domingo, 25 de julio de 2021

Montañas mágicas

 


Este montículo artificial, a cargo de MVRDV, se está elevando en el Hyde Park londinense justo al lado del Marble Arch. En los rénderes primeros la cosa prometía pero la realidad es cruel. Les está quedando un engendro. El objetivo de este bizarro proyecto temporal no es otro, según el concejal iluminado de turno, que recuperar el pulso urbano ahora que con el Covid nos hemos acostumbrado a comprar a través de grandes plataformas online que al mismo tiempo que arruinan al pequeño (y gran) comercio local hacen inmensamente ricos a sus dueños, que hasta se permiten el lujo de ir al espacio como quien va a Torremolinos. Alguien en el ayuntamiento londinense vio lo que MVRDV hizo hace algunos años en Róterdam y decidió traerse la idea a Londres: se trataba un descomunal andamio-escalinata (180 peldaños) que permitía acceder, 30 metros más arriba, a un poderoso edificio de oficinas de Maaskant, el arquitecto que más hizo por reconstruir la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial. De nuevo, había al parecer un objetivo loable en el gesto efímero: llamar la atención sobre el potencial desaprovechado que suponían las abundantes azoteas planas de la ciudad (que suman en total más de 18 kilómetros cuadrados). De hecho existe un festival anual, los Rotterdamse Dakendagen, con diferentes eventos como concursos musicales (en el último festival eurovisivo, celebrado en la ciudad, hubo un guiño a la iniciativa ya que se pidió a viejas glorias festivaleras -sí, yo veo Eurovisión, ¿pasa algo? Es más, ahora voy y te enlazo a mi tema favorito de esta edición- que interpretaran sus canciones desde diferentes azoteas de la ciudad). Además, hace poco más de un mes el ayuntamiento ha editado un catálogo de azoteas  junto precisamente a MVRDV en el que se proponen nada menos que 130 posibilidades de utilizar dichos espacios, a los que el pertinaz virus nos ha hecho volver la mirada. Pero volviendo al montículo londinense (que Oliver Wainwright dice parece salido del paisaje de un videojuego cutre), la idea como decíamos es que en estos tiempos de Instagram subas al montículo de 25 metros (hay ascensor también) tras pagar 4,5 libras (5,25 eurillos de nada), te hagas la foto de rigor, la compartas en los medios como está mandado y ya puestos, tras bajar y tomarte algo en una cavernosa cafetería alojada en el interior, te vayas por Oxford Street de compras, que el comercio londinense ha perdido casi un 20% de negocio con la pandemia. Dos millones de libras ha costado la iniciativa, y podría haber sido más, ya que el estudio holandés pretendía encapsular el Marble Arch (1827) de John Nash dentro del andamiaje. Por cierto que hay que ver el juego que dan los andamios en arquitectura, fíjate en esta tremenda casa de Suzuko Yamada, totalmente reconfigurable o la intervención que hicieron Carmody Groarke para cubrir una histórica mansión de Mackintosh mientras se la restaura (con calma: podría llevar la friolera de 15 años). De todas formas, para mí que el que ha utilizado con más glamour la idea del andamio en arquitectura es Nouvel, en el francés dicha estructura deviene estrategia de desmaterialización volviendo sus edificios etéreos, casi metafísicos (ver la fundación Cartier).

Pero regresemos a Londres. Rowan Moore, que también ha publicado crítica del montículo de marras, en principio valora positivamente la idea por su componente ecológico. Y es que como ves en la foto se quiere forrar la estructura de vegetación y sufridos árboles, toda una tendencia en arquitectura últimamente (la famosa resilvestración): los mismos MVRDV no paran de repetir el patrón ya desde su pabellón holandés para la Expo 2000 de Hannover hasta por ejemplo el proyecto para Azca en Madrid, que como te comenté perdió frente a DS+R. Wainwright a su vez ve la presunta voluntad ecológica de este "montículo pop-up" como una estrategia para blanquear (o más bien verdear: greenwashing lo llama) la operación que tiene como apuntábamos un objetivo principalmente comercial. Moore también ve en el monte fake un postureo que busca llamar la atención y poco más (propone utilizar el dinero que ha costado en plantar árboles en las ciudades), lo compara con el High Line neoyorquino (para dejar más aún en evidencia su corto recorrido) y propone que se hagan más montículos arbóreos pero de carácter permanente (este solo estará en funcionamiento 6 meses).

Si pudiéramos, le diríamos a Moore que en Madrid ya tenemos eso, un montículo artificial permanente y con vegetación en nuestro Hyde Park. Y desde hace más de 200 años. Sí, es la Montaña Artificial del Retiro, que, como el Marble Arch Mound, se encuentra en una esquina del parque madrileño (junto a la Puerta de O´Donnell), y, para más coincidencias, no anda muy lejos de la Puerta de Alcalá que, aunque de mayor empaque, puede recordar al Marble Arch. Su autor, Isidro González Velázquez, como del resto de los caprichos promovidos por Fernando VII en el parque (solo quedan algunos, como la chinesca Casa del Pescador), fue nuestro mayor arquitecto neoclásico solo tras Villanueva, aunque es mucho menos conocido ya que no tuvo la oportunidad de dejar en la ciudad una gran huella: la que consideró siempre su principal obra, la remodelación de la plaza de Oriente frente al Palacio Real, nunca se llevó a cabo. Otras se han perdido, quedan en la capital obras menores (el colegio de Medicina de San Carlos, el obelisco del Dos de mayo o la fuente egipcia frente al estanque del Retiro),  rehabilitaciones (la de la basílica de la Virgen de Atocha por ejemplo) u obras parciales (la fachada oeste del Teatro Real). En el interior de la Montaña Artificial instaló una noria que surtía el agua de la ría que rodeaba la construcción y en la “cumbre” (se eleva 15 metros) construyó un templete, hoy desaparecido. Hace algunos años su interior, recorrido por corredores de ladrillo con bóvedas de cañón, se habilitó como sala de exposiciones pero tuvo que clausurarse debido a problemas de humedad. Esperemos que si la Unesco aprueba por fin el Paisaje de la Luz como patrimonio mundial, se cuide mejor esta zona del parque.  

Ya puestos, tenemos en España otra montaña mágica, y ésta más actual (2012), en Logroño. Aloja nada menos que la estación de alta velocidad y de autobuses de la capital riojana, sobre cuya cubierta Iñaki Ábalos junto a su socia Renata Sentkiewicz crea un gran parque público, el Felipe VI. Sus líneas geométricas casi surrealistas (que recuerdan al falso monte londinense) están inspiradas en los jardines de la película de Resnais El año pasado en Marienbad, mientras que en el interior la estación adopta una configuración que los arquitectos asemejan a una gruta moderna: “Estas referencias a la tradición pintoresca unifican el conjunto y su dimensión pública”. Es obvio que no estamos ante un "proyecto boutique", como recalca el arquitecto donostiarra (ni que estuviera hablando del Marble Arch Mound). Por cierto que el proyecto se impuso a los propios MVRDV, que participaban en el concurso (como Koolhaas). Y con la intervención riojana, la más mágica de todas las que te traemos hoy, nos despedimos hasta más ver.


viernes, 16 de julio de 2021

Castellanos

 


Hoy te llevo a Tierra de Campos, que Madrid cansa. He hecho un viaje mínimo por la zona y me apetece contarte un par de historias si no te importa. Elegimos como base de operaciones un pequeño pueblo de apenas 800 almas, Becerril de Campos (Palencia), pues en él se encuentra la casa rural de una conocida que nos apetecía mucho visitar. Con sus reminiscencias escandinavas, puedo decirte que este  alojamiento recién inaugurado en una antigua casona que llevaba cuarenta años abandonada fue de lo mejor del viaje. 

Desconocíamos esta parte de Castilla, de una horizontalidad ya metafísica, y lo cierto es que no sabíamos lo que nos estábamos perdiendo. Nuestro primer destino fue la villa romana de Olmeda. En ella no solo puede descubrirse, gracias a las excelentes explicaciones de una dedicada guía, los recintos de los que constaba, muchos con soberbios mosaicos (como los del oecus o salón principal) sino también el espléndido trabajo realizado por los arquitectos Paredes y Pedrosa (hablamos de ellos cuando visitamos Valdemaqueda) al cubrir en 2009 el yacimiento con un elegante edificio que en su extrema horizontalidad resuena con el paisaje circundante. El lema del proyecto, el oportuno Noli me tangere bíblico (estamos en el Bible Belt hispano: Becerril por ejemplo llegó a tener siete iglesias y otras tantas ermitas), hace referencia a la absoluta delicadeza con la que la estructura se posa sobre el yacimiento, creando una atmósfera mágica, ni dentro ni fuera (exterior domesticado lo llaman los autores) con una luz tamizada gracias a una estructura de chapa perforada. Su techo prefabricado, en forma de bóvedas con nervaduras, da el necesario contrapunto moderno sin parecer poligonero (un mal común de este tipo de intervenciones), de hecho puede recordar a los techos renacentistas de la zona, no olvidemos que estamos en tierras del Renacimiento. Largo y tendido podríamos hablar de la imprescindible parada en Valladolid: el museo de escultura es apabullante (fue ampliado por Nieto y Sobejano, en cuya sobria intervención interior recuerda a la que llevaron a cabo en el donostiarra museo de San Telmo), ya solo la portada del colegio de San Gregorio, donde se aloja el museo, por no hablar de la de la aneja iglesia de San Pablo, flamígeros retablos en piedra, justifican la visita a la que fuese capital más fugaz de España (sólo 5 años) en los albores del siglo XVII por obra y gracia del duque de Lerma en lo que fue el primer gran pelotazo urbanístico de nuestra historia. Te dejo que tomes aliento tras esta agotadora frase de ocho líneas sin un punto y paso párrafo. 

No es el ámbito de este tu blog hablar de pasados tan lejanos, aunque ya te adelanto que hoy vamos a ser menos últimos de lo que deberíamos. Volvamos a Becerril. La batalla contra el vaciamiento de la España interior es especialmente palpable en esta pequeña localidad. Particulares e instituciones se unen para dar vida a un pueblo que llegó a rozar los 3.000 habitantes y hoy no llega ni al tercio. La rehabilitación de la iglesia de San Pedro para reconvertirla en espacio cultural y aula dedicada a la astronomía resulta en ese sentido encomiable, la localidad quiere atraer un turismo estelar y a tal fin, por ejemplo, ha dispuesto pequeños mojones con el nombre de los planetas esparcidos por todo el pueblo, a la distancia exacta en que se encontrarían suponiendo que la localidad tuviera las dimensiones del sistema solar. Vi el de Júpiter, y de inmediato me acordé de Juno to Jupiter, el álbum de Vangelis que sigue inexplicablemente sin lanzarse al mercado. Como consuelo, la NASA acaba de editar un bellísimo video con imágenes del planeta y su luna Ganímedes obtenidas por la sonda (que acaba de acercarse al gaseoso planeta por trigésimo cuarta vez) con música inédita del griego, colaborador habitual de la agencia espacial americana (y de la europea). Pero por favor no nos salgamos de Becerril: en otra de las iglesias se ha habilitado un museo de arte sacro con obras por ejemplo del mismísimo Berruguete. No podemos olvidar tampoco al esforzado Canal de Castilla, que recorre la zona y bordea el pueblo generando unos paisajes holandeses. Con todo, lo que más me llamó la atención fue el ayuntamiento, que tienes en la foto que abre la entrada. Te cuento por qué. 

Ya desde que contemplé el skyline becerrileño por primera vez desde la carretera me llamó la atención el edificio, de un fuerte tono rojizo y con formas como victorianas que contrastaban con las adustas torres eclesiales. Vamos, que no pegaba ni con cola. Me recordó al Pierhouse Building de Cardiff, soberbia construcción acabada en 1897 (solo once años antes que nuestro ayuntamiento), también en vivos tonos rojizos y una distribución parecida, con su torre del reloj (el Little Big Ben) y a los lados dos bloques con tejados a doble vertiente. Obviamente es bastante más voluminoso y su decoración más rica (tiene hasta gárgolas), pero yo, qué quieres que te diga, le veo un aire (juzga tú mismo). Su estilo (según Wikipedia) sería Gótico francés / Renacimiento. Aún hoy, en medio de ese desastroso cajón de sastre en que se ha convertido el frente de la bahía de la capital galesa, destaca, que ya es decir. Por su parte nuestro ayuntamiento tierracampino nació como Casa Consistorial pero también escuela (hoy centro médico), necesaria dados los penosos locales donde se llevaba a cabo la actividad docente en el pueblo, algo habitual en la España de la época. Recordemos que estamos a principios del siglo pasado (el ayuntamiento-colegio se estrena en 1909), momento en el que se se aprobó la ley de las escuelas graduadas que, al contrario que las escuelas unitarias, exigían una mayor especialización y organización de la actividad docente, lo que repercutió en el diseño de los nuevos colegios: los espacios debían diversificarse, cobrando especial importancia los de uso comunitario (como la biblioteca o el patio) y los complementarios (aulas de usos múltiples, galerías, pasillos...); igualmente se introducían nuevas asignaturas tales como Rudimentos de Derecho o Nociones de Higiene y Fisiología Humana y se ampliaba la enseñanza obligatoria hasta los 12 años. Toda esa sofisticación la recoge nuestra moderna escuela, que, además, incluye viviendas para los profesores (con entrada diferenciada de la del colegio propiamente dicho para así controlar mejor a los docentes): hay dos pabellones idénticos, uno a la izquierda de la torre del reloj para alumnas y otro a la derecha para alumnos, grandes ventanales, guardarropa, salas de labores, aseo, patio (en el centro del edificio con acceso desde ambos pabellones) con tejavana por si llueve, etc. Desde el punto de vista estilístico, en la memoria del proyecto se dice: "Se ha procurado dar carácter artístico al edificio, que si bien no está sujeto á los estrechos y severos moldes de un órden ó estilo determinado, nos recuerda sus elementos y en conjunto especialmente la fachada principal el Renacimiento castellano". Es casi jocoso ver los malabares léxicos con los que se intenta describir el estilo arquitectónico de una época que transita entre los revivals de estilos pasados y un modernismo que ya se intuye pero aún no ha cuajado. Como curiosidad decir también que en su exterior el edificio hace gala de una serie de máximas moralizantes, en número de 30, que reflejan el espíritu pedagógico del edificio (como afirmaba Giner de los Ríos, "la escuela es el revestimiento de una idea" ), hay aquí un evidente intento de que la comunidad ayudara a implantar el mismo ideario del colegio, aspecto de gran importancia en las escuelas graduadas, donde se buscaba la implicación de familias y otros estamentos en la labor educativa. Como muestra, un botón: "Tus méritos nunca abultes / ni al que es inferior insultes". Tienes el resto aquí

El autor del edificio es Rafael Géigel Sabat, quien desempeñó el cargo de arquitecto municipal de Becerril entre finales de 1901 y 1907 según el estudio (que incluye planos originales) realizado por Lourdes Espinilla y Miguel Ángel de la Fuente. En abril de 1907, cuando el edificio estaba casi concluido, asume las obras Jerónimo Arroyo, dándose por finalizado en 1908. Arroyo es un reconocido arquitecto palentino autor de insignes edificios en la capital de la provincia, de la que fue arquitecto municipal, así como en Valladolid. Géigel Sabat, por el contrario, es un misterioso arquitecto difícil de trazar. Su huella en internet es mínima y se reduce a este trabajo. Al parecer conoció a Arroyo mientras estudiaban arquitectura en Barcelona. La razón por la que abandonó el proyecto fue seguramente una enfermedad grave ya que cuatro meses después moría en Puerto Rico, de donde era oriundo, con 38 años. Nada más hemos podido descubrir de él, salvo que pertenecía a una importante familia portorriqueña: su padre, José Géigel Zenón, fue relevante político y periodista, como su hermano Fernando. La hija de éste, Luisa Géigel Brunet, fue una escultora y pintora formada en Barcelona y Nueva York muy polémica por mor de sus potentes desnudos, que fueron piedra de escándalo en la conservadora Puerto Rico de los años 40. José, el patriarca, compiló artículos, libros y documentos de todo tipo relativos a la historia de Puerto Rico (labor continuada por Fernando y Luisa) en un corpus que fue adquirido por la universidad de Connecticut en 1982 y se conoce como The Géigel Puerto Rican Collection. 

Acabamos ya este pequeño ejercicio de recuperación de la memoria confiando no haberte cansado en exceso. Como dice Fernández-Galiano, no deberíamos olvidar a los dormidos, porque quizá somos parte de su sueño.  

jueves, 8 de julio de 2021

Ingleses

 



Madrid no para. Ya decía Fernández-Galiano hace 30 años que "de todos y de nadie, esta ciudad pública tiene el destino tierno y desgarrado de los cuerpos en tránsito". Hablábamos recién del proyecto de renovación de Azca (Renazca) y acabamos de saber que Thomas Heatherwick ha sido elegido por El Corte Inglés para construir un edificio de oficinas (en la foto) también en la supermanzana que siempre se quiso neoyorquina. En concreto se levantará en Castellana 69, justo sobre el aparcamiento en superficie que languidece frente al que fuera orgulloso flagship store de la cadena en Nuevos Ministerios y hoy no pasa de almacén ajado y abstraído. El estudio inglés, que se estrena en España, ha tenido que competir con estudios tan potentes como el de Foster o Bjarke Ingels, con los que curiosamente ha trabajado o está trabajando en otros proyectos (un edificio de oficinas en Shanghai con su compatriota o la sede californiana de Google con el danés); por desgracia no hay forma de descubrir cómo eran sus propuestas. Heatherwick suele caracterizarse por diseños orgánicos y dinámicos de una espectacularidad a veces vacua, su última obra estrenada, un muelle en Nueva York que alberga un parque y varios anfiteatros, parece cimbrearse sobre el Hudson no muy lejos de su obra más mediática, The Vessel, un mirador a mayor gloria de los Hudson Yards. En Londres trajo cola su proyecto para levantar un puente peatonal con jardines (el Garden Bridge) auspiciado por Boris Johnson, alcalde por aquel entonces, que fue finalmente descartado debido a los elevados sobrecostes del proyecto, no menos polémico fue su diseño para renovar la flota de doubledeckers, los típicos autobuses rojos de dos plantas, que lucen fantásticos a primera vista (Heatherwick estudió diseño, no arquitectura) pero resultaron ser un horno con ruedas alcanzando su interior los 30 grados con facilidad, al final tuvieron que dotarlos de ventanas tradicionales. En Madrid no ha arriesgado demasiado, quizá conocedor del cansino conservadurismo arquitectónico del patrón y/o acogotado ante la icónica torre de Oíza que se levanta justo a su vera. Pródigos en narrativas como somos, vemos el nuevo edificio, modesto en sus cinco plantas, cual hijo arquitectónico de la portentosa torre del navarro ("encarnación del rascacielos artístico" en palabras de nuevo de Fernández-Galiano en Fracturas y Ficciones), que en los rénderes parece mirar al retoño con ternura no exenta de recelo. Y aunque sus formas no dejan de recordar a otros diseños del estudio, sus aristas redondeadas y los voladizos que rodean cada planta bien podrían querer dialogar en buenos términos con su voluminoso compañero. Pero juzga tú mismo

Seguimos en Madrid. La capital, resiliente, chulesca y pujante, merece otro párrafo cuando menos. Vaya rebote se ha debido de pillar Rem cuando ha visto que OMA no pasaba el corte de los 10 finalistas para la construcción de la nueva estación de Chamartín, especialmente si entre los elegidos sí estaba Benthem Crouwel, compatriotas de mucho menor calado (aunque su cortante estación de Róterdam debió impresionar al jurado). Tras la -imaginamos- airada protesta Adif, que ciertamente no anduvo muy fina, ha incorporado en su nueva lista a Koolhaas y dejado fuera precisamente a Benthem Crouwel. El resto de los equipos rezuma glamour por los cuatros costados: Rogers con Luis Vidal, UNStudio con b720, Mangado junto a Souto Moura y Ezquiaga, Grimshaw con Rubio, Rafael de-la-Hoz con SOM, Foster y BIG.

Sin dejar aún Madrid, me pregunto qué pasa con la rehabilitación de las exánimes torres de Colón, ya no solo desmochadas (desapareció el enchufe: ¿lo echas en falta?), sino despellejadas y en cueros vivos desde hace semanas, la obra parece detenida. Igual es que Lamela está dando guerra: pueden verse mordidas en la estructura de hormigón (protegida) seguramente producidas al desprender la fachada. Luce el edificio tétrico y fantasmático, como alma en pena. Pardiez, es lo que le faltaba a esta fatigada plaza, donde conviven en muestrario inconexo estatuas de toda índole y condición formando parejas imposibles: la carnosa señora de Botero y el héroe Blas de Lezo, sus mutilaciones reflejadas con crudo realismo, o Julia, epítome de blanca modernidad, y Colón, que con los tiempos iconoclastas y justicieros que corren quién sabe si cualquier día es descabalgado de su columna por las bravas. Ya en el quinto centenario del descubrimiento don Luis (vuelvo a Fracturas y ficciones) relata unos fastos "deshuesados de cualquier núcleo castizo": "el centenario, pasteurizado y euromaquillado, nos evitaba el enfrentamiento con nuestra historia y de paso reducía el papel que en él habían de jugar los países americanos, incómodos parientes pobres del nuevo rico europeo en que España se había convertido" para rematar el argumento en metáfora salvaje: "los enemigos ideológicos del V Centenario fustigan a un caballo muerto".  Hay que ver cómo repartía estopa el bilbilitano en los 90. Ya puestos, proponemos aún otra estatua para la plaza: la de Darwin, que encargaríamos a Gormley (por seguir con el palo inglés), blandiendo en su mano derecha un bocatacalamares libertario. La colocaríamos en la esquina con Génova, haciendo pareja con la rana mutante, justo delante del edificio Axis de Foster (ya terminado pero aún rodeado de una cutrona valla), no en vano el eje ideólógico de esta ciudad tan vital tiene un punto darwinista: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. 

Sí, he percibido en remoto que echas en falta el remate-chirimbolo de las torres de Colón. No te preocupes, siempre atento a que goces de una óptima experiencia de usuario, te he encontrado otro parecido (y casi del mismo tono verde hortera) con el que acaban de coronar un rancio edificio neoyorquino. Se trata de la biblioteca de la Fundación Stavros Niarchos, muy cerca del parque Bryant, en el Midtown. Su autora, Francine Houben de Mecanoo, lo llama el sombrero del brujo (obviamente Harry Potter). Deja que amplíe someramente el foco y te sitúe en su contexto la historia que se esconde detrás del anguloso sombrero de marras. La tal biblioteca es en realidad una sucursal de la que se sitúa justo a la vera del parque, un bello edificio Beaux Arts erigido en 1906 donde en tiempos se ubicara un embalse por cuyos bordes gustaba de pasear Edgar A. Poe, especialmente de noche (no podía ser de otra manera) pues disfrutaba viendo el reflejo de la luna sobre el agua. Dicho edificio pronto se quedó pequeño y necesitó del bloque hoy rehabilitado, que nació allá por 1915 como grandes almacenes. Decir que en un primer momento se pensó en rehabilitar este edificio principal, no el subalterno, y se encargó la intervención nada menos que a Foster, quien se lió la manta a la cabeza sin miramientos. Partiendo de la base de que la era digital demandaba otro tipo de biblioteca, y que buena parte del espacio del centenario edificio lo ocupaban los 53 millones de volúmenes almacenados en anaqueles obsoletos, cortó el inglés por lo sano, abriendo uno de sus típicos atrios a varias alturas y mandando los polvorientos libros a un almacén subterráneo. El edificio se abría al exterior, que ya decía Kahn que "el hombre con el libro va hacia la luz". Pues bien, la que se montó. Nada menos que Ada Louise Huxtable, en el que sería, para más inri, su último artículo (fallecería poco después a los 91 años), se levantó en armas contra la rehabilitación sosteniendo que un icono de ese calibre no necesitaba de actualización (ni que la biblioteca fuera un templo maya). Pocos días más tarde sería Kimmelman, otro crítico estrella, quien fustigaría el proyecto desde el NYT, afirmando que el atrio era más propio de un centro comercial y las escénicas escaleras que lo recorrían parecían sacadas de un hotel de Las Vegas. El cambio de alcalde (De Blasio sustituyó a Bloomberg, con el que Foster tenía una excelente relación, de hecho acabaría haciendo la sede londinense de su emporio financiero) fue la puntilla que remataría el proyecto. Ni Kimmelman ni Huxtable criticaban directamente a Foster, sino que proponían que la reforma fuera acometida en la cercana sucursal, no en el buque insignia. Finalmente así ha sido, no con el de Mánchester, que aunque reaccionó a las críticas con impecable flema británica hizo un comprensible mutis por el foro, sino con Mecanoo. De la reforma comentar que el estudio de Delft (autor también de la principal biblioteca de Birmingham) ha hecho algo parecido a lo que planteaba Foster, abriendo a la luz el obsoleto edificio diseñado, recordemos, como un gran almacén, gracias a un hermoso atrio. En su tejado montan el peculiar sombrero que decíamos y una sugerente terraza con vistas, que la biblioteca vende como la única gratis de todo el Midtown. Como curiosidad decir que Foster acaba de añadir también una terraza para su proyecto de la ampliación del museo de Bellas Artes de Bilbao, cuyas obras empiezan en septiembre. Cosas que trae la pandemia. Un apunte más y acabo: con vistas también al parque Bryant, otro inglés (Chipperfield) terminó hace unos pocos años una sobria torre de apartamentos cuya fachada reproduce una retícula exacta, acaso homenaje al grid manhattánico. 

Damos ya fin al atrabiliario batiburrillo que ha sido la entrada hoy, tan cargada de contenidos (con perdón). Cambio y corto.