lógica y la evolución del capitalismo "fosilista" desde los años setenta del siglo XX hacen sospechar que ya no habrá tiempo "para transiciones socioecológicas razonables". Ya estamos, viene a decir (...) en "tiempo de descuento". (...) El Titanic -Riechmann reutiliza el símil- ya se ha topado con el iceberg, y lo mejor que podemos hacer es aceptar lo inevitable y organizar el salvamento, sin autoengaños ni mixtificaciones: de eso va el libro". Pues eso, que hay que aprender a "colapsar mejor". Te invito a acompañar esta dolorosa apreciación con el nostálgico tema central de Blade Runner 2049 de Hans Zimmer, en la estela de la mítica banda sonora de Vangelis (en él suena, alto y claro, el legendario sintetizador CS-80). 

En bucle melancólico, acabamos como empezamos: con filósofos, cruciales en estos tiempos acaso terminales. Esta semana, Roger Scruton se nos ha ido. Solo le conocía por sus sonadas polémicas como director del organismo británico Building Better, Building Beautiful (te prometo que la primera vez que leí el nombre de esta comisión gubernamental me pareció una coña del articulista), pero resulta que era un destacado filósofo conservador. También activo ecologista, arrimaba el ascua a su sardina ideológica afirmando que la lucha por el medioambiente, tradicionalmente considerada de izquierdas, se basaba en la preservación a ultranza, el equilibrio y la oikofilia ("el amor al hogar") y era por tanto en esencia conservadora. Lo que está claro es que dicho amor al hogar debe salir del reducto de la casa y extenderse al planeta entero como ya hace varias décadas afirmaba Buckminster Fuller: no somos sino pasajeros en la nave espacial Tierra

domingo, 12 de enero de 2020

La casa


"En algunos juegos infantiles como el de pillar, cuando pasa el peligro y el chico o la chica consiguen llegar a una zona segura exclaman:"¡Casa!" o "¡Salvado!". Merece la pena fijarse en la cara de satisfacción que ponen al pronunciar estas palabras. Reveladora equivalencia: la casa salva. Pero ¿de qué nos salva? Nos salva, por de pronto, de la inmensidad. De la inmensidad que espanta a Pascal o que, tomada como imagen, sirve a Nietzsche para acentuar en un momento dado nuestra insignificancia. Minúsculos granitos de arena perdidos en el océano del infinito, listos para su inminente desaparición-disolución; esta imagen recurrente tiene el contraste de la casa. La poderosa inmensidad, con talante de abismo, cede -por lo menos provisionalmente- ante la protección que la casa le ofrece al mortal. En un universo de dimensiones inimaginables, la casa actúa como el centro del mundo. De ahí que la casa modesta sea más casa que el gran palacio. El centro requiere más delimitación, más definición, y, sobre todo, más calidez (...)

La separación dentro-fuera determinada por las paredes y por el tejado, además de relativa, no supone ni cierre ni aislamiento, sino, al contrario, la condición de posibilidad de la salida. ¿Acaso sería posible coronar la cima de la montaña más alta sin pasar la noche en la tienda de campaña o en el refugio? De ahí que hayamos señalado que la resistencia como recogimiento no se opone a la idea de proyecto; más bien, desde ese punto de vista, se revela como su condición de posibilidad.(...)

La casa es la concavidad del cobijo, de la misma manera que el cuenco formado con las manos lo es del don. El tejado de la casa se parece a la figura de las manos juntas mirando hacia abajo; las palmas serían el techo. El cuenco se hace con las mantos juntas hacia arriba. Con el cuenco se da y se ofrece; con el techo se guarda y se ampara. El cobijo lleva al don. Se da en casa y se sale en casa para dar. (...)

"Casar equivale a unir. Recoger y replegarse son gestos de quien dona. Donde Deleuze hace una filosofía de los pliegues, nosotros ensayamos aquí una filosofía del repliegue, que no es una variación de aquélla sino una alternativa. Los pliegues no suelen tener centro; el repliegue, sí. Los pliegues proceden de los planos y permiten pensar la multidimensionalidad; el repliegue, de la acción de replegarse. Los pliegues son composición, el repliegue, sencillez. Los pliegues, exterioridad; el repliegue, apartarse ("apartamiento", retirada). El repliegue es, a la vez, prólogo y epílogo del don". (Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad).


sábado, 4 de enero de 2020

Jaque y la gata Niebla (2)


Seguimos hoy comentando Mies y la gata Niebla, que ya acabé. Lo trans y lo escalar son conceptos clave en el libro de Andrés Jaque, que en sus últimos ensayos gana en interés. Así, bajo el título de Urbanismo transmediático, el arquitecto madrileño nos presenta el que es, en mi opinión, el mejor ensayo de su libro. Ofrece un estudio realmente interesante y documentado (y a ratos espeluznante) de cómo Berlusconi consiguió convertirse en una figura todopoderosa en la Italia de no hace tanto. Resulta que su imperio audiovisual, el que a la postre le ayudaría a alcanzar la presidencia del gobierno de su país, se forjó en la promoción inmobiliaria, en concreto de la inmensa urbanización Milano 2 iniciada en 1968, que llegaría a convertirse en mucho más que una simple ciudad satélite de Milán. Diseñada por la inmobiliaria que presidía (Edilnord Centri Residenziali) como un proyecto dirigido a un target poblacional específico (jóvenes profesionales urbanos que trabajaban en grandes multinacionales: su lema era la città dei numeri uno), acabó convertida en un ghetto glamuroso y autosuficiente no solo en lo tocante a servicios y bienes (provistos por empresas afines a Berlusconi) sino también en el ocio. Es lo que Jaque llama urbanismo transmedia. En esta urbanización il cavaliere dirigirá Tele Milano, germen de Mediaset, el imperio televisivo que en los 90 desembarcaría en España con las icónicas mamachicho, poderosas afroditas que elevaron el pulso y el impulso transarquitectónico del español medio (¿Quién dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor? Porque aquí no aplica). Los estudios subterráneos de Mediaset en Milano 2, el "componente arquitectónico" más importante de la ciudad, son "el núcleo de coordinación política de Berlusconi, una arquitectura que necesita ocultarse para maximizar su eficacia política". Eficaces no solo como altavoz publicitario de los productos patrocinados por Berlusconi y amigos, sino también como creadores de productos televisivos especializados, siempre al servicio de aquellos. Si la RAI ofrecía una programación que homogeneizaba a la sociedad italiana con programas genéricos, Tele Milano segmentaba a sus televidentes gracias a sus programas diferenciados (algunos de ellos de juzgado de guardia). Tele Milano pronto se convertiría en Canale 5 y acabaría retransmitiendo en todo el país, globalizando nuevos formatos publicitarios inéditos hasta entonces (los productos, lejos de limitarse a la tradicional publicidad de los interminables intermedios, invaden sin empacho las narrativas catódicas) e innovadoras tipologías televisivas entre las que merecen citarse esos ya olvidados programas musicales donde se emitían sesiones discotequeras con los DJ´s más punteros del momento, como Claudio Cecchetto (es mi penoso deber enlazarte a una muestra de su trabajo, tú veras si clicas o no) y los mareantes efectos de Valerio Lazarov (¿le recuerdas?), el rey del zoom, sumergiendo al ciudadano de a pie en experiencias de corte psicodélico que de otra forma quizá nunca hubiera experimentado. En este impresionante documento gráfico puedes ver un buen ejemplo del trabajo de Lazarov en su primer paso por TVE, antes de ser contratado por Berlusconi (en los primeros 70 el régimen franquista trajo al realizador de su natal Rumanía para dar un barniz de modernidad a una España gris y alienada; tras su etapa italiana volvería a nuestro país como directivo de Tele 5). Jaque acaba así su sobrecogedor ensayo: "Los efectos que en su momento empezaron en Milano 2 el comienzo de lo que el control de internet disparó, las dinámicas de reconstrucción de lo humano como el dominio de los mercados sociotecnológicos. La forma de existencia de la que los humanos, en las extensiones transmateriales que nos constituyen, intentamos ahora repensar lo político".  Entre nosotros, yo me he perdido (igual Jaque está experimentando aquí con la sintaxis, acaso instrumento reaccionario también digno de estudio cosmopolítico, porque creo que la gramática mira a Cuenca que lo flipas), pero puede ser que todo sea culpa de mis neuronas, perjudicadas tras los desgoznados zooms de Lazarov (aquí tienes el texto completo del estudio con fotos de Milano Due). Sea como fuere me parece un ensayo, como decía, de gran interés que puede explicar muchas cosas, a veces inauditas, que pasan en la actual Tele 5. Por cierto, ahora que tanto se habla de la resilvestración en el ámbito político y social como una estrategia idónea de
management ciudadano me pregunto si en lo televisivo las dinámicas de abajo arriba de Mediaset frente a las de arriba abajo de las primeras televisiones públicas generalistas no nos han conducido a un desastre cultural y conductual de cuyas alarmantes dimensiones solo ahora empezamos a darnos cuenta.

No tenemos tiempo para comentar otros tantos notables ensayos de Jaque que nos muestran realidades que pueden relacionarse con lo arquitectónico, daremos apenas unas breves pinceladas. Así, en su estudio sobre Nueva York (Sex and the [So-Called] City), con puntos en común con el dedicado a Berlusconi, Jaque no tiene pelos en la lengua al relatar lo que está pasando en la ciudad de los rascacielos (este ensayo bien podría servir como epílogo de Delirious New York): "Sexo en Nueva York anticipó lo que más tarde se convertiría en un urbanismo sanitario post-2008, una forma de urbanismo que dio prioridad a incentivar el valor de los inmuebles y que cambió la ciudad física y territorialmente. (...) Nueva York ya no es una ciudad. (...) Se ha convertido en una composición transescalar de realidades estratificadas. Una recreación transurbana concebida colectivamente para producir, reproducir y albergar valor en una nueva forma social: la lujocracia". ¿Sabías que el color del cielo que se ve desde el hiperlujoso rascacielos residencial del 432 de Park Avenue (a 95 millones el ático) no es real? Es un color inventado como "realidad renderizada" por el estudio de arquitectura DBOX para la publicidad del edificio, color que luego fue imitado en el edificio real gracias al vidrio Eckelt Lite-Wall de fabricación austriaca que cubre las 2.136 ventanas de 3x3 metros de la torre, "un vidrio diseñado para polarizar la luz natural e intensificar la fracción azul de su espectro de color". Además, las ventanas del edificio son todas fijas, por lo que sus inquilinos no podrán nunca descubrir la diferencia. Los "edificios-periscopio", como los llama Carol Willis, autora de Form Follows Finance, "son una elocuente representación material de los flujos monetarios inmateriales que han fracturado dramáticamente la sociedad contemporánea, exacerbando la desigualdad económica hasta extremos de caricatura, concentrando la riqueza en cada vez menos manos y liquidando las expectativas de progreso de unas clases medias empobrecidas que han visto debilitarse tanto las estructuras del estado de bienestar como la movilidad social basada en el talento y el esfuerzo", en palabras ahora de Fernández-Galiano, quien dedicó al fenómeno de los últimos supertall neoyorquinos el Arquitectura Viva 179. ¿Y sabías que para que Nueva York tenga un cielo más limpio, casi como el de los renders, gracias a la progresiva sustitución de viejas calderas de gasolina por otras de gas, es necesario que la vecina Pensilvania, principal suministradora de dicho gas, haya sufrido un destacado aumento de contaminación por culpa del fracking?

En otro de sus ensayos (Desconocidos íntimos), Jaque se acerca al fenómeno de Grindr, una red de contactos diseñada para usuarios homosexuales: "Grindr es un arquiurbanismo online que permite la irrupción en el espacio offline de la interacción online. Crea un tipo de espacio multiplicado donde coexisten, y a menudo colaboran y entran en conflicto, configuraciones tecnohumanas diversas, pero simultáneas. (...) Más de 360 millones de personas en todo el mundo las usan [las numerosas redes sociales de contactos] a diario como parte de las dinámicas en las que la construcción de uno mismo toma el protagonismo arquitectónico que en el pasado tuvo la construcción de edificios, y en las que lo urbano ya no ocurre en el espacio público, ni en las calles y plazas, sino que se reinventa como una forma de intimidad que se produce entre desconocidos". Grindr ha empoderado al colectivo gay, aunque no sin tener que pagar un precio por ello: "Los urbanismos de lo gay, en el pasado santuarios del queer y alternativa al reduccionismo heteronormativo y patriarcal, están siendo reconstruidos y mercantilizados como activos financieros, y se rediseñan para retener valor, alinearse con las lógicas de mercado y convertirse ellos mismos en mercados. Por su normalización, lo gay ha pagado un precio en forma de normatividad". 

Mucho se puede aprender en Mies y la gata Niebla. Quizá lo más obvio, como ya decía Hollein en su manifiesto de 1968, es que todo es arquitectura, que la arquitectura va más allá de lo material y hoy los mundos virtuales también necesitan de lo arquitectónico para dotarse de una forma coherente y útil, por mucho que los marcos normativos parezcan cuadrar poco con el discurso del arquitecto madrileño. Desearíamos tan solo ver un remate más cabal de sus teorías (al cabo aquí represento al lector medio), y es que tanto vaivén escalar, como el psicodélico zoom de Lazarov, impide acaso a Jaque afinar un poco más sus conclusiones.