viernes, 26 de junio de 2015

Tráfagos



"La Nave Neomudéjar, actual Centro de Artes de Vanguardia de Madrid, dependía en jerga ferroviaria del Servicio de Explotación o Movimiento y se denominaba como Taller de pequeño material y telégrafo. Estos eran talleres con humildes instalaciones y un número muy reducido de empleados (asalariados temporales), que fueron los que iniciaron en 1885 la primera revuelta sindical ferroviaria por las diferencias salariales y la precariedad con el resto de empleados con contratos fijos. 
En estos talleres se reparaban y construían grúas, básculas, cajas de fondos, muebles, lonas, farolillos y demás pequeños accesorios. Al ser tan variado el material a realizar, el taller se subdividía en minúsculas secciones: taller de carpintería, básculas, hojalatería, fragua, pintura, cerrajería, lonas, tapicería, electricidad y telégrafo (donde se reparaban además relojes, aparatos telegráficos y teléfonos) que hemos querido conservar con su nombre original, así como el propio La Neomudéjar, que es como los operarios se referían de manera coloquial al edificio, del estilo arquitectónico que le representa. 
Este edificio simboliza un patrimonio arqueológico de la llamada Revolución Industrial de los siglos XVIII/XIX y es el único resto de un enorme entramado de talleres y naves que han ido desapareciendo según crecía el complejo de Atocha. La Neomudéjar es la representación de un mundo, el ferroviario, que ha hecho tanto por esta ciudad y su modernización, siempre a la vanguardia de la arquitectura y los avances tecnológicos. 
Su estructura incorpora las técnicas más novedosas de su época de construcción en hierro, como la cercha o cuchillo "diente de sierra" del sistema Polonceau y otras novedades como el sistema de Dion, tomado de la Exposición Universal de París de 1878. La arquitectura de este edificio y su testimonio es símbolo mudo de casi siglo y medio de la 3ª línea de ferrocarril española y un pedazo de la historia de esta ciudad". (La Neomudéjar, nº7)

"Tráfagos, fuerzas urbanas,
trajín de hierro y fragores,
veloz, acerado hipogrifo,
rosales eléctricos, flores
miliunanochescas, pompas
babilónicas, timbres, trompas,
paso de ruedas y yuntas,
voz de domésticos pianos,
hondos rumores humanos,
clamor de voces conjuntas,
pregón, llamada, todo vibra,
pulsación de una tensa fibra,
sensación de un foco vital,
como el latir del corazón
o como la respiración
del pecho de la capital".
(Rubén Darío, Canto a la Argentina).

"Una ciudad viva no es limpísima ni higiénica; es un abanico de posibilidades desarreglado pero lleno de vitalidad". (Deyan Sudjic, B de Bauhaus)

domingo, 21 de junio de 2015

Palabras sueltas


Hoy te voy a llevar de paseo arquitectónico por una calle madrileña breve pero de rancio abolengo, la del Monte Esquinza. ¿Que a santo de qué? Ya te explicaré, no me seas ansioso. Tú déjate llevar, relájate y disfruta.

La  nueva Audencia (pero ¿no le han añadido alturas?)
Accedemos a la calle en cuestión desde la calle Génova, que te sonará porque en ella se encuentra la sede del PP, edificio que goza de una famosa y robusta marquesina a la que (ciertamente en otros tiempos) se encaramaba la cúpula del partido a celebrar éxitos electorales. Un poco más abajo de dicha sede, justo en frente de la Audiencia Nacional, que descubro ha sido felizmente actualizada (el antiguo edificio tenía un aire a fatigado hotel playero que echaba para atrás) arranca Monte Esquinza, con un edificio galáctico que dialoga a palos con los palaciegos bloques de viviendas de nuestra recoleta calle, en cuyas fachadas no será raro ver inscripciones con el nombre del arquitecto que los levantó y el año de su construcción, señal indiscutible de que estamos en una calle con una marcada vocación de excelencia arquitectónica.

El bloque de Cantalauva


Nada más adentrarse en la calle llama la atención un magnífico bloque de viviendas que me recuerda al Palacio de Comunicaciones (hoy ayuntamiento) de Antonio Palacios, aunque se trata, según se puede leer en la fachada, de una obra de un tal "T. Cantalauva, arquitecto". Gugleo y descubro que la T. es de Tomás, y que al edificio en cuestión (de 1912) se le conoce por el nombre de su primera propietaria, Enriqueta Sánchez-Rueda. Como curiosidad, te diré que en el periódico La Monarquía del 1 de abril de 1911 aparece consignado don Tomás, con despacho en Lista 29, en un directorio de arquitectos. Y en una publicación especializada de la época (El Eco de la Construcción) se hace referencia al edificio, destacando como gran avance que incorporará un sistema de cableado que hará posible la comunicación entre la portería y los pisos. Por lo demás la huella digital del arquitecto no parece muy marcada. Pero sigamos adelante.
Presunta plaza de toros británica


Avanzamos por la calle y nos encontramos con un extraño edificio que hace raya con el resto de los envarados paralelepípedos de la zona. Se trata de un enorme cilindro  que duerme el sueño de los justos (aunque volvió inusitadamente a la vida hace dos años como sede de Casa Decor) y fue de 1966 a 2009 nada menos que embajada británica, hoy alojada en una de las Cuatro Torres de la Castellana. Los arquitectos, el británico W.S. Bryant y el madrileño Luis Blanco-Soler (el arquitecto de El Corte Inglés) dijeron inspirarse en un coso taurino, de ahí su forma (a saber). La ficha del RIBA, menos imaginativa que todo eso, cataloga al edificio como brutalista y punto. Su dueño es en la actualidad un empresario vasco que lo compró a los ingleses por 50 millones de euros, veremos qué hace con él. Sigo caminando y me encuentro inesperadamente con un viejo amigo, el Goethe Institut, y mira tú por dónde este paseo deviene safari sentimental, pues en este sobrio edificio estudié alemán unos cuantos años y en estas calles hice guardias nocturnas sin fin para poder matricularme (la demanda era brutal, casi tanto como para el British Institute, muy cerca de aquí por aquel entonces, que también frecuenté varios cursos). Hablo de los 80 y primeros 90, una ignota época en la que aún no había internet y todo se hacía presencial. Menuda lata.

La "palabra suelta" de Carvajal
Tranquilo, estamos llegando a nuestro objetivo. Tras dos sustos arquitectónicos de juzgado de guardia (un bloque moderno de un terrible color entre fucsia y morado y una piel llena de pústulas y otro que parece querer evocar los hormigones mullidos de Fisac pero que en esta calle no pega ni con cola) nos encontramos con otra sorpresa más, un estilizado edificio de hormigón que pegar, no pega mucho tampoco, pero al menos destaca por su elegancia. Para que veas que voy cogiendo nivel, lo primero en que pensé cuando lo vi fue en Carvajal (parece una versión mini de la torre de Valencia), y efectivamente, cuando me cambié de acera (en sentido literal) a la vuelta del paseo me topé con una de esas gruesas placas de bronce que data el edificio (1966-70), nos da su autor y de paso algunas explicaciones sobre el inmueble, en concreto una cita muy reivindicativa del propio Carvajal que transcribo: "El hormigón que para mí ha sido tan sugerente quiso ofrecer más cosas de las que se suelen hacer con él, más allá de estructuras que se ocultan... Quise decirlo así y ahí está Montesquinza, como palabra suelta, junto a otras palabras sueltas de otros arquitectos porque no demasiadas veces nos dejan decir a los arquitectos las palabras nuevas y distintas". J.C. 

¿La fundación de Foster?
Y por fin, cuando nuestra calle a punto está de morir en la de Jenner, hallamos el destino de nuestro pequeño peregrinaje arquitectónico, que no es otro que el palacete de Saldaña que en su día Norman Foster comprara a Cajamadrid, y que también por cierto alojó una embajada (la de Turquía), aquí ya hablamos de él. Recientemente fue objeto de polémica porque tras rechazar Patrimonio las obras de adecuación para convertirlo en una fundación abierta al público, Foster declaró que renunciaba a hacer dicho proyecto (aquí tratamos el tema), para desesperación de profesionales y aficionados. El caso es que en el último Arquitectura Viva (174), me he quedado de piedra al ver que se da por hecho que la fundación existe en dicho palacete, en una entrevista que con ocasión de los 80 años recién cumplidos del británico conduce Fernández-Galiano (arquitecto de la palabra) precisamente en dicho edificio, del que se ven fotos en las que efectivamente podemos distinguir maquetas de obras significativas y dibujos de proyectos del de Manchester. Quizá la entrevista habría sido aún más interesante (pero también menos elegante) si don Luis hubiera sacado el tema. En todo caso para eso me acerqué a Monte Esquinza, es obvio que no esperaba que Norman y Elena me recibieran con un gin-tonic, pero al menos esperaba ver algún tipo de pista (otra placa más) indicando la existencia de dicha fundación, no es así: no hay señal alguna que nos indique lo que se esconde tras la fachada del palacete. Sí es obvio es que el edificio (tanto por fuera como por dentro) está primorosamente restaurado, confiemos que en un futuro todo esto no quede en palabras sueltas, sino que se pueda visitar y se organicen exposiciones y eventos. Mientras tanto siempre podremos decir que hemos vuelto de nuestro viaje, como en la Ítaca de Kavafis, un poco más sabios.

domingo, 7 de junio de 2015

Zaha en estado puro



"Le dije que pensaba en ello como un Picasso. Hay cuadros que no son solo Picassos, sino Picassos-Picassos. Pedí a Zaha que diseñara un edificio que fuera un Zaha-Zaha. Le gustó la idea", confiesa Eugene Rogan hablando del recién estrenado edificio Investcorp de la Universidad de Oxford. Rogan, director del centro de Oriente Medio de la facultad de Saint Antony al que el Investcorp aporta más espacio para archivo, sala de lectura, salón de actos y oficinas, se muestra arrobado perdido ante la nueva creación de Hadid, que él mismo escogió a dedo (no hubo concurso previo) allá por 2003: "Cada línea significaba algo. Es alucinante. Estoy enamorado de este edificio y no puedo esconderlo", según cuenta a The Independent. Lo compara a Dalí y a una "mancuerna fundida". Otros menos entusiastas hablan de una ballena varada o una trompetilla. Para Hadid es un "puente blando". Y así podríamos seguir todo el día.

El edificio es Zaha en estado puro: culebrea en torno a una centenaria secuoya que la anglo-iraquí quiso salvar (como si necesitara de ese tipo de excusas para levantar sus volúmenes imposibles) y le dota de una cobertura metalizada que refleja los edificios aledaños de piedra, ladrillo y cemento. Aunque pequeño para lo habitual en Hadid (tiene 1.200 m2 y costó unos 15 millones de euros), ha debido tener su significado para la arquitecta, no en vano su difunto hermano Foulath fue miembro de dicha facultad y en los 60 su muy admirado Niemeyer hizo un diseño para un anexo justo en este mismo emplazamiento que nunca llegó a realizarse (Rogan atesora sus planos). Probablemente los 25 lucernarios ovales que Hadid ha dispuesto sobre el lomo de su metálica serpiente estén inspirados en los ojos de buey que el brasileño había pensado para su edificio.

Esto de dar a un starchitect carta blanca, e incluso espolear su ego (como si a Zaha le hiciera falta), tiene sus peligros. Puede acabar saliendo una caricatura penosa, como vimos en el también edificio universitario de Gehry en Sídney. Nos tememos que a Piano le pasó tres cuartos de lo mismo con la Fundación Pathé. Lo que sí está claro es que habrá pocos que acudan a sus trabajos tan motivados como Eugene Rogan. Hay gente con suerte.


Más magníficas fotos del edificio (de Luke Hayes) aquí.