domingo, 25 de diciembre de 2016

100% zen


Seguimos bajo la influencia del renacido pabellón de Mies...



   "Para alguien que está en la enseñanza y piensa que ser arquitecto es la profesión más bonita del mundo, era un regalo que le encargaran un libro para los niños hablándoles de ser arquitecto. Lo escribí, pensando en los niños, más con el corazón que con la cabeza. Allí cito ese poema maravilloso de William Blake: "To see a world in a grain of sand and a heaven in a wild flower" ("Para ver un mundo en un grano de arena / y el cielo en una flor silvestre / abarca el infinito en la palma de la mano / y la Eternidad en una hora") que leo a mis alumnos todos los años en mi primera clase. Creo que resume muy bien mis ideas y mis intenciones docentes. Ser arquitecto es eso, ver un mundo en un grano de arena". (Alberto Campo Baeza, La sobriedad es imprescindible para ser feliz, entrevista de Mercedes Arconada para Book Style).  


   "Arquitectura para los que buscan el conocimiento es el título de un aforismo incluido por Friedrich Nietzsche en La Gaya Ciencia (1882). Desde que era estudiante en la ETSAM de Madrid ha sido como un mantra para mí, siendo citado en la mayoría de mis libros y siendo utilizado en muchos proyectos de mi estudio. Sus palabras resumen gran parte de lo que he perseguido como arquitecto, educador y ensayista (...): "Llegará un día -muy pronto quizás- en el que se reconozca lo que les falta a nuestras ciudades: lugares silenciosos, vastos, espaciosos, para la meditación; lugares con largas galerías acristaladas para los días de lluvia y sol, a los cuales no llegue el ruido de los coches ni el pregón de los mercaderes, y donde una etiqueta más sutil hasta prohibiría al sacerdote orar en voz alta: edificios y construcciones que en su conjunto expresaran lo que tiene de sublime la meditación y el alejamiento del mundo. Pasaron los tiempos en que tuvo la Iglesia el monopolio de la reflexión, en que la vita contemplativa era siempre ante todo vita religiosa. Todo lo que la iglesia ha edificado expresa este pensamiento y yo no veo que puedan bastarnos sus construcciones, aunque se las sustraiga de su finalidad religiosa. Estas construcciones hablan de un lenguaje demasiado patético y demasiado estrecho como para que nosotros, impíos, podamos meditar allí. Queremos traducirnos a nosotros mismos en piedras y plantas, queremos pasearnos por nosotros mismos cuando circulemos por esas galerías y esos jardines". (Iñaki Ábalos en la Walter Gropius Lecture, conferencia que tradicionalmente se imparte al abandonar el cargo de jefe del departamento de arquitectura del Graduate School of Design de Harvard).


   "La horizontalidad se manifiesta por la negación total y sistemática de cualquier ordenamiento vertical. Crea una imagen no ya de ligereza sino de indiferencia gravitatoria, responsable junto con la luz y la simetría horizontal de ese efecto emocional contradictorio que produce moverse en el Pabellón de Barcelona. Efecto de hallarse en un templo, en un lugar de reconocimiento, pero también de convicción de que tal templo no celebra divinidad alguna sino exclusivamente el advenimiento del hombre como protagonista, como actor, como sujeto. Algo que Nieztsche había sabido enunciar, pero que sólo Mies supo materializar". (Iñaki Ábalos, La buena vida. Visita guiada a las casas de la modernidad).

 
    La cuarta cita zen es musical, de Jóhann Jóhannsson: Flight From The City. (Y aquí podríamos acabar esta entrada y qué bien quedaríamos, pero  siempre va más allá en ese insolente petardeo metaarquitectónico que es nuestro valor añadido. En fin. Queríamos unirnos al debate al hilo del primer tráiler de Blade Runner 2049, continuación de la mítica película de Ridley Scott, y decir que nos parece un desatino que no sea Vangelis el que haga su banda sonora. En su lugar, Jóhann Jóhannsson (sí, el del clip que te acabo de enlazar) es el que la va a componer (ojo, la música del tráiler, réplica de la banda sonora original, no es suya). El músico islandés es un potente creador de texturas inquietantes que sin duda se ajustarán bien a no pocos momentos de la película, pero el problema, en mi opinión, es que carece de más registros. Tras quince minutos escuchando su última creación, la banda sonora de La llegada  (del mismo director por cierto que va a dirigir la secuela -¿necesaria?- de Blade Runner, Denis Villeneuve), acabas rayado y congelado a partes iguales. Vangelis, hasta cuando se pone minimalista (en el mismo Blade Runner blues  que acompaña los momentos en los que el desarbolado policía, en su lúgubre apartamento, se adivina replicante), sabe impregnar su música de un calor y unos sentimientos que no veo en el músico islandés. Y no digamos ya cuando se pone tierno y acompaña el antinatural enamoramiento de la replicante Rachael y su verdugo, Harrison Ford (reaparecido en la secuela) con el magnífico Love Theme. En fin, en buena se ha metido Jóhann. Le deseamos de todo corazón lo mejor porque lo tiene crudo. En octubre en cines).






domingo, 18 de diciembre de 2016

La perfección de la esfera

El pabellón resucitado de Mies
"Cuando escribo o rehago una historia me preocupa mucho la estructura, qué sobra, qué falta, cómo de pronto una palabra puede destruir toda la magia de una situación. Además, hay un conocimiento al servicio de lo narrado, pero jamás una racionalidad pura; siempre hay esa especie de intuición que va guiándote a la hora de corregir. En una novela, como en un edificio, nada debería sobrar y nada debería faltar: eso da la idea de la perfección que tiene la obra de arte lograda, sea novela, sea un poema, sea un cuadro, sea una casa. (...) 



Ya sea una novela o una pintura, lo fundamental para una obra creativa es cumplir aquello que promete. Si una novela propone contar una historia, lo fundamental es contribuir a esto de la manera más vívida, persuasiva y bella posible. (...) La arquitectura tiene un rol, un edificio posee una función concreta que cumplir. Si además produce una sensación estética, es aún mejor. Eso ocurre en una novela, puede contar una historia de una manera maravillosamente persuasiva y, simultáneamente, ser un objeto que en sí mismo genera una sensación de placer por su coherencia, por su perfección, por la belleza de su lenguaje. 


Cuando lo prometido se convierte en un mero pretexto para la exhibición formal, esa obra fracasa, por más espectacular y llamativa que sea y nos deslumbre. Un ejemplo literario explícito al respecto es la obra más ambiciosa de la literatura moderna: Ulises. Allí Joyce consigue contar una historia de manera absolutamente novedosa, integra tantos niveles de realidad que como ninguna novela antes lo había conseguido. Al mismo tiempo, muestra una nueva utilería inventada por él para narrar una de esa manera tan integral, compleja y diversa. Después, Joyce escribe Finnegans Wake, y fracasa. El exhibicionismo es extraordinario, pero la historia que prometía desaparece, queda totalmente desintegrada ante esa especie de fuego de artificio, por momentos deslumbrante, y al final, completamente vacía, hueca, vana.


Lo sucedido con Finnegans Wake pasa con muchas obras de arte contemporáneas, y desde luego, con obras de grandes arquitectos, algunos con un enorme prestigio. Al estar tan enamorados de su extraordinario talento olvidan la razón de ser de aquellas obras. Un creador tiene un límite, cuando empieza a "rizar el rizo", de alguna manera, traiciona algo que está en el centro mismo de su vocación: ser respetuoso con su oficio. En el caso de la Literatura, uno descubre al final que lo más difícil es contar una historia de manera persuasiva, con esa perfección de la esfera en que nada falta y nada sobra. Esa historia nos ha hecho vivir otra vida, nos ha sacado del mundo y nos ha llevado a otro; luego, regresamos a este mundo y sentimos que estamos enriquecidos por aquello que hemos vivido. Tal vez, la historia ha sido extremadamente sencilla, pero contada de tal manera que ha mejorado nuestra vida".



(Cita de Mario Vargas Llosa, El espacio, la ciudad y el paisaje en la obra de Mario Vargas Llosa, coloquio con el escritor en la Pontificia Universidad Católica del Perú recogido en Mario Vargas Llosa, ciudad, arquitectura y paisaje de Víctor Mejía ed.).

Menos es más, pero sólo si es de Mies



domingo, 11 de diciembre de 2016

Reliquias arquitectónicas



Hoy te traigo una reliquia de hace casi 90 años. Seguro que sabes lo que es.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Juego de tronos (2)


Más contendientes para el Salón de Reinos del Prado, echemos un vistazo a sus propuestas:


-Cruz y Ortiz, en su propuesta de nombre Octubre, plantean una actuación similar a la de Foster y OMA en cuanto al volumen (recordemos que es un añadido posterior) de la fachada sur, esto es, eliminarlo y en su lugar colocar un atrio que dé entrada al museo. La única diferencia aquí es que en lugar de dejar un espacio diáfano, los andaluces lo dividen en dos plantas, una especie de semisótano (que recuerda a la intervención subterránea -o más bien subacuática- que tuvieron que hacer en el Rijksmuseum) por donde se entra al recinto y una planta superior de mayor altura que da acceso a la zona "noble" del edificio, ambos en el estilo sobrio y elegante (pero más bien frío) que caracteriza al estudio.
Como fachada interior, ni el regreso al XVII que propone Foster ni la modernidad radical de OMA (por cierto que en los paneles de la exposición del Claustro del Prado no consta que el proyecto del holandés, Historia en movimiento, se haya realizado en colaboración con Linazasoro), sino que se mantiene el estilo de la fachada actual. Desde el exterior el atrio (que se iguala en altura con el tejado, desparece por tanto la terraza) tiene una curiosa forma de celosía o enorme rejilla que también podría recordar a las enormes lámparas (las jaulas metafísicas en palabras de Moneo) que cuelgan de los patios interiores del Rijks. La gran pega de esta actuación es que se elimina la tercera planta sobre el Salón de Reinos con lo que el espacio expositivo queda muy mermado. De hecho los arquitectos -evidenciando así dicha carencia-  proponen en una especie de plan B levantar dicha tercera planta si fuera necesario.




-Vamos con Nieto y Sobejano, también en solitario, que dan a su propuesta el intrigante nombre de 190613. Los madrileños crean un nuevo espacio -como casi todos los demás- en el volumen adosado a la fachada sur, pero en lugar de convertirlo en un atrio introducen en él dos plantas con salas de exposiciones. Mantienen a su vez la tercera planta original del edificio principal, por lo que aquí vamos bien surtidos de espacio.
Desde las nuevas salas, abiertas hacia el interior, podemos ver el Salón de Reinos a través de un patio de luces, y si miramos hacia abajo, la planta de acceso, creándose un conseguido juego visual que quizá sea lo más destacable del interior. La fachada sur resulta cuando menos extraña. Las nuevas salas quedan clausuradas hacia la calle con un hermético cierre de aluminio (solo interrumpido por un ventanal justo sobre la estatua de la reina María Cristina y una abertura en forma de tríptico en un extremo) que desde la calle da un aspecto de contenedor de carga que dialoga mal con el resto del edificio.






-Arcadia es el nombre del proyecto de la UTE formada por Gluckman Tang, Álvarez Sala (coautores junto a Carlos Rubio, que ha trabajado aquí con Foster, de la torre PwC) y Enguita y Lasso de la Vega. De nuevo un cuerpo extraño es lo que nos proponen para la fachada sur, en este caso traslúcido, con el que envuelven el consabido atrio sobre el que sitúan una generosa terraza mirador (proponen dos más en los extremos del edificio). Esta encomiable voluntad de volcar el edificio al exterior junto al envoltorio cristalino recuerda al Whitney de Piano, lástima que no estemos en el Meatpacking district.





-Souto de Moura junto a Juan Miguel Hernández León y Carlos de Riaño Lozano (conocido por rehabilitar el cuartel de Conde Duque) firman la propuesta de nombre Philippus Rex, la más minimalista con diferencia, que más que añadir sustrae. Aquí no hay ni atrio ni terrazas, la fachada sur queda liberada y se le da una terminación que recuerda demasiado al Conde Duque. Sobre gustos no hay nada escrito, pero no parece casar bien con el resto del edificio. La entrada se aloja en un zócalo en esa misma fachada que parece de hormigón (único añadido al edificio que la propuesta sugiere). Se elimina la tercera planta sobre el salón de reinos y el espacio se recupera creando un sótano, algo que puede resultar problemático teniendo en cuenta lo delicado del subsuelo. Quizá lo más acertado de la propuesta sea el reordenamiento del espacio público que rodea al edificio.






-Pasamos de la sustracción a la adición a lo bruto. Hablamos del proyecto de lema bíblico Noli me Tangere a cargo de Garcés de Seta Bonet Arquitectes (impresionantes sus descarnadas estaciones de metro en Barcelona, aquí no aplican el concepto) y Pedro Feduchi Canosa (autores de las zonas de descanso del ayuntamiento madrileño). Su intención de replicar el salón de reinos con otra sala de igual altura en la planta superior les ha obligado a sobredimensionar el edificio. La vista de la fachada sur queda muy cargada: se mantiene la preexistente y se continúa por encima con un cerramiento que protege el atrio. Por dentro una profusión de escaleras (algunas de ellas mecánicas) quizá lo acercan más a un centro comercial que a un museo.






-Llegamos al fin a la propuesta de Chipperfield, de nuevo con nombre en clave (1204SDR), que ha presentado junto al conocido estudio b270 (juntos han trabajado también en la Ciudad de la Justicia de Barcelona y en el Veles e Vents valenciano; por cierto que el estudio de Fermín Vázquez ha colaborado también con Nouvel en la ampliación del Reina Sofía). Yo diría que en el exterior da en el clavo, la nueva fachada del atrio-entrada tiene una belleza atemporal  que le permite combinar a la perfección con el resto del edificio, ofreciendo una vista espléndida desde el interior a través de unos enormes ventanales. Al tejado en mansarda original se le da una terminación moderna que también sienta muy bien al edificio. La cosa cambia al entrar. El nuevo volumen está dividido en dos plantas (entrada y acceso al edificio "noble", como Cruz y Ortiz) por lo que la sensación al acceder es la de un espacio angosto; además, al no llegar hasta el techo del edificio principal, en la segunda planta sigue sin ofrecer la espectacularidad que sí tienen los atrios de Foster u OMA. Por otra parte Chipperfield aparentemente no dota de terraza al atrio (no veo barandilla), por lo que se pierde una oportunidad de aprovechar ese espacio muerto para abrirlo al público (como sí hace la propuesta Arcadia, por ejemplo). Igual es porque la gente pululando por ahí rompería el dichoso ethos minimalista que quiere imprimir el inglés en todas sus obras.

Por lo demás, mantiene la tercera planta sobre el salón de reinos (al que dedica especial atención proponiendo la recuperación de las obras -como Las lanzas de Velázquez- que originariamente colgaban allí), donde coloca otra sala de exposiciones que llama la atención por sus cerchas al aire. Da la sensación de que no se da ningún tipo de tratamiento especial al techo, y nos preguntamos si Chipperfield es consciente del clima madrileño en verano (muy distinto del gallego que ya sabemos sí conoce bien).



Conclusión, ¿es la propuesta de Foster la mejor? A ver, como comprenderás mi opinión vale lo que vale, pero ya puestos, al lío. Lo que me parece evidente es que el de Manchester se lo ha trabajado como nadie. Suponemos que tenía ganas de quitarse la espina clavada cuando aquel confuso concurso para la ampliación del Prado en los tiempos de Esperanza Aguirre, y no podemos olvidar sus estrechos vínculos con España. Traza Oculta lo tiene todo, y más. Un atrio espectacular (bien podría llamarse un salón del pueblo) que reproduce la misma vocación teatral que el salón de reinos a base de balcones y balconadas que nos permitirán ver y dejarnos ver, ideal en estos tiempos tan narcisistas; una fachada interior que quiere igualmente rescatar el estilo del siglo en que el edificio original fue levantado (con un celo por recuperar la memoria, el famoso espíritu del lugar, que no demuestra ninguno de sus contendientes); y encima, un poco más arriba, pasamos de sopetón cuatro siglos para entrar en una sala de exposiciones (la más grande de todas las propuestas al utilizar toda la planta del edificio tras eliminar la terraza sobre el volumen de la fachada sur) que promete incorporar la tecnología más avanzada: vigas Vierendeel para que no haga falta situar ni una sola columna, un sistema de iluminación para permitir un sinnúmero de combinaciones lumínicas, un techo (este sí, inteligente) que incorporará células solares y que también regulará la luz natural, la posibilidad de abrir la sala a las vistas sobre el Casón y alrededores, en fin, el sueño húmedo de todo comisario. Eso sí, semejante despliegue espacio-temporal que consigue la cuadratura del círculo uniendo Zeitgeist y genius loci tiene el precio de una sobrecarga narrativa (vaya, tengo el día pedante) especialmente en el tuneado exterior, que puede resultar cacofónico a más de uno (fachada abierta, fachada interior del s.XVII con rancios enrejados, visera high-tech...). Pero me da que se nos olvidará nada más entrar.