domingo, 27 de diciembre de 2020

Caídos del cielo

 


Este cuadro puede verse estos días en una pequeña exposición en Londres de la que se ha hecho eco Rowan Moore. Se llama The Last One y su autora es Zoe Zenghelis, quien sin duda te sonará como una de las fundadoras de OMA, el estudio del hoy todopoderoso Rem Koolhaas. Zoe colaboró en Delirious New York, en concreto en el "Apéndice: una conclusión ficticia" donde se exponían diseños imaginarios que llevaban el manhattanismo a sus últimas consecuencias. El cuadro que hoy abre la entrada es muy posterior (de 1994), y nos ha subyugado por su (posible) mensaje arquitectónico. Observa esa persona, apenas visible, que se sitúa en mitad del cuadro con brazos alzados acaso en actitud de exasperación. ¿Protesta por sentirse alienado ante las amenazadoras estructuras que le rodean? ¿Se siente absurdo en un espacio tan salvajemente desproporcionado? ¿Estamos ante una crítica del camino de desconexión con el ser humano, su escala y sus necesidades, que en cierto momento tomó la "gran arquitectura"? 

En el número 8 de Teatro Marittimo, la revista de David Rivera que funde cine y arquitectura, se entrevista a Jan Gehl, el urbanista y autor de, entre otros libros, Cities for People. En ella narra que el primer capítulo del libro que sobre su vida han escrito Annie Matan y Peter Newman (People cities: the life and legacy of Jan Gehl) se titula "Making people visible", algo que el académico danés, espoleado por su esposa (psicóloga), se ha dedicado a hacer desde los años 60 (contribuyó por ejemplo a la portentosa peatonalización de Times Square junto a Snohetta, que ayudó a hacer menos delirante el centro de Nueva York). Gehl no tiene pelos en la lengua: "En lugar de centrarse en diseñar espacios [los pensadores "modernos"] pusieron todo el énfasis en los objetos. Esto divirtió mucho a los arquitectos, porque cuanto más llamativos fueran esos objetos más éxito iban a tener, aunque parecieran caídos del cielo. Por eso llamo a este tipo de arquitecturas "caca de pájaro", porque ya fueran torres u objetos con formas graciosas, se han ido soltando desde arriba sin estudiar dónde iban a posarse. Pero lo peor es que lo que quedaba entre esos objetos ya no era espacio concebido para la vida, sino espacio residual". Gehl nombra a Erskine como uno de sus grandes referentes: "Poco antes de morir dijo en una entrevista que le hicimos que 'para ser un buen arquitecto hay que amar a las personas, porque la arquitectura es un arte aplicado que debe lidiar con los escenarios donde se desarrolla la vida humana'", pero no tiene en similar consideración a, precisamente, Koolhaas: "Nosotros nos encargamos del planeamiento urbano del ámbito en el que se edificó ese Centro [el Dansk Arkitektur Center que ha diseñado Rem Koolhaas en Copenhague]. Analizamos el lugar y fijamos dónde habría que ubicar los accesos y las conexiones entre los distintos espacios urbanos. Después se encargó el proyecto a Rem Koolhaas, quien tiró esa ordenación a la basura e hizo algo completamente distinto. Entonces vino una fantástica lucha en la que defendimos diez cambios que habrían de realizarse en la propuesta para resolver diversos problemas que ésta generaba. Conseguimos que se realizaran los diez, pero pese a ello el resultado sigue sin estar bien". 

Ahí lo dejamos. Por si quieres echar un vistazo a más cuadros de Zoe Zenghelis (te lo recomiendo), te enlazo a su página web

domingo, 20 de diciembre de 2020

Estáticos

 


Illa, el ministro filósofo, nos sorprendía hace unos días con el concepto de cabalgatas estáticas, un puro oxímoron que refleja uno de los rasgos más distintivos de la Nueva Normalidad: todo ha devenido estático, también en Navidad. Esta desaceleración brutal nos hace recordar con casi dolor el alegre dinamismo de no hace tanto; rememoramos aquello de la "modernidad líquida" de Bauman y nos da la risa floja; buscamos  horizontes lejanos en fotos para encontrar tan solo un reflejo inmóvil. Mientras, los sabios piden paciencia y nos hacen ver cómo en un mundo cada vez más fragmentado, polarizado e individualista, la colaboración global ha facilitado la creación de vacunas en tiempo récord. 

Es por ello que hoy vamos a dar una vuelta a un par de proyectos últimos de gran potencia matérica, pesados, masivos, donde se cultiva con fruición una estética de lo estático. Al final nos saldremos por la tangente para refrescarnos tras el probable agobio. Ambos proyectos están como no podría ser de otra manera en Suiza, en concreto en Zúrich. A la cultura germánica casi siempre le ha resbalado esa cultura de lo liviano e incorpóreo tan típica de otros lares y a menudo han preferido construcciones grávidas y un punto amenazantes para sus edificios (ahí están las obras de Christ & Gantenbein, Meili Peter, Max Dudler o Diener & Diener para atestiguarlo; H&dM van por libre). David Chipperfield acaba de presentar  la ampliación del Kunsthaus de Zúrich tras diez años de planificación y desarrollo. De entrada, me digo, desde esa perspectiva entre inexperta e inepta tan propia de , que para ese viaje pues no necesitamos alforjas: una caja mortalmente aburrida con un interior, eso sí, brillante. A Chipperfield, no nos engañemos, siempre le ha ido lo rectilíneo, pero últimamente solíamos ver en sus obras (incluso en las situadas en el entorno germánico) un divertido guiño transgresor (así en Berlín) que aquí parece esfumarse. En posible justificación, el arquitecto inglés alega que ha querido seguir las rigurosas formas de los edificios que componen el resto del campus (de Moser, Pfizer -perdón, Pfister, en qué estaría yo pensando- y Müller). Será también que Suiza, acaso el país más estático del orbe (será el peso del oro), impone. Las generalizaciones son absurdas e impropias de blogs serios como éste, por lo que antes que perder la credibilidad que nunca tuvimos de inmediato te vamos a proponer otro grávido edificio que se acaba de inaugurar también en Zúrich y donde vemos un intento de introducir algo de dinamismo, con éxito incierto debemos apostillar. Se trata de otra ampliación de un museo, en este caso del Nacional de Suiza, de los arquitectos locales Christ & Gantenbein. Antes de enlazarte a fotos me veo en la obligación de avisarte, si eres persona de cierta sensibilidad, de que las imagenes son de tal potencia que acaso sufras del famoso síndrome de Stendhal no tanto por la belleza de las mismas como por su brutal contundencia. Vamos a ello sin más preámbulos: aquí están. Soy consciente de que algunos de mis seguidores, incontables como las estrellas, no volverán tras semejante bofetada matérica, pero elaborar un blog nunca fue tarea fácil. Al menos no me negarás que supone un relativo cambio tras la pulsión paralelepipédica de Chipperfield. Christ & Gantenbein parecen haber creado un volumen que quisiera moverse (no sin torpeza), especialmente si vemos la planta con esas formas como papirofléxicas. Decir finalmente que en su página web los suizos señalan haber tenido dos profesores que les han marcado especialmente: uno de ellos, nuestro Josep Lluis Mateo, quien, tras revisar sus proyectos, les decía con perverso laconismo que podían estar bien o no, sembrando en ellos la duda de si aún podrían haberlo hecho mejor. Quizá también el autor del centro cultural de Castelo Branco (que parece va a echarse a andar de un momento a otro cual díscolo transformer) haya influido en esa cierta voluntad dinámica que vemos en esta obra.  

Termino con un proyecto que acabamos de descubrir y que está en las antípodas de la severidad germánica. Es de Sou Fujimoto (otra vez) y nos parece interesante contrapunto a tanta rotundidad matérica. El autor de la casa NA nos propone esta vez un hotel en el que "sus piezas se dispersan en el espacio con un orden espontáneo" (son palabras de Fernández-Galiano en el último AV dedicado al japonés). Volvemos al fragmento, acaso deberíamos llamarle píxel, que no es otra cosa que el fragmento digital. El propio logo del hotel lo forman varios cuadrados separados conformando a su vez otro cuadrado mayor y acaso recordando a esa follie pixelada que hizo en París (Many small cubes) en 2014. El hotel Shiroiya, que así se llama, en la ciudad japonesa de Maebashi, es un oxímoron total al conjugar un edificio anodino de los años 70 (la "Heritage Tower") con un patio interior como de cuento (japonés) en el que el arquitecto ha dispuesto una segunda construcción, la "Green Tower", experimental y fragmentaria, con una montaña artificial habitable sobre la que se sitúan extrañas casetas en las que no nos costaría imaginar al Bill Murray de Lost in Translation. Mejor lo ves. El hotel ya admite reservas. La foto que preside nuestra entrada es del bello atrio situado en el edificio preexistente, donde se dejan al aire las vigas originales, en ese típico afán de Fujimoto por aligerar lo sólido. 

Nos vamos ya. Te dejo con la cita de rigor hoy de Alessandro Baricco, escritor italiano, que curiosamente opina que nuestro mundo prepandémico era "una ficción de inmovilidad" y que la pandemia será la perfecta excusa para que "al fin ocurra algo": "Había demasiadas cosas sumidas en una prolongada y exasperante agonía: el sistema democrático, la sociedad de consumo, el sistema capitalista, el Antropoceno, la cultura romántica, las élites del siglo XX (....): un otoño eterno estaba volviendo melancólico un mundo incapaz de permitirse el lujo del invierno y el esplendor de la primavera. Solo una conmoción podía sacarnos de esa coyuntura.(...) Por resumirlo de forma sintética y brutal, vivimos, desde hace cincuenta años por lo menos, un duelo latente entre el viejo mundo y el nuevo: la pandemia decidirá quién gana". Sigue leyéndolo aquí


domingo, 6 de diciembre de 2020

Remezclas

 


¿Cómo llevas tú lo de la fatiga pandémica? No, no me pienso quejar: estoy sano, tengo trabajo, mi sueldo no se ha reducido y mis condiciones laborales son bastante mejores que las que imaginaba este pasado verano de incertidumbres, pero lo cierto es que cuando he leído la columna de Antonio Muñoz Molina en Babelia (Cansancio narrativo) me he sentido algo identificado: "El cerebro humano exige simetrías: comienzos y finales nítidos, formas abarcables por la mirada o el oído, historias que se abren en la promesa de un comienzo y encuentran más pronto o más tarde la resoución, la absolución del final. Es una manera de dar sentido a la confusión y a la incertidumbre del mundo, aunque sea a precio de ignorar la realidad, o tergiversarla.(...) La pesadumbre insidiosa, el sordo abatimiento que muchos de nosotros sentimos a estas alturas de la pandemia, y que se detecta como la presencia de un gas dañino en la atmósfera colectiva, tienen que ver con el desconcierto ante la falta de expectativa de un final claro y cercano"...

Hablábamos del fragmento y del estado mezcla en la pasada entrada, la misma mezcla por cierto que alababa también en El País hace poco Andrés Trapiello al referirise a Madrid, ciudad a la que dedica su último libro: "Esto es Madrid (...) ¡La mezcla! Desde el siglo XVII, desde que Felipe II llega a Madrid y en una misma calle hay tres conventos, una iglesia, siete tiendas, dos burdeles o casas de juego, y mucha gente que vive. Y todo eso en una calle de 30 metros, y se saludan, se conocen, se respetan". Una mezcla que, aunque nos agote, aleja el rupturismo, la polarización, males de nuestro tiempo, y nos conduce a la sana e inquietante duda: "Deseaba que no pensaras como él para poder discutir su verdad con la tuya", decía Pasqual Maragall de Ernest Lluch, cuando se cumplen 20 años de su asesinato a manos de ETA. Así que hoy te traigo tres edificios recién construidos que remezclan el fragmento preexistente con lo nuevo en diferentes fórmulas: uno, "museizando" el fragmento, que se muestra cual inconexo ninot indultat; otro fundiendo lo nuevo y lo antiguo en audaz abrazo, y el tercero subsumiendo el fragmento preexistente y haciéndolo invisible. Les echamos un breve vistazo y ya. 

El primero es el Museo Zhang Yan en Shanghái, del estudio Horizontal Design -nombre de resonancias modernas- donde, muy someramente explicado, el estudio chino mete el Pabellón de Barcelona en unas hermosas ruinas que mantiene intactas en romántica pose (foto de arriba). El resultado choca, modernidad y ruina nunca casaron bien, pero en foto resulta realmente bello y un punto fantasmático. 

Para el segundo caso nos vamos a Polonia, donde MVRDV ha creado en Breslavia (Wrocław) el Concordia Design. Partiendo del único edificio que se mantenía en pie en una de las islas sobre el río Óder tras el brutal asedio que sufrió la que es hoy capital de la Baja Silesia en la Segunda Guerra Mundial, el estudio holandés ha mantenido el antiguo edificio rehabilitándolo con primor y ha añadido una extensión que se distingue claramente de la antigua construcción sin suponer una ruptura. Aquí, al contrario que en el caso anterior, se consigue que lo nuevo y lo viejo conecten con fluidez en un diseño inspirado según nos cuentan sus arquitectos en el dios Jano, el de las dos caras, deidad del tiempo, las transiciones y la dualidad. 

En el tercer ejemplo que traemos, el fragmento queda sumergido en el interior de la nueva estructura, resultando invisible pero condicionando su forma. Son las Norra Tornen en Estocolmo, de OMA, dos torres mellizas (Innovationen y Hélix) que se han convertido en un nuevo icono de la capital sueca. Reiner de Graaf ha sido el encargado de la singular obra, que respeta las estructuras que dejara inacabadas el arquitecto municipal. En la dramática narrativa del lugarteniente de Koolhaas (de casta le viene al galgo), la asunción del fragmento ya existente se asemeja a un "freudiano salto adelante -un apasionado abrazo de lo inevitable para conquistar y superar nuestros miedos iniciales". La piel de las torres (hormigón mezclado con guijarros) quiere igualmente rendir homenaje al brutalismo, no en vano según Banham el término fue inventado por Hans Asplund, el hijo de Gunnar Asplund. 

En fin, podríamos dar muchos más ejemplos (acabamos de ver otra descollante muestra de mezcla, aquí salvaje, también de OMA en Perth: se ponen los slabs marca de la casa sobre/junto al fragmento histórico sin el más mínimo intento de conectar y si te he visto no me acuerdo: tremendo, juzga tú mismo), pero aquí lo vamos a dejar, no sin antes despedirnos con una cita que también rinde tributo a la mezcla libre de prejuicios: "El ensayo entendido como indagación libre y creativa, no exhaustiva ni especializada, sin un carácter rigurosamente sistemático, es la más genuina herramienta de la crítica. Todo ensayo debe intentar hilvanar razonamientos y comparaciones inéditas, hasta cierto punto heterodoxas, con elementos subjetivos. (...) El ensayo consiste en una reflexión abierta e inacabada que parte del desarrollo de la duda. Esta estructura abierta le debe permitir ir en la dirección de una concepción multidisciplinar del conocimiento humano, entendiendo la cultura y el arte como un todo, interrelacionando (...) y entrecruzando referencias a muy diversos campos de la cultura: pintura, escultura, arquitectura, literatura y poesía, música, antropología, religión y ciencia". (Josep María Montaner, Arquitectura y crítica).