martes, 27 de noviembre de 2012

Elogio de lo inacabado (2)


Este es el Parque de las Cuatro Libertades en Nueva York, proyectado hace casi 40 años por Louis I. Kahn como homenaje a Roosevelt y finalmente inaugurado hace unos días (más información aquí). Otra buena muestra de arquitectura inacabada que deja a la imaginación del flâneur arquitectónico su culminación y posibles interpretaciones. El parque conmemorativo es de una abstracción tan extrema que resulta sugerente pero quizá demasiado árido y frio, al estilo del memorial del Holocausto de Eisenman en Berlín o el monumento a las víctimas del 11-M que el dibujante y arquitecto Peridis levantó junto a la estación de El Pozo en Madrid y que, a mí por lo menos, me transmite poco (aún peor es el de Atocha, al menos por fuera). ¿Recuerda a las victimas del terrorismo el monumento que Cristina Iglesias creó para Vitoria o es solo otra de sus típicas celosías-laberinto? Quizá si las arquitecturas son demasiado inconclusas acaban perdiendo fuerza de evocación y se quedan en vacíos ejercicios de estilo. Dándole vueltas al tema pienso en un posible ejemplo arquitectónico de equilibrio entre lo sugerente de lo inacabado y la referencia clara que ayuda a la comprensión del mensaje y lo encuentro en el Palacio de Congresos de Badajoz de Selgas Cano o en las piscinas que marcan la huella de las Torres Gemelas en Nueva York, de Michael Arad .























domingo, 25 de noviembre de 2012

Elogio de lo inacabado




"Nada es más fuerte que la ausencia para crear presencias, la falta para otorgar realidad, ni nada es más seductor que la imposibilidad de poseerlo por completo todo. (...) La idea de completar todos los ángulos de un proyecto ahoga las soluciones más agudas. Esto lo saben bien los grandes arquitectos, los buenos pintores y los escritores con impulso. El cuadro no debe acabar con la mirada del receptor sino promover su opción sobre lo que no pudo haberse pintado. O no está filmado o no está escrito o referenciado". (Vicente Verdú, La elocuencia del defecto).

Fotografía: Jardín Social El Porvenir de Giancarlo Mazzanti en Bogotá: "En El Porvenir todo lo que está al interior de ese óvalo pertenece a los niños y los protege, pero todo lo que está al exterior –que se pega como una especie de ameba– tiene otros tipos de usos. Por eso, dejamos partes inacabadas, vacías, para que las comunidades se apropien de ellas. Es como una obra abierta que permite utilizar los edificios de maneras inesperadas.(...) El valor de la arquitectura no puede estar en entenderla simplemente como un objeto de arte construido, sino en saber lo que es capaz de producir en términos de acciones".

domingo, 18 de noviembre de 2012

Dos museos


Hoy traemos dos museos últimos que no podrían ser más contrapuestos. En la primera foto, el Museo de la Biodiversidad de Panamá (llamado Puente de Vida), aún en obras, y que como habrás adivinado es de Frank Gehry: parece un Guggenheim low cost. Gehry se adapta a los tiempos, pensarás, pero lo cierto es que a él siempre le fue el deconstructivismo puro y duro, el estrellato llegó después y nunca le gustó demasiado. Su casa en santa Mónica, que en algunas fotos más parece una favela, lo demuestra. Partiendo de una casa tradicional de los años 20, la envolvió con estridentes capas metálicas que tenían al vecindario encantado (se dice que un vecino llevaba diariamente a su can a hacer sus necesidades mayores en el césped de la residencia del arquitecto). Según cuenta Gehry le dijeron que la casa original tenía fantasma, y él decidió que era un fantasma cubista.

El segundo, en las antípodas del museo panameño, es el Parrish Art Museum de Herzog y De Meuron. Está situado en el East End de Long Island, cerca de Nueva York, habitual refugio e inspiración para artistas estadounidenses a los que está dedicado el museo. Los suizos han dibujado un edificio sobrio, espiritual, basado en la línea recta y con tejado a doble vertiente que recuerda a la VitraHaus o a su casa Rudin, de nuevo nada que ver con la residencia de los Gehry, aquí se busca justamente lo contrario: recuperar el dibujo más puro de una casa con un diseño prácticamente infantil. Como dijo Herzog en una ocasión, un edificio es un edificio. Y punto. En fin, en la variedad está el gusto.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Kafka vs Moneo


La línea recta será rancia y aburrida, pero cuando tienes un día kafkiano te puede arreglar el cuerpo (y el alma). Si eres un control-freak y tienes unos de esos días en los que de pronto todo se desencaja, corre al edificio de Moneo más cercano y súmergete en su estructura legible, coherente y lógica. Contempla cómo todo parece encajar a la perfección, aférrate a sus limpias formas y encontrarás la paz en los ángulos de 90 grados. Moneo es cartesiano, es gramático. Y al igual que la gramática vertebra y pauta el lenguaje, los cubos del navarro nos ofrecen el espejismo de que el mundo, la vida, puede ser ordenada, controlada, domada. Quién no ha intentado alguna vez meter en cintura a la realidad mediante  una tabla de Word o de Excel para percatarse pronto de que la realidad, como dice Bauman, es líquida y se escapa por los múltiples resquicios de nuestras torpes estructuras. Pues bien, los cubos de Moneo, aparentemente banales, son perfectas tablas tridimensionales que al acogernos consiguen el milagro de hacernos olvidar el caos y la entropía. Si tienes un día torcido no se te ocurra ir al Guggenheim de Gehry o al ático austriaco de los Coop Himmel(b)lau. Lo mismo acabas con una crisis de ansiedad de caballo. La curva, tan ruidosa, tan evocadora del inquietante infinito, es para días mejores. Lo que te digo, corre a un cubo de Moneo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Arquitectura=optimismo+civilización



"Al final construimos porque creemos en el futuro: nada muestra más compromiso con el futuro que la arquitectura. Y construimos bien porque creemos en un futuro mejor, porque creemos que pocos regalos se pueden ofrecer a las generaciones venideras que sean mejores que las grandes obras de la arquitectura, como símbolo de nuestras aspiraciones comunitarias y también como símbolo en nuestra fe no solo en el poder de la imaginación, sino en la capacidad de la sociedad para seguir creando. El argumento a favor de la arquitectura -si queremos llamarlo así- no radica únicamente en la experiencia de estar en edificios notables y maravillosos (...). Pero esos son los grandes momentos de la arquitectura, esos momentos que nos dejan sin habla; y son los más importantes, los que crean la civilización; son nuestras catedrales, tanto en sentido real como figurado, las obras de arquitectura que amplían nuestra cultura de la misma manera que lo hacen las obras de Beethoven o Picasso". (Paul Goldberger, Por qué importa la arquitectura).