martes, 30 de junio de 2020

Escenografías de urgencia





Vuelvo a retomar el blog tras el empacho telemático. La foto que abre la entrada, y que proponemos como símbolo de este trimestre extremo, es la intervención que el estudio unparelld' arquitectes han creado para un vacío urbano generado por la demolición de una casa en Olot. Su intención ha sido suturar la herida con una "estructura inacabada y apropiable" abierta a la imaginación de los ciudadanos. Finalista de los premios FAD, Rowan Moore, el crítico de The Observer, la incluyó como una de las diez construcciones más destacables del año en el mundo. Acaso valoración desmedida, la opinión del inglés podría estar inducida por las semanas interminables de encierro en la que hemos aprendido a valorar, como tantas otras cosas que éramos incapaces de ver, algo tan simple como un espacio abierto para la reunión con nuestros vecinos (como dijo alguien, éramos felices y no lo sabíamos). El estudio, que tiene su oficina en la misma ciudad de Olot, habla de una "escenografía de urgencia", término que también podríamos utilizar como lema de lo que han sido estos recios días de confinamiento en los que todos hemos tenido que improvisar de un día para otro cómo gestionar nuestras vidas, nuestras familias, nuestros trabajos en condiciones anómalas e inéditas. 

Comentábamos en la pasada entrada que una de las ventajas de esta reclusión forzosa ha sido disfrutar de nuestros artistas favoritos, que a menudo compartían y explicaban sus trabajos online. En esa misma línea podríamos decir que hemos podido ver a no pocos arquitectos hablar de la disciplina en videoconferencias, quizá la más popular de entre esas escenografías de urgencia provocadas por la pandemia, que se han grabado y subido a diferentes plataformas. Imperfectas (qué difícil sincronizar una conversación sin atropellarse unos a otros), cómicas (esa imagen que se queda congelada justo en el peor rictus), limitadas (servirán para la gestión pero no creo yo que fomenten la creatividad o el verdadero trabajo en equipo) cuando no imposibles (¿a que pensabas que tu conexión wifi era aceptable o incluso buena? Iluso), lo cierto es que nos han permitido seguir conectados a nuestras profesiones (y familias). Las videoconferencias también nos permiten entrar en las casas u oficinas de otros y observar sus entornos, lo cual a veces nos da interesantes pistas de nuestros interlocutores virtuales.

En una de dichas videoconferencias Luis Fernández-Galiano, en charla auspiciada por Cosentino sobre el futuro tras la pandemia junto al periodista Andrés Rodríguez, nos recordaba aquella maldición china que reza: "Ojalá vivas tiempos interesantes" (el aburrimiento está infravalorado) y, al contrario que algunos pensadores estrella, sostenía que cuando todo esto pase poco cambiará. Ahora todos valoramos estar recluidos en casas bucólicas alejadas de entornos urbanos, pero la ciudad dispersa es un desastre desde el punto de vista medioambiental (el verdadero "dinosaurio" que nos espera cuando la enfermedad remita) y la urbe compacta -convenientemente mejorada- es nuestro futuro. Desgranaba todo esto el one de la crítica arquitectónica en lengua española apostado ante una librería que se alzaba en inexorable verticalidad y en la que los libros parecían estar ordenados con escuadra y cartabón. Aquí tienes el link a la charla.  

Rem Koolhaas también ha participado en una videocharla similar estos días, junto a su socio David Gianotten y el arquitecto indio Bijoy Jain (merecedor de dos monografías nada menos en El Croquis), organizada en el marco del Virtual Design Festival de Dezeen. La web de diseño y arquitectura tuvo la feliz idea de reunir a los arquitectos responsables de los Mpavilion que cada año se levantan en los jardines de la Reina Victoria de Melbourne en una iniciativa similar a los pabellones de la Serpentine Gallery en Londres (con la particularidad de que en Australia los pabellones son reubicados en diferentes localizaciones tras ser expuestos en el parque). Koolhaas y Gianotten, responsables del pabellón de 2017 charlan en la referida videoconferencia con Jain, autor del pabellón del año anterior. Koolhaas, frente a sus compañeros de charla que elegían fondos neutros, se rodea de una cuidada escenografía como no podía ser de otra manera en el antiguo cineasta. El holandés asistía a la reunión virtual sentado a una enorme mesa blanca que parecía proyectarse en horizontal hacia el infinito (en realidad una pared con crípticas grafías), acaso haciendo referencia a aquel manifiesto setentero suyo de título Exodus, or the Voluntary Prisoners of Architecture, en el que los ciudadanos se confinaban voluntariamente en una alargada franja aislada por muros, o al coetáneo Monumento Continuo de Superstudio, una interminable y descomunal malla ortogonal que otorga una asfixiante homogeneidad al territorio sobre la que se instala ("Toda la historia está tras el caos y la arquitectura. Nuestra historia es justo una parábola de formalización, es a la vez una historia de desiertos naturales y artificiales, desiertos donde se posan nubes o donde nacen nubes que después generan apariciones geométricas alargadas..."), ambos llevando a sus últimas consecuencias los postulados del ya agonizante Movimiento Moderno y convirtiendo a Mies y Le Corbusier en pasto de la contracultura pop. Koolhaas nos comenta en sus intervenciones el hecho de que la pandemia, al resultar un fenómeno global, ha obligado a todo el mundo a enfrentarse al mismo problema, relegando otras cuestiones más locales a un segundo plano (y sin embargo, esa globalización del miedo va quizá a conducir paradójicamente a un nuevo mundo en el que el Estado-nación decimonónico va a acabar imponiéndose a las estructuras supranacionales que por otra parte ya andaban muy tocadas). A Rem también le llama la atención las ingentes cantidades de dinero que los gobernantes han conseguido reunir para hacer frente a la enfermedad, y lo compara con la pertinaz renuencia a aportar fondos para luchar contra el cambio climático, que, al igual que Fernández-Galiano, percibe como un problema mucho más acuciante. También coincide con el director de Arquitectura Viva en mostrar su escepticismo con la idea tan de moda ahora de que la pandemia va a cambiar el mundo y a nosotros de un día para otro. Por cierto, cuando Jain comenta que su pabellón fue reubicado en el zoo de Melbourne, Rem no puede evitar una sonrisa maliciosa (el suyo fue trasladado a la universidad)... Tienes la charla aquí

Resulta que la siguiente videoconferencia del ciclo era entre Gianotten, ya sin Koolhaas, y nuestra Carme Pinós, responsable del pabellón que lució en los jardines de la reina Victoria el siguiente año (y en nuestra opinión de aficionado el mejor de todos). La autora, junto con Miralles, del mítico cementerio de Igualada y ya en solitario del magnífico paseo marítimo de Torrevieja o el Caixafórum de Zaragoza, por no mencionar sus originales torres mexicanas, levanta una construcción donde la celosía toma protagonismo junto a sus habituales líneas quebradas (para el pabellón dice haberse inspirado en Balenciaga). Frente a un fondo de librería clásica donde los libros se almacenan de manera más bien caótica, contrastando con el rigor cartesiano de don Luis y Rem, Pinós libra una lucha titánica con su agónico inglés, circunstancia que no le arredra lo más mínimo (lo que dice mucho a su favor), de hecho lanza un par de ideas realmente interesantes. Dice gustarle las videoconferencias, que le parecen democráticas al ocupar todos, desde el más importante hasta el último mono, un cuadradito de iguales dimensiones en la pantalla (a mí lo de que el anfitrión pueda silenciar con un click a todos los intervinientes me da que pensar). Comenta que los arquitectos (especialmente los de los grandes estudios), han dejado de preocuparse por la vocación de servicio propia de la disciplina para entrar en una descarnada competición por ganar concursos, convirtiéndose en "cómplices del mercado", y denuncia la que llama "cultura de los números": una exposición por ejemplo ya sólo se juzga por el número de visitantes que ha tenido, en una versión cultural del consumismo. Daniel Innnerarity previene también contra los números en Política para perplejos: "Cuando no entendemos la sociedad, la medimos. (...)  La cuantificación, es decir, la transformación de los fenómenos sociales en el lenguaje de los números, consigue muchas veces sustraerse de la obligación de justificarse y se inmuniza así frente a la crítica. Apenas se les pide una justificación a los algoritmos; su carácter técnico permite ocultar los presupuestos tácitos de su elaboración, las selecciones que se han preferido y las alternativas que han sido excluidas. (...) Las estadísiticas presumen de reflejar una realidad objetiva, pero son construcciones selectivas que en parte producen esa realidad" (y menciona el statactivism, un activismo crítico frente a las estadísticas). Volviendo a Pinós, la arquitecta se queja también de la masificación a todos los niveles, por ejemplo en los viajes, criticando los vuelos low cost, argumento que de nuevo nos ha recordado un reciente comentario lapidario de Óscar Tusquets: "El low cost de la aviación ha hecho un daño urbanístico universal. Si una secretaria no puede ir a las Seychelles no pasa nada". Acabáramos. Es cierto que a menudo viajamos al extranjero sin conocer maravillas que tenemos mucho más cerca, pero la boutade de gauche caviar se la podía haber ahorrado. Preferimos el mucho más elegante y lírico "la belleza del mundo puede hallarse en un grano de arena" con el que Fernández-Galiano, evocando quizá a William Blake, culminaba un artículo de título Viaje con nosotros sobre el mismo tema. De todas formas está claro, en el planteamiento que hace Pinós, que esa necesidad continua de "huir de nosotros mismos" no dice nada bueno de nuestro estilo de vida. Quizá el confinamiento nos haya ayudado a reflexionar sobre esto. De nuevo te doy el enlace a la conversación por si te interesa. 

La última videoconferencia (pero no menos interesante) que vamos a mencionar fue organizada por el activo blog de Stepien y Barno y participaban diferentes blogueros arquitectónicos de éxito, entre ellos José Ramón Hernández Correa, autor del blog "¿Arquitectamos Locos?" y sufrido arquitecto de a pie. Su perspectiva, a menudo alejada de las alturas y el estrellato, pero con la veteranía que le dan sus 60 años recién cumplidos, pone la disciplina en su sitio con un análisis realista (aunque a veces surrealista) de la profesión expresado con un lenguaje fácil pero primoroso. En esta videoconferencia le vemos en la habitación de su hijo para cachondeo de sus interlocutores y peleándose con un flexo que se fue a apagar justo en el momento en que empezaba su intervención. Recuerdo que me gustó especialmente su defensa del arquitecto normal y corriente, lo que no implica que no luche por la excelencia en su profesión, pero que se aleja de heroísmos que a veces rozan el absurdo. Estos comentarios me han recordado una entrevista que estos días daban Cruz y Ortiz (los arquitectos del Wanda Metropolitano madrileño y la renovación del Rijksmuseum) para El diario de Sevilla  en la que decían desconfiar de la figura del arquitecto artista y preferir al profesional gris pero quizá más exacto, resaltando que una cosa positiva que había traído la pandemia había sido la reivindicación del científico:  "A nosotros nos gusta poco hablar de arte. Preferimos definirnos puramente como arquitectos. Una de las pocas cosas buenas del coronavirus es que el arte ha pasado a segundo plano y la ciencia ha adquirido importancia. Hay demasiados artistas, todo el mundo quiere serlo". Pero qué haríamos sin ellos...

Despedimos ya esta entrada, deseándote que la Nueva Normalidad te sea lo menos anormal posible y desescales con regocijo y tiento.