domingo, 21 de mayo de 2017

El arquitecto guitarrista

Atención pregunta

Pues sí, al autor de este edificio el mismísimo Andrés Segovia le animó a dejar la arquitectura por la guitarra. ¿De quién se trata? ¿Dónde está el edificio?

sábado, 13 de mayo de 2017

Arquitectura en democracia (y 3)

¿Nosferatu? No, Calatrava

Pues vamos con la tercera sesión sobre la arquitectura durante la joven democracia española que Luis Fernández-Galiano (en la foto dando incautamente la espalda a un vampírico Calatrava que posa junto a su estación neoyorquina) dio allá por abril en la madrileña Fundación Juan March. Esta conferencia, la única a la que pude asistir, se centraría en las dos legislaturas de Aznar (1996-2004). Antes de entrar en materia comentar, una vez más, el tirón del catedrático de proyectos de la ETSAM y editor de Arquitectura Viva: una hora antes de que empezara la conferencia ya había más de 100 personas haciendo cola, y el lleno en el auditorio de la Fundación era absoluto. Y lo que es más, algo inaudito en un contexto tan académico, fui testigo del requiebro de una señora del público cuando al proyectar don Luis el plano de la sección del Museo de Bellas Artes de Castellón de Mansilla y Tuñón (donde se aprecia la caída en cascada de las diferentes salas) LFG pidió perdón por aburrirnos en una conferencia al fin y al cabo mainstream (esto es mío). Ni corta ni perezosa soltó la buena señora a voz en grito que era su conferencia muy interesante, vamos como si estuviéramos en un concierto de Bisbal.

Todos esperábamos que Fernández-Galiano entrara a degüello sobre la figura de Calatrava, devenido chivo expiatorio de la arquitectura espectáculo, pero hizo bien el catedrático en recordarnos que por aquel entonces, ebrios de poder gracias a una pujante economía que nos llevaría a instalarnos en un orgiástico desenfreno como si no hubiera mañana, tal desatino colectivo buscaría su trasunto en las escultóricas arquitecturas del valenciano, esos blancos exoesqueletos desprovistos, cual brutales saurios extraterrestres (¿se me nota que estoy deseando ver Alien Covenant?), de músculo o piel. Y es que, como reza el título del reciente libro de Llàtzer Moix, todos queríamos un Calatrava (que recuerda al ponga un Foster en su vida de Juli Capella), el valenciano era por aquel entonces requerido por doquiera para levantar su gótico-ficción: LFG mostró varios ejemplos de cómo muchos de sus edificios ingresaron en el "inconsciente colectivo" de la publicidad, como también lo hizo el impepinable Guggenheim de Bilbao, que cambiaría la historia de la arquitectura animando a los arquitectos a "soltarse el pelo" (hasta Moneo se animaría por aquel entonces a hacer el Kursaal donostiarra, su edificio más icónico).  El NYT nada menos hablaría del milagro bilbaino, historia que conocemos bien (el propio LFG dio una conferencia sobre el edificio también en la March hace un año). Desgrana en este punto nuestro conferenciante un largo listado de edificios e infraestructuras que llevarían al arquitecto a convertirse en divino starchitect: el metro de Bilbao de Foster y sus fosteritos, el TEA de Herzog y de Meurion en Tenerife, la "polémica" Ciudad de la Cultura de Santiago de Eisenman, la torre Agbar de Nouvel, "rascacielos mediterráneo" que evoca las formas redondeadas de la Sagrada Familia, el edificio Mirador de MVRDV, donde se utiliza la vivienda para hacer un icono, algo que le "rechina" a don Luis, la T4 madrileña de Rogers y Lamela (recientemente fallecido), con sus bellísimas cubiertas alabeadas que lleva al extremo el invento de Foster en Stansted (alojar toda la maquinaria del edificio abajo y dejar las cubiertas ligeras), la monumental Caja de Granada de Campo Baeza, en cuyo atrio cabría la catedral granadina ("las cajas de ahorros como catedrales", apunta LFG, que nos llevarían al caos y posterior rescate bancario), el Museo de Bellas Artes de Castellón de Mansilla y Tuñón, en el que el propio traslado de las enormes letras que adornarían su entrada se convirtió en una suerte de performance artística, el Museo de Arte Contemporáneo de León de los mismos autores, el Baluarte de Mangado y su rotunda presencia física que nos atrapa con su potente gravedad, algo que también puede decirse de la arquitectura de AMP o García-Abril (el señor de las vigas), la Biblioteca de Usera de Ábalos y Herreros y en fin obras varias de RCR (los nuevos Pritzker que ya empezaban a llamar la atención por aquel entonces), Navarro-Baldeweg, Miralles o Ferrater.

Mientras tanto los arquitectos españoles empezaban también a exportar al exterior sus prodigiosas creaciones: así, Zaera con su topográfica terminal de Yokohama, EMTB con el complejo (y polémico) edificio para el Parlamento escocés o Moneo ("testarudamente presente" en esta serie de conferencias) con su catedral de Los Ángeles (cuya inauguración el mismo LFG retransmitiría en la televisión española como si de un partido de la Champions se tratara), un edificio grávido que choca con las típicas construcciones livianas californianas (don Luis nos cuenta el chiste local según el cual si un coche choca con un edificio allí el que se lleva la peor parte es el edificio).

Capítulo aparte merece el 11-S, que para Fernández-Galiano es también un acontecimiento arquitectónico, y así lo reflejó convirtiendo las estalladas torres en portada de un Arquitectura Viva. LFG nos recuerda que el líder de los terroristas era un arquitecto egipcio que se doctoró en Hamburgo con una tesis sobre arquitectura tradicional. Aparte de las motivaciones que todos conocemos habría por tanto según don Luis una voluntad de hacer desaparecer un icono de la arquitectura moderna. Mientras tanto, en España se vivía una envidiable situación económica que maravillaba al mundo. Dos portadas de la misma semana del Time y Newsweek reflejaban dicha admiración: The Spanish Way, como modelo de crecimiento exportable al mundo, apuntaba la primera; Spain Rocks, la segunda. Y en esto llega el 11-M, que acabaría brutalmente con el gobierno de Aznar. Don Luis culmina como empiezó, con una referencia a Calatrava, portada con su Ciudad de las Artes y las Ciencias (elegida como símbolo arquitectónico de este periodo por nuestro conferenciante) en The Economist y su fastuoso proyecto para los Juegos Olímpicos de Atenas. No mucho después caería Grecia, devenido enfermo crónico de Europa, como le sucedería a la arquitectura espectáculo empezando por el propio Calatrava, sus edificios, con ese cainismo que nos caracteriza, tildados de poco más que fallas fallidas. Sic transit...


La Fundación Juan March, de José Luis Picardo

Pues iba ya a cerrar y me he dicho, venga, vamos a por la cuarta y última conferencia, que estoy en racha y al fin y al cabo es el periodo (los últimos diez años) que mejor nos sabemos, así que puedo pasar por él raudo. Es la época marcada por la crisis financiera y social más virulenta que se ha conocido en décadas, que obligará a repensarlo todo, la arquitectura también, por supuesto. Hasta que llega ese momento (a partir de 2008), España entonó el canto de cisne con tres acontecimientos que tuvieron a la arquitectura como eje: el Fórum de las Culturas de Barcelona, que revitalizó urbanísticamente la zona norte de la capital condal utilizando "piezas arquitectónicas sueltas" de gran gancho mediático y fotogénico (el triángulo suspendido de H&dM, la pérgola fotovoltaica de Elías y Torres), la copa América en Valencia (con el Palacio de las Artes de Calatrava y el Veles y Vents de Chipperfield como estandartes) y la Expo de Zaragoza de 2008 emplazada en un meandro del Ebro y dedicada precisamente al agua, cómo no (casi una seña identitaria de los aragoneses) con sus inevitables pabellones (destacando el de España a cargo de Mangado, inspirado en el bosque de las Landas que debía atravesar para ir a Burdeos, donde el arquitecto navarro realizaba una intervención similar a la de la Plaza de Felipe II en Madrid, o el espectacular pabellón-puente de Hadid, un alarde de ingeniería tan brillante como inútil).

En Madrid los arquitectos siguen trabajando a destajo en esos años de negros nubarrones en los que la tormenta aún se resistía a descargar. Ahí tenemos la nueva sede de Telefónica de de la-Hoz, el BBVA de H&dM, el Caixaforum madrileño, también de los suizos, la ampliación del Reina Sofía de Nouvel o la ampliación del Prado de Moneo, que ha tenido su coda final en la futura rehabilitación del Salón de Reinos a cargo de Foster. Y en esto que, finalmente, estalla la tormenta con el colapso de Lehmann Brothers, que coincide justo con la construcción de las conocidas como Torres del Real Madrid, y aquí nos recuerda don Luis la sistemática correlación entre la culminación de rascacielos icónicos y el inicio de crisis económicas severas (el crack del 29 coincidió igualmente con la terminación del Empire State y la torre Chrysler). Entramos en un tiempo nuevo, una crisis sistémica de la que aún luchamos por zafarnos. Pobres de los edificios-espectáculo a los que la crisis pilló inacabados: sufrirían el escarnio de los mismos que no mucho antes los demandaban con ahínco: ahí están la Ciudad de la Cultura de Galicia, el Metrosol Parasol de Sevilla, la Caja Mágica madrileña, etc.

Fue una época en la que, quizá por la propia inactividad forzada por la crisis, muchos arquitectos se vieron abocados a elucubraciones teóricas que sin duda generaron un fértil debate. Ahí están los cuatro congresos nada menos organizados por la Fundación Arquitectura y Sociedad  (y dirigidos por el propio LFG), o las exposiciones como Spain Mon Amour en el marco de la Bienal de Venecia, que sirvieron para reformular muchos planteamientos. Hay que hacer más con menos, no hay otra. Y en ese difícil contexto surgirían sin embargo obras destacables como el Museo de Bellas Artes de Oviedo, del propio Mangado, el de las Colecciones Reales de Mansilla y Tuñón en Madrid en tajante oxímoron frente a la Almudena, las delicadas intervenciones paisajistas de RCR, el centro cordobés de Nieto-Sobejano o la bibiloteca de Ceuta de Paredes Pedrosa.

Llega 2011, un año de cambios importantes: cae Zapatero, sube Rajoy y Juan Carlos I abdica en su hijo Felipe VI. Don Luis relaciona la necesidad del recambio en instituciones y dirigentes con la necesidad de un recambio también en los postulados arquitectónicos. Es la época del Ferrater del paseo marítimo de Benidorm, donde se recupera lo cromático tras ser amputado por el Movimiento Moderno y su blanco preceptivo, el mercado de Santa Caterina de EMBT en Barcelona o el Caixafórum de Zaragoza de Pinós. Jóvenes y brillantes arquitectos entran con fuerza en el panorama arquitectónico español: José María Sanchez, Ecosistema Urbano, Gironés, Harquitectes, Ruiz-Geli..., y a pesar de todo hasta se consigue exportar nuestras arquitecturas: ahí están Barozzi-Veiga y su Filarmónica de Szczezin, Nieto y Sobejano con sus intervenciones en Alemania, Cruz y Ortiz, los del Rijks (la intervención más destacada en el extranjero de un equipo español con diferencia) o RCR y su Museo Soulages en Rodez, sin olvidar los pabellones efímeros, menos importantes pero con tanta (o mayor) visibilidad que las obras citadas, que Selgas-Cano o Chinchilla levantarían para la Serpentine londinense o el Central Park neoyorquino respectivamente, ambos con un inusitado mensaje de optimismo en momentos muy difíciles para los arquitectos.

Don Luis ha elegido como representante arquitectónico de esta época de incertidumbre el Matadero Madrid de una pléyade de jóvenes arquitectos como Franco, Carnicero, García-Abril, Jaque o Langarita-Navarro entre otros en el que se resume el nuevo espíritu de estos tiempos mutantes: el respeto a lo preexistente sin renunciar a una sorprendente innovación realizada con presupuestos ajustados. Acaba nuestro profesor con el premio recibido en la Bienal de Venecia de 2016 (el León de Oro) por el Pabellón español, donde precisamente se presentaban de una manera enfáticamente austera no pocos de los proyectos que citamos y que lanzaba de nuevo un mensaje de optimismo razonable: "podemos enfrentarnos a la crisis con éxito si lo hacemos con humildad, talento y esfuerzo". Así sea.

domingo, 7 de mayo de 2017

Acelerados






"Me parece que la velocidad cambió todo. Se hizo un progreso del orden de la velocidad en todos los niveles. En todos los niveles: no solamente el cálculo, el conocimiento, la transmisión, sino el transporte, etc. Y eso es lo que hace explotar el núcleo filofísico. Es más: la velocidad es la vejez del mundo. La velocidad agota al mundo. (...) Volvemos al enclaustramiento. Y por consiguiente, volvemos al encierro y al encarcelamiento. Y por ende, también a la exclusión. De ahí la velocidad de liberación que nos ofrece una salida.  Pero una salida hacia la nada. La salida al vacío y al agujero negro.(...)
Pasamos de la reflexión al reflejo. Cuando se acelera una situación, el hombre ya no reflexiona, actúa según sus reflejos, por puro reflejo. La aceleración y la velocidad, no solamente en el cálculo sino también en la apreciación y la decisión de los actos de una persona, le hacen pasar de la reflexión al reflejo. Y así se pierde lo que es el tiempo propio, el tiempo para la concepción, el tiempo para la reflexión.(...)
Cada vez que cuestionamos la inteligencia artificial, se nos responde: "Mire, el hombre no puede calcular suficientemente rápido. Así que inventamos algo que va más rápido". (...) Algo no es mejor porque sea más rápido, eso lo sabemos muy bien. Así que la inteligencia artificial sigue siendo una manera de desestimar la reflexión en provecho del cálculo. (...) No creo que se pueda mejorar el cuerpo sin preocuparse por lo que se llama espíritu. Y la intervención de una inteligencia artificial -la bomba informática, para llamarla por su nombre- es un acontecimiento aberrante, no es de la misma naturaleza" (Amanecer Crepuscular, Paul Virilio en diálogo con Sylvère Lotringer).



(Fotos: District heating en Vallecas, Madrid, calderas colectivas para edificios del barrio con futuristas chimeneas diseñadas por Soriano y Palacios)