domingo, 25 de febrero de 2018

Periféricos


Bueno pues vamos a ver lo que sale hoy. Mi idea es reseñar tres edificios últimos y lanzar una propuesta final, pero a saber, que este blog es pero que muy perro.

Pixelado me he quedado cuando he visto el proyecto de la Elbtower para Hamburgo recién presentado por David Chipperfield. El arquitecto amante del ángulo recto que huía de las curvas porque le descentraban, se descuelga con esta torre en la que hay una clara voluntad de expresar movimiento mediante formas arqueadas. Es cierto que la curva se expresa retranqueando planos rectos (la famosa cuadratura del círculo, vaya), pero a la postre curvas son. La sombra de la Elbphilharmonie de Herzog y de Meuron, que quedará a un tiro de piedra, es alargada. Si en el auditorio los suizos colocaban una cresta cristalina sobre un almacén anónimo y antónimo como ya narrábamos con pasmo en su momento, algo así como si hubieran cincelado un bloque congelado de mar gruesa y lo hubieran elevado a pulso sobre el almacén (la metáfora es de Oliver Wainwright), Chipperfield parece igualmente haberse dejado llevar por la imagen de una poética ola de fuerza desmedida (en plan Hokusai). Los críticos hablan de contrapunto entre ambos proyectos, nosotros, con el atrevimiento que otorga la ignorancia, vemos más bien voluntad de interactuar y quién sabe si homenajear la erizada mole de Hd&M. A ver cómo queda, pero puede muy bien convertirse en el rascacielos más atractivo de Europa con permiso de The Shard. El proyecto del británico nos ha recordado de pronto, lo que son las cosas, al tema central de la BSO de Lunas de hiel, la película maldita (una de ellas) de Roman Polanski en la que se narra una desgarradora historia de amor bizarro, extremo y periférico, pero amor al cabo. El tema, seguramente uno de los más bellos (y desconocidos) de Vangelis, evoca el vaivén melancólico del mar (la película centra parte de su acción en un crucero, antítesis del Love Boat, aquella serie petarda de los 80 en el que todos los problemas del mundo se solucionaban a bordo de un transatlántico con estomagante tripulación). Pues eso, que la periferia también existe, en el amor, en la vida y en la arquitectura.

El segundo edificio que traemos da algo de grima. Pues como que es un edificio fantasma. Parecería que Mies hubiera resucitado y en mitad de Sao Paulo hubiera levantado este cristalino rectángulo para usos culturales. Aquí sí que no hay concesiones a las curvas: líneas rectas y muros cortina a cascoporro. Es del estudio Andrade Morettin Arquitetos y nos gusta por su melancólico aire ajado pero más me temo por las fantásticas fotos de Nelson Kon. Pero ¿no estaba el estilo internacional ya muerto y enterrado? Que no, que los rockeros periféricos nunca mueren. ¿Que qué música le pondría a este edificio? Pues algo electrónico actual pero retro, como con sonidos reciclados de los 90. Este mismo tema del DJ sueco Eric Prydz (con un videoclip un tanto arquitectónico por cierto) nos vale. Es repetitivo y cansino, pero acaba enganchando como el edificio de los brasileños.

El tercero es otra sorpresa relativa. Se trata de la iglesia de Saint-Jacques-de-la-Lande, de Álvaro Siza, en un barrio de Rennes. Aunque tiene la pinta de búnker blanco como tantos de sus edificios, llama la atención porque, un poco como Chipperfield, abandona sus tradicionales líneas rectas para introducir marcados volúmenes semicirculares, pero digo que la sorpresa es relativa porque sus recientes edificios en China y Corea de potentes curvas ya nos habían dejado patidifusos (y antes habría que señalar antecedentes curvilíneos como el bellísimo edificio de Gondomar). ¿La música para lo último de Siza? Jobar qué difícil. Pues mira, aunque nos consta que el portugués ha intentado integrar el edificio en el barrio lo vemos aún algo ajeno, así que el tema central de las dos últimas entregas de la saga Alien, ese bicho tan periférico, nos va a valer (además desde ciertos ángulos la iglesia tiene un aire a carguero espacial). Es de Harry Gregson-Williams y es tan potente y a la vez contenido como el propio edificio.

Acabamos con sugerencia bizarra. Se acaban de inventar otro talent show (Maestros de la costura), en la estela de los OT (Ana Guerra habría ganado Eurovisión), Master Chef y tal. Y oye, ¿para cuándo un Master Arch? Sí, ya se que Master Chef y la realidad del mundo de los fogones profesionales se parecen como un huevo a una castaña, y que muchos de los platos eran alambicadas creaciones para la galería, pero no me negarás que ha contribuido a sensibilizar a la población sobre importancia de la cocina, a tratarla con más respeto y casi como un arte. Un Master Arch podría hacer lo mismo con una disciplina que es, en el mejor de los casos, invisible para el común de los mortales. Propuesta rápida para los tres presentadores: evidentemente, el principal, don Luis Fernández-Galiano, rey sol de la arquitectura y últimamente ubicuo (imposible seguirle el ritmo), que gracias a sus contactos traería al programa un día sí y otro también a lo más granado del panorama arquitectónico. En torno a él, deberían orbitar, periféricos pero cañeros, arquitectos que fueran contrapunto al rigor académico de don Luis. Se me ocurren Izaskun Chinchilla, que con sus estilismos daría un juego que lo flipas (estamos en la tele), para luego dejarnos boquiabiertos con su desbordante creatividad, y para el otro puesto tengo dudas, no sé si Andrés Jaque, siempre sorprendente con sus propuestas (como la exposición Sex and the so called city basada en la famosa serie que aquí conocemos como Sexo en Nueva York y que ahora mismo puedes ver en la ciudad de los rascacielos) o David Rivera, también académico pero con un puntazo pop que también daría mucho juego, no te pierdas esta presentación de su revista Teatro Marittimo. Iba a ser la bomba. En fin, de ilusión también se vive.



domingo, 18 de febrero de 2018

The Silo


En Copenhague se toman muy en serio el reciclaje arquitectónico.


domingo, 11 de febrero de 2018

El arte más peligroso



"Desde la cabaña primitiva hasta el rascacielos más poderoso la arquitectura busca resolver problemas en tres dimensiones. Combina el análisis científico con la interpretación poética, utilizando la tecnología y el orden para crear impacto estético y funcionalidad. Transforma lo normal y prosaico aportando orden, ritmo y escala al espacio. Renzo Piano lo describe como el arte más público y más socialmente peligroso: podemos apagar la televisión o cerrar un libro, pero no podemos ignorar nuestro entorno construido. (...) 

El Centro Pompidou expresa la creencia de que los edificios cerrados y finitos constriñen tanto a los visitantes como a los transeúntes. Cuantas menos limitaciones imponga un edificio a sus usuarios, mejor será su rendimiento y más dilatada su vida. Nuestra propuesta se basaba en un sistema abierto, un kit de piezas, un sistema que integrara programa, ideología y forma. Los edificios son teatros para la vida pública; el Centro Pompidou permitiría a la gente actuar libremente dentro y fuera, con el escenario extendido por la fachada del edificio, de tal forma que su actuación se convirtiera en parte de la expresión del edificio". (Richard Rogers, A place for all people)

Ya, este no es el Pompidou sino el Botín, pero la idea es la misma

domingo, 4 de febrero de 2018

Cúpulas

La nueva sede de Amazon en Seattle

El Museo Sir John Soane, dedicado al insigne arquitecto británico, ha creado un nuevo premio de arquitectura (la Medalla Soane) y se lo ha otorgado en su primera edición a Rafael Moneo, lo que nos ha permitido a nosotros recibir de paso otro preciado premio: un discurso del Pritzker que, como siempre, no tiene desperdicio. Con una sintaxis nítida y exacta, trasunto de su propia arquitectura, el navarro empieza comentando sus conexiones con el arquitecto del Banco de Inglaterra (acabado en 1808, aunque su obra quedó casi completamente destruida tras una renovación realizada en los años 20), por ejemplo en sus cúpulas del aparcamiento de la estación de Atocha, homenaje a las típicas de Soane, abiertas a la luz con un óculo en su centro (imitando a su vez probablemente al Panteón romano). Soane por cierto también influyó en otro Navarro, pero este solo de apellido (Navarro-Baldeweg), tanto en Murcia como en Salamanca.

Continúa Moneo su discurso enfatizando el cambio que supuso en el paradigma de la teoría arquitectónica el paso del siglo XVIII al XIX, del que Soane es señero ejemplo. Si antes esta se basaba en tratados, ahora se explicará en historias de la disciplina. Lo mismo que Napoleón demostró "que era posible inscribirse en el destino de las naciones", el arquitecto deviene consciente de la historia y a ella se entrega, investigándola con esmero y recurriendo a ella para sus obras (muestra de ellos son los sucesivos revivals de estilos anteriores que se dan en este siglo), siendo quizá uno de los  ejemplos más curiosos la influencia de la catedral de Zamora en la Trinity Church de Henry H. Richardson en Boston (tras un viaje a España del arquitecto americano). La arquitectura se hace portaestandarte de la historia y quiere ser reflejo del Zeitgeist. Ya en el siglo XX no le queda más remedio que evidenciar los increíbles cambios tecnológicos y sociales, y aquí entra en escena el Movimiento Moderno, reproduciendo en sus formas arquitectónicas aviones, coches y paquebotes, e introduciendo nuevas organizaciones en las viviendas. Sin restarle importancia Moneo recuerda, al hilo de una cita de Colquhoun, que tal movimiento acabó deviniendo en mito, y hoy ya pocos creen que el arquitecto sea capaz de reflejar el espíritu de nuestra época, como Le Corbusier o Van der Rohe hicieron (o creyeron hacer) con la suya. Frente al intento de los modernos de crear unas bases comunes, formales e ideológicas, que buscaron la utopía de la vivienda y la ciudad ideales, Moneo señala que la arquitectura hoy es, si lo he entendido bien, una especie de sálvese quien pueda en el que el arquitecto sólo buscaría crear su firma personal que le distinguiera de los demás y punto. Los principios modernos (salvo el interés por las nuevas tecnologías que vemos en Foster o Rogers) ya son cosa del pasado: la flexibilidad ha sustituido a la dictadura de la función, la diversidad de referentes estéticos al menos es más y el gasto desmedido si así lo exige la forma diseñada a la contención y la mesura en los presupuestos. Moneo no ve un paradigma aplicable a la arquitectura actual, quizá la Bigness de Koolhaas, al que cita porque sus teorías dicen tenerle "cautivado" (los extremos se atraen), pero para pronto darle el palo que el holandés suele merecer: "el fantasma de la arbitrariedad aparece una vez que el valor icónico anula todos los demás aspectos del carácter de un edificio". Nuestro Pritzker despide su discurso emplazando a estudiosos y expertos a tratar de entrever de qué va (y adónde) la arquitectura actual. Bien habría podido proponer el suyo como paradigma a seguir: contención moderna con alma histórica.

Hoy, por aquello de que somos últimos, he traído como foto para la entrada una reciente cúpula (tres de hecho, unidas en pública cópula) que me ha llamado la atención, ya ves, porque me recuerda a aquella peli de ciencia ficción de los 70, La Fuga de Loganen la que una comunidad enclaustrada en una ciudad protegida por cúpulas llevaba una vida aparentemente normal y regalada hasta que a los 30 años los ciudadanos debían inmolarse ya que la futurista urbe solo podía sostener una población limitada. Las cúpulas de la foto pertenecen a la recién inaugurada sede de Amazon en Seattle. Bueno, no son cúpulas, sino esferas, según dicen sus creadores, el estudio NBBJ. En todo caso buscan, como las de Soane, conectar el edificio con el exterior e inundarlo de luz, aunque, como las de Logan, su conexión con el entorno sea puro cuento, que aquí sólo se entra por invitación. Recuerdan en la malla reticular que las soporta a Fuller y Foster, pero sus autores señalan que sus patrones pentagonales, que denominan Catalans, se deben a un matemático belga de nombre Eugène Charles Catalan.

Cada vez me salen las entradas más dispersas, de verdad, así es que no podemos seguir. Napoleones de pacotilla "deseando inscribirse en el destino de las naciones" por aquí, cúpulas desnortadas en fuga a ninguna parte por allá, iconos devastadores que nos hacen perder el sentido de la realidad por acullá, comunidades que prefieren autoinmolarse antes que abrirse al exterior... Esto es un sindiós. Soane presentó en 1830 una exposición para la que encargó a su dibujante favorito (Michael Gandy) cuadros en los que su Banco de Inglaterra aparecía como una ruina, quizá por equiparar su obra a las ruinas clásicas de Grecia y Roma, o quién sabe, como alegato contra la soberbia del arquitecto.Toda una lección para tanto iluminado. Buena semana.