sábado, 31 de agosto de 2019

Delirios

El observatorio Latting, que inspiró la torre Eiffel

"...Especialmente entre 1890 y 1940, una nueva cultura (¿la "era de la máquina"?) eligió como laboratorio Manhattan: una isla mítica donde la invención y la puesta a prueba de un modo de vida metropolitano y su consiguiente arquitectura podían aplicarse como un experimento colectivo en que la ciudad entera se convertía en una fábrica de experiencia artificial donde lo real y lo natural dejaban de existir. (...) Los iconos de la religión son reemplazados por los de la edificación. La arquitectura es la nueva religión de Manhattan.

(...) El inspirador ejemplo de la Gran Exposición de Londres, celebrada en 1851 en el Crystal Palace, desata la ambición de Manhattan, que dos años después ya ha organizado su propia feria, reivindicando así su superioridad, en casi cualquier aspecto, sobre todas las demás ciudades americanas. (...) La feria (...) está marcada por dos construcciones colosales que dominan completamente los alrededores, introduciendo para ello una nueva escala en la silueta de la isla, en la que destacan fácilmente. La primera es una versión del Crystal Palace de Londres, pero dado que la división en manzanas impide hacer construcciones mayores de cierta longitud, se levanta una estructura cruciforme cuya intersección está coronada por una enorme cúpula.(...) La segunda construcción, complementaria, es una torre situada al otro lado de la calle 42: el observatorio Latting, de 350 pies [107 m] de altura. "Si exceptuamos la torre de Babel, tal vez podría decirse que éste es el primer rascacielos del mundo" [Official Guidebook, New York´s World Fair 1939]. (...) Por primera vez, los habitantes de Manhattan pueden inspeccionar sus dominios. Tener una idea de la isla como un todo es también ser consciente de sus limitaciones, de lo irrevocable de su contención.(...) Tales inspecciones desde lo alto se convierten en un tema recurrente del manhattanismo; la concienciación geográfica que generan se traduce en arrebatos de energía colectiva, en megalómanas metas comunes. 


(...) El observatorio Latting y la cúpula del Palacio de Cristal introducen un contraste arquetípico que aparecerá y reaparecerá a lo largo de toda la historia de Manhattan en encarnaciones siempre nuevas. La aguja y el globo representan los dos extremos del vocabulario formal de Manhattan y describen los límites exteriores de sus opciones arquitectónicas. La aguja es la construcción más delgada y menos voluminosa con la que se puede marcar un lugar dentro de la retícula; combina el máximo impacto físico con un insignificante impacto de terreno; y es esencialmente un edificio sin interior. El globo es, matemáticamente, la forma que encierra el máximo volumen interior con la menor superficie exterior; tiene una capacidad promíscua para absorber objetos, personas, iconografías y simbolismos; y los pone en relación por el mero hecho de hacerlos coexistir en su interior.

En muchos sentidos, la historia del manhattanismo como arquitectura separada e identificable es una dialéctica entre estas dos formas, con la aguja queriendo convertirse en un globo, y el globo intentando, de tanto en tanto, transformarse en una aguja: una fecundación cruzada que da como resultado una serie de afortunados híbridos en los que la capacidad de la aguja para llamar la atención, junto con su modestia territorial, rivaliza con la consumada receptividad de la esfera". (Rem Koolhaas, Delirio de Nueva York).

Koolhaas en Taipei

domingo, 25 de agosto de 2019

Crímenes perfectos



"José Ramón Anda es un escultor, pero también un constructor, un arquitecto. Su trayectoria es impecable. Su oficio, indudable. No hay más que verlo (....)

En medio de la luz diáfana y lechosa del taller, en una lenta y silenciosa conversación entre el cerebro y la mano, el escultor se entrega al trabajo sobre un monolito, concentrando todos los sentidos -y el ritmo mismo de la existencia- en un esfuerzo que se desenvuelve, confiesa Anda, "en medio de una tensión psicológica y física". Es un cuerpo a cuerpo, una lucha contra una mole inmóvil y adversaria, que tiene mucho, como supo ver Michel Leiris, de "tauromaquia", metáfora que con plena razón ha sido aplicada a la escultura. En el proceso de ejecución sobre la masa aún informe, el escultor espía a su adversario, explora su bravura, cede momentáneamente a sus exigencias, contraría sus embestidas y le desafía por sorpresa, usando distintos recursos, para que el material no se agriete, no se alabee, no se fisure, no engorde, no exhiba sus accidentes, hasta lograr un acabado impecable, en el que, incluso la huella del ataque, la rugosidad natural del grano, los pequeños nudos y vetas, los surcos imprevistos queden unificados por una piel tersa, obtenida pacientemente con cepillados finales, estucados o suaves baños de color bajo los que tiembla la trama, que busca en la lisura la desmaterialización del material, la concisión. Es lo que Brancusi llamaba el "crimen perfecto". Un triunfo en la "faena", por usar términos taurinos, que al escultor no siempre deja satisfecho. Pues esa lucha de intransigencias, este "suicidio" del material que se desmorona bajo las herramientas (...) no siempre se salda a favor del escultor, que, a veces, tiene que admitir la victoria de su adversario: "La madera se comporta como quiere", se lamenta Anda; incluso, al final, la última "mano" será la suya". (María Bolaños, José Ramón Anda. Elogio de la constancia, en el catálogo de la exposición Lantegi (taller) dedicada al escultor).



miércoles, 21 de agosto de 2019

Conos



Mecanoo tienen su estudio primero en Delft. Aquí hace pocos años concluyeron la nueva estación de la localidad, un voluminoso edificio de tejados zigzagueantes que aloja también el ayuntamiento de la ciudad azul y naranja. Azul por la típica porcelana local que le otorga singularidad en el reñido márketing turístico y naranja por ser el lugar desde donde Guillermo de Orange dirigió los primeros embates de la lucha por la independencia de los Países Bajos, aquí además fue asesinado y está enterrado junto a otros miembros de la nueva dinastía. El techo de la estación, haciendo gala de su vocación de servicio al municipio, está surcado de listones que llevan serigrafiados el mapa de la ciudad. Ya que estamos, diremos también que en Delft nació y vivió toda su vida el pintor Johannes Vermeer, y también de aquí es Antonie van Leeuwenhoek, el padre de la microbiología, que descubrió utilizando unos sencillos microscopios que él mismo elaboraba.

En la muy bella ciudad el estudio, fundado por Francine M.J. Houben en 1984, construyó también la biblioteca de la universidad, la famosa TU Delft, dedicada al estudio de diferentes disciplinas tecnológicas. Su forma es verdaderamente original. Un inusitado cono ciego, donde se instalan varias zonas de estudio bajo un imponente lucernario, atraviesa una extensa cubierta en forma de ladera accesible bajo la cual se instalan la biblioteca, despachos y demás dependencias (video aquí). Desconocemos la razón por la que Mecanoo eligieron esta curiosa forma para la biblioteca. Urge idear un relato para este cono inconexo. Y aquí estamos nosotros para ello, descuida. Primero pensamos si el icono cónico podría ser un símbolo tecnológico, una suerte de flecha o cohete que apuntara al infinito y más allá. Luego si podría tratarse de una suerte de nostalgia por la montaña en un país de horizontalidad tan recalcitrante. Ninguna de estas paridas nos convencía realmente, por lo que, forzando un poco la máquina narrativa, hemos elaborado otra propuesta, acaso tan parida como las previas (atentos, queridos niños, porque de esta guisa se conducen muchos en nuestra sociedad postodo: hacen lo que les sale, que ya se creará el relato pertinente para justificarlo). La articulo en párrafo aparte y todo. 

Aquí está el estudio de Mecanoo
Muy cerca del estudio de Mecanoo, en la calle Oude Delft, a la que da nombre el canal más antiguo de la ciudad, se encuentra la Oude Kerk, la vieja iglesia cuya azarosa construcción soportó incontables retrasos y cuando fue finalmente concluida, en torno a 1350, resulta que, para escarnio de sus arquitectos, su impresionante torre de 75 metros quedó visiblemente torcida. Dicha torre está coronada por un potente cono que a su vez está rodeado por otros cuatro algo más pequeños (en puridad deberíamos decir que si nos fijamos bien no son conos sino pirámides hexagonales, pero un detalle nimio como este no debería estropearnos el relato, así que lo ignoraremos: otra impagable lección de cómo desempeñarse en nuestra realidad polimorfa, mis queridos), por cierto -esto va como subplot verídico- que los dos conos que miran al oeste son más pequeños y están inclinados en dirección contraria adonde se ladea la torre para contrarrestar mediante un juego óptico la desviación (el reloj, del siglo XVI y 9 toneladas de peso, el más grande de Holanda, también está colocado de manera asimétrica para ayudar a esa percepción), aunque la verdad sea dicha, ambas estratagemas sirven más bien de poco. Pero volvamos si no te importa al cono. Teniendo en cuenta que todos los días Francine y su equipo verían los cinco conos-pirámide cerniéndose ominosos sobre sus cabezas, cabe la posibilidad de que consciente o incluso inconscientemente el cono acabara siendo elegido como icono de la biblioteca. Descabellado, sí, pero como relato lo peta. En este breve video del estudio puede verse la oficina de Delft en un día de trabajo. La torre inclinada hace fugaz aparición. 


Mecanoo tienen en España el palacio de justicia de Córdoba y la Llotja de Lérida. Fijémonos brevemente en la segunda, un macizo auditorio con generosos voladizos y formas alienígenas. Una vez más desconocemos las razones para formas tan sorprendentes, pero también tenemos aquí una teoría (tengo el día fantástico), y es que nos recuerda al edificio Aula de la universidad de Delft que se sitúa justo al lado del cono, concluido por Van der Broek y Bakema en 1966. Gracias a su brutalismo exacerbado y sus contundentes voladizos, el también auditorio es conocido como “el OVNI” en la universidad. La Llotja podría ser un homenaje de Mecanoo a los veteranos arquitectos que también fueron por cierto profesores de la TU.

Concluimos ya con un par de meditaciones, permíteme que insista, sobre el cono. La verdad es que se trata de una figura geométrica interesante, piénsalo por un momento. Un vértice central (en la biblioteca de Mecanoo al aire, para que se vea bien) que es capaz de aglutinar la convergencia de un innumerable número de puntos distintos arracimados en torno a una circunferencia. Pero por favor, el cono, en medio de nuestra complejidad posmoderna, es el invento del siglo. Claro que viendo la enconada situación política de los países mediterráneos, me da que el cono debe ser un invento nórdico. Acabo ahora sí con una cita de José María Lassalle que, en un artículo para El País de nombre Nueva centralidad, decía ayer mismo: "Una nueva centralidad se dibuja en Europa y quizá, también en España. Un centro que ya no es una simple equidistancia entre polos, sino el resultado de un equilibrio dentro de un sistema de ecuaciones lineales que contienen diversas incógnitas y planos que interseccionan líneas contradictorias dentro de una matriz con un único punto en común (...). Para verlo hace falta cambiar el chip visual. Proyectar una mirada que agregue perspectivas que permitan dibujar un mapa amórfico en donde surjan las intensidades que definen, también, la nueva política. Esto exige cohonestar en tiempo real una pluralidad de conjuntos de proximidad que interseccionan un centro donde se negocian intereses aparentemente irreconciliables. Un centro que está sujeto a la interacción hostil que plantean sobre él los vectores de radicalidad que tienen la vocación de anularlo para asfixiarlo y hacerlo colapsar políticamente (....). [Es necesaria] una coalición del siglo XXI  que tiene la responsabilidad de definir el centro que gane definitivamente la batalla frente a la radicalidad de los extremos que la hostigan. De su éxito depende el futuro de Europa y de la democracia”.


lunes, 12 de agosto de 2019

Estos días azules


Ha sido ver este óculo y acordarme del proyecto del Bellas Artes de Bilbao a cargo de Foster que comentábamos en anteriores entradas. Ya puestos ¿me adivinas dónde ando? Pista: el fin de semana me sentó fatal.


domingo, 4 de agosto de 2019

Nubes y lágrimas (2)


Vamos hoy a dar una vuelta a los distintos proyectos que han competido para el museo de Bellas Artes de Bilbao junto al ganador de Foster. Una vez más, pero acaso esta con especial insistencia, te recuerdo mi condición de no-arquitecto. Avisado quedas, querido lecteur. Libre eres, faltaría más, pero si tras leer la presente entrada te sientes estafado por la pérdida de tu precioso tiempo, por un intrusismo que consideras nefario o en general por la absurdidad (e incluso absurdez) de que un aprendiz pardillo afronte tamaña tarea, la culpa será solo tuya.


La tarea de abordar la cuarta ampliación de un museo como el de Bellas Artes, con dos edificios contrapuestos, uno de 1945 en estilo neoclásico y otro de 1970 de estilo miesiano que solo se parecen en sus plantas en L (sin olvidar una tímida rehabilitación en 2001 que trata en vano de acercar posturas) resulta heroica. Las eles ni siquiera se cierran en cuadrado: la L miesiana (diseñada por Álvaro Líbano y Ricardo Beascoa) da la espalda a su veterana compañera (de, como decíamos, Urrutia y Cárdenas) en gráfica confrontación ¿Es pura coincidencia o hay una voluntad de rechazar lo que por aquel entonces se consideraba quizá un edificio de factura rancia y franquista? A saber, pero con estos mimbres mal vamos. Veamos cómo lo han encarado estos estudios punteros.

Tetris
Nieto y Sobejano empiezan su explicación del proyecto aduciendo el carácter heteróclito y acaso irreconciliable del museo, en realidad dos bajo el mismo nombre, no por nada Bikoitz (doble en euskera) es el lema de su proyecto. Ante semejante sindiós se lavan las manos y encajan sin miramientos un cubo gris oscuro casi negro (para más inri) en la plaza de Arriaga cual ménage à trois forzado e inconexo. Melpómene se va a tomar viento, ni siquiera sugieren qué hacer con ella, hay que ver, mandarla a la plaza Euskadi para que llore aún con más ganas hubiera sido una opción. El cubo se alza tres plantas, lo que no ayuda a la circulación y a la continuidad de las exposiciones. Soberbia la entrada: como el resto de equipos menos Moneo recuperan la primera entrada del museo (la reforma del 70 reubicó la entrada justo en la otra punta: ¿otro desprecio al edificio de 1945?) pero se abre un nuevo y elegante acceso subterráneo al que se llega por una ceremoniosa rampa (plaza descendente en palabras de los arquitectos). La cubierta del edificio antiguo se habilita como terraza para que podamos disfrutar con mejor perspectiva de la plaza Euskadi. En el interior, blanco nuclear y juegos panópticos. Más información e imágenes aquí.

Marrón glacé
Snøhetta, el estudio que saltó a la fama con la Biblioteca Alejandrina y la Ópera de Oslo, debe su nombre a una montaña en Noruega. Todos los años los componentes de la firma, desperdigados por cinco oficinas en tres continentes, la escalan en un sano ejercicio de team-building. Quizá por ello han sido especialmente sensibles al entorno de Bilbao, situado en el fondo de un valle, y han coronado su caja, que al igual que la de Nieto-Sobejano se alza en la plaza Arriaga, con una terminación a doble vertiente simulando la cima de un monte y su contrario, imitando a un valle. En la parte de la cubierta en forma de V sitúan un pequeño graderío visitable para eventos, que conecta a su vez con la característica pulsión cívica tan propia del espíritu nórdico. La entrada se realiza por el edificio antiguo, y exactamente como propone Foster, elevan la escalera original para crear un pasaje por el que acceder al edificio principal. Al igual que en otros proyectos anteriores los interiores se forran profusamente de madera, volviendo a conectar su intervención con la naturaleza en otro rasgo característico del estudio. El artesonado del sobrio vestíbulo principal del nuevo edificio, justo donde se encontraba la plaza Arriaga, replica las formas de la cubierta (la montaña puntiaguda y el valle) en rítmico y repetitivo patrón que acaso acabaría agobiando. Melpómene, como en el caso de Nieto y Sobejano, sale desplazada de su ubicación actual, pero al contrario del proyecto de los madrileños, se le da protagonismo colocándola justo delante de la puerta principal, donde luce espléndida y en perfecta consonancia con la fachada neoclásica. La memoria de Arriaga (al que en los paneles explicativos califican de poeta, confiemos sea una metáfora) queda así resguardada. En fin, un proyecto interesante que no apasiona. Aquí tienes más información e imágenes.

Pocoyó
SANAA, como Snøhetta, nos traen también una porción de su país con el proyecto más peculiar, una sutil japonesada dicho sea sin la más mínima voluntad de ofender, tantas son las lecciones que nos puede dar el país del sol naciente. No sabemos si su pertinaz infantilismo es una de ellas. Aquí lo vemos en forma de una nube alucinógena que cierra la plaza de Arriaga y que parecería sacada de un episodio de Pocoyó. Melpómene es respetada en su presente ubicación. Mucho más nos gusta el cierre de la plaza de Chillida (la que conforma la L invertida de la ampliación del 70), de formas fluidas y amables y completamente acristalado en el típico estilo del estudio. Sería una tercera L, esta redondeada y hospitalaria que, ahora sí, se encuentra con la gélida L de la segunda ampliación creando en su unión un pequeño patio. La cafetería se ubicaría en la planta baja, un espacio con gran encanto entre el mencionado patio y el parque de doña Casilda mientras que una gran sala de exposiciones se alojaría en la planta superior. No contentos con ampliar el museo, SANAA pretende también sanar el contexto urbano en su propuesta sugiriendo un estanque en la actual plaza de Euskadi que sea extensión del parque de doña Casilda y “genere un nuevo evento” que sirva de “efecto llamada” a los visitantes del Guggenheim, que atraídos por el acogedor recorrido acaben descubriendo el museo de Bellas Artes como quien no quiere la cosa. En la lagunilla, ya puestos, digo yo que en esa voluntad de generar eventos fenomenológicos se podrían poner pequeñas barcas que, cual Carontes modernos, permitieran a sus usuarios navegar hacia el singular hades arquitectónico de la plaza Euskadi. Más aquí.

Arriba y abajo
Cuando el danés Bjarke Ingels era pequeño, solía subirse al tejado de una casa que sus padres tenían cerca de un lago, hasta que sus progenitores, alarmados, le echaban la bronca para que bajara. Como señala en el documental Big Time, dicho acicate por asaltar la verticalidad inspiró su arquitectura. Eso y Barcelona, adonde acudió para recibir clases de Miralles durante un Erasmus en 1996 y donde, como no deja de repetir en toda entrevista que le hacen, descubrió su verdadera vocación por la arquitectura. Su relación con España continúa: su pareja es gallega y su hijo (de nombre Darwin, toda una declaración de intenciones) acaba de nacer en Barcelona, donde también recientemente ha abierto un estudio. Su ampliación del Bellas Artes plantea más que ninguna otra suturar la tremenda herida que en realidad es este museo uniendo los dos edificios antagónicos mediante una intervención topográfica, un “nuevo paisaje” en el que, como es típico en el danés, horizontalidad y verticalidad se funden en intenso abrazo y en el que el edificio acoge usos ambivalentes. El autor de la central de tratamiento de residuos de Copenhague, una montaña artificial cuya cubierta puede utilizarse como pista de esquí, aquí sorprende creando en la plaza Arriaga otra montaña que, en sinuosa curva, sirve de ágora urbano. La curva continúa por delante del museo antiguo, donde dos lucernarios, a cada lado del asombrado edificio, aportan luz a una soberbia sala de exposiciones subterránea y a su vez sirven de recorrido elevado que haría las delicias de skaters y traceurs. Como ves aquí tenemos un desbordante mix de la “función oblicua” de Virilio, el “alpinismo doméstico” del futurista Vincenzo Fani, la apuesta incondicional por el riesgo de Miralles y los indómitos pliegues de Koolhaas, para quien Bjarke trabajó. Pegas: en las rampas elevadas con apenas ligeras barandillas algún aitona fijo se nos descalabra, las tremendas aristas que generan los lucernarios (que recuerdan a su pabellón Serpentine) se llevan mal con la sobria construcción de 1945 y el vestíbulo del “edificio” sobre la plaza Arriaga, obligado por el graderío exterior que sostiene, tiene unas formas extrañas, casi claustrofóbicas, con una pared-techo que parece venírsete encima. Melpómene está aquí, su cabeza casi dando de bruces con esa brutal ola de cemento. Con todo es un proyecto verdaderamente deslumbrante en su planteamiento. Más información aquí.

Ni contigo ni sin ti
El gran morbazo que generaba este concurso era sin duda la confrontación entre Moneo y Foster. Un duelo en la cumbre, una épica batalla entre los dos gigantes de la arquitectura que ampliaron respectivamente el Prado y el British Museum, lance simpar que finalmente se ha saldado con la victoria del inglés. Nosotros nos declaramos fans de Moneo como otros lo son del Betis, manque pierda, así que la objetividad va a ser difícil. A ello. Todos esperábamos una caja del arquitecto navarro, pero jobar, es que ha hecho un pedazo cajón que literalmente se come el ala más nueva. Más que integrar, Moneo desintegra el actual museo, dejando el edificio antiguo de milagro, por aquello de que está protegido, y aquí paz y después gloria (el arquitecto dice que se debe entender su actuación como un “eco de lo existente”). Quiebra el disloque de las dos eles dándose la espalda creando su propia L (el doble de grande) que, al contrario que la disposición actual, se cierra en cuadrado con el ala antigua. Es el único que no plantea la entrada principal por el museo antiguo (la abre sólo para VIPs), lo que le permite crear un nuevo y potente acceso por el parque. Moneo tiene bellas palabras para el veterano edificio,  “escudo iconográfico” de su propuesta, pero sitúa una enorme fachada justo donde empieza su intervención en forma de pantalla sobre la que se proyectaría información acerca de la exposición temporal en curso, lo que dejaría en segundo plano la fachada neoclásica. Una gran ventaja de liarse de tal guisa la manta a la cabeza es que puede ofrecer el mejor vestíbulo con diferencia de todos los proyectos con un juego de vacíos espectacular en un blanco resplandeciente (con algún toque de rojo pompeyano en alusión a su ampliación del Prado) y una escalera helicoidal realmente bella. La plaza Chillida desaparece, pero como compensación se deja un generoso espacio lindante con el parque como apetecible cafetería y se crea una fantástica terraza mientras que Lugar de encuentros IV, la escultura de Chillida que se instaló en su plaza en 1982 tras una tardía exposición antológica de su obra, sería recolocada en el lobby de entrada. La plaza Arriaga queda reducida a un pequeño “claustro/patio” que alojaría un jardín de esculturas. Melpómene, vaya, tendrá que compartir protagonismo. En suma, en este contigo pero sin ti, en esta ampliación a la portuguesa, Moneo prácticamente hace un museo nuevo. Es seguramente el mejor de todas las propuestas, pero a lo mejor no es eso lo que se buscaba. Fotos y más información aquí.


Agravitas, la propuesta vencedora
¿Es la de Foster la mejor propuesta? El mayor valor quizá del proyecto del mancuniano es que respeta lo existente, incluso en su total contradicción, arriesgándose con ello a que su proyecto pierda espectacularidad o funcionalidad. Lo vemos especialmente en la entrada principal: mantiene la del edificio de 1945, tan solo modificando la escalera original para que gane en altura y debajo se pueda crear un acceso al atrio (ofrece una alternativa: eliminar totalmente la escalera, dejando así en evidencia la debilidad de dicha decisión), sea como fuere palidece si lo comparamos con el lobby de Moneo. Además el paso de un modesto vestíbulo de estilo neoclásico diseñado para un museo más bien pequeño al nuevo y futurista atrio que ya describíamos en la anterior entrada puede resultar en un shock arquitectónico de digestión complicada. Ya en el atrio, el óculo, justo sobre Melpómene, eje central en su propuesta, nos parece un detalle magistral. La nube elevada sobre el conjunto, bastante más acertada que la de SANAA, ofrece como decíamos una enorme sala de 2.000 metros cuadrados sin obstáculos que da mucho juego y además permite sin aparentemente pretenderlo lo que otras propuestas se esfuerzan en conseguir sin demasiado éxito: crear una nueva estructura que nos haga olvidar la tremenda llaga de un museo escindido en dos, ofreciendo una audaz visión del futuro sin estridencias innecesarias y generando un icono amable y optimista.