jueves, 26 de diciembre de 2019

Jaque y la gata Niebla


Pues sí, estoy leyéndome Mies y la gata Niebla. Ensayos sobre arquitectura y cosmopolítica de Andrés Jaque. Hacía ya meses que el libro rondaba por casa sin encontrarme en el ánimo adecuado para enfrentar un texto que imaginaba inaprensible, impoluto aún en su envoltorio plástico. Pero ha sido ver el restaurante Run Run Run diseñado por él y lanzarme de inmediato a sajar con encono el retractilado, tan en shock me había dejado esa tecnogranja urbana con ambición de erigirse en manifiesto político. ¿Qué esconde la cabeza del arquitecto de tamaño delirio marciano?, me preguntaba sin cesar, dando a mis días tormento.

Si Fernández-Galiano hablaba de hipermodernidad al comentar la obra de Koolhaas, quien se dedicó a tomar principios y formas modernas para llevarlos a un extremo surreal, bien podría decirse que Jaque hace lo propio con la posmodernidad. La lucha contra la uniformidad moderna toma en nuestro arquitecto cosmopolítico dimensiones dantescas, en una mezcolanza caníbal de churras y merinas. Y lo que es más importante: en el viaje alucinado de Jaque, la posmodernidad, tradicionalmente amiga del poder económico, se arma con un mensaje político subversivo en una maniobra acaso contraria a Koolhaas, que desmontó la utopía moderna rellenándola de verborrea, esta sí, inaprensible, para acabar convertido en el hombre que vestía de y a Prada.

La hiperposmodernidad (o, si lo prefieres, posposmodernidad) de Jaque está trufada de conceptos incisivos y desorbitados. Veamos algunos. Así, cuando relata su proyecto junto a Miguel de Guzmán y Enrique Krahe para la reconversión de un antiguo seminario en casa sacerdotal diocesana en Plasencia (en la foto), habla de puertourraquización, término extremo y desafortunado en nuestra opinión (ya puestos proponemos en su lugar madmaxización) que pretende reflejar la voluntad de crear en la residencia para sacerdotes jubilados un ámbito de confrontación de ideas evidenciando a su vez la falta de uniformidad de una institución como la Iglesia ("el catolicismo es la tensión entre la perspectiva única y centralizada, y una trama fragmentada de alianzas, controversias y subversiones cotidianas"). La nueva residencia ha de enfrentarse a "la necesidad de pasar de producir soldados a contribuir a generar ciudadanos". 

Algo similar sucede en su concepto de Rolling House, la casa compartida de los jóvenes millennial en la que todas las decisiones demandan una "acción política permanente" por parte de los que viven en ella. Los distintos espacios "activan socializaciones diferentes y especializadas, cada uno es una puerta de entrada, una clavija de conexión a una red de interacción". La casa se convierte así en "un ensamblaje de puertas de acceso a una maraña de espacios de socialización que se ha construido a partir de una mezcla de accidentalidad, confianza y vínculos afectivos que persisten en la distancia y en la tecnología (como Easyjet, Messenger [este texto es de 2013], sofá-cama, cristal o descargas furtivas de narrativas atmosféricas) para la teleconvivencia. Todo es público, todo es político, todo es personal" (flipo con lo de las narrativas atmosféricas). La casa es una carcasa vacía, es solo una "parada" en medio del trasiego real y virtual de unos jóvenes abocados a la interinidad permanente y al desarraigo corpóreo, devenidos ya seres quasivirtuales."'No me identifico con el gotelé de las paredes, pero sí con las postales que pincho en ellas'" (por cierto, yo también tengo gotelé en casa). La casa como "photocall", una máquina no ya para vivir que dijera ese antiguo de Corbu, sino "para producir y disponer imágenes de nosotros mismos con fondos inadecuados", para "presentarnos con una actitud", para "descolocar" a sus inquilinos, recordándoles "que estamos en transición y que nuestro empoderamiento depende del tránsito y el abandono de la inclusión en lo colectivo actual. La casa es lo que no es".  Una casa para la postvida, "el lugar que queremos dejar de habitar".  

En el siguiento ensayo, IKEA disobedients, continuación lógica del anterior, Jaque llama a desobedecer el "mandato" de IKEA de "contener la interacción social en lugares apolíticos y luminosos", promoviendo en su lugar, claro está, un replanteamiento de lo doméstico "no como un espacio de consenso, sino como uno que alberga la controversia y el desacuerdo", tras lo que nos cuenta una serie de microhistorias de hogares que retan a los más tradicionales reflejados en los mencionados catálogos de la compañía sueca. El texto aquí presente acompañaba a una instalación/performance que el MoMA adquirió para su colección permanente, siendo la única de género arquitectónico presente en el museo neoyorquino. 

El nombre del libro (Mies y la gata Niebla) tiene su origen en otro de los ensayos en él recogidos, que en este caso tiene como objetivo de análisis cosmopolítico el Pabellón alemán de Mies van der Rohe en Barcelona. Refleja la contradicción de un edificio que se presenta como permanente e inmutable cuando lo cierto es que fue el resultado incierto de un gran "ecosistema de realidades" que se encontraban en pleno tránsito ideológico, social y económico: "El pabellón fue un proyecto comercial promovido por un grupo de empresarios alemanes para que la República de Weimar, que por aquel entonces tenía grandes restricciones para comerciar con sus vecinos europeos, pudiera aprovechar la coincidencia de la exposición de Barcelona con la Exposición Iberoamericana de Sevilla para atraer a Barcelona a los contratistas de las florecientes ciudades latinoamericanas, que viajarían excepcionalmente a España. La dictadura de Primo de Rivera veía en la exposición de Barcelona la oportunidad de culminar su transición de un modelo bancario (...) a otro que fomentase el comercio internacional desde Cataluña. El pabellón fue diseñado por arquitectos en tránsito hacia la modernidad, que a su vez trabajaban para construir una sociedad que comenzaba a distanciarse de la posguerra. El edificio en sí estaba construido con materiales que habían viajado a Barcelona desde Argelia, Italia y Suiza (...). El pabellón fue inaugurado por un rey a punto de abandonar el país para siempre". Pero quizá lo más novedoso (para mí) es que Jaque propone que la reconstrucción de 1986 tuvo también una dimensión política y transitoria, ya que se quería dejar atrás una determinada imagen de Barcelona asociada al abandono durante el franquismo para iniciar un intenso peregrinaje en busca de la modernidad perdida (prueba conseguida). El arquitecto madrileño se dedica a desmontar como decíamos ese supuesto carácter inmutable del pabellón, que funcionaba "como un  dispositivo para gestionar el cambio haciéndolo invisible", poniendo en valor la "performatividad" del edificio. Su estudio se centra en el sótano que la reconstrucción de los 80 llevó a cabo (el pabellón original tenía uno mínimo), un lugar desconocido de difícil acceso para la mayoría gracias una escalera de caracol adrede angosta donde se guardan objetos variopintos que quedaron así "cajanegrizados". Jaque los saca a la luz en forma de microrrelatos: el más curioso, el de la gata Niebla del título, felino que vivía en dicho sótano para evitar que los malditos roedores llegaran al piso noble y que debe el nombre a su extraña mirada, provocada por una atrofia ocular desarrollada en la oscuridad del neosótano. Jaque se torna casi poético al recordar al único morador del inframundo postmiesiano, una suerte de Segismundo gatuno: "Hace dos años murió la gata Niebla. Niebla vivió casi toda su vida en el sótano del pabellón. Formaba parte de otro proyecto cosmopolítico: evitar que el ecosistema del pabellón contuviese roedores.(...) Mientras que los conocedores de Mies son ciegos al sótano, Niebla era ciega a Mies. No era capaz de ver en el piso de arriba". 

Y hasta aquí ha llegado mi lectura por el momento. Aún me quedan varios ensayos por leer, no puedo esperar a alcanzar los agrupados bajo el epígrafe Sex and the non-city (entre los que se incluyen Hogares pornificados). De todas formas no me resisto en este punto a dar algunos apuntes subjetivos, por lo que te invito a dejarlo aquí si mi opinión juzgas baladí. Para empezar decir que veo a Jaque pues un pelín pasado de vueltas, lo cual nos parece hasta cierto punto necesario en un pensador extremo de la arquitectura que en la actualidad dirige el programa Advanced Architectural Design de la Columbia University neoyorquina nada menos, su acelerada vida transcurriendo a caballo entre Madrid (donde sitúa la sede de su Office for Political Innovation) y Nueva York. Supongo es de sobra conocedor de la obra de Pallasmaa, aburrida si la comparamos con la ruidosa narrativa del madrileño, pero le propondría releyera con calma al arquitecto finlandés, sin ir más lejos esta cita de La mano que piensa: "Personalmente he aprendido a estar agradecido por los días terriblemente interminables de mi infancia durante la II Guerra Mundial en la pequeña granja de mi abuelo y la corroyente experiencia del aburrimiento, resultado de la falta de estímulos externos que podrían haber proporcionado los amigos, las aficiones, el entretenimiento o los libros que, por otro lado, no estaban disponibles en la vida solitaria de una granja finlandesa de hace siete décadas. Agradezco el sentido de la curiosidad y el hambre de observación evocados por la ausencia de estímulos cotidianos deliberadamente programados. Como sostiene Odo Marquard, en el mundo actual hemos perdido en gran parte "el arte de la soledad". La experiencia del aburrimiento en la primera infancia enciende la imaginación y pone en marcha la observación independiente y automotivada, el juego y la imaginación. Esta situación también nos conduce a que nos percatemos de las causalidades esenciales que existen entre las cosas. La tendencia actual de padres y profesores a sobreestimular a los niños puede tener consecuencias catastróficas para su capacidad de imaginar, inventar y para su propia identidad. En la vida cotidiana actual, los equipos y artilugios mecanizados, automatizados y electrónicos, con sus mecanismos y funciones invisibles, pueden debilitar el sentido de las causas físicas incluso en los adultos, por no hablar del impacto final de los juegos de entretenimiento sobre la interacción humana y social y el sentido de la compasión". 

También podríamos confrontar las excitantes teorías de Jaque sobre su algo desquiciante Rolling House con la visión totalmente contrapuesta de Santiago de Molina, ese sutil estudioso del hogar, en Hambre de arquitectura"Desde la casa, el hombre se asoma al mundo. La casa es el origen de cada viaje: de todos los viajes. La casa es pues ese invento humano al que uno vuelve, como un Ulises a su Itaca, como un toxicómano reincidente. O como un sonámbulo. Esto se debe a que en la estructura mítica de la casa se encierra el mito de volver a ella. Hasta el punto que se podría definir la casa como aquello a lo que volvemos bajo la implícita promesa de la protección. Sin la casa no hay viaje posible. Como un caparazón que nos atrae hacia su centro, que nos cautiva e infecta con la sustancia de lo doméstico, la casa nos encadena con una goma elástica invisible, que nos obliga a volver, porque en su interior ofrece el ensueño de descanso, del reposo interior". Y compárese también con su opinión mucho más pesimista sobre lo virtual que la mostrada por Jaque: "Hoy que contemplamos ediciones sin fin de realities televisivos en versiones y formatos impensables, hoy que nos relacionamos con más seres humanos que nunca antes, gracias a las tecnologías sociales, hoy que parece que la virtualidad está cobrándose el mayor número de víctimas posibles en almas sin cuerpo, reclamamos la realidad con el ansia del que reclama una pausa en un descenso sin frenos. Si T.S.Eliot dijo en el siglo pasado que los seres humanos no pueden soportar demasiada realidad, le faltó vivir este tiempo. En el siglo XXI parece que la necesidad de recobrar ese contacto con la realidad-real es cada vez más acuciante. Hoy parece necesitarse una arquitectura capaz de aportar una dimensión sensible a la vida. Sin más". 

Más interesante nos parece la llamada de Jaque a una suerte de rearme político desde los ámbitos más modestos, algo muy similar a lo que George Monbiot llamaba resilvestración de la política en el último artículo que ha escrito para The Guardian. Por cierto que el alegato que hace el articulista británico de la labor del periodista en su página web  (como agente que debe enfrentarse siempre al poder y a la mentira) me recordó el discurso que no hace mucho ofreció Javier Cercas ante los reyes tras la concesión de un premio periodístico, un texto que debería enseñarse en las escuelas. En su visión cosmopolítica, Jaque pone el énfasis en la confrontación de ideas y en la recuperación de  perspectivas tradicionalmente despreciadas, algo ciertamente imprescindible, pero se olvida de decirnos cómo hacerlo, quizá porque está fuera de su alcance o porque es alérgico a la normatividad. Llámame, querido lecteurreaccionario, rancio o pequeño burgués formalista, pero creo que lo hands-on, tan americano, sin el acompañamiento de un mínimo de estructura, teoría, marco o como queramos llamarlo, está llamado a darse de bruces con la tozuda realidad. La performatividad por sí sola, máxime en un país como el nuestro en el que impera un porqueyolovalguismo narcisista y autoreivindicativo según el cual todos tenemos razón, está abocada al caos, y el caos, por muy creativo que sea, no construye nada. En un reciente artículo para El País de nombre Las formas, Fernando Savater recordaba con bochorno el espectáculo de nuestros políticos acatando con fórmulas surrealistas la Constitución: "Las fórmulas extravagantes de los nuevos parlamentarios al asumir su cargo revelan una puerilidad terminal, pero también algo peor: un narcisismo tan centrado en la autoafirmación  que reniega de la función pública. Imposible representar la soberanía popular si no se es capaz de dejar las ganas de lucirse a un lado mientras se dicen cuatro palabras como es debido". 

Acabo. La "erosión del otro" (en palabras ahora de Byung-Chul Han en La agonía del Eros) junto a la sobrecarga presuntamente informativa que imponen las redes virtuales impiden la política de verdad. Hacen falta acaso más orden y menos ruido, no para amordazar opiniones, sino para aclararnos y llegar a puntos de acuerdo. Y por cierto, un entorno arquitectónico neutro, seco, moderno, igual ayudaría en el proceso. Termino con Byung-Chul Han: "La ciencia positiva, basada en los datos (la ciencia Google), que se agota con la igualación y comparación de datos, pone fin a la teoría en sentido amplio. Esa ciencia es aditiva o detectiva, y no narrativa o hermenéutica. Le falta la constante tensión narrativa. Así se descompone en informaciones. Ante la proliferante masa de información y datos, hoy las teorías son más necesarias que nunca. Impiden que las cosas se mezclen y proliferen. Y de este modo reducen la entropía. La teoría aclara el mundo antes de explicarlo. Hemos de pensar sobre el origen común de la teoría y las ceremonias o los rituales. Todos ellos ponen el mundo en forma. Dan forma al curso de las cosas y lo enmarcan, para que estas no se desborden. En cambio, la masa actual de la información ejerce un efecto deformativo. La tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio". 

lunes, 23 de diciembre de 2019

Resilvestración



"Formado como arquitecto, el trabajo del artista francés Jacques Villeglé se convirtió en el de una suerte de arqueólogo callejero, una mano anónima que hurtaba coloridas capas de restos sobrantes, pósters mutilados de las paredes de París (el "periódico de la calle" de los años 30, como le gustaba llamarlos). El ornamento espontáneo y colectivo exhibido públicamente en la calle se arranca, se sujeta sobre un lienzo y se enmarca, siendo su título tan solo el lugar y la fecha del hallazgo: 122, rue du Temple, 1968, es la imagen de cubierta de este número. 

Capturando un instante congelado, Villeglé trata las paredes de la ciudad como si de un museo en desarrollo se tratara y nos presenta fragmentos de evidencia como reflexiones sobre la cultura popular, documentos que atestiguan el paso del tiempo. (...)

El proceso de selección es el primer paso de la conservación. Al elegir lo que preservamos, escribimos nuestras propias historias. (...) "Seremos juzgados no por los monumentos que erigimos sino por los que hemos destruido", escribía Ada Louise Huxtable.(...) 

La manida distinción entre viejo y nuevo del Movimiento Moderno ha quedado atrás, y muchos proyectos de reutilización flexible entablan una animada conversación entre lo existente y la nueva vida, reconociendo el incrementalismo antes que la dualidad. Todas las arquitecturas están evolucionando de manera gradual y constante: "Es necesario considerar el pasado como un presente histórico, todavía vivo", decía Lina Bo Bardi. Los edificios absorben el mundo a su alrededor, los hábitos humanos sedimentados en sus paredes y grabados en sus pieles. (...)

La dualidad entre lo natural y lo artificial se desdibuja; como alternativa radical a la preservación tradicional, la resilvestración [rewilding] pone en duda la superioridad humana sobre la naturaleza y propone tratar los paisajes con imaginación y curiosidad: "Tenemos una perversa idea de la preservación que dice "esto es lo que tenemos, así que es lo que deberíamos conservar", en lugar de decir "esto es lo que podríamos tener así que esto es a lo que deberíamos aspirar", señala  George Monbiot.

Desafiar viejos marcos intelectuales ensancha nuestra comprensión de la conservación para incluir lo "desagradable" o lo "indigno", excluido por las narrativas oficiales, en lugar de restaurar el viejo estado de algo que ha quedado definitivamente obsoleto. Los edificios son solamente parte de una fotografía mucho más amplia. Aunque pueda sonar contrario al sentido común, se trata de mirar al futuro, más que al pasado." (Manon Mollard, The right to inherit -El derecho a heredar-, editorial del último número de The Architectural Review).



sábado, 14 de diciembre de 2019

Arquitectura parlamento

Jaque mate a Mies
"El desafío que asumimos en nuestro trabajo consiste en explorar cómo desarrollar una arquitectura de anfitrionazgos, el diseño de dispositivos materiales que permitan restituir sin consenso el día a día, como un ensamblaje de actores diferentes que no liman sus asperezas. Una constitución de humanos y no humanos, de generaciones presentes y otras por venir, de lo hortera, lo cursi y lo afectado, junto con lo austero y lo optimizado. Una arquitectura parlamento que, en lugar de garantizar la supervivencia de lo mejor o de lo normativo, lo haga de aquello desposeído de prestigio, de lo subversivo y lo repulsivo, y que, en lugar de eliminar las disputas -lo que solo puede ocurrir por simplificación, control e imposición-, medie en ellas y construya una cotidianeidad problemática.

(...) Durante un tiempo se ha pensado que la arquitectura debía fabricar nuevos territorios, nuevos espacios, nuevas realidades desde cero; sin embargo, en mi opinión, la reinvención depende de la capacidad de rearticular los parentescos entre los fragmentos de realidad ya existentes que podemos llegar a detectar y movilizar. Colocar en primer plano, en el mundo de las cosas que importan, lo que antes permanecía en la marginalidad, y relacionarlo, con garantías, con lo que ya estaba allí instalado. La democracia parece ser el marco en el que, en lugar de buscar la optimización de los procesos colectivos, se construye un espacio para la simultaneidad y la coexistencia de lo diferente. La arquitectura es en estos momentos más política que científica, y en lugar de optimizar, creo que es el momento de construir simultaneidad". (Andrés Jaque, Mies y la gata Niebla. Ensayos sobre arquitectura y cosmopolítica. En la foto, el restaurante Run Run Run diseñado por Jaque).

sábado, 7 de diciembre de 2019

Reciclajes


Leyendo el artículo Remote Control: Álvaro Siza in South Korea de Philip Christou en The Architectural Review he descubierto que el recién terminado pabellón de arte en el Parque Saya surcoreano (en la foto) es una réplica de un proyecto no realizado que el portugués diseñó en 1992, el año que ganó el Pritzker, para el Parque del Oeste madrileño con el fin de alojar a dos Picassos, uno sobre el nacimiento (Mujer embarazada) y otro sobre la muerte (el Guernica nada menos). Al parecer fue el cliente, a lo que se ve todo un conoisseur arquitectónico, quien pidió a Siza que realizara dicho proyecto, para lo que el arquitecto, junto a su colaborador Carlos Castanheira, redujo sus dimensiones y lo ajustó a la orografía de la zona. Siza, que se habría mostrado escéptico con la petición, comentó al cliente que el edificio estaba hecho para el Guernica, y que estaba seguro que el cuadro no iba a estar disponible, a lo que el resuelto promotor respondió que hiciera dos esculturas para el pabellón y problema resuelto. Siza, ni corto ni perezoso, ha diseñado una pieza en acero Corten suspendida del techo en uno de los extremos de la horquilla que conforma el edificio y para el otro ha creado un enorme huevo de mármol blanco. La primera escultura, según el autor del artículo, simularía un ángel flotando o una abstracción de la figura de Cristo (representando la muerte), el huevo de mármol haría referencia al nacimiento, de tal forma que el sentido original del edificio se mantendría. En sus explicaciones sobre el proyecto coreano, Castanheira no menciona el museo madrileño.

Este reciclaje de proyectos arquitectónicos no es infrecuente. Todos sabemos por ejemplo que la Casa da Música de OMA en Oporto fue un diseño en un principio pensado para una vivienda particular en Rótterdam finalmente no construida (a la que se había dado por nombre Y2K en referencia a la obsesión del cliente con los desórdenes informáticos previstos para el año 2000, cuando fue diseñada). Fernández-Galiano, en un artículo de la época (incluido en el segundo volumen de Años Alejandrinos), menciona el desconcierto ante tan tajante decisión en el estudio de Koolhaas, quien señaló sin empacho cómo sus colaboradores "no podían creer que fuésemos tan cínicos". Don Luis alega también que el holandés se encontraba de un "humor hipereficaz" tras un viaje a Nigeria donde "había entrado en contacto con el pragmatismo expeditivo  de las economías de supervivencia", a lo que se unía la urgencia de los promotores lusos, que pedían un proyecto en sólo tres semanas. Como sabemos, Koolhaas ganó el concurso: "la varita mágica del arquitecto transformó la calabaza en carroza" (es obvio que aquí, al contrario que Siza en Corea, se hizo necesario ampliar las dimensiones del proyecto).

Pues como la entrada se me queda algo corta, sigo con Koolhaas. Acabé Delirio en Nueva York como te decía, en esta última parte del libro destaca el capítulo dedicado a la visita de Dalí y Le Corbusier (por separado, al parecer no se podían ni ver) a Nueva York a mediados de la década de 1930, con momentos desopilantes provocados por los desbordantes egos de estos dos creadores extremos. Para empezar te pongo una cita que encabeza el capítulo sacada de un texto en inglés fonético -el pintor no dominaba el idioma- realizado por el propio Dalí para un discurso al poco de llegar a la ciudad: "BIUER! AI BRING OU SURREALISM. AULREDI MENI PIPOUL IN NIU YORK JOVE BIN INFECTID BAI ZI LAIFQUIVING AND MARVELOUS SORS OF SURREALISM". Te lo traduzco: "Beware, I bring you Surrealism. Already many people in New York have been infected by this (?) life-giving and marvelous source (?) of Surrealism" (tienes el resto del texto aquí). Otra anécdota de traca es el momento en el que el ampurdanés desembarca por primera vez en la urbe, y, al objeto de épater le bourgeois, manda hacer al cocinero del transatlántico una descomunal barra de pan de 15 metros (el cocinero le responde que con 2,5 va que chuta) con la que pretende presentarse ante los medios que le esperan a su llegada. Pero entonces sucede algo imprevisto: ninguno de los periodistas presentes le hace ni una sola pregunta sobre la enorme barra que blande ostensiblemente ("el desconcertador queda desconcertado"). Y es que es difícil superar a Coney Island. De Dalí se cuentan otras divertidas excentricidades de su paso por Niu York, a cual más marciana (esta la cuenta el propio pintor aquí). Es obvio que a Rem le fascina Dalí y su "método paranoico-crítico" (MPC), entendido como una conquista de lo irracional (la "explotación consciente del inconsciente"), una suerte de reciclaje del mundo racional desde la paranoia: "Cuando todos los hechos, ingredientes, fenómenos, etc, han sido clasificados y catalogados (...) gracias al reciclado conceptual, el contenido gastado y consumido del mundo puede recargarse o enriquecerse como el uranio". El MPC por tanto se dedica con ahínco a "cortocircuitar todas las clasificaciones existentes, volver a empezar". Pone ejemplos, como la relectura de El Ángelus de Millet en clave erótica; el propio Manhattan, visto a la luz del MPC sería "el retrato de una Venecia paranoica, un archipiélago de colosales recuerdos, avatares y simulacros que son testigos de todos los turismos acumulados -tanto literales como mentales- de la cultura occidental". Por cierto que aquí puedes ver a Koolhaas en una caótica conferencia sobre el tema en 1976 (sorprende su abundante melena), dos años antes de que el libro fuera publicado. Es evidente que en su obra arquitectónica Rem ha aplicado el MPC sobre la modernidad, dejándola hecha unos zorros.

Sobre Le Corbusier también hay jocosa anécdota a su llegada a la urbe en transatlántico allá por 1935: como los periodistas pasaban de él, dedicados a fotografiar a las celebrities que desembarcaban, su intérprete, mandado por el MoMA, da cinco dólares a un reportero gráfico para que le fotografíe al ver al arquitecto suizo demudado ante el desplante. El reportero le devuelve el dinero porque se ha quedado sin carrete, pero se apiada del apesadumbrado arquitecto y dispara su cámara vacía ante Le Corbusier, confortando así su ego moribundo. Ya centrado en temas arquitectónicos Rem menciona su "Ciudad Radiante", una reinvención de Nueva York, un anti-Manhattan descongestionado gracias a unos inmensos rascacielos de planta cruciforme (anda, como las columas de Mies), "cartesianos, límpidos, nítidos, elegantes y relucientes" como los define el propio arquitecto, que permiten liberar espacio a su alrededor. Le Corbusier propone un reciclaje extremo de la cuadrícula neoyorquina para crear un bosque de árboles cristalinos sin alma, un "no acontecimiento urbano" que es justo lo que los ubanistas neoyorquinos siempre habían tratado de evitar. Algo así como la belleza del caos inconexo frente a la aburrida perfección cartesiana. Obviamente nuestro arquitecto se fue como había venido.

Ahora ya puedo despedirme en paz, no sin antes volverte a recomendar el libro imprescindible de Koolhaas y de paso lamentar con enojo que Madrid se quedara por oscuros avatares sin una obra de Siza, al que por cierto se acaba de reconocer con el Premio Nacional de Arquitectura de nuestro país (interesante esa aparente contradicción que nos anima a borrar las fronteras).

domingo, 1 de diciembre de 2019

Más marcianadas


Noticia esta semana ha sido otra de las delirantes marcianadas de Elon Musk. El visionario que quiere llevar a Marte a cientos de colonos en 2022 en naves espaciales forradas de acero inoxidable totalmente reutilizables (su idea es fundar una ciudad estable en el planeta rojo en el 2050), ha desvelado el último modelo de su marca de automóviles eléctricos Tesla, el Cybertruck, una versión futurista de la típica pick-up americana. Según Xataca su lanzamiento justo en noviembre de 2019 en Los Ángeles, donde se encuentra la sede de SpaceX (la empresa espacial de Musk), no es coincidencia sino que querría rendir homenaje a Blade Runner y la estética cyberpunk. Nosotros diríamos que el último Tesla, más que diseñado por Syd Mead (creador del spinner de Deckard), parece salido directamente de Total Recall (Desafío total), película de la que aquí hablábamos hace un par de semanas, que además tiene a Marte como escenario principal y en la que, en medio de su violencia brutal y delirante, encajaría como un guante. Y es que el Cybertruck hace alarde de un diseño agresivo cuyas angulosas y amenazadoras formas le convierten acaso en el vehículo ideal para estos tiempos apocalípticos y deletéreos. Decíamos que la arista moderna ya no se llevaba (penosas pruebas seguimos viendo), pero al parecer ya hay 250.000 reservas según Musk, entre los interesados destaca la policía de Dubái, ya comentábamos también que allí se establecerá la Mars Space City con diseño de BIG, así que una buena flota de Cybertrucks les ayudará a irse ambientando. Y es que cuando de lo que se trata es de rebanar, cercenar o seccionar, la arista no tiene rival. Te metes en este engendro y ya pueden venir zombis, alienígenas o incluso constitucionalistas, que acabas con ellos en un acelerón. Desconocemos la opinión sobre el coche de Janette Sadik-Kahn, la experta en movilidad y espacio público a la que muchos consideran la nueva Jane Jacobs y que defiende las ciudades pacificadas mediante un urbanismo atento al peatón, pero probablemente haya puesto el grito en el cielo.

El Cybertruck me ha traido de pronto a la memoria las brutales aristas de la marciana Casa da Música de Koolhaas en Oporto o su no menos marciana biblioteca de Seattle. Y es que al holandés pocos le ganan en meter tajos, especialmente si es a la modernidad. Acabé Delirio de Nueva York y he vuelto con el segundo volumen de Años Alejandrinos (Tiempos de Incertidumbre) al terapéutico orden de Fernández-Galiano, que ya echaba en falta. Precisamente del holandés "errabundo y errátil", que tanto juego nos dahace don Luis otro de sus certeros retratos con ocasión de la concesión del Pritzker al arquitecto de Róterdam en 2000:"Periodista y cineasta [es obvio en el magnífico pasaje que citaba en mi entrada anterior] antes de ingresar en el campo de la arquitectura, Koolhaas ha empleado su talento literario y artístico para socavar con violencia sádica todas las certezas modernas, construyendo con libros, exposiciones y edificios un manifiesto hiperreal que resulta también ser hipermoderno. Ante la crisis del lenguaje áspero de las vanguardias, los años ochenta contemplaron el ascenso de las formas azucaradas posmodernas, una utopía amable ad usum delphini, pero en los noventa Koolhaas emergió como el ideólogo de una reacción radical que exacerbaba el idioma moderno hasta extremos surreales, para fabricar un universo imaginario tan fascinante como poco apto para menores". 

Los delirios deletéreos (adjetivo que he aprendido también de don Luis) nos tientan en estos tiempos que siguen siendo de incertidumbre, lo que permite a los agoreros del apocalypse now hacer caja con nuevas fronteras quiméricas. Ya hace casi veinte años, al hilo de una arquitectura casi gaseosa que tendía a disolverse, el director de Arquitectura Viva hablaba de la modernidad líquida de Bauman surgida, mira tú por dónde, de Marx y su frase "Todo lo sólido se desvanece en el aire". Dicha arquitectura de paisajes desflecados sería reflejo de una época, que sigue siendo esta, en la que un "individualismo narcisista y corrosivo está desatando la intricada trama de lazos sociales anudada por la continuidad tenaz de los tejidos urbanos". La arista acelera ese desmembramiento voraz.

La foto que abre la entrada no es, obviamente, del Cybertruck. Es del Citroën 19_19, el prototipo con el que la marca francesa quiere celebrar su centenario (sí, como la Bauhaus, fue fundada en 1919), y que, este sí (hasta en el color), parece rendir tributo al spinner. Quería traértelo porque, en mi opinión, ofrece una visión bastante más optimista del porvenir: sus formas alabeadas y su diseño acogedor (lo que no le impide transmitir fuerza) nos dicen que otro futuro es posible. La arista será acaso imprescindible para desbrozar los caminos, pero llega un punto en el que no queda otra que fluir con más tiento y elegancia.