miércoles, 26 de julio de 2017

Sustos extremos


El 19 de junio de 1924, a eso de las 9 de la mañana, cuatro niños recogen guisantes a las afueras de la ciudad extremeña de Olivenza. De pronto ven venir directa hacia ellos una enorme masa "que ardía como una estrella, envuelta en humo blanco". Por fortuna para los chavales la aparición hace un inesperado giro que les salva la vida ya que apenas a diez metros impacta contra el suelo y explota, según narra José Antonio Carnerero. Es un meteorito, de unos 150 kilos, probablemente el mayor caído sobre España a día de hoy. Al precipitarse contra el suelo se seccionó en varios fragmentos, el mayor de los cuales (de unos 40 kilos) se conserva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Hay muestras repartidas por todo el mundo (entre otros, alojan fragmentos museos e instituciones de Lisboa, Coimbra, París, Nueva York, Washington, Ottawa, Londres y hasta el Vaticano). Menudo susto.

No sabemos si GAP, los arquitectos locales que han diseñado el Centro Integral de Desarrollo de Olivenza, se han inspirado en este acontecimiento para levantar su masivo y negro edificio que, contrastando brutalmente con el entorno de casas blancas y bajas del barrio de la Picuriña, parece un pedrusco extraterrestre que hubiera caído del cielo de pronto, pero lo cierto es que en la descripción del mismo hablan de "un contorno ciego, un edificio como una roca que se horada y se abre al exterior de forma controlada y útil, aunque no sin cierto ensimismamiento que denota concentración y trabajo". El susto que te llevas cuando ves este cíclope ensimismado es sólo comparable al que se llevaron los cuatro jóvenes oliventinos, a años luz (siempre en mi opinión) de las "sensaciones agradables, propositivas y germinales" que según los arquitectos genera su edificio: "un trozo de atmósfera vital y efervescente comprometido con el lugar". En fin, un edificio que, si juzgamos aislado, es indudablemente ambicioso, espectacular y potente, pero que en el amable barrio en el que se asienta, resulta amenazador y ajeno. Difícil de notar ese "compromiso con el lugar".

Y sin embargo, si te diriges al centro de la ciudad y observas la desproporcionada mole de la "Torre del Rey" (de unos contundentes 36 metros), tan maciza y masiva como el edificio de GAP, ves que puede muy bien ser un intento de replicar esta no menos brutal torre del homenaje del alcázar templario de la villa, y es que es imposible no hacer referencia a este "ciclópeo prisma de piedra", en palabras ahora del historiador Gregorio Torres Gallego en su Historia de Olivenza, que lleva protegiendo esta ciudad fronteriza desde finales del siglo XV (su silueta resultaba tan amenazante que el rey de Castilla envió al de Portugal protesta formal por erigir semejante fortificación tan cerca de su frontera). Los extremos se tocan. Y es que esta plácida y tranquila villa oculta un intenso pasado guerrero al ser frecuente objeto de pugna entre los reinos de España y Portugal desde su fundación a finales del siglo XII o principios del XIII por leoneses con intervención de caballeros templarios franceses (solo en el siglo XIV cambiaría de manos seis veces nada menos). Finalmente española (pero solo desde 1801), gracias a Godoy, profeta en su tierra (tiene escultura conmemorativa aquí y en Badajoz, no creo que en ningún sitio más de la geografía española) quien, en el contexto de las guerras napoleónicas, se apoderaría de ella con ayuda francesa al término de la Guerra de las Naranjas (el joven primer ministro pacense envió a la reina de regalo unas naranjas recogidas en las cercanías de Elvas, de ahí el curioso nombre). En este punto conviene recordar que Olivenza fue portuguesa desde 1297 nada menos, cuando Dionisio I (Don Dinis) se la arrebatara a un menor de edad Fernando IV de Castilla, aunque con diversos intermedios, el más importante cuando Portugal y España quedaron unidas de 1580 a 1640 al asumir Felipe II el reino luso, pero también poco después, de 1657 a 1668, cuando la ciudad fue tomada por las tropas de Felipe IV. Poca paz tuvo la villa pacense en aquellos tiempos. Y aún podríamos seguir largo y tendido con la enrevesada y apasionante historia de esta sufrida ciudad (en el siglo XIX por ejemplo, con la guerra de Independencia, le dieron también lo suyo entre franceses, ahora enemigos, y nuestros nuevos aliados, los ingleses: Sir William Carr, vizconde de Beresford, liberaría Olivenza a las órdenes de Welllington en 1811 junto con, lo que son las cosas, tropas portuguesas, a las que se les hizo muy cuesta arriba tener que ceder la ciudad a los españoles...), pero has de entender que, de seguir de esta guisa, el ya de por sí denso párrafo acabaría siendo en extremo infumable.

GAP asemeja también su edificio a un "barco varado en el mar asimétrico de tejas prefabricadas de hormigón", y aquí con lógica, no en vano estamos en tierra de Conquistadores. Una importante calle del municipio porta el nombre (todas lucen el nombre español y el original portugués, a menudo distinto, aunque no en este caso) de Vasco de Gama. ¿Es originario de Olivenza el insigne marino portugués? Pues no, se trata de otro, aunque el navegante es familiar lejano. El Vasco de Gama oliventino fue un alcaide das Sacas, una especie de agente aduanero, de finales del s. XV. Ya puestos decir que los Gama, al igual que los Lobo, fueron dos importantes familias rivales cuyas disputas acabaron más de una vez como el Rosario de la Aurora (una suerte de Capuletos y Montescos en versión lusa).

Con semejante vocación mestiza, la ciudad es una fusión única y bellísima de los dos países ibéricos, algo especialmente apreciable en su arquitectura. Si Santa María del Castillo tiene un obvio sabor castellano en su austera sobriedad (aunque incluye azulejos típicamente portugueses), la mucho más exótica Santa María Magdalena, levantada en el famoso estilo manuelino (una desprejuiciada y hermosa mezcla de elementos góticos, árabes y motivos marinos, homenaje a las conquistas lusas de la época de Manuel I), resulta espectacular especialmente en su interior, con sus soberbias columnas torsas que dan una poderosa sensación de movimiento, como si estuviéramos a bordo de una nao rumbo a los mares del Sur. No en vano sería construida a iniciativa de Fray Henrique de Coimbra, que, aparte de misionero en la India y Brasil (celebró la primera misa allí, durante el viaje de Alvares de Cabral en 1500), fue también confesor del rey, embajador ante la Corte de Castilla  y obispo de la sede episcopal de Ceuta (con sede, curiosamente, en Olivenza, por ser la plaza norteafricana conquistada por Portugal en 1415 poco apropiada para tales funciones). Manuelina es también la icónica puerta del ayuntamiento, que incorpora nada menos que tres escudos portugueses y dos esferas armilares (símbolo del país luso) como queriendo dejar constancia clara de la impronta portuguesa de Olivença.

No es de extrañar que esta preciada joya haya sido recordada y reivindicada por los portugueses desde su traumática separación del país vecino, a veces hasta límites extremos: tras el fin de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, cuando las grandes potencias se reunieron para rehacer las fronteras europeas, el país luso intentó colar su reivindicación a pesar de que España no había participado en la contienda. Y uno de sus regimientos de caballería más famosos, los Dragões de Olivença, se mantiene con el mismo nombre, obviamente no allí, sino en la cercana Estremoz (por cierto que su cuartel en la ciudad pacense, que llegó a albergar a 1.500 hombres y 400 caballos nada menos, es de una belleza casi miesiana). Bien puede decirse que Olivenza es para los portugueses como para nosotros Gibraltar. De hecho la mismísima CIA (por si quedaba alguna nacionalidad, también los americanos se metieron en el embrollo oliventino, por cierto, se me olvidaba, su muralla abaluartada al estilo Vauban fue diseñada por ingenieros holandeses) hace algunos años incluyó la ciudad en su listado de puntos fronterizos en litigio, y al poco aparecería el libro Ceuta, Melilla, Olivenza y Gibraltar ¿Dónde acaba España? de Máximo Cajal, que planteaba dotar al territorio oliventino de un estatuto específico. Hoy varios municipios de la zona a uno y otro lado de la Raya en torno al inmenso lago de Alqueva han creado una asociación transfronteriza auspiciada por la Unión Europea. Si alguna vez vienes por aquí, no olvides acercarte al bellísimo Monsaraz, el Ninho das Águias (el nido de las águilas).

Como resulta obvio, mis viajes familiares a la bella y pujante villa (nada que ver con la España vacía de Sergio del Molino) son siempre una fiesta, y sé que hasta sus sustos brutalistas me acabarán gustando. Tiempo al tiempo. Olivenza sabe mucho de eso.


lunes, 17 de julio de 2017

Centro Botín (Renzo Piano)



Pues sí, era el Centro Botín de Piano en Santander (informábamos de él en su día). Las pistas eran claras:

En la primera mencionábamos su aire retrofuturista, que remite (aunque con formas menos rompedoras) al Pompidou que el arquitecto genovés diseñara junto a Rogers, edificio que quería ser la manifestación arquitectónica del Mayo del 68 y que supuso un verdadero revulsivo cultural que trascendió la propia disciplina. Aquí hablábamos por ejemplo de su conexión con la música. También comparábamos su escamosa piel a este edificio de Future Systems en Birmingham, no en vano los socios fundadores de dicho estudio, Jan Kaplický y David Nixon, habían trabajado para el propio Piano y Rogers. Sus formas redondeadas en voladizo recuerdan también a diseños futuristas de los 60 como la Sculptured House de Charles Deaton.

En la segunda pista comentábamos el parecido gracias a sus numerosas pasarelas aéreas con otro edificio de Piano, que no es otro que el nuevo museo Whitney en Nueva York, donde el arquitecto parecía querer continuar el paseo elevado de la cercana High Line. En Santander el arquitecto crea un fantástico mirador (que también podría considerarse una continuación de los jardines de Pereda), cuyos juegos panópticos y maravillosas vistas compiten, como en Nueva York, con las exposiciones de su interior (al precio salvaje de 8 euros la entrada, por cierto).

En la cuarta pista lo comparábamos también con otro edificio, esta vez en el mismo Santander. Se trata del Palacio de Congresos de Sáenz de Oiza, prodigio postmoderno (a lo Stirling en Stuttgart) que a pesar de su amenazante exterior escondía, como decíamos, rincones muy juguetones.

Subo fotos:


domingo, 9 de julio de 2017

Juegos arquitectónicos


Hoy toca entrada de las de atención pregunta. Ya me vas diciendo, tú que sabes tantísimo, a qué edificio pertenece este voladizo vítreo. ¿Cómo? ¿Que esto es de juzgado de guardia de difícil? ¿Que raya el maltrato psicológico? Por favor qué carácter. Bueno, va, te voy a dar pistas, pero por ser tú.

1. Este edificio me recordó de golpe a la Walking City de Archigram. Y sus jugueteos espaciales, que te permiten volver a ser consciente del otro y de ti mismo (tan abotargados como estamos por culpa de internet), a los Swinging Sixties. Y su piel, a un edificio de Future Systems. Y es que los viejos rockeros nunca mueren (o el que tuvo retuvo).

2. Tiene el arquitecto que lo ha hecho otro edificio reciente con profusión, tal como este, de pasarelas aéreas (verdaderas skyways como las que ingeniaron, en hormigón, los brutalistas británicos). Pero si en aquel las formas del edificio son angulosas reflejando el origen industrial del entorno, aquí son redondeadas cual casco de barco, también replicando su contexto.

3. Kenneth Frampton dijo en 2009 del autor de este edificio que es probablemente el arquitecto más completo hoy en día. Y añadía: "Es un verdadero virtuoso de los espacios, formas, materiales y detalles bellos y sensuales" (en Conversations with architects de Vladimir Belogolovsky).

4. En la hermosa ciudad donde se halla el edificio que nos ocupa se encuentra no muy lejos un edificio de rompe y rasga con el que contrasta vivamente. Si el recién llegado es icónico a su pesar el veterano sí que muestra una vocación clara de reclamar nuestra atención. Si el primero, ligero y tímido, apenas se asienta en la ciudad, como si en cualquier momento quisiera como decíamos ponerse a andar y hacer mutis por el foro, el otro se afianza soberbio a la tierra marcando su poderío tectónico. Este, opaco y mayestático, tiende a la verticalidad; aquel, cristalino y cercano, está cómodo en la horizontal. Eso sí, ambos son muy, pero que muy juguetones.

5. Y otra foto, de un poco más lejos para que cojas perspectiva:




Así cualquiera.

domingo, 2 de julio de 2017

Ada



Mi contraria y yo andamos huérfanos de series desde que terminamos Billions. Llevamos ya tres o cuatro intentos de engancharnos a otra pero es inútil. Y es que esta magnífica producción de Showtime es una de las mejores series que he visto (y eso que ya llevo unas cuantas). El tema no nos atraía lo más mínimo (la trastienda de Wall Street), pero desde el primer momento las potentes interpretaciones de Paul Giamatti en el papel de implacable fiscal anticorrupción y Damian Lewis en el de codicioso tiburón financiero, antagonistas idénticos en su salvaje adicción al poder, nos dejaron taladrados al sofá. En la escena clave que culmina la segunda (y por ahora última, pero ya está en preparación la tercera) temporada, localizada en la zona cero de Nueva York, podemos contemplar el triste espectáculo de la soberbia estación intermodal de Calatrava interactuando como elefante en cacharrería con los sobrecogedores estanques de Michael Arad. No era consciente de lo poco que pega en semejante contexto el artefacto fallero del valenciano. En fin.

Esta semana se han inaugurado dos edificios inevitablemente icónicos pero tan antagónicos como los protagonistas de Billions. El centro Botín en Santander de Renzo Piano (su primera obra en España) y la ampliación del Victoria and Albert Museum en Londres a cargo de AL_A (Amanda Levete). El primero, en palabras del propio arquitecto, quiere volar alzándose cual correlimos sobre finas patas para no obstaculizar la visión de la extensa bahía desde el emblemático Paseo de Pereda, área que queda ampliada al soterrar la calle que lo partía en dos. El otro, de la autora del MAAT lisboeta, se hunde por contra con ahínco en el subsuelo para crear una enorme cueva metafísica de más de 1.000 metros cuadrados sin una sola columna y con un espectacular techo de formas escultóricas iluminado por un enorme tragaluz. Al exterior, único signo visible de la intervención, un edificio que recuerda a Hadid dialoga a palos con el victoriano entorno.

Hace justo un mes que Foster abrió su Fundación de Madrid al público. O algo así, hay que pedir cita. Yo lo hice (el mismo día 1), y aún estoy a verlas venir (y lo que me queda).

Como creo que ya te dije estoy leyendo la biografía crítica de Mies a cargo de Schulze y Windhorst con una excelente traducción de Jorge Sainz (también arquitecto). Apenas estoy empezando este denso y enjundioso libro, pero ya me ha llamado poderosamente la atención la fantástica capacidad de seducción del arquitecto del menos es más (la frase se la birló a Behrens, por cierto, el de la mítica fábrica de AEG, esa acrópolis moderna en la que resulta que Mies también participó mientras trabajaba para él). Sorprende cómo el hijo de un modesto cantero (al que Mies ayudaba a rotular las lápidas), del que por cierto seguramente aprendería aquella otra frase fetiche según la cual Dios estaría en los detalles ("¿Conocéis el pináculo que remata la aguja de la catedral de Colonia?", les decía a Ludwig y su hermano Ewald, que diseñaba las lápidas, "Pues bien, no se puede trepar hasta allí y verlo con cuidado, pero está labrado como si se pudiese. Está hecho para Dios"), sorprende como digo que a pesar de su humilde formación en escuelas taller llegara bien pronto a codearse con clientes de altos vuelos que no sólo le encargarían sus casas sino que le incluirían en sus círculos de amistades e incluso, como en el caso de los Riehl (para los que hizo su opera prima, un caserón con tejado en doble vertiente en las antípodas de su obra posterior), le pagarían un viaje formativo de seis semanas a Italia allá por 1908. Pero lo de su relación con Ada, su primera y única esposa, es de traca. Ada era la hija de un adinerado empresario, lo que permitió a Mies vivir cómodamente, y le dio tres hijos en tres años, lo que, unido a un carácter propenso a la melancolía, dejaría a la buena señora mirando a Cuenca (bueno, digamos Königsberg). Tanta distracción era demasiado para un espíritu libre como Mies, que, tras ponerle los cuernos a troche y moche, dicho sea de paso, decidió dejarla. No me resisto a citar la carta en la que le da boleto: "De todas las personas, tú eres la más querida para mí. Pero no vincules tu vida a la mía. Sé lo bastante fuerte como para no necesitarme. Entonces tendremos una libertad compartida; entonces nos tendremos el uno al otro. Sin coacción, sin retribución, no ligados por nada".  Qué arteni Jane Austen. Subyugada por el pico (pluma) de oro de su marido, Ada le contesta: "Si no puedo volar contigo, no puedo hacer de mi amor una servidumbre para ti, y no colgaré como un plomo de tus pies. (...) Tú tendrás el camino libre, y yo seré un remanso al que puedas volver en cualquier momento. Ayúdame con amor a hacerlo realidad". Ya no quedan mujeres como Ada. Afortunadamente.

¿Cómo? ¿Que esto parece Sálvame? ¿Que así es como quiero que acepten mi solicitud para visitar la Fundación Foster? Mira, si quieres un blog serio y de calidad (cuya última entrada, por cierto, va de Mies), vete por aquí. Esto ya no sé muy bien lo que es (ahora parece que ha devenido una suerte de diario por voluntad propia -del propio blog-, uno ya no controla ni lo que escribe). Pues eso, buena semana.