miércoles, 29 de diciembre de 2021

Moriremos mirando (2)

 


Esta foto muestra el espectáculo de luz y sonido navideño que estos días puede verse en San Sebastián, una creación de Sebastián arquitectos con 15 cañones láser que desde la isla de Santa Clara proyectan rayos de luz de diferentes colores sobre la bahía. "Kontxa" lo han llamado. No es la primera vez que el estudio zaragozano diseña luces para Navidad (como muestra te enlazo aquí a Baumhaus, un árbol navideño que en Madrid rindió tributo al centenario de la Bauhaus, y a Estrellas, que lució en el Paseo de la Independencia en Zaragoza), ni son los únicos arquitectos que lo hacen (Teresa Sapey también ha adornado las noches navideñas de Madrid). Mi lado rancio me dice que ya les vale a los ayuntamientos proponer semejante gasto de energía ahora que la luz está por las nubes y nos acecha el gran apagón, pero mi lado positivo me susurra que no me ponga en plan Scrooge y disfrute con la visión de estas lúdicas estructuras luminosas que aportan una bien merecida alegría a nuestras fatigadas ciudades. Volviendo brevemente con Sergio Sebastián, cuya página web, un prodigio de atractivo diseño, es una delicia visitar, decir que aparte de sus luces también se dedican a labores más propiamente arquitectónicas, aquí ya los trajimos someramente para mostrar la intervención que habían realizado en el pueblo abandonado de Ruesta en la orilla aragonesa del embalse de Yesa. Suya es también la adecuación de los pabellones de la expo de Zaragoza para reconvertirlos en ciudad judicial y la curiosa rehabilitación de una casa, también en la capital maña, que han dejado totalmente desprovista de paredes y donde la luz es protagonista, una intervención que nos recuerda a dos lejanas rehabilitaciones niponas: la de Sou Fuimoto en el hotel Shiroiya de Maebashi o a la reciente reforma de la flagship store de Uniqlo en Tokio a cargo de Herzog y de Meuron. En todas ellas las columnas desnudas nos muestran la estructura interna de los edificios y permiten curiosos juegos panópticos. Cerramos ya este párrafo dedicado a Sebastián con un último proyecto, la rehabilitación de una ermita del siglo XII también en Ruesta, edificio moribundo y ultrajado del que se arrancaron en los 60 importantes murales románicos que hoy se exponen en Jaca. En esta actuación, realizada con un lenguaje moderno sin concesiones (restauración crítica la llama Sebastián, al estilo de Linazasoro en Valdemaqueda), podríamos decir con cierta imaginación que finalmente parecen conjugarse la arquitectura grávida y la arquitectura electrónica de luces navideñas. En la noche, innumerables orificios abiertos sobre las paredes permiten que la luz de su interior pugne por salir al exterior en vana competición con las estrellas (obsérvalo aquí). 

Hablando de arquitecturas electrónicas resulta que hay una serie de álbumes homónimos del DJ galés Solarstone (Electronic Architecture), todo un referente del balearic trance, que, oye, podrían haber servido como música de fondo de la instalación lumínica de Sebastián en la Concha, este tema mismamente, de nombre Pale Blue Dothabría creado un ambiente lúdico-festivo sin igual y de paso habría aventado la caspilla que en ocasiones exudan estas bellísimas ciudades con vocación decimonónica. Pero no, el arquitecto aragonés (bilbilitano para más señas) ha elegido a otros arquitectos maños, el jovencísimo Estudio Hábito, para crear la única pieza compuesta específicamente para la ocasión, de nombre Geziak ("flechas" en euskera), ¿querrán hacer referencia al santo mártir que da nombre a la ciudad, quien fue asaeteado por negarse a abjurar de su fe? A saber. Escúchala aquí.  

Volviendo al álbum de Solarstone, a su cubierta en concreto, que muestra varias piezas arquitectónicas como en un juego de construcción, decir que me ha llamado la atención su parecido con la portada del último AV dedicado al estudio Mazzanti. El subtítulo de la monografía (Serio Ludere), como la portada, hace referencia a la voluntad del arquitecto colombiano por crear una arquitectura que rinde tributo a los juegos de bloques que ya en el siglo XIX introdujo el pedagogo alemán Frederich Froebel y tanto influyó an arquitectos de la talla de Le Corbusier o Wright (hace un par de años la fundación March dedicó a este tema una interesante exposición de nombre El juego del arte). Dichos "juegos serios" permiten a Mazzanti crear estructuras modulares reutilizables pero también atraer la mirada del paseante con atractivos diseños que tienen voluntad de erigirse en iconos comunitarios, algo que en zonas deprimidas puede ser clave. Así lo expresa Hugo Mondragón en un artículo para el AV mencionado de título "Arquitecturas para armar": "La experiencia estética de los ciudadanos está marcada hoy por la instantaneidad y la superabundancia. Mazzanti ha comprendido que dotar de una dosis moderada de extravagancia a los edificios públicos es indispensable para seducir a las masas contemporáneas que se ahogan en un océano de imágenes", ofreciéndoles "palacios interactivos" que tienen como referente a Price. Es ahora el propio Mazzanti quien, en otro artículo, nombra al juguetón autor del Fun Palace: "Para Cedric Price 'el motivo de la arquitectura, más que satisfacer el deseo (o la belleza) es alentar a la gente a comportarse, mental y fisicamente, de modos que antes habría creído imposibles'". Obnubilado me tiene la cita. Mazzanti nos regala otras no menos brillantes, selecciono sólo una: "La arquitectura como práctica optimista por naturaleza cumpe un rol importante: imaginar este proyecto común en un futuro inmediato, contra la idea apocalíptica del fin que nos hacen creer cada día más cercano". Te elijo también uno de los proyectos incluídos en la monografía, el colegio de la fundación Pies Descalzos en una deprimida zona de Cartagena de Indias, con voluntad de convertirse en motor de cambio para la zona e hito urbano del que los habitantes puedan sentirse orgullosos. La pirámide truncada que lo corona, realizada mediante una estructura metálica que puede recordar al aviario de Price en el zoo de Londres, crea esa imagen reconocible. Y es que, ya te digo, moriremos mirando (y jugando). 


miércoles, 8 de diciembre de 2021

Moriremos mirando

 


"Una arquitectura sin imagen es hoy la única verosímil para salir del bucle infinito en que nos encontramos. No una arquitectura que prescinda de la imagen, sino una que no nazca desde ella, ni que la emplee como centro o que la fomente. No se trata de rehuir de la necesaria dimensión formal de esta disciplina sino de reformular su origen alejándolo de todo aquello que fomente su consumo o su interpretación. (...) Ante una arquitectura semejante el zombi crítico solo puede dejar escapar por su boca trozos de lengua muerta referidos al autor de la arquitectura y su monserga egotista. Sin embargo la arquitectura sin imagen está libre de personalismos. (...) La arquitectura sin imagen no carece de autor sino que se hace presente como trabajo colectivo... ¿Tiene aún sentido preguntarse por la autoría de la vacuna contra el covid, de un botijo o de un coche de fórmula uno?". Así hablaba hace un par de semanas Santiago de Molina en su blog, en una entrada genial que, haciendo honor a su título (Sin imagen), se nos mostraba huérfana de la foto de rigor que suele acompañar los textos de su bitácora (y los de la mayoría). 

Pues no sé, apaga y vámonos que decía el otro es lo único que nos queda. De colgar los hábitos blogueros me han dado ganas. Con todo a nosotros, que nos privan como al que más las narrativas construidas en su mayoría a partir de las formas arquitectónicas de autor, nos salva un hecho insoslayable: el no ser críticos sino comentaristas domingueros, con lo que el adjetivo zombi puede incluso aumentar un poco nuestro exiguo caché. No obstante el palo y tentetieso que el ascético Molina propina a la crítica seria, tan a menudo también centrada en la imagen y en arquitectos galácticos, es de dimensiones bíblicas. Y es que si comparamos mucha de la crítica arquitectónica actual, que más que crítica es poco más que amable información aséptica libre de aristas, con la que existía por ejemplo en los 90, donde se daba caña con saña, el contundente puñetazo en la mesa tiene sentido. En esta misma línea Herzog señalaba hace poco en un reciente artículo de Rowan Moore que la arquitectura es el arte de los hechos. Y Wainwright, comentando el nuevo "museo" de MVRDV en Róterdam, que asemeja a una ensaladera de Ikea (los arquitectos se habrían inspirado en ella, y van y lo cuentan), habla de "slapstick architecture". Slapstick es un género cinematográfico que hace referencia a las típicas comedias de humor grueso en las que los actores no paraban de darse espectaculares trompazos para regocijo de una poco exigente audiencia.

Cabizbajos pues cual pecadores sin remisión,  seguirá en su línea de creación de insanas chucherías, veremos por cuánto, mayormente porque no damos para más, pero también porque, como decía García-Alix, moriremos mirando (y fabulando). Hoy por ejemplo seguiremos pecando a calzón quitado, y es que le vamos a entrar al recién inaugurado museo Munch en Oslo del madrileño estudioHerreros, que ha recibido atención mediática unánime (acaso la entrada de Molina, y la siguiente, de explícito título El museo agotado. El futuro del  museo responden a esa cansina saturación). Pues más madera. Para empezar, echa un vistazo a este breve video en el que Juan Herreros y su socio Jens Richter te explican el edificio. La camiseta que hoy te traigo de cabecera, de venta en la inevitable tienda del museo, que atestigua la obsesión moderna por la imagen, reproduce la forma más característica del flamante edificio, que se alza 57 metros para culminar encorvado como si anduviera (como nosotros hoy) cabizbajo, o como un hombre o mujer que caminara hacia su crepúsculo. De pronto me ha recordado al tema The Old Man de Øystein Sevåg, músico noruego que gozó de cierto renombre en los 90 cuando compuso vibrantes temas electrónicos como el que te menciono, por si tienes curiosidad te lo enlazo aquíRecientemente en uno de sus últimos álbumes (Space for a Crowded World) lo revisita, reutilizando su magnífica entrada (escúchalo aquí). Pero sigamos fabulando (no sin remordimiento). Acaso el nuevo museo oslense se inclina mostrando sus respetos al lacónico ayuntamiento de la ciudad, una inmensa mole de ladrillo con dos torres, una de 66 metros y otra de 63 acabada en 1950 donde se celebra la entrega de los premios Nóbel: quién sabe si Juan Herreros y su equipo tenían en mente no superar en altura al icono institucional por excelencia de la capital noruega (pero de verdad qué cogido por los pelos, es lo que tiene internet, que lo aguanta todo, hay hasta quien dice que la inclinación hace referencia a esta foto en la que se ve a Munch pintando en un lienzo ladeado... cuando además lo más probable es que Herreros simplemente esté replicando la Torre Woermann en Las Palmas, diseñada junto a Iñaki Ábalos y acabada también en encorvada coda). Por cierto que Wainwright, siempre tan metafórico, no podía dejar de dar su propia versión: ve la inclinación como la joroba de un matón que se cierne, entre amenazante y cómica, sobre el blanco y puro edificio de la Ópera de Snøhetta: el malo de la película, vamos (no parece gustarle mucho: en su aséptica eficiencia le recuerda a un aeropuerto). Sea como fuere sorprende tan decidida verticalidad en un museo, especialmente si lo comparamos con la no menos contundente horizontalidad del mencionado edificio de la Ópera, verticalidad que tiene su sentido práctico, ocupa poco espacio (otorgando espacio para un mundo atestado, por utilizar el título del álbum de Sevag), y simbólico, al "visibilizar lo colectivo" en palabras ahora del propio Herreros para Icon Design: "Es absurdo que Madrid ya no tenga edificios públicos en altura, aparte de los hoteles de lujo. No hay nada equivalente a lo que en su momento supuso construir Correos: visibilizar lo colectivo, una expresión del buen gobierno de la que los ciudadanos se pueden sentir orgullosos". Una matización si se me permite. Cuando subo a tender a la azotea del bloque donde vivo, momento mágico de comunión arquitectónica, me gusta observar un potente slab que se alza, absolutamente desproporcionado, sobre el raso skyline del sur madrileño. Su monumental fachada lisa (que de cerca pierde bastante) refleja las sombras de las nubes y en la noche las diminutas luces de sus habitaciones le confieren un aire extraño, casi sobrecogedor. Se alza 90 metros nada menos, y dicen que sus dos últimas plantas fantasmagóricas están vacías, preparadas para albergar a pacientes aquejados de enfermedades altamente contagiosas. Sí, es el hospital Gómez Ulla, un icono olvidado (no hay manera de encontrar en internet el nombre del arquitecto que lo diseñó) que el año próximo cumplirá cincuenta años. A Mies le encantaría. A Koolhaas seguro que también, aunque el último hospital que ha proyectado es de una horizontalidad tan recalcitrante como los collages para su proyecto experimental Exodus (que presentó el mismo año que se acabó el Gómez Ulla, 1972), quizá porque está pensado para Doha, en su país no creo que pudiera permitirse ese inmenso mat building

Pero volvamos al Munch. Así, sin museo. Como lo quieren sus responsables, que han eliminado la recia palabra que quizá podría echar para atrás al público más juvenil. En esa misma línea han lanzado un desenfadado video promocional y han optado por una identidad gráfica más rompedora a cargo de los ingleses North que la diseñada en un primer momento, donde se incluía la palabra museet, y que replica la inclinación del edificio (las letras se tuercen 20 grados). Es la única nota discordante en un museo que aspira a ser principalmente funcional y eficiente ("no somos como Zaha", señala Herreros en el artículo de Wainwright, "matando comisarios de exposiciones cada día"), abierto al público (el acceso al vestíbulo y mirador es gratuito, al igual que lo es el ayuntamiento) y discreto a pesar de su contundente verticalidad y el reto tipológico que lanza: su piel de alumnio perforado es fácil que se mimetice con las grises brumas nórdicas. ¿Es la arquitectura arte? Obviamente no toda, y la que más importa (la que utilizamos a diario) debería recibir más atención que la más artística y personal. Pero moriremos mirando. De lo que no existe duda es de que hay arte en la crítica, termino con botón de muestra sobre el Munch, claro: "Sobre ese paisaje de sencillez severa se extiende un lienzo de silencios pautados y voces detenidas, una conversación en sordina que dibuja un perfil de atención deferente al interés común y a la complejidad compartida. Y sobre la urdimbre y la trama del lienzo sosegado, recortando su llamada de atención en el perfil urbano, súbitamente escuchamos un grito". (Luis Fernández-Galiano, El silencio del sistema en AV 238).


domingo, 17 de octubre de 2021

Siempre reutilizar

 


Pues hoy por fin hablaremos del Küppersmühle (KPM) a orillas del Rin en Duisburgo, el magnífico museo de Herzog y de Meuron rehabilitado en una intervención que tanto recuerda a la que llevaron a cabo para el Tate Modern. Como en Londres, los suizos han ampliado un espacio fabril que ellos mismos habían reconvertido en museo en 1999 con tres nuevos edificios de potentes paredes cerámicas que apenas se distinguen del original. Y también como en la capital británica, donde en un primer momento la Switch House iba a ir forrada de vidrio, HdM han optado con gran acierto por el ladrillo tras haber presentado un primer proyecto en el que un prisma transparente se asentaba sobre la antigua fábrica en forzada (y no muy afortunada, en mi opinión) pose, pero juzga tú mismo. La novedad que más nos sorprende en su exterior es ese fascinante acantilado cerámico que sirve de nueva tarjeta de presentación del museo y refleja la pulsión matérica de los suizos, al tiempo que otorga al edificio una condición opaca, casi antipática, que también podemos ver en la Switch House (vuelvo a citar a Rowan Moore como ya hicimos en aquella reseña: "En esta y otras obras, a Herzog y De Meuron les gusta presentar un momento protestante de negación previa al placer, de rechazo previo a la acogida, de severidad previa a la generosidad. Es parte de su visión del mundo, diferente de la mayoría de los arquitectos, en la que el deleite y la belleza coexisten con aspectos de la existencia más problemáticos o misteriosos"). El interior, efectivamente, está lleno de placenteras sorpresas, como esa magnífica escalera que culebrea dentro del añadido de base triangular como si un decorado de Dune se tratara y que encaja a la perfección con este prodigioso texto de un experto en escaleras (y tantas otras cosas), Santiago de Molina. Lo cierto es que largo y tendido se podría hablar de las soberbias escaleras del dúo helvético, la próxima vez que vayas al Caixafórum de Madrid en lugar de usar el ascensor sube por ellas, en su pertinaz renuncia al ángulo recto pueden recordar al también suizo Goetheanum de Steiner. Volviendo a Duisburgo, también destacaría el espacio casi metafísico que se crea en el interior de los silos, cruzados por sendos puentes que unen el edificio antiguo con la ampliación y que puede verse a través del techo brutalmente horadado de una sorprendente sala hipóstila con poderosas columnas disímiles, unas de base cuadrada, otras hexagonal. Mejor ves más fotos en la página web del museo

Poco en su exterior podría augurar que el KPM aloja un museo dedicado al arte de posguerra, salvo quizás esas incisiones verticales en sus crudas paredes que, iluminadas en la noche, le aportan un toque moderno, así nos lo describe Arquitectura Viva: "La fachada al río adquiere así el ritmo abstracto de una partitura musical que niega el orden de lo existente al ser iluminada desde el interior cuando anochece". Pero en efecto, dándote una vuelta por la web del museo descubrirás la interesante colección que alberga obras, entre muchos otros, de Kiefer, Baselitz, Canogar, Tàpies, Saura, Soulages o Mathieu. Por si no te suena este último artista (nosotros de arquitectura no sabemos, pero de arte tampoco), te enlazo a un video de 1971 en el que aparece pintando en original performance. A ver si identificas al músico que le acompaña, aquí tienes el impagable documento gráfico. Sí, el señor que luce pelambrera indómita y abundante cacha sin el más mínimo pudor (los 70 eran así) es Vangelis, que en aquellos momentos iniciaba su carrera en solitario aburrido del pop facilón de Aphrodite´s Child. Sus inicios, marcados por la experimentación, le deben mucho a Frederic Rossif, afamado director de documentales francés para el que puso música por ejemplo a un documental sobre el mencionado pintor (Georges Mathieu ou la Fureur d'être), del que el video anterior es un fragmento, aunque el trabajo más conocido del tándem es la serie L´Apocalypse des Animaux sobre el mundo animal; siempre me ha parecido que  su tema central pudo influir en la icónica sintonía de García-Abril para El hombre y la tierra (un par de años posterior). Por cierto, y ya cabo esta disruptiva digresión no sin disculparme por abusar, una vez más, de tu infinita paciencia, la discográfica del griego acaba de sacar por fin a la venta Juno to Jupiter (soberbio), deja que te enlace a otro interesante video en el que se puede ver a la sonda que da nombre al álbum camino del planeta a ritmo de uno de los más originales temas del nuevo trabajo. 50 años de nada separan ambos temas. 

Muchos dirán que el KPM es un señor muermo y preferirán la más pirotécnica rehabilitación que Heatherwick realizó en una fábrica muy similar en Ciudad del Cabo (el Zeitz MOCCA), en la que el inglés desventró con saña unos antiguos silos para crear vertiginosos espacios y, justo al contrario que los suizos, abrió paredes y techos a la luz del exterior (aquí el referente cinematográfico bien podría ser Alien). Tú mismo. Se me ocurre que sería interesante, más allá de insustanciales valoraciones personales, hacer una comparativa objetiva de ambas intervenciones en términos por ejemplo de sostenibilidad. ¿Cuál de las dos actuaciones reutiliza más y mejor el edificio original? ¿Cuál respeta más la energía embebida del edificio antiguo? ¿Cuál aprende más del contenido informativo incorporado al soporte material en palabras de Fernández-Galiano? ¿Cuál será más barata de mantener? Wainwright concluía un reciente artículo para The Guardian sobre el vencedor del Stirling, la biblioteca Town House de Grafton Architects, haciendo un amargo comentario: tanto hablar de la sostenibilidad y la reducción de la huella de carbono y resulta que todos los finalistas eran edificios de nueva creación, empezando por el ganador ("a concerto of concrete"), ninguno se trataba de un edificio rehabilitado, en la línea del lema que proponen Lacaton y Vassal (se acaba de estrenar una exposición sobre su obra en el ICO): "Nunca demoler, eliminar o sustituir, siempre añadir, transformar y reutilizar”. Quién sabe si Foster, presidente del jurado del Stirling de este año, que por cierto diseñó el masterplan de la barriada industrial donde se asienta el KPM, acaso se decantó por el aireado edificio de las arquitectas irlandesas, al que califica de Teatro para la vida, porque le pareció una versión pospandémica de la facultad de Rudolph en Yale que como te decía en la entrada anterior visitó recientemente. Convendrás conmigo que tras tamaña teoría solo nos queda despedirnos raudos hasta una próxima ocasión. 

martes, 12 de octubre de 2021

Buscando el final del arcoíris

 


"También teníamos a Vincent Scully, que daba vida a la historia. Podía coger una película como Los siete magníficos que entonces se proyectaba en un cine cercano y compararla con la película japonesa Los siete samuráis, para a continuación asociarla culturalmente con James Joyce, el horizonte interminable y la manera en que Frank Lloyd Wright ubicaría un edificio. Conectaba entonces todo ello con los griegos y el Partenón para volver a Saarinen y lo que estaba diseñando en su oficina calle abajo, lo hilvanaba todo a la vez". (Norman Foster entrevistado para un artículoNorman Foster: One is always chasing the end of the rainbow, en FT sobre su experiencia como estudiante de posgrado en Yale a principios de los 60. Foster posa en la polémica facultad que construyera Paul Rudolph justo por aquellos años y que ha visitado recientemente para dar una charla a los estudiantes. En el vestíbulo que ves en la foto Foster enseñó a los alumnos diseños que había realizado de ese mismo espacio como práctica para Rudolph).

domingo, 3 de octubre de 2021

Más montañas mágicas

 


Querríamos (para hablar del magnífico Küppersmühle por ejemplo) dejar ya este tema de una santa vez pero es que no dejan de seguir apareciendo curiosos ejemplos de arquitecturas que usan y abusan de analogías orgánicas, así que seguiremos un poco más con ello, qué le vamos a hacer.

Las montañas arquitectónicas sin ir más lejos siguen dando mucho juego. Volvemos a abrir entrada con BIG, que nos propone este clúster de 24 edificios que albergará firmas de moda y tecnología en Portugal. Se emplazará en Matosinhos, localidad de resonancias arquitectónicas (allí nació Siza) en el que ya algunos llaman Silicon Valley luso, y sus formas replican una colina (silueta tan querida por el arquitecto danés) sobre la que rebosarán verdes pastos, te enlazo a un video explicativo de dos minutos. Tenemos también montañas en el nuevo complejo que MVRDV ha diseñado para Burdeos, un denso entramado de bloques que alojan 282 viviendas en torno a un amplio espacio común central, con cierta imaginación podríamos decir que es el Ruedo de Oíza con formas angulosas. Los edificios se retranquean en su parte superior para ganar en ventilación, vistas y exposición a la luz solar, otorgándoles de paso esa original imagen de cordillera urbana. Las cimas van aquí desnudas, pero en el enorme patio central se disponen zonas verdes para evitar que a los vecinos se les vaya la pinza y resilvestren a lo loco como aquel médico chino que montó una montaña en lo alto de uno de los típicos high rises de Beijing (las rocas eran de pega, pero los árboles no). Fotos e historia completa aquí. Montañoso también y muy orgánico (quizá demasiado) es el nuevo edificio que ha surgido en el skyline de Edimburgo, acaso la ciudad más bella del Reino Unido. Su estructura, en forma de zigurat de base circular, ha generado indignación y recochineo sin igual, muchos de hecho lo comparan, no sin razón, al emoji marrón (el primero Oliver Wainwright nada menos en un artículo demoledor). Por cierto que alguien debería alertar a Bezos de que el diseño para la sede de su compañía en Arlington se parece tambien demasiado al emoji en cuestión. Claro que para metáforas epatantes (y orgánicas) la que Arquitectura Viva le dedica al Luma de Gehry en Arlés. Empiezan muy académicos tachando la última ocurrencia del canadiense de "montaña poliédrica" o "drusa pixelada", para acabar comparándola por favor te lo digo a un falo acorazado (tú mismo)Paso palabra. Hablando de formas atávicas (por lo del zigurat, digo) vaya susto que nos hemos llevado con la pirámide neoazteca de treinta metros de altura que a punto ha estado de construirse en Madrid por obra y gracia de Nacho Cano, te enlazo a un blog de bandera donde se explica con claridad meridiana el bizarro affaire, que hoy ando algo apurado de tiempo. También he descubierto con pasmo estos días de mano de otro grande cómo el ser humano ha sido capaz de horadar el desierto australiano y montar un poblado entero bajo tierra con iglesia ortodoxa y todo. Cómo no es Torrijos el que nos lo narra con -también- "claridad apasionante" (le robo el sintagma nominal a Muñoz Molina, quien se lo dedica a Silent Earth de Dave Goulson, no te pierdas la primera frase de la reseña). 

Me voy raudo con cita musical: Get Innocuous (la verdad es que estaría genial que aprendiéramos a serlo cuanto antes), tema de LCD Soundsystem remezclado por los siempre exquisitos Soulwax. 



domingo, 12 de septiembre de 2021

Verde que te quiero verde

 


En la última entrada percibí en remoto que no te quedaba claro el concepto de greenwashing. Como tenemos una acendrada vocación pedagógica quiero hoy comenzar la entrada con un ejemplo palmario que hemos descubierto esta semana con estupor. Como sabes, todas las marcas automovilísticas se están volcando en mostrarnos los esfuerzos titánicos que están realizando para electrificar sus gamas con la mayor rapidez posible. Audi no podía ser menos y ha presentado un concept que nos ha dejado boquiabiertos primero por su soberbio diseño y a continuación por el planteamiento de la propia presentación. El tal modelo, de nombre Audi Grandsphere Concept, que parecería dibujado tanto en su exterior como el interior por John Lautner, exhibe la línea de diseño del futuro A8, buque insignia de la marca. Pero siendo el diseño verdaderamente espectacular, aún nos han sorprendido más las fotos con las que nos han mostrado el modelo. En todas y cada una el coche aparece rodeado por plantas de un verdor seguramente renderizado y, para colmo, la marca propone colocar una maceta (de diseño) con plantita también en el interior del habitáculo, entre los asientos delanteros, obsérvalo en la foto de arriba. Tanto afán resilvestrador acaso oculte la mala conciencia que se agazapa en el voluminoso vano motor: una fiera de 721 caballos que, por muy eléctrico que sea, de ecológico tiene más bien poco (el 2 CV de mi señor padre, con el que hacíamos épicos viajes allende fronteras incluso, tenía 28 caballos). Pero no hay problema, lo mostramos enchufado al poste de recarga (con el precio que cuesta la electricidad cargar semejante trasto debe salir por un buen pico), le damos el toque vegetal y colamos el opulento producto como si fuera sostenible y todo (fotos). Bueno, pues a esto se le llama greenwashing, espero haya quedado ya claro del todo. Jean-Baptiste Lamarck, naturalista francés, ya en 1820 decía: "El ser humano parece empeñado en la destrucción de sus medios de conservación e incluso de su propia especie. Es como si estuviera destinado a exterminarse después de hacer inhabitable el globo”. Lo cita Gilles Clément, activista resilvestrador, en su libro La sabiduría del jardinero, reseñado por Anatxu Zabalbeascoa en un artículo de nombre Morir bajo la riqueza. 

Me dan ganas de dejar la entrada aquí, pero no quiero que te quedes con tan mal sabor de boca. Al cabo, la esperanza debe ser lo último que se pierda. La renaturalización avanza. Recordemos a bote pronto los jardines verticales de Patrick Blanc (como el del Caixafórum de Madrid) o el Bosco Verticale de Stefano Boeri en Milán, dos torres que albergan 800 árboles y que tendrán réplica en otros proyectos del estudio italiano en Holanda, Suiza, Brasil o China. En este sentido los arquitectos paisajistas cobran cada vez más protagonismo, al mismo nivel que los arquitectos, llamémosles así, tradicionales. Uno de los más renombrados es Piet Oudolf, responsable del High Line neoyorquino, pero también (por ejemplo) de la vegetación que adornará The Valley, un complejo urbanístico en Ámsterdam a cargo de MVRDV (los del fallido Marble Arch Mound). En España Oudolf ha diseñado la vegetación del centro artístico que Hauser & Wirth han montado en la Isla del Rey en Menorca y del Museo Chillida-Leku, que volvió a la vida también de mano de Hauser & Wirth. Si aún quieres más verde, date una refrescante vuelta por la web de West 8, el estudio responsable de varias actuaciones en Madrid Río. Y son sólo unos pocos ejemplos. Con ellos, y este bello tema musical muy ad hoc (Memories of Green), nos despedimos hasta la próxima. 


domingo, 5 de septiembre de 2021

Más réplicas aún

 


Pues sí, voy a seguir dándote la brasa (que diría Pedro Torrijos) en torno a las naturalezas replicadas por la arquitectura y la resilvestración, o renaturalización como prefiere llamarla José M. Ezquiaga en la introducción al congreso La ciudad que queremos, el sexto que organiza la fundación Arquitectura y Sociedad como siempre en el Baluarte pamplonica. Ezquiaga va de hecho a presidir el congreso (a celebrarse en unos días) al que por primera vez se podrá asistir en directo vía telemática: ahí te dejo el programa. Como ya empezamos a ver en la anterior edición, la presencia de arquitectos se reduce ya a la mínima expresión, y los que acuden (Anne Lacaton y Dietmar Eberle son los únicos que me suenan) no están, salvo Lacaton, en primera línea mediática precisamente, lo cual no quiere decir ni mucho menos que su aportación no vaya a ser interesante: los mencionados realizan una arquitectura profundamente comprometida con la sostenibilidad y alejada del greenwashing, el lado oscuro del afán resilvestrador. De todas formas uno echa un poco bastante en falta las primeras ediciones, por las que han pasado los arquitectos más punteros del mundo, y los chispeantes debates que se generaban entre ellos. A veces, mal que nos pese, para generar atención hay que dar espectáculo si no queremos pasar sin pena ni gloria, un Bjarke Ingels hablando de la ciudad (Telosa) que va a proyectar partiendo de cero en el desierto norteamericano para 5 millones de personas con financiación del e-tycoon de turno igual habría dado más mordiente al programa. Vale, lo más probable es que quede en nada, pero seguro que el danés enamorado de Barcelona tendría ideas interesantes que aportar. En la foto de hoy te pongo el rénder de rigor de esta ciudad imaginaria, que ante todo se propone como objetivo la sostenibilidad (como no podría ser de otra manera). El que sí asistirá al congreso de Pamplona es el alcalde de Pontevedra, Miguel Anxo Fernández Lores, que no tendrá tanto glamour pero ha transformado la ciudad gallega en un espacio donde el peatón tiene prioridad frente al automóvil (ha peatonalizado 1,3 millones de metros cuadrados y sólo se permite el tráfico rodado en el 25% de la ciudad, más datos aquí). También debemos mencionar la presencia de un Nóbel de la Paz, Mohan Munasingue, quien ya en los 90 acuñó el término sustainomics y hablará del Balanced Inclusive Green Growth (BIGG), aquí le tienes en una TED Talk sobre el tema. No olvidemos tampoco que Ezquiaga, arquitecto y sociólogo, es el urbanista más prestigioso de España (te recomiendo una visita a su apabullante página web), está por ejemplo tras el diseño de Madrid Nuevo Norte, la expansión de la Castellana, que promete resilvestrar la zona con un parque icónico (el "Parque Central", muy original el nombre, de 1,26 km2, un tercio del neoyorquino pero como el Retiro en extensión). Ahora mismo es uno de los contendientes del muy reñido concurso para la nueva estación de Chamartín, asociado a Patxi Mangado (patrono fundador de Arquitectura y Sociedad, la fundación que como te decía organiza el congreso, y autor del palacio de congresos Baluarte, donde se celebra) y Souto de Moura (quien en Oporto ya demostró de lo que es capaz), un equipo que puede perfectamente llevarse el gato al agua. 

Estos días hemos leído que en varios colegios de Barcelona se han levantado las losas de hormigón que cubrían los patios para descubrir la tierra y plantar árboles, en un proceso resilvestrador que recuerda al lema sesentayochista Sous les pavés, la plage! (más aquí) y hemos descubierto al ecowarrior sueco Andreas Malm, del que se acaba de editar traducido al castellano Capital Fósil (Fernández-Galiano lo reseña en el último Arquitectura Viva, en un artículo que titula La fractura metabólica). Malm, que propone cambiar el término Antropoceno por Capitaloceno, es un marxista disruptivo que ha pinchado más de un neumático de todoterreno en Estocolmo y por supuesto siempre viaja en tren (es lo que en su país se conoce como flygskam, o sentimiento de culpa por volar). También estos días hemos visto a Foster, autor de importantes aeropuertos, señalando en una entrevista  que este tipo de planteamientos ecologistas son a veces hipócritas y que nuestra sociedad se basa en la movilidad, apuntando que la huella de carbono producida por los aviones es relativamente pequeña comparada con otros medios de transporte o la producción de carne. Tú mismo

Fernández-Galiano, por cierto, fue también un marxista convencido en su juventud pero tras sendos viajes a Rumanía y China en los 70 centró su empeño reformista en la ecología. Experto en termodinámica, publicó en 1982 (año en el que se estrena Blade Runner) un fascinante artículo de título Organismos y mecanismos como metáforas ahora recogido en Empeños Sostenibles, y que se inicia así: "Las citas biológicas y mecánicas son ciertamente omnipresentes en el ámbito de la arquitectura y se producen, además, con una singular simultaneidad". Volvemos a las naturalezas artificiales. Nunca sabremos si la película basada en el libro de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? estaba en su mente cuando escribió el artículo, pero cuando nos habla de la "bête machine", en concreto del pato mecánico de Jacques de Vaucanson (1739) que parecía vivo, comía y hasta excretaba (a saber qué), uno no puede por menos que acordarse del búho replicado de la pelicula de Ridley Scott, que aparece cuando Deckard y Rachael, replicantes ambos sin saberlo, se encuentran por primera vez (aquí lo tienes, música de Vangelis). Fernández-Galiano nos habla de otros no menos interesantes autómatas, algunos de ellos patrios, así los de Juanelo Turriano (en realidad Giovanni Torriani) quien, más conocido por su mecanismo elevador de agua para Toledo, creó varias criaturas mecánicas (pájaros voladores, pastoras tocando el laúd o espadachines) para entretener a Carlos V en Yuste. Los toledanos llegaron a decir que había fabricado un sirviente mecánico y dieron el nombre de Hombre de Palo a la calle donde vivía (si tienes curiosidad sobre el tema, aquí tienes más información). De nuevo no podemos evitar recordar el personaje de J. F. Sebastian en Blade Runner, solitario ingeniero afectado por un envejecimiento prematuro que diseña bufonescos androides en su lúgubre apartamento del edificio Bradbury, todo un icono arquitectónico de Los Ángeles que Scott refleja en la cinta con gran maestría. Aquí tienes el momento de la película en el que el ingeniero muestra dos de sus autómatas a Pris, replicante de última generación, quien se ríe de los torpes andares de sus primitivos parientes mecánicos. En fin, el artículo termina señalando que tras un periodo en el que la arquitectura y naturaleza quedaron fracturadas (los grandes sistemas de acondicionamiento del aire permitieron a los edificios dar la espalda al clima) es obvio que con la crisis enérgetica "la tendencia descrita ha invertido su signo. Hoy en día podría decirse que la influencia de Darwin en la arquitectura va en aumento, y con ella la extensión de las analogías orgánicas", algo que sigue siendo vigente casi 40 años despues de que se escribieran estas palabras. En fin, me he quedado con lo anecdótico del texto, te animo a que te hagas con Empeños Sostenibles y te lo trabajes más a fondo, no olvides que aquí tu seguro servidor no pasa de aficionado dominguero. 

Terminamos esta entrada tan errática como la vida misma con una última recomendación, la de la película Local Hero (Un tipo genial). Conocida principalmente por el soberbio tema central de Mark Knopfler, la cinta nos ofrece, en clave amable, una singular batalla entre el fuego y el agua, lo artificial y lo natural, la avaricia y el altruismo en un entrañable pueblo escocés (tráiler). 



viernes, 27 de agosto de 2021

Más réplicas

 



Las que ves aquí, de nuevo, no son rocas reales sino replicadas. Los madrileños Ensamble Studio (Antón García-Abril y Débora Mesa) han levantado en el centro de arte Tippet Rise (a orillas de Yellowstone) lo que parecen rocas naturales formando monumentos megalíticos pero no son sino rocas fabricadas dispuestas así por obra y gracia de potentes grúas: el hormigón se vierte sobre el terreno natural, que actúa como encofrado; al retirar la tierra, las piezas se elevan como la de la foto (de nombre Beartooth Portal). Herederos acaso del Fisac último, Mesa y García-Abril aúnan en bizarros experimentos naturaleza y artificio (ya desde aquella extraña casa a la que llamaron La Trufa) y nos sirven como anillo al dedo para continuar nuestra serie de naturalezas replicadas. Así lo explican ellos en AV 230: "La Arquitectura aún tiene que romper sus partes, para liberarse y regresar. Tiene que deshacerse de la geometría, de la línea, del plano, de los materiales y las formas. Y tiene que volcarse a la búsqueda de una materialidad espacial, que vibre con lo humano, y que se someta a los designios de la tierra". Algo que choca con la fijación geométrica de algunas de sus otras obras (aquí a Abril le hemos llamado el Señor de las Vigas tras contemplar las madrileñas Casa del Lector en Matadero, la Casa Zigzag o la brutal Hemeroscopium). En uno de sus últimos proyectos se vuelven estereotómicos, horadando una antigua mina para reconvertirla en vivienda y proponiéndonos un viaje alucinante al interior de la materia. 

Vamos ahora a retroceder unas décadas, aunque seguiremos on the rocks. En concreto nos vamos al Helsinki de 1969 si te parece. Dos hermanos, los arquitectos locales Timo y Tuomo Suomalainen, ganan un concurso para realizar una iglesia en una plaza peculiar, pues contiene una roca de dimensiones considerables. En el concurso se pedía respetar lo más posible la formación rocosa levantando al mismo tiempo una construcción singular. Los hermanos fineses excavaron la roca para alojar la iglesia en su interior, creando un espacio mágico donde las paredes están conformadas por la propia roca sin labrar, lo que genera unas condiciones acústicas excelentes (se celebran a menudo conciertos en su interior). La iglesia se cierra en su parte superior con una cúpula parcialmente acristalada. Desde el exterior (sobre todo a vista de pájaro), la pinta es un tanto extraña, como si un OVNI hubiera sufrido un aterrizaje forzoso (recordemos que la estética extraterrestre se llevaba mucho en los 60), pero es sin duda su interior, cavernoso a la par que moderno, el que la ha convertido en atracción arquitectónica de la ciudad. El apodo que le han puesto los helsinguinos es Piruntorjuntabunkkeri que, por si acaso no supieras finlandés, te traduzco: "Búnker de defensa contra el diablo". Te enlazo a fotos

Volvamos ya al presente, aunque geográficamente seguiremos muy al norte, para presentarte un último proyecto en el que de nuevo la roca (replicante aquí) es protagónica. Los noruegos Snøhetta han presentado estos días su proyecto para reconstruir unas pequeñas instalaciones acuáticas en un islote en Arendal (Noruega). En los años 30, el arquitecto también noruego Ketil Ugland diseñó un trampolín de saltos y un pequeño kiosco de estilo moderno que hoy andaban en tristes ruinas (en 1947 dejó de funcionar y en los 80 el trampolín fue expeditivamente demolido por el ejército para evitar suponemos males mayores). Snøhetta reconstruyen la caseta y el trampolín en inesperada muestra de respeto (no toda la modernidad lo merece) pero dejando claro su vocación orgánica amplían la instalación tomando como referencia los pequeños islotes rocosos típicos de la costa noruega, en palabras de los arquitectos "se asemejará a un bloque de piedra formado durante la última era glacial", al objeto de convertirlo en una zona de ocio en la que se podrán realizar variadas actividades culturales (incluirá un pequeño anfiteatro por ejemplo), un poco como la Little Island neoyorquina de Heatherwick que te traje aquí no hace mucho.

Terminamos ya. ¿Preparado para llevar tu roca de vuelta a la cima en plan Sísifo? Venga, que tú puedes. Te regalo esta animosa remezcla de un tema clásico de Moby como despedida. 

sábado, 21 de agosto de 2021

Réplicas

 


A las consabidas erres ecológicas (reducir, reutilizar, reciclar) a este paso habrá que añadir una más: replicar. Estamos siendo testigos con cada vez más frecuencia en el ámbito arquitectónico de un furor replicante de entornos naturales. Ojo que como decíamos hay mucho postureo, recordemos el  comentario de Wright según el cual un médico esconde sus errores con tierra, un abogado con papeles y un arquitecto con plantas. ¿Recuerdas el montículo artificial de MVRDV en Londres (por cierto que tras una clausura temporal debido a la lluvia de críticas, la atracción ha reabierto gratis y el responsable del ayuntamiento finalmente ha dimitido)? Pues en la foto de hoy tienes ocurrencia similar, más surrealista aún, de Terunobu Fujimori, se trata de uno de los nueve pabellones diseñados con ocasión de las Olimpiadas de Tokio. El de Fujimori, quien resulta ser un reconocido teórico arquitectónico con más de 50 años de práctica profesional a sus espaldas (algunos lo comparan con Venturi y Scott-Brown por su afán de investigar arquitecturas anónimas y anómalas), es en realidad una casa de té, típica construcción japonesa a la que el arquitecto ha dedicado su atención en otras ocasiones con resultados no menos excéntricos. La casa de té dadá que hoy te traigo, a la que sólo se puede acceder mediante una escalera de mano (la página web recomienda no llevar falda para la ocasión), mira al estadio olímpico de Kengo Kuma, otra construcción en la que la madera y la vegetación son protagonistas. Kuma, como Fujimori, se ha afanado a menudo en replicar la naturaleza y numerosos son los ejemplos que podríamos proponer (aquí el último), uno de mis favoritos es la Great Bamboo Wall, uno de los varios alojamientos a cargo de arquitectos de prestigio realizados en un exclusivo complejo a la vera de la Gran Muralla china (de ahí su nombre) y que, gestionados por la corporación hotelera Hyatt, pueden alquilarse en esta página web que te enlazo por si te animas (de todas formas si prefieres algo más cercano tienes un concepto parecido -las Solo Houses- en la comarca turolense de Matarraña). Kuma nos explica su elección del bambú para la piel de la casa: si la Gran Muralla pétrea quería separar, el bambú, poroso y flexible, quiere unir. Y hay más: "El bambú tiene una piel especialmente bella y, además, alberga un alma. En Japón hay un famoso cuento infantil sobre cómo la princesa Kaguyahime, la diosa de la luna, nació dentro de un tallo de bambú". El arquitecto, por cierto, acaba de terminar en Barcelona otro muro, esta vez con cadenas de alumnio, en una escalera de la casa Batlló que parece simular una ondulante gruta rocosa de uno de esos famosos arquitectos rocailleurs del siglo XIX. 

Hablando de rocas, también tenemos réplicas notables que comentar. No sé si te diste cuenta, pero en la última foto de la entrada anterior te colé una réplica. Era Hondalea, la intervención de Cristina Iglesias en el faro de la isla de Santa Clara. Ya todos conocemos la obra de la artista donostiarra, en la que se reproduce con exactitud un paraje rocoso de la costa cercana en el interior del desventrado faro (cuya linterna sigue aún funcionando). Uno se pregunta qué sentido tiene replicar la naturaleza que tienes justo al lado; acaso tendría más sentido la intervención similar que hizo en plena City de Londres a la vera de la sede de Bloomberg, diseñada por Foster, y que a Wainwright le pareció metáfora de los sumideros del poder económico (obviamente no creemos fuera intención de Foster o Iglesias provocar esa imagen, sea como fuere no es de extrañar que el arquitecto inglés fuera uno de los primeros en visitar Hondalea). En su interior, recuerdas el lema de Tyrell, la corporación que fabricaba replicantes: More human than human. Las rocas metálicas contra las que choca un mar falso (en realidad agua dulce bombeada) son casi más naturales, más perfectas que la naturaleza real, y en esos inquietantes minutos en los que paseas por la instalación te preguntas no sin escalofrío si en un futuro no tan lejano seremos definitivamente reemplazados por réplicas impolutas. Acaso es lo que el ser "humano" merece. El faro de Iglesias rasga la noche con una luz oscura, en el oxímoron con el que Fernández-Galiano, ya no me acuerdo a ton de qué, recordaba la misión desasosegante que todo arte que se precie debe desempeñar. 

Escucho mientras termino la entrada Soil Festivities, de (cómo no) Vangelis, el mago de los sintetizadores. Este álbum de 1984, que festeja la naturaleza con temas sobrecogedores (especialmente los dos primeros, acaso entre los mejores de toda su obra) se inicia con un trueno y lluvia electrónicos (¿o son reales?). 

lunes, 9 de agosto de 2021

Rocas mágicas

 




"La arenisca es la piedra más divertida y la más extrañamente modelada que existe. Es entre las rocas lo que el olmo entre los árboles. No hay aspecto que no adopte, no hay capricho que no tenga, no hay sueño que no realice; tiene todas las caras, hace todas las muecas". (Víctor Hugo, Viaje a los Pirineos y los Alpes).

domingo, 25 de julio de 2021

Montañas mágicas

 


Este montículo artificial, a cargo de MVRDV, se está elevando en el Hyde Park londinense justo al lado del Marble Arch. En los rénderes primeros la cosa prometía pero la realidad es cruel. Les está quedando un engendro. El objetivo de este bizarro proyecto temporal no es otro, según el concejal iluminado de turno, que recuperar el pulso urbano ahora que con el Covid nos hemos acostumbrado a comprar a través de grandes plataformas online que al mismo tiempo que arruinan al pequeño (y gran) comercio local hacen inmensamente ricos a sus dueños, que hasta se permiten el lujo de ir al espacio como quien va a Torremolinos. Alguien en el ayuntamiento londinense vio lo que MVRDV hizo hace algunos años en Róterdam y decidió traerse la idea a Londres: se trataba un descomunal andamio-escalinata (180 peldaños) que permitía acceder, 30 metros más arriba, a un poderoso edificio de oficinas de Maaskant, el arquitecto que más hizo por reconstruir la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial. De nuevo, había al parecer un objetivo loable en el gesto efímero: llamar la atención sobre el potencial desaprovechado que suponían las abundantes azoteas planas de la ciudad (que suman en total más de 18 kilómetros cuadrados). De hecho existe un festival anual, los Rotterdamse Dakendagen, con diferentes eventos como concursos musicales (en el último festival eurovisivo, celebrado en la ciudad, hubo un guiño a la iniciativa ya que se pidió a viejas glorias festivaleras -sí, yo veo Eurovisión, ¿pasa algo? Es más, ahora voy y te enlazo a mi tema favorito de esta edición- que interpretaran sus canciones desde diferentes azoteas de la ciudad). Además, hace poco más de un mes el ayuntamiento ha editado un catálogo de azoteas  junto precisamente a MVRDV en el que se proponen nada menos que 130 posibilidades de utilizar dichos espacios, a los que el pertinaz virus nos ha hecho volver la mirada. Pero volviendo al montículo londinense (que Oliver Wainwright dice parece salido del paisaje de un videojuego cutre), la idea como decíamos es que en estos tiempos de Instagram subas al montículo de 25 metros (hay ascensor también) tras pagar 4,5 libras (5,25 eurillos de nada), te hagas la foto de rigor, la compartas en los medios como está mandado y ya puestos, tras bajar y tomarte algo en una cavernosa cafetería alojada en el interior, te vayas por Oxford Street de compras, que el comercio londinense ha perdido casi un 20% de negocio con la pandemia. Dos millones de libras ha costado la iniciativa, y podría haber sido más, ya que el estudio holandés pretendía encapsular el Marble Arch (1827) de John Nash dentro del andamiaje. Por cierto que hay que ver el juego que dan los andamios en arquitectura, fíjate en esta tremenda casa de Suzuko Yamada, totalmente reconfigurable o la intervención que hicieron Carmody Groarke para cubrir una histórica mansión de Mackintosh mientras se la restaura (con calma: podría llevar la friolera de 15 años). De todas formas, para mí que el que ha utilizado con más glamour la idea del andamio en arquitectura es Nouvel, en el francés dicha estructura deviene estrategia de desmaterialización volviendo sus edificios etéreos, casi metafísicos (ver la fundación Cartier).

Pero regresemos a Londres. Rowan Moore, que también ha publicado crítica del montículo de marras, en principio valora positivamente la idea por su componente ecológico. Y es que como ves en la foto se quiere forrar la estructura de vegetación y sufridos árboles, toda una tendencia en arquitectura últimamente (la famosa resilvestración): los mismos MVRDV no paran de repetir el patrón ya desde su pabellón holandés para la Expo 2000 de Hannover hasta por ejemplo el proyecto para Azca en Madrid, que como te comenté perdió frente a DS+R. Wainwright a su vez ve la presunta voluntad ecológica de este "montículo pop-up" como una estrategia para blanquear (o más bien verdear: greenwashing lo llama) la operación que tiene como apuntábamos un objetivo principalmente comercial. Moore también ve en el monte fake un postureo que busca llamar la atención y poco más (propone utilizar el dinero que ha costado en plantar árboles en las ciudades), lo compara con el High Line neoyorquino (para dejar más aún en evidencia su corto recorrido) y propone que se hagan más montículos arbóreos pero de carácter permanente (este solo estará en funcionamiento 6 meses).

Si pudiéramos, le diríamos a Moore que en Madrid ya tenemos eso, un montículo artificial permanente y con vegetación en nuestro Hyde Park. Y desde hace más de 200 años. Sí, es la Montaña Artificial del Retiro, que, como el Marble Arch Mound, se encuentra en una esquina del parque madrileño (junto a la Puerta de O´Donnell), y, para más coincidencias, no anda muy lejos de la Puerta de Alcalá que, aunque de mayor empaque, puede recordar al Marble Arch. Su autor, Isidro González Velázquez, como del resto de los caprichos promovidos por Fernando VII en el parque (solo quedan algunos, como la chinesca Casa del Pescador), fue nuestro mayor arquitecto neoclásico solo tras Villanueva, aunque es mucho menos conocido ya que no tuvo la oportunidad de dejar en la ciudad una gran huella: la que consideró siempre su principal obra, la remodelación de la plaza de Oriente frente al Palacio Real, nunca se llevó a cabo. Otras se han perdido, quedan en la capital obras menores (el colegio de Medicina de San Carlos, el obelisco del Dos de mayo o la fuente egipcia frente al estanque del Retiro),  rehabilitaciones (la de la basílica de la Virgen de Atocha por ejemplo) u obras parciales (la fachada oeste del Teatro Real). En el interior de la Montaña Artificial instaló una noria que surtía el agua de la ría que rodeaba la construcción y en la “cumbre” (se eleva 15 metros) construyó un templete, hoy desaparecido. Hace algunos años su interior, recorrido por corredores de ladrillo con bóvedas de cañón, se habilitó como sala de exposiciones pero tuvo que clausurarse debido a problemas de humedad. Esperemos que si la Unesco aprueba por fin el Paisaje de la Luz como patrimonio mundial, se cuide mejor esta zona del parque.  

Ya puestos, tenemos en España otra montaña mágica, y ésta más actual (2012), en Logroño. Aloja nada menos que la estación de alta velocidad y de autobuses de la capital riojana, sobre cuya cubierta Iñaki Ábalos junto a su socia Renata Sentkiewicz crea un gran parque público, el Felipe VI. Sus líneas geométricas casi surrealistas (que recuerdan al falso monte londinense) están inspiradas en los jardines de la película de Resnais El año pasado en Marienbad, mientras que en el interior la estación adopta una configuración que los arquitectos asemejan a una gruta moderna: “Estas referencias a la tradición pintoresca unifican el conjunto y su dimensión pública”. Es obvio que no estamos ante un "proyecto boutique", como recalca el arquitecto donostiarra (ni que estuviera hablando del Marble Arch Mound). Por cierto que el proyecto se impuso a los propios MVRDV, que participaban en el concurso (como Koolhaas). Y con la intervención riojana, la más mágica de todas las que te traemos hoy, nos despedimos hasta más ver.


viernes, 16 de julio de 2021

Castellanos

 


Hoy te llevo a Tierra de Campos, que Madrid cansa. He hecho un viaje mínimo por la zona y me apetece contarte un par de historias si no te importa. Elegimos como base de operaciones un pequeño pueblo de apenas 800 almas, Becerril de Campos (Palencia), pues en él se encuentra la casa rural de una conocida que nos apetecía mucho visitar. Con sus reminiscencias escandinavas, puedo decirte que este  alojamiento recién inaugurado en una antigua casona que llevaba cuarenta años abandonada fue de lo mejor del viaje. 

Desconocíamos esta parte de Castilla, de una horizontalidad ya metafísica, y lo cierto es que no sabíamos lo que nos estábamos perdiendo. Nuestro primer destino fue la villa romana de Olmeda. En ella no solo puede descubrirse, gracias a las excelentes explicaciones de una dedicada guía, los recintos de los que constaba, muchos con soberbios mosaicos (como los del oecus o salón principal) sino también el espléndido trabajo realizado por los arquitectos Paredes y Pedrosa (hablamos de ellos cuando visitamos Valdemaqueda) al cubrir en 2009 el yacimiento con un elegante edificio que en su extrema horizontalidad resuena con el paisaje circundante. El lema del proyecto, el oportuno Noli me tangere bíblico (estamos en el Bible Belt hispano: Becerril por ejemplo llegó a tener siete iglesias y otras tantas ermitas), hace referencia a la absoluta delicadeza con la que la estructura se posa sobre el yacimiento, creando una atmósfera mágica, ni dentro ni fuera (exterior domesticado lo llaman los autores) con una luz tamizada gracias a una estructura de chapa perforada. Su techo prefabricado, en forma de bóvedas con nervaduras, da el necesario contrapunto moderno sin parecer poligonero (un mal común de este tipo de intervenciones), de hecho puede recordar a los techos renacentistas de la zona, no olvidemos que estamos en tierras del Renacimiento. Largo y tendido podríamos hablar de la imprescindible parada en Valladolid: el museo de escultura es apabullante (fue ampliado por Nieto y Sobejano, en cuya sobria intervención interior recuerda a la que llevaron a cabo en el donostiarra museo de San Telmo), ya solo la portada del colegio de San Gregorio, donde se aloja el museo, por no hablar de la de la aneja iglesia de San Pablo, flamígeros retablos en piedra, justifican la visita a la que fuese capital más fugaz de España (sólo 5 años) en los albores del siglo XVII por obra y gracia del duque de Lerma en lo que fue el primer gran pelotazo urbanístico de nuestra historia. Te dejo que tomes aliento tras esta agotadora frase de ocho líneas sin un punto y paso párrafo. 

No es el ámbito de este tu blog hablar de pasados tan lejanos, aunque ya te adelanto que hoy vamos a ser menos últimos de lo que deberíamos. Volvamos a Becerril. La batalla contra el vaciamiento de la España interior es especialmente palpable en esta pequeña localidad. Particulares e instituciones se unen para dar vida a un pueblo que llegó a rozar los 3.000 habitantes y hoy no llega ni al tercio. La rehabilitación de la iglesia de San Pedro para reconvertirla en espacio cultural y aula dedicada a la astronomía resulta en ese sentido encomiable, la localidad quiere atraer un turismo estelar y a tal fin, por ejemplo, ha dispuesto pequeños mojones con el nombre de los planetas esparcidos por todo el pueblo, a la distancia exacta en que se encontrarían suponiendo que la localidad tuviera las dimensiones del sistema solar. Vi el de Júpiter, y de inmediato me acordé de Juno to Jupiter, el álbum de Vangelis que sigue inexplicablemente sin lanzarse al mercado. Como consuelo, la NASA acaba de editar un bellísimo video con imágenes del planeta y su luna Ganímedes obtenidas por la sonda (que acaba de acercarse al gaseoso planeta por trigésimo cuarta vez) con música inédita del griego, colaborador habitual de la agencia espacial americana (y de la europea). Pero por favor no nos salgamos de Becerril: en otra de las iglesias se ha habilitado un museo de arte sacro con obras por ejemplo del mismísimo Berruguete. No podemos olvidar tampoco al esforzado Canal de Castilla, que recorre la zona y bordea el pueblo generando unos paisajes holandeses. Con todo, lo que más me llamó la atención fue el ayuntamiento, que tienes en la foto que abre la entrada. Te cuento por qué. 

Ya desde que contemplé el skyline becerrileño por primera vez desde la carretera me llamó la atención el edificio, de un fuerte tono rojizo y con formas como victorianas que contrastaban con las adustas torres eclesiales. Vamos, que no pegaba ni con cola. Me recordó al Pierhouse Building de Cardiff, soberbia construcción acabada en 1897 (solo once años antes que nuestro ayuntamiento), también en vivos tonos rojizos y una distribución parecida, con su torre del reloj (el Little Big Ben) y a los lados dos bloques con tejados a doble vertiente. Obviamente es bastante más voluminoso y su decoración más rica (tiene hasta gárgolas), pero yo, qué quieres que te diga, le veo un aire (juzga tú mismo). Su estilo (según Wikipedia) sería Gótico francés / Renacimiento. Aún hoy, en medio de ese desastroso cajón de sastre en que se ha convertido el frente de la bahía de la capital galesa, destaca, que ya es decir. Por su parte nuestro ayuntamiento tierracampino nació como Casa Consistorial pero también escuela (hoy centro médico), necesaria dados los penosos locales donde se llevaba a cabo la actividad docente en el pueblo, algo habitual en la España de la época. Recordemos que estamos a principios del siglo pasado (el ayuntamiento-colegio se estrena en 1909), momento en el que se se aprobó la ley de las escuelas graduadas que, al contrario que las escuelas unitarias, exigían una mayor especialización y organización de la actividad docente, lo que repercutió en el diseño de los nuevos colegios: los espacios debían diversificarse, cobrando especial importancia los de uso comunitario (como la biblioteca o el patio) y los complementarios (aulas de usos múltiples, galerías, pasillos...); igualmente se introducían nuevas asignaturas tales como Rudimentos de Derecho o Nociones de Higiene y Fisiología Humana y se ampliaba la enseñanza obligatoria hasta los 12 años. Toda esa sofisticación la recoge nuestra moderna escuela, que, además, incluye viviendas para los profesores (con entrada diferenciada de la del colegio propiamente dicho para así controlar mejor a los docentes): hay dos pabellones idénticos, uno a la izquierda de la torre del reloj para alumnas y otro a la derecha para alumnos, grandes ventanales, guardarropa, salas de labores, aseo, patio (en el centro del edificio con acceso desde ambos pabellones) con tejavana por si llueve, etc. Desde el punto de vista estilístico, en la memoria del proyecto se dice: "Se ha procurado dar carácter artístico al edificio, que si bien no está sujeto á los estrechos y severos moldes de un órden ó estilo determinado, nos recuerda sus elementos y en conjunto especialmente la fachada principal el Renacimiento castellano". Es casi jocoso ver los malabares léxicos con los que se intenta describir el estilo arquitectónico de una época que transita entre los revivals de estilos pasados y un modernismo que ya se intuye pero aún no ha cuajado. Como curiosidad decir también que en su exterior el edificio hace gala de una serie de máximas moralizantes, en número de 30, que reflejan el espíritu pedagógico del edificio (como afirmaba Giner de los Ríos, "la escuela es el revestimiento de una idea" ), hay aquí un evidente intento de que la comunidad ayudara a implantar el mismo ideario del colegio, aspecto de gran importancia en las escuelas graduadas, donde se buscaba la implicación de familias y otros estamentos en la labor educativa. Como muestra, un botón: "Tus méritos nunca abultes / ni al que es inferior insultes". Tienes el resto aquí

El autor del edificio es Rafael Géigel Sabat, quien desempeñó el cargo de arquitecto municipal de Becerril entre finales de 1901 y 1907 según el estudio (que incluye planos originales) realizado por Lourdes Espinilla y Miguel Ángel de la Fuente. En abril de 1907, cuando el edificio estaba casi concluido, asume las obras Jerónimo Arroyo, dándose por finalizado en 1908. Arroyo es un reconocido arquitecto palentino autor de insignes edificios en la capital de la provincia, de la que fue arquitecto municipal, así como en Valladolid. Géigel Sabat, por el contrario, es un misterioso arquitecto difícil de trazar. Su huella en internet es mínima y se reduce a este trabajo. Al parecer conoció a Arroyo mientras estudiaban arquitectura en Barcelona. La razón por la que abandonó el proyecto fue seguramente una enfermedad grave ya que cuatro meses después moría en Puerto Rico, de donde era oriundo, con 38 años. Nada más hemos podido descubrir de él, salvo que pertenecía a una importante familia portorriqueña: su padre, José Géigel Zenón, fue relevante político y periodista, como su hermano Fernando. La hija de éste, Luisa Géigel Brunet, fue una escultora y pintora formada en Barcelona y Nueva York muy polémica por mor de sus potentes desnudos, que fueron piedra de escándalo en la conservadora Puerto Rico de los años 40. José, el patriarca, compiló artículos, libros y documentos de todo tipo relativos a la historia de Puerto Rico (labor continuada por Fernando y Luisa) en un corpus que fue adquirido por la universidad de Connecticut en 1982 y se conoce como The Géigel Puerto Rican Collection. 

Acabamos ya este pequeño ejercicio de recuperación de la memoria confiando no haberte cansado en exceso. Como dice Fernández-Galiano, no deberíamos olvidar a los dormidos, porque quizá somos parte de su sueño.  

jueves, 8 de julio de 2021

Ingleses

 



Madrid no para. Ya decía Fernández-Galiano hace 30 años que "de todos y de nadie, esta ciudad pública tiene el destino tierno y desgarrado de los cuerpos en tránsito". Hablábamos recién del proyecto de renovación de Azca (Renazca) y acabamos de saber que Thomas Heatherwick ha sido elegido por El Corte Inglés para construir un edificio de oficinas (en la foto) también en la supermanzana que siempre se quiso neoyorquina. En concreto se levantará en Castellana 69, justo sobre el aparcamiento en superficie que languidece frente al que fuera orgulloso flagship store de la cadena en Nuevos Ministerios y hoy no pasa de almacén ajado y abstraído. El estudio inglés, que se estrena en España, ha tenido que competir con estudios tan potentes como el de Foster o Bjarke Ingels, con los que curiosamente ha trabajado o está trabajando en otros proyectos (un edificio de oficinas en Shanghai con su compatriota o la sede californiana de Google con el danés); por desgracia no hay forma de descubrir cómo eran sus propuestas. Heatherwick suele caracterizarse por diseños orgánicos y dinámicos de una espectacularidad a veces vacua, su última obra estrenada, un muelle en Nueva York que alberga un parque y varios anfiteatros, parece cimbrearse sobre el Hudson no muy lejos de su obra más mediática, The Vessel, un mirador a mayor gloria de los Hudson Yards. En Londres trajo cola su proyecto para levantar un puente peatonal con jardines (el Garden Bridge) auspiciado por Boris Johnson, alcalde por aquel entonces, que fue finalmente descartado debido a los elevados sobrecostes del proyecto, no menos polémico fue su diseño para renovar la flota de doubledeckers, los típicos autobuses rojos de dos plantas, que lucen fantásticos a primera vista (Heatherwick estudió diseño, no arquitectura) pero resultaron ser un horno con ruedas alcanzando su interior los 30 grados con facilidad, al final tuvieron que dotarlos de ventanas tradicionales. En Madrid no ha arriesgado demasiado, quizá conocedor del cansino conservadurismo arquitectónico del patrón y/o acogotado ante la icónica torre de Oíza que se levanta justo a su vera. Pródigos en narrativas como somos, vemos el nuevo edificio, modesto en sus cinco plantas, cual hijo arquitectónico de la portentosa torre del navarro ("encarnación del rascacielos artístico" en palabras de nuevo de Fernández-Galiano en Fracturas y Ficciones), que en los rénderes parece mirar al retoño con ternura no exenta de recelo. Y aunque sus formas no dejan de recordar a otros diseños del estudio, sus aristas redondeadas y los voladizos que rodean cada planta bien podrían querer dialogar en buenos términos con su voluminoso compañero. Pero juzga tú mismo

Seguimos en Madrid. La capital, resiliente, chulesca y pujante, merece otro párrafo cuando menos. Vaya rebote se ha debido de pillar Rem cuando ha visto que OMA no pasaba el corte de los 10 finalistas para la construcción de la nueva estación de Chamartín, especialmente si entre los elegidos sí estaba Benthem Crouwel, compatriotas de mucho menor calado (aunque su cortante estación de Róterdam debió impresionar al jurado). Tras la -imaginamos- airada protesta Adif, que ciertamente no anduvo muy fina, ha incorporado en su nueva lista a Koolhaas y dejado fuera precisamente a Benthem Crouwel. El resto de los equipos rezuma glamour por los cuatros costados: Rogers con Luis Vidal, UNStudio con b720, Mangado junto a Souto Moura y Ezquiaga, Grimshaw con Rubio, Rafael de-la-Hoz con SOM, Foster y BIG.

Sin dejar aún Madrid, me pregunto qué pasa con la rehabilitación de las exánimes torres de Colón, ya no solo desmochadas (desapareció el enchufe: ¿lo echas en falta?), sino despellejadas y en cueros vivos desde hace semanas, la obra parece detenida. Igual es que Lamela está dando guerra: pueden verse mordidas en la estructura de hormigón (protegida) seguramente producidas al desprender la fachada. Luce el edificio tétrico y fantasmático, como alma en pena. Pardiez, es lo que le faltaba a esta fatigada plaza, donde conviven en muestrario inconexo estatuas de toda índole y condición formando parejas imposibles: la carnosa señora de Botero y el héroe Blas de Lezo, sus mutilaciones reflejadas con crudo realismo, o Julia, epítome de blanca modernidad, y Colón, que con los tiempos iconoclastas y justicieros que corren quién sabe si cualquier día es descabalgado de su columna por las bravas. Ya en el quinto centenario del descubrimiento don Luis (vuelvo a Fracturas y ficciones) relata unos fastos "deshuesados de cualquier núcleo castizo": "el centenario, pasteurizado y euromaquillado, nos evitaba el enfrentamiento con nuestra historia y de paso reducía el papel que en él habían de jugar los países americanos, incómodos parientes pobres del nuevo rico europeo en que España se había convertido" para rematar el argumento en metáfora salvaje: "los enemigos ideológicos del V Centenario fustigan a un caballo muerto".  Hay que ver cómo repartía estopa el bilbilitano en los 90. Ya puestos, proponemos aún otra estatua para la plaza: la de Darwin, que encargaríamos a Gormley (por seguir con el palo inglés), blandiendo en su mano derecha un bocatacalamares libertario. La colocaríamos en la esquina con Génova, haciendo pareja con la rana mutante, justo delante del edificio Axis de Foster (ya terminado pero aún rodeado de una cutrona valla), no en vano el eje ideólógico de esta ciudad tan vital tiene un punto darwinista: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. 

Sí, he percibido en remoto que echas en falta el remate-chirimbolo de las torres de Colón. No te preocupes, siempre atento a que goces de una óptima experiencia de usuario, te he encontrado otro parecido (y casi del mismo tono verde hortera) con el que acaban de coronar un rancio edificio neoyorquino. Se trata de la biblioteca de la Fundación Stavros Niarchos, muy cerca del parque Bryant, en el Midtown. Su autora, Francine Houben de Mecanoo, lo llama el sombrero del brujo (obviamente Harry Potter). Deja que amplíe someramente el foco y te sitúe en su contexto la historia que se esconde detrás del anguloso sombrero de marras. La tal biblioteca es en realidad una sucursal de la que se sitúa justo a la vera del parque, un bello edificio Beaux Arts erigido en 1906 donde en tiempos se ubicara un embalse por cuyos bordes gustaba de pasear Edgar A. Poe, especialmente de noche (no podía ser de otra manera) pues disfrutaba viendo el reflejo de la luna sobre el agua. Dicho edificio pronto se quedó pequeño y necesitó del bloque hoy rehabilitado, que nació allá por 1915 como grandes almacenes. Decir que en un primer momento se pensó en rehabilitar este edificio principal, no el subalterno, y se encargó la intervención nada menos que a Foster, quien se lió la manta a la cabeza sin miramientos. Partiendo de la base de que la era digital demandaba otro tipo de biblioteca, y que buena parte del espacio del centenario edificio lo ocupaban los 53 millones de volúmenes almacenados en anaqueles obsoletos, cortó el inglés por lo sano, abriendo uno de sus típicos atrios a varias alturas y mandando los polvorientos libros a un almacén subterráneo. El edificio se abría al exterior, que ya decía Kahn que "el hombre con el libro va hacia la luz". Pues bien, la que se montó. Nada menos que Ada Louise Huxtable, en el que sería, para más inri, su último artículo (fallecería poco después a los 91 años), se levantó en armas contra la rehabilitación sosteniendo que un icono de ese calibre no necesitaba de actualización (ni que la biblioteca fuera un templo maya). Pocos días más tarde sería Kimmelman, otro crítico estrella, quien fustigaría el proyecto desde el NYT, afirmando que el atrio era más propio de un centro comercial y las escénicas escaleras que lo recorrían parecían sacadas de un hotel de Las Vegas. El cambio de alcalde (De Blasio sustituyó a Bloomberg, con el que Foster tenía una excelente relación, de hecho acabaría haciendo la sede londinense de su emporio financiero) fue la puntilla que remataría el proyecto. Ni Kimmelman ni Huxtable criticaban directamente a Foster, sino que proponían que la reforma fuera acometida en la cercana sucursal, no en el buque insignia. Finalmente así ha sido, no con el de Mánchester, que aunque reaccionó a las críticas con impecable flema británica hizo un comprensible mutis por el foro, sino con Mecanoo. De la reforma comentar que el estudio de Delft (autor también de la principal biblioteca de Birmingham) ha hecho algo parecido a lo que planteaba Foster, abriendo a la luz el obsoleto edificio diseñado, recordemos, como un gran almacén, gracias a un hermoso atrio. En su tejado montan el peculiar sombrero que decíamos y una sugerente terraza con vistas, que la biblioteca vende como la única gratis de todo el Midtown. Como curiosidad decir que Foster acaba de añadir también una terraza para su proyecto de la ampliación del museo de Bellas Artes de Bilbao, cuyas obras empiezan en septiembre. Cosas que trae la pandemia. Un apunte más y acabo: con vistas también al parque Bryant, otro inglés (Chipperfield) terminó hace unos pocos años una sobria torre de apartamentos cuya fachada reproduce una retícula exacta, acaso homenaje al grid manhattánico. 

Damos ya fin al atrabiliario batiburrillo que ha sido la entrada hoy, tan cargada de contenidos (con perdón). Cambio y corto.