lunes, 4 de agosto de 2025

Piedras líricas

 


La foto de la entrada anterior se trataba de la ampliación del Museo Nacional de Arte Romano en Mérida que se ultima estos días con diseño a cargo del mismo autor del museo, Rafael Moneo. La pequeña extensión ocupa un solar que en su momento no pudo utilizarse dado que un bloque de viviendas ocupaba una esquina del solar donde se levantó el edificio inaugurado en 1986. Adquiridas dichas viviendas en paciente proceso por la Junta de Extremadura, el bloque pudo ser demolido y podremos pronto utilizar la ampliación, que alojará una sala para exposiciones temporales, un salón de actos con capacidad para 250 personas, áreas didácticas y almacenes. Aporta algo más de 1.700 m2 útiles adicionales a un museo que supera los 12.000 por lo que bien podríamos decir que nos encontramos ante una intervención más estética que práctica con el principal objetivo de suturar una llaga urbana. Llaman la atención sus fachadas, en las que no se opta por el ladrillo como en el edificio original sino que se usa hormigón sin esconder su condición de añadido posterior en un rasgo de honestidad que lo distingue de la clónica ampliación del Banco de España en Madrid. No obstante el hormigón se colorea en marrón para que el contraste con el ladrillo no sea excesivo. En las ventanas sí que se observa una continuidad en molduras y color con respecto a las ya existentes. La ampliación, cuyo coste asciende a algo más de 8 millones de euros, supone también labores de adecuación en el edificio original para conectarlo con el nuevo, razón por la que el museo estuvo cerrado entre finales del pasado mayo y principios de junio. Fotos y más información aquí.

Resuelto ya el primer misterio que te mantenía insomne, resolvamos también los otros que te planteaba. ¿Cuál es el edificio que Moneo enseñó a otro famoso arquitecto en 1979? ¿Y quién es él? Pues el edificio es el mismo que Tafuri considerara la primera edificación moderna de la historia de la arquitectura, Ortega y Gasset definiera como nuestra gran piedra lírica, su torre "inmensa proa hostil que avanza sobre la llanura hacia Madrid como para henchirla, para triturarla, para aniquilarla" y el padre Sigüenza, historiador, poeta y teólogo contemporáneo del edificio, describiera, maravillado, de esta guisa: "uno de los grandes primores que tiene esta fábrica es ver cómo se imitan todas sus partes y cuán uno en todas ellas". Ese encaje simpar de inmensas piezas, respondiendo todas a un fin unitario, ese carácter de máquina arquitectónica perfecta nos sigue aún sorprendiendo, y a no pocos aburriendo, hoy en día. Hablamos, claro, de El Escorial. 

¿Y qué hay del arquitecto que visitó la solemne construcción acompañado del Pritzker navarro? Pues se trata de un arquitecto también Pritzker y también muy lírico (Cartografía poética titula Victoriano Sainz Gutiérrez un reciente libro sobre él y su paso por nuestro país), culto pero también popular que practicó un "racionalismo exaltado", admiró a Gaudí y Boullée y mostraba un punto surrealista que le llevaría a valorar lo personal y autobiográfico a mayor nivel que lo racional: "En el origen del proyecto hay un punto de referencia emocional que escapa al análisis" decía en 1967 en un artículo dedicado precisamente a Boullée. Decíamos que era un arquitecto analógico, que no hay que entender en su acepción más frecuente hoy en día (opuesto a digital) sino que gustaba de la analogía, la asociación, también muy surrealista, de diferentes recuerdos, ideas y referencias dando lugar a resultados imprevistos ("Las cosas se sitúan con una ley propia en la composición: una indicación de Braque, no sé dónde, que dice más o menos "yo no creo en las cosas sino en las relaciones entre las cosas" vale tanto para la vida como para la arquitectura, que es algo hecho a partir de tantas cosas"), así por ejemplo cuando los del Grupo 2C compararon una de sus más famosas obras (Gallaratese) con el acueducto de Segovia, analogía que nuestro arquitecto aceptaría de buen grado aunque quedara, como es comprensible, bastante sorprendido con la asociación. De los probables excesos de tal método nos previene por cierto Santiago de Molina en su último libro (Hojas de reclamaciones) en un capítulo que dedica al método crítico paranoico de Dalí (y Koolhaas): "La paranoia fue un camino extraordinario para coser la realidad difusa e inconexa a la que tuvo que enfrentarse el comienzo del siglo XX (...). En el fondo, el método "crítico paranoico" suponía la posibilidad de vincular lo imposible. Era, pues, un pegamento inmejorable". No te mareo más: nuestro segundo arquitecto no es otro que Aldo Rossi. 

Interesante por tanto debió ser el debate que como comentábamos se produciría entre ambos arquitectos (racional, académico y urbano Moneo; vital, poético y personal Rossi) en ese encuentro escurialense con Gabriel Ruiz Cabrero, conservador de la mezquita-catedral de Córdoba, de feliz testigo y del que Sainz Gutiérrez recabó valiosa información para el libro que mencionábamos, Cartografía poética (nos preguntamos por qué no acudió también al propio Moneo). Decir brevemente que Rossi, viajero empedernido, era un enamorado de España y Portugal, que vistó con frecuencia a lo largo de tres décadas (en Mérida mismamente estuvo en su viaje de bodas en 1965, momento en el que recorrería en coche buena parte de la península, y de hecho la visita al Escorial con Moneo no fue su primera vez en el monasterio, lo había visitado con Linazasoro y Carlos Sambricio, gran experto en el edificio de Herrera, cinco años antes). Puede ser interesante dar un ligero apunte sobre la situación profesional de los dos Pritzker en el momento de dicho encuentro. Rossi era a la sazón una figura muy respetada como crítico arquitectónico gracias al icónico L'Archittetura della Città de 1966en 1973 había comisariado la Trienal de Milán y justo ese mismo año, 1979, triunfaba con su Teatro del Mondo flotante en Venecia, un punto de inflexión en su carrera que implica, en palabras de Shenbo Zhi, un desplazamiento defintivo desde la razón a su particular imaginario personal y como señalaría el propio Moneo marca la cesura entre dos etapas, la de "esclavo del conocimiento" y la de "víctima del sentimiento". Pronto iba el milanés a incorporarse al star system arquitectónico abriendo oficinas en Nueva York (1986) y poco después en La Haya y Tokio. Recibe el Pritzker en 1990, seis años antes que Moneo (si el dato sirve de algo). El navarro por su parte acababa de terminar la sede de Bankinter en Madrid, su primera gran obra, ultimaba el ayuntamiento de Logroño y estaba a punto de iniciar el proyecto que le consagraría definitivamente, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida que en estos días amplía como acabamos de comentar. 

El debate entre Moneo y Rossi, tal y como relata Sainz Gutiérrez, el "duelo dialéctico, de poder a poder, entre dos maestros de la arquitectura del siglo XX", giró en torno a, entre otros temas, La última cena de Leonardo da Vinci, cuadro bien conocido por el milanés al estar expuesto en su ciudad y lo invocó como defensa ante lo que juzgó el velado ataque que Moneo, formidable polemista como vimos, estaba haciendo a sus planteamientos arquitectónicos en los que primaba el dibujo -de Rossi son más conocidos sus dibujos que su obra construida- frente al propio proceso constructivo (de nuevo el debate entre razón e imaginación). Trayendo a colación la obra de Leonardo, ubicada en un refrectorio en el que los monjes, mientras comían, podían contemplarla, Rossi quería hacer notar que el pintor florentino, al mezclar óleo y temple, primó el dibujo, buscando la prolongación del espacio real en su obra, frente a las cuestiones técnicas que habrían asegurado su conservación (en cuyo caso habría optado por el fresco) de tal forma que pasado y presente pudieran verse como algo simultáneo. En este punto te recomiendo que leas Cartografía poética por si no me he enterado bien de la compleja historia (yo he necesitado las pacientes explicaciones de mi contraria, ducha en arte, quien por cierto me recuerda que Goya, otro genio innovador que primaba imaginación sobre razón, hizo lo mismo en las pinturas negras). 

En la anterior entrada hablábamos igualmente del debate entre Diana Agrest y Moneo en torno al Instituto de arquitectura y urbanismo (el IAUS) que Eisenman fundara en Nueva York en los 60, este mucho más reciente y acaecido en el Espacio Arquia en Madrid. Me ha dado por trastear un poco sobre la carrera de la arquitecta y profesora argentina y he descubierto con sorpresa que era buena amiga del italiano, de hecho en un artículo para la revista Block de título Para Aldo, con el cariño de una argentina se reproduce la entrevista que hizo a Rossi en 1978 en Nueva York, originalmente publicada en la revista Summa, tras la cual le invitaría a participar en un programa del IAUS (Advanced Design Workshop in Architecture and Urban Form) que ella había creado, lo que le permitiría realizar un estudio urbanístico para la ciudad de los rascacielos. Es evidente la influencia del milanés en varias obras de Agrest y su socio y cónyuge, Mario Gandelsonas (también presente en Arquia), como el edificio en la avenida Medrano 172 de Buenos Aires o la Sagaponack House en Long Island. En la entrevista, ilustrada con dibujos de temática neoyorquina a cargo del italiano (alguno de ellos dedicado a Agrest con devozione), podemos ver con gráficos ejemplos su actitud ante la arquitectura y la vida. Así, cuando afirma: "Es cuestión de desear reproducir en la arquitectura la vitalidad de la experiencia, «la vida caliente», y no la vida gélida de las academias, entendidas como hospitales de la arquitectura", o cuando señala: "Creo que la racionalidad es la capacidad de observar también lo irracional, esto es, de observar también lo fantástico, que es necesario mirar desde la parte de la razón". O cuando describe su experiencia personal de la belleza: "Cuando yo era un muchacho vivía junto a un lago [el de Como], y una tarde estaba tendido entre el azul del lago y el verde del bosque en un prado levemente inclinado. De pronto, cercano el crepúsculo, salió del bosque un zorro rubio de ojos azules, tal vez en mi recuerdo, y vi la belleza de ese animal, casi sentí el calor de su cuerpo. El animal descendió lentamente, miró el lago, me miró a mí y volvió al bosque. Esa ha sido mi experiencia más profunda de la belleza. Tal vez, cuando hablo de belleza me refiero a esa experiencia. Como ves, no es nada teórica"

No creemos haya mejor forma de concluir la entrada así que nos despedimos ya hasta una próxima ocasión.


sábado, 26 de julio de 2025

Oferta de sentido

 


Llevo varias semanas intentando hilar entrada y no hay manera. Me preocupa.¿Estaré acaso en mi ocaso como creador de contenidos? Alegaré en mi defensa que se me ha juntado por azar la lectura del demoledor Sin relato de Lola López Mondéjar, y eso que lo he leído en pequeñas dosis, con el visionado de la serie Adolescencia (y justo después Los secretos que ocultamos, también con adolescente chungo) y me ha dado un bajón de narices. Si eres padre o profesional del ramo te recomiendo no los mezcles. Pues eso, que hoy iré a lo fácil, me marcaré otro ¿Quién sabe dónde? y andando. Por aquello de que estamos en verano no te lo he puesto muy difícil, además te doy pistas. En 1979 el autor del matérico edificio que hoy te traigo enseñó un icono de la arquitectura española no menos matérico, el mismo que había obnubilado a Le Corbusier pero no a Aalto, a otro arquitecto de renombre que, como él, fue inquieto crítico. De los que trataban de ofrecer sentido (en palabras de Santiago de Molina), no meros contenidos, qué tiempos aquellos. Analógico uno, cultísimo el otro, tan amantes del cubo como el arquitecto del edificio que visitaban, acabaron enzarzados en debate sobre un famoso cuadro que se expone en la ciudad natal del analógico, una obra pintada por un señor al que Francisco I puso casoplón en Amboise, donde vendría a morir por cierto. 

Hace unas semanas, en el Espacio Arquia de Madrid, fui testigo de otro encendido debate, con momentos desopilantes, entre nuestro culto arquitecto y Diana Agrest en torno al muy interesante documental que la arquitecta argentina, profesora en Princeton, Columbia y la Cooper Union, realizara sobre el Instituto de arquitectura y urbanismo fundado por Eisenman en Nueva York en 1967, documental en el que nuestro misterioso arquitecto aparecía fugazmente. Primero tomó la palabra para comentar que, aunque le había gustado, el reportaje le parecía algo desordenado, a lo que Agrest le respondió que quería ser un reflejo de aquellos tumultuosos años y de cómo se vivían en el think tank neoyorquino. Él replicó que no lo recordaba así, a lo que ella señalaba, ya algo mosca, que los recuerdos son personales y subjetivos. Después, siempre correcto, arremetió nuestro protagonista contra el título del documental (The Making of an Avant-Garde), indicando que la vanguardia era un concepto que remitía a las corrientes artísticas de principios del siglo XX y quizá no era del todo apropiado para los años 60. Agrest, ya molesta, le pidió que dejara meter baza en el debate a los jóvenes (un golpe bajo, la verdad) pero no había manera de que nuestro insigne e insistente arquitecto soltara el micrófono. Finalmente, viendo que la cosa iba a mayores, cerró el debate en tono conciliador felicitándole encarecidamente por el documental. 

Le tenía justo en la fila de delante y me habría gustado decirle algo en plan mire, soy muy fan de usted. No tuve el valor, claro. Viví una situación similar que me da, la verdad, algo de vergüenza relatar pero hoy tengo el día from lost to the river. Como ya te comenté asistí a la charla-entrevista que en la fundación March dio hace unos meses Fernández-Galiano, otro portador de sentido. Oculto en mi gabán llevaba uno de sus libros para que al final del evento me lo firmara pensando, iluso, que iba a ser un encuentro íntimo y familiar. Cuando al concluir fue rodeado por VIPs (De la-Hoz, Nieto, Sobejano y otros que no reconocí) me di cuenta que allí pintaba lo mismo que pulpo en garaje e hice raudo mutis por el foro con mi gabán y mi libro sin firmar.  

Pues termino. Entrada floja, ya lo siento. Me he dejado llevar por el stream of conciousness, que en el mundo digital se llama lore, una forma de enriquecer narrativas, crear conexiones emocionales con la audiencia y construir una ilusión de comunidad entre los fans, me cuenta la IA (bueno, ella dice sentido de comunidad). Un churro, vamos. 

martes, 1 de julio de 2025

Un puente lejano

 


Estamos en la ciudad de Lacaton y Vassal, territorio Bartleby. Quizá debido a ello para el puente Simone Veil sobre el Garona en Burdeos, que acaba de cumplir su primer año, Koolhaas ha preferido no hacer un icono al uso sino una infraestructura sin más historias. El propio Rem lo explica así: "Este puente es para la gente, no para entendidos. En lugar de centrarse en la forma, el proyecto se centra en el rendimiento. En lugar de invertir su presupuesto en mejoras estructurales, duplica su ancho con un espacio público para servir y conectar a las dos comunidades colindantes [Burdeos y Floirac, en la margen derecha del Garona] que, hasta ahora, no han desarrollado una identidad sólida" (más fotos aquí). Con una longitud de más de medio kilómetro y una anchura de 44 metros el objetivo de esta portentosa construcción (que ha empleado casi 6000 toneladas de acero, un 75% de las necesarias para levantar la Torre Eiffel) es crear "un espacio público lineal", neutral y no programado que pueda utilizarse para cualquier evento. Gilles Guyot, arquitecto al cargo del proyecto, explica la idea y al mismo tiempo se pone en evidencia en The Architectural Review: "Programar puede ser enemigo del programa. El proyecto tiene que ser lo bastante aburrido para que pueda surgir el componente vivaz de la vida pública". En mitad de la ola de calor que sufrimos por aquí, uno ve esa extensa superficie totalmente desprotegida y se nos pone mal cuerpo recordándonos de pronto a la Puerta del Sol, donde Linazasoro y Sánchez han tenido que acabar diseñando las estructuras para sostener 32 toldos (velas) que intenten paliar el implacable sol madrileño, que en la plaza a él dedicada, sin un solo árbol por culpa de las complejas infraestructuras de su subsuelo, se manifiesta en todo su esplendor. Un poco por disimular, en los extremos del puente bordelés se ha encargado a Michel Desvigne (que acompañará a Foster en el monumento conmemorativo a Isabel II en Londres) unos recoletos parques, muy modernos ellos, pero que de dar sombra, por ahora, poco. Y en invierno, azotado por la lluvia y el viento, el Simone Veil tampoco parece un lugar muy acogedor. Se nos antoja demasiado Bartleby para lo que ha costado (151 millones de euros). Por ese precio igual podrían haber aguzado un poco más el ingenio diseñando algun tipo de estructura más propiamente arquitectónica porque ahora mismo parece más una obra puramente ingenieril, una extensión desolada que cuando la vimos en vacaciones de Semana Santa prácticamente solo cruzaban coches y autobuses aunque peatones y ciclistas tienen a su disposición generosos carriles. Es significativo que el artículo de The Architectural Review que mencionaba esté dentro de un número dedicado a carreteras. Los muy optimistas rénderes de OMA nos presentaban el puente pletórico, lleno de actividades lúdicas y abarrotado de público, como uno de esos entrañables piers ingleses, pero nada más lejos de la realidad. Lo que podrían haber hecho aquí el colectivo mexicano C733, que descubro en el último AV. Con presupuestos y plazos muy ajustados, C733 ha levantado una serie de magníficos espacios comunitarios promovidos por el estado mexicano para zonas especialmente vulnerables haciendo uso de procedimientos de construcción locales, ideando diseños que puedan replicarse y en varios casos reutilizando estructuras obsoletas, vamos, la cuadratura del círculo (más aquí).  Por cierto que en el editorial de su revista, Fernández-Galiano hace honor a la inicial en el nombre del colectivo comenzando el artículo con 27 palabras que empiezan todas y cada una por la letra "c", todo un hito filológico. 

Acaso como continuación del desangelado puente tenemos un equipamiento no menos parco, el Arkéa Arena, obra de Rudy Ricciotti, al que siempre recordaremos por el sobrecogedor Memorial Rivesaltes, erigido donde se encontraba el campo de internamiento de mismo nombre que fue testigo de muchas de las guerras europeas del siglo XX, la nuestra incluida. Ricciotti, arquitecto de indómita exuberancia capilar que no conoce peine (obsérvalo aquí mientras nos habla del Arkéa Arena), es un francés de origen italiano nacido en Argelia que parece sentirse mucho más inspirado por el Mediterráneo que por el Atlántico. O será la ciudad girondina, que le ha contagiado como a Rem ese laconismo lacatoniano, el caso es que su auditorio parece una triste nave a punto de querer despegar a entornos más placenteros. En primer plano de la foto que te traigo, los jardines de Desvigne que te comentaba. Al otro lado del Garona podemos al menos buscar consuelo en el, este sí, trabajado diseño del MECÁ de BIG. En fin, abandonamos ya el puente lejano de OMA, incomprendido en su intento, acaso loable, de fomentar la creatividad y la resiliencia del abotargado europeo medio (Rem es el Captain Fantastic de la arquitectura). 

Siempre dentro de la margen derecha del Garona, donde Burdeos está desarrollando un buen puñado de proyectos urbanísticos (hoy tenemos el firme propósito de centrarnos en el siglo XXI para variar), nos vamos hacia el norte en busca de entornos menos poligoneros, y los encontramos. En el boulevard Joliot Curie, dedicado a la hija de Marie Curie, premio Nobel junto a su marido por la investigación que desarrollaron sobre la radioactividad, nos hemos encontrado con un original bloque de oficinas. Se trata de L'Ark, a cargo de Cino Zucci Architetti (CZA) con sede en Milán, que nos parece especialmente reseñable por el guiño a la bella arquitectura neoclásica de la ciudad histórica siempre dentro de una estética contemporánea. La fachada que da al bulevar, con su forma cóncava, rompe la ortogonalidad quizá obsesiva de la calle, y las columnas del edificio, que difieren en longitud y grosor, introducen de nuevo un elemento de amena disrupción con respecto a sus severos vecinos (como el edificio de los holandeses Studioninedots justo al lado), al mismo tiempo que respetan en textura y color la factura urbana de la Burdeos antigua sin caer, como se señala en la página web de la firma, en un espíritu nostálgico

Pero sigamos nuestro viaje al norte, donde sabíamos que había un par de lugares de interés. El primero es el barrio de Bastide-Niel, la gran actuación urbanística de MVRDV, que han reconvertido 35 hectáreas de antiguos equipamientos militares y ferroviarios en un nuevo barrio a la última pero manteniendo lo mejor del urbanismo europeo: "El diseño responde a la pregunta de cómo crear un barrio vibrante que siga la tradición de la ciudad europea, pero al mismo tiempo una actualización de la misma: histórico, mixto e íntimo, luminoso, verde y denso". Su másterplan comprime 144 manzanas en el espacio asignado y las rodea de calles estrechas (con aceras no menos estrechas) de una sola dirección buscando el mismo efecto que tendría un centro urbano tradicional. A cambio los bloques tienen poca altura, no resultan una presencia agobiante de cerca y apenas son visibles desde el otro lado del Garona. Los holandeses se han reservado la parcela mayor para, dando ejemplo a los demás estudios, crear un gran bloque compacto (el Ilot Queyries) con 308 viviendas, más de la mitad protegidas, y angulosas formas que resuenan lejanamente con las agujas de la Burdeos histórica permitiendo una correcta aireación y soleamiento de las viviendas. En Madrid hicieron algo parecido pero a lo alto y les quedó peor. Imposible acceder como pretendíamos al enorme patio interior donde la perspectiva es mucho más interesante, tienes más información y fotos aquí. También en la zona el estudio holandés está trabajando en  L'Annexe, un complejo en forma de imponente cráter que merecerá una visita cuando esté terminado. 

Muy cerca de allí, en otra de las manzanas del másterplan de MVRDV nos encontramos con uno de los edificios de viviendas más interesantes que vimos. Se trata de la residencia Ekko de Duncan Lewis, un bloque de 46 viviendas que sacrifica metros cuadrados útiles para generar un espacio donde se crea una suerte de frondoso vergel, invernadero casi, al que dan las terrazas de las viviendas y que genera una fachada verde de 90 metros nada menos. Más información y fotos aquí. Ya puestos decir que Duncan Lewis (y MVRDV) iba a participar en un ambicioso proyecto urbanístico en Valencia, Sociópolis, cuajado de diseños sostenibles de arquitectos de bandera que al final quedó prácticamente en nada (uno de los pocos proyectos que salió adelante fue el bloque de Ábalos y Sentkiewicz). La Ekko por cierto recibió uno de los premios del concurso Conviviendo organizado por el IAE vasco y el arc en rêve centre d'architecture de Burdeos. 

Terminamos, en el mismo barrio, con otra intervención en un antiguo cuartel para convertirlo en un "ecosistema urbano" de 20.000 metros cuadrados que aboga por una sosteniblilidad militante. Darwin, que así se llama, fue iniciativa de Philippe Barre, y en él (ahora sí) se crean las condiciones para generar una variada gama de actividades. Un lugar cercano donde sin grandes alardes arquitectónicos, a cargo principalmente de 1024 architecture y SOA + holdUP, se diseña un entorno muy atractivo y acogedor. Te subo más fotos en el Lateral. Nos despedimos ya del nuevo Burdeos, y de ti también, será hasta la próxima.  




lunes, 23 de junio de 2025

Eclécticos románticos (y 2)



Pues sí, el arquitecto de la entrada anterior era Pedro Muguruza Otaño, mano derecha de Franco en cuestiones arquitectónicas durante casi una década ("indiscutible árbitro de la arquitectura española de la posguerra y consejero aúlico del Caudillo de España" en palabras de Chueca Goitia) y responsable del Valle de los Caídos (con matices). Veo que has torcido el gesto. No es para menos, a mí me pasó igual pero finalmente me pudo la curiosidad. ¿Cómo puede un arquitecto tan, al parecer, historicista, tradicionalista o como quieras llamarlo, proyectar un edificio tan decididamente moderno como el de San Sebastián que veíamos en la entrada anterior? ¿Habrá más casos? Por otro lado tenemos un espinoso tema aquí: ¿Se puede separar ideología y mérito? ¿Se debe cancelar a Muguruza y punto, encapsulando la errática arquitectura de los 40, previa a la brillante modernidad de la siguiente década, en "un paréntesis que nunca debía ser abierto" (Antón Capitel)? En 1985, en plena floración posmoderna, Léon Krier iniciaba su ensayo sobre Albert Speer, al que no pocos han comparado con Muguruza, así: "¿Puede un criminal de guerra ser un gran artista?". Él opinaba que sí. Muguruza no fue un criminal de guerra (estar en el bando de los vencedores tiene grandes ventajas) y seguramente fue menos ambicioso desde el punto de vista político que el arquitecto alemán, quien tras la caída de Hitler sería condenado en Núremberg y arrestado en Spandau hasta 1966, pero su entrega al régimen franquista fue total (hasta que dejó de serlo). Carlota Bustos, quien como decíamos es la mayor experta en el arquitecto madrileño de origen vasco, sobre el que hizo su tesis doctoral en 2015 con Capitel de director, pide hacer un ejercicio de abstracción ideológica. Tú mismo. 

Lo primero a tener en cuenta quizá es que limitar la figura de Muguruza a su colaboración con Franco en los años 40, por muy tentador que sea, es un error de bulto. Echemos cuentas. Desde que asumió el primero de los  cargos que ostentó con el dictador, en 1938, destacando el de máximo responsable de la DGA (Dirección General de Arquitectura), hasta su temprana muerte a los 59 años por enfermedad (1952), pasaron 14 años. Pero antes de este periodo se había encargado de trabajos promovidos por la II República y antes aún había asumido obras impulsadas por la monarquía de Alfonso XIII. Nos salen 21 años "prefranquistas" tomando la fecha de 1917 como el inicio de su actividad profesional, momento en el que Velázquez Bosco le recomienda para un cargo de profesor interino en la Escuela de Arquitectura de Madrid (solo tres años después obtendría la cátedra), escuela en la que había destacado como alumno por sus dotes para el dibujo como recuerda Mercadal, que a pesar de ser un moderno a ultranza tiene muy buenas palabras para Muguruza, al contrario por cierto que Aburto, que le consideraba demasiado beauxartiano. O sea, que más de la mitad de su vida profesional la desarrolló antes de la Guerra Civil. Sorprenden sus contactos con los arquitectos que ya eran consagrados por aquel entonces o lo serían pronto: Conoce a Palacios en la escuela (unos años antes había dado la misma asignatura que él impartió, Proyectos de detalles arquitectónicos y decorativos), da clase a lo más granado de la generación del 25 (Fernández-Shaw, Sánchez Arcas, Mercadal, Aburto, Gutiérrez Soto), y pronto llamará a colaborar en su estudio a Luis Moya, Aburto o Fisac, quien también tiene muy bienas palabras para él. Lo que es obvio (quedará aún más claro a continuación), es que Muguruza era un arquitecto de gran prestigio mucho antes de que Franco se fijara en él. 

La obra más conocida de Muguruza es, sin duda, el Palacio de la Prensa en la plaza del Callao en Madrid. En la foto que preside hoy la entrada, tomada en la exposición sobre el Art Decó madrileño que estos días aloja el Conde Duque, puedes ver una imagen de su construcción (1925-29). Sorprende su modernidad estructural, pronto echada a perder por una epidermis de rancio historicismo que (en una opinión totalmente personal) lo hace insufrible, más aún en el probable intento, penoso acaso, de hibridarlo con el rascacielos norteamericano (Muguruza había visitado los Estados Unidos poco antes). Y no te digo nada si lo comparamos con el Capitol, magnífico reflejo de una época vanguardista en la que la velocidad, la tecnología y la máquina eran señas de identidad. Lo que ya me ha dejado en shock es descubrir que no muy lejos de allí tiene el vasco un edificio absolutamente moderno y, este sí, neoyorquino, el Coliseum, junto a Fernández-Shaw, moderno a ultranza que aquí obviamente se impuso a nuestro arquitecto (¿pero por qué le dejó hacer Muguruza teniendo muchos más galones que su compañero? ¿Y si tenía en su fuero interno un puntito racionalista que aquí, con la excusa de la coautoría con Fernández-Shaw, dejó volar libre? Todo un misterio digno de un trabajo de ficción (el anuario de la RABASF de 2015 dedicó a Muguruza una serie de textos entre los que destaca uno escrito por Iñaki Bergera comparando al vasco con Aburto -Muguruza y Aburto, juntos pero no revueltos-; nos hubiera gustado aún más que lo hubiera puesto en relación con Fernández-Shaw). No es la única sorpresa en Callao y alrededores, recordemos que en las titánicas obras de la Gran Vía la plaza actuó como bisagra ("fulcro" en palabras de Fullaondo) entre el segundo y tercer tramos, de los que eran máximos responsables Zuazo y Muguruza respectivamente (y entre los que hubo algún encontronazo sobre el particular). En esta tormentosa plaza, cabo de Hornos arquitectónico, colisionan con salvaje virulencia diferentes estilos en unos años en los que la arquitectura patria fue particularmente errática llegando al surrealismo en no pocas ocasiones, así el choque absoluto entre el muy rancio cine Callao y el moderno edificio de Galerías Preciados (hoy Fnac), separados por 30 años aunque podrían ser 300, y que son del mismo arquitecto, Gutiérrez Soto. Pero si aún quieres más modernidad, justo al lado de la Fnac, Antonio Perpiñá, el arquitecto de AZCA (otra referencia norteamericana), colaborador frecuente del muy innovador Grup R, levantó otro edificio para Galerías Preciados, hoy de El Corte Inglés, de una elegancia que hace raya con el resto y de nuevo contrasta rotundamente con sus más viejunos vecinos. El propio Muguruza tenía una pobre opinión de la arquitectura de la Gran Vía (y eso que no pudo ver muchos de estos proyectos debido a su temprana muerte): "En lo que estamos conforme todos, arquitectos y no arquitectos, es en que la Gran Vía es un conjunto de desaciertos, quizás más por el conjunto que por el detalle, quizás más por la relación de unos y otros que por cada uno de los elementos. esa competencia estridente y lamentable de medianerías, esa competencia igualmente estridente de fachadas, en que cada uno quiere destacarse y hacer cualquier cosa menos parecerse al vecino, es pura y simplemente una falta de educación", decía, sin morderse la lengua, en 1940. Él mismo había presentado una propuesta para el edificio Capitol, en la misma línea historicista del Palacio de la Prensa, que afortunadamente no salió adelante.  

Abandonamos el fulcro de Callao, ameno de puro desnortado, no sin antes subirte bella foto nocturna de los 70. Tienes el cine Callao a la derecha, hacia el centro el esbelto edificio exento también de Gutiérrez Soto (observarás que no le puso la corona cilíndrica que luce hoy, regalito de una rehabilitación seguramente posmoderna, hacemos votos para que ahora que se está rehabilitando de nuevo se desrestaure el absurdo añadido) y a su izquierda el sobrio edificio de Perpiñá, que ocupa el lugar del mítico hotel Florida de Antonio Palacios nada menos, alojamiento durante la guerra de corresponsales de la talla de Dos Passos o Hemingway, relatores de la resistencia republicana de la ciudad. Inexplicable, o no, su demolición en los 60 para erigir un almacén de Galerías Preciados (a la amnesia por el consumo). El dueño del hotel, Joaquín Velasco, tenía también locales en el parque del Retiro a los que llamó Florida Park, ahora ya sabes por qué. A la izquierda de la foto, fuera de campo, estaría el Palacio de la Prensa. En este punto (Callao me confunde) es menester retomar. El origen de nuestro interés por Muguruza, antimoderno absoluto como rezan las crónicas oficiales, radica en investigar posibles trazas modernas que añadir al ya mencionado bloque donostiarra. Acabamos de descubrir que en el edificio Capitol las hay de manera muy evidente, pero cuenta medio punto por su colaboración con Fernández-Shaw. ¿Hubo otros casos? Hay sorpresas, te adelanto. En los 30 diseñó al menos tres proyectos no construidos donde introdujo elementos claramente modernos. Para la playa de San Juan en Alicante proyectó un importante complejo turístico con variados equipamientos inspirados en similares desarrollos de Florida, adonde viajaría en los años 20 y donde se cree que realizó varios proyectos aprovechando el furor que por entonces hacía por allí el Spanish Style, y aunque los hoteles de San Juan incluyen elementos historicistas se aprecia una mayor depuración formal que en los años 20, época en la que Carlota Bustos observa la influencia predominante de Palacios (compárese el escenográfico arco de la fachada del Palacio de la Prensa con el del edificio en Alcalá 31 del gallego). Un poco después, en 1933, se presentó a un concurso para un hospital en San Sebastián donde, trabajando en solitario de nuevo, hizo un cuidado diseño de lineas muy funcionales, en las antípodas de Callao. Quedó tercero en la competición, puesto muy honroso teniendo en cuenta que las otras dos propuestas que merecieron podio fueron elaboradas por potentes equipos, así la presentada por Labayen, Aizpurua, autores del Náutico donostiarra, Lagarde y Sánchez Arcas, responsable del Hospital Clínico madrileño y del desarrollo de la Ciudad Universitaria hasta que llegó Franco. Y para la calle Recoletos de Madrid diseñó varias manzanas de edificios, una vez más no construidos, igualmente con decoración muy sobria que pueden recordar al edificio donostiarra que, como vemos, no es un caso aislado. 

Pero hay más. Por traerte algo en esta misma línea despojada de boato que sí vio la luz, te señalaría los mercados que levantó en Madrid, en especial el de Maravillas, terminado tras la guerra y el de Ibiza, diseñado en 1951 y concluido tras su muerte por Antonio Flórez (en la foto), quien se esmeró en respetar los planos del vasco. Por tanto, aunque no se puede hablar, por mucho que nos guste el titular, de Nacionalismo vs Racionalismo en su arquitectura, donde claramente predominó lo primero, sí es cierto que algo de modernidad hay. Habla Bustos: "A Muguruza se le ha identificado -e incluso rechazado- por su apego al historicismo, pero este [el mercado de Ibiza], y otros proyectos demuestran su capacidad para practicar lenguajes desornamentados, modernos y racionalistas". No hay que olvidar que Muguruza estuvo muy al día de las tendencias arquitectónicas del momento, ya hemos mencionado su viaje a Estados Unidos (Nueva York y Miami), aunque el hecho de que, al contrario que otros viajes, no exista documentación gráfica sobre el mismo (era un consumado dibujante), hace en cierto momento dudar a Bustos de que realmente tuviera lugar. Viajó varias veces al Reino Unido, la primera en los años 20 y la última en 1945, durante la cual, gracias a su dominio del inglés, llegó a dar una conferencia en el RIBA ("Recent developments on architecture in Spain"). A la vuelta de dicho viaje publicaría Notas de un viaje por Inglaterra, entre otros lugares dedica su atención a la casa natal de Shakespeare en Stratford, relacionándola con la de Lope de Vega en Madrid que restauró con gran dedicación. 


A pesar de ser la parte menos atractiva, es inevitable hacer referencia a sus años con Franco. Se conocieron en Burgos, recordemos, en 1938 a poco de que Muguruza volviera del exilio inglés cuando era ya un arquitecto de presitigio. Lo que iba a ser una breve conversación en torno a la rehabilitación del castillo de la Mota que, como vimos, tenía especial significado para Franco, se convirtió en una encendida charla de dos horas tras la que se puede decir que salió colocado como mandamás arquitectónico del régimen (aunque Muguruza no tenía filiación política alguna, el dictador seguramente conocía sus ideas afines al régimen, es conocido por ejemplo que salvó las reliquias de Francisco de Borja de entre los restos humeantes de una iglesia que acababa de ser asaltada). De inmediato consiguió diferentes puestos, el principal, responsable de la Dirección General de Arquitectura (DGA), y se involucró a fondo en su nuevo papel. Una de sus más sonadas intervenciones fue la exposición que sobre la nueva arquitectura alemana se presentó en el Palacio de Velázquez del Retiro madrileño, muestra que fue comisariada por Speer (que estuvo a punto de asisitir) y contó con presencia de Franco, el muy germanófilo Serrano Súñer y autoridades alemanas como el alcalde de Núremberg. Fue acompañada por otra, bastante más modesta, sobre proyectos españoles en el Palacio de Cristal (más información y fotos aquí). Todos conocemos también que diseñó el proyecto arquitectónico para el Valle de los Caídos (que la narrativa del régimen equiparó a El Escorial) aunque no lo pudo terminar por motivos de salud, fue Diego Méndez quien le relevaría en 1950; de Méndez es de hecho el diseño del elemento más significativo, la cruz, a partir de un boceto de Franco. El arquitecto de origen vasco proyectaría los encuadres arquitectónicos de otros monumentos de carácter religioso bien conocidos como los icónicos grupos escultóricos de Bilbao, San Sebastián o el Cerro de los Ángeles en Getafe. De todas formas esta faceta de su trabajo no era nueva,  ya en los años 20 Muguruza había empezado a trabajar en esta case de proyectos. Muy interesante me resultó descubrir en la tesis de Bustos que también estuvo tras el proyecto de la estatua ecuestre de Pizarro en Trujillo. Sabía que era de un escultor norteamericano (Charles C. Rumsey) pero no tenía ni idea de por qué se había recurrido a alguien tan lejano para el magnífico monumento. Resulta que fue el duque de Alba quien puso en contacto a Mary Harriman, la viuda del artista, con las autoridades trujillanas. Rumsey, quien fallecería prematuramente en accidente en 1922, era devoto de las hazañas de Pizarro y había ya realizado una versión de la estatua. Muguruza realizó el diseño del proyecto con la ubicación exacta de la escultura probablemente recomendado por el duque de Alba, al que trató. Benlliure y Ortega y Gasset también se implicaron en el tema como asesores y mediadores. Harriman, junto a un buen número de personalidades, incluido Primo de Rivera, asistieron a la inauguración en 1929 de la estatua, que fue totalmente sufragada por la americana, hija de un tycoon ferroviario. Se da además la circunstancia de que Muguruza al parecer proyectó para ella una villa en Port Washington (Long Island), Bustos nombra a López Otero nada menos como fuente del enjundioso dato (recordemos que Otero y Muguruza trabajaron juntos en la continuación de las obras en la Ciudad Universitaria madrileña tras la guerra). Me he dedicado a tirar del hilo internáutico y resulta que me he encontrado con la supuesta casa pero es obvio por estilo que no es de Muguruza, varias webs (salió a la venta en 2017 por 17 millones de dólares y al parecer inspiró a Scott Fitzgerald para The Great Gatsby) mencionan a McKim, Mead and White como autores, los arquitectos de la Pennsylvania Station de Nueva York, y la fecha de realización, 1928. Muguruza viajó a Estados Unidos en 1925 y estuvo, según distintas fuentes, entre uno y seis meses, poco tiempo para realizar un proyecto completo, más bien su papel estaría limitado a ser un mero asesor. Más coincidencias. Bustos en su tesis incluye dos únicos indicios personales de ese misterioso viaje americano del que tan poco se sabe (recordemos que no se conserva ni un solo boceto suyo aunque el vasco era un dibujante compulsivo): dos postales de Manhattan que supuestamente se habría traido de recuerdo, en una de ellas aparece, curioso, la estación de Pensilvania, que en otro momento de la tesis se relaciona estilísticamente con la estación de Francia en Barcelona (hablamos de ella en la pasada entrada), terminada, ojo al dato, en 1929. Para aumentar el suspense, que esto parece ya un whodunnit, el único proyecto americano (como arquitecto consultor) de Muguruza del que tenemos datos fiables porque apareció publicado en Cortijos y rascacielos, el hotel Alba de Palm Beach, resulta que muestra una "fuerte similitud" con el posterior Hotel Nacional de la Habana, en Cuba, inaugurado en 1933 y realizado por, acertaste, McKim, Mead and White, ante lo que Bustos apunta: "Este dato abre una línea de investigación". ¿Existió algún tipo de colaboración entre el vasco y los estadounidenses? Todo un misterio que merecería un poco más de investigación (u otra ficción). ¿A qué se dedicaría Muguruza en su viaje americano en mitad de los muy locos roaring twenties

Muguruza no se conformó con llevar proyectos de relumbrón en su etapa en la DGA. Dos fueron sus obsesiones: unificar en la medida de lo posible las diferentes facetas de la profesión (donde como era previsible fracasó sin paliativos) y, especialmente tras la guerra, crear viviendas dignas para las clases más humildes, así de contundente se expresaba sobre el tema: "la falta de vivienda adecuada a las aspiraciones y necesidades humanas es una plaga universal como en otras épocas fue la lepra o la peste, y mientras exista será un lógico motivo de inquietud para quien desee evitar los peligros de un desequilibrio social". Conocedor de las ideas modernas en este apartado rechazaba con ahínco la machine à vivre y defendió en su lugar la creación de hogares (si cristianos, mejor). Se negaba a la construcción de viviendas en altura, en su lugar prefería las casas bajas tradicionales como las que proyectó en Palomeras (Vallecas), demolidas en los años 70 o las casas de pescadores que diseñó para Fuenterrabía (en la foto, tomada por el propio arquitecto). Valoraba positivamente la seriación y hasta cierto punto la industrialización en la construcción y promovía el uso de materiales que estuvieran cercanos a la obra. Parecería evidente que su trabajo en este campo, especialmente si lo comparamos con el que se desarrollaría en la siguiente década, es bastante pobre. Tampoco atinaría Muguruza en la consecución de un estilo nacional, tan ansiado por el régimen, aquí por convencimiento, siempre defendió las peculiaridades arquitectónicas de los diferentes territorios de España. Todo esto unido a los difíciles momentos que atravesaba el país, aislado, devastado y acosado por una profunda sequía, por no hablar de las luchas de poder dentro de las familias franquistas, le llevaría a pedir la dimisión como máximo responsable de la DGA, presentada en 1945 pero no aceptada hasta el año siguiente. Acaso la puntilla sería la aprobación de un decreto que redujo en un 50% los honorarios de los arquitectos que trabajaban en obras oficiales, medida orquestada por Alfonso Peña, ingeniero de caminos que ostentaba el cargo de ministro de Obras Públicas. La razón oficial para su dimisión sería una parálisis progresiva que finalmente acabaría con su vida con 59 años, seis años después de dejar el cargo, pero lo cierto es que la demoledora carta de dimisión que Bustos incluye en su tesis refleja sin ambages su profundo desencanto: "Es un producto de fracasos a los que he sido sometido y es el sentido estricto de la inutilidad del propio esfuerzo (...) mi voluntad para el esfuerzo se ha hundido, cediendo el paso a una desgana absoluta y a la más fría de las indiferencias". De hecho, a pesar de su enfermedad, siguió trabajando con ahínco, volvió a la universidad, se involucró a fondo en la RABASF (fue elegido académico en 1934 pero su accidentada toma de posesión debido al estallido de la guerra no se produciría hasta cuatro años más tarde) y llevó a cabo diversos proyectos, particularmente en Fuenterrabía. 

Tanto se involucró en dicha localidad guipuzcoana que se le nombraría hijo adoptivo en 1945 y se pondría una placa en su honor en 1952, año de su muerte. En 2018 el consistorio hondarribitarra votó la retirada de la condición de hijo adoptivo, que salió adelante por unanimidad. Se propuso también la retirada de la placa, moción para la que no hubo mayoría suficiente gracias a los votos contrarios del PNV, PSE y PP, pero sí que se aprobó colocar al lado otra placa explicativa de su filiación falangista que al parecer no llegó a instalarse. En 2023 la placa original fue borrada, ante lo que el grupo socialista pidió su restauración para que posteriormente fuera retirada y conservada como vestigio del pasado según contempla el artículo 35 de la ley 20/2022 de Memoria Histórica. Desconocemos el estado actual de la situación. Por otro lado hace un par de semanas EH Bildu y Elkarrekin solicitaron que se considere el Sagrado Corazón en el monte Urgull de San Sebastián, proyectado por Muguruza con escultura de Ferderico Coullaut-Valera (en la foto), contrario a la memoria democrática para su retirada de acuerdo con la ley mencionada, reclamando que no se haga ningún acto de conmemoración del 75 aniversario de su construcción, que se cumple el presente año, y no se realice "ningún trabajo de remozamiento ni reparación de la escultura" tal y como se está haciendo en la actualidad, presentando como prueba el acta del pleno del ayuntamiento (de 1938) en la que se aprobó el monumento, citamos la misma: "La iniciativa que aspira a perpetuar en una expresión grandiosa el heróico renunciamiento de los mártires de la Cruzada Nacional recogiendo al mismo tiempo todo el espíritu fundamentalmente religioso móvil principal del alzamiento, resulta doblemente simpática, por que dá (sic) forma y aliento como se indica en el expresado escrito a una idea, un propósito proclamado por el Sr. Alcalde desde los balcones de la Casa Consistorial, ante el pueblo de San Sebastián congregado en la plaza del 18 de Julio con ocasión de una solemnidad inolvidable". En la polémica terció el obispo de la ciudad, quien recordó que la idea de erigir el Sagrado Corazón es anterior al régimen de Franco y es "una imagen de paz, no un símbolo franquista" que tiene una motivación exclusivamente religiosa. Finalmente el alcalde, Eneko Goia (PNV), se mostró en desacuerdo con la iniciativa contra el monumento pero accedió a instalar una placa explicativa.  

Termino. Puede decirse que la muerte de Muguruza coincide con el final de un ciclo arquitectónico en nuestro país y el inicio de otro sin duda mucho más brillante. Bastaría con citar tres ejemplos de edificios concluidos en torno a esa fecha para entender que estamos en otro mundo: La Casa Sindical (hoy Ministerio de Sanidad) de Aburto y Cabrero, el CSIC de Fisac y el bloque de la Barceloneta de Coderch. Si estás interesado en saber más, te enlazo a la tesis de Carlota Bustos (2015), y al boletín de la RABASF (2015) que incluye 18 textos sobre el arquitecto. Por último pero no menos importante tienes el artículo donde descubrimos con pasmo la autoría del bloque donostiarra de Miraconcha e iniciamos este complejo viaje al pasado. 







sábado, 14 de junio de 2025

Eclécticos románticos


Hoy te traigo edificio del paseo Miraconcha donostiarra. Siempre me llamó la atención su sobriedad y elegancia modernas (y un punto británicas con sus bay-windows) en un entorno proclive al ornato pero cuando me enteré, hace bien poco, de quién era me quedé a cuadros. Su fachada luce hoy bastante roñosa, no me he resisitido a darle una limpieza a base de IA con tu permiso, igual he hecho mal. Me da que estás pensando en Gutiérrez Soto, que tiene en la calle Miguel Ángel de Madrid un edificio de viviendas con una fisonomía muy similar. Pues no. Aunque Soto tiene otro interesante bloque de viviendas también enfrentado a la Concha, no es este. Curiosamente coinciden plenamente en fechas: tanto el madrileño de Soto como el donostiarra de nuestro misterioso arquitecto fueron diseñados en 1935 pero no se terminaron de construir hasta 1941, es decir, fueron concebidos antes de la Guerra Civil pero no serían levantados hasta su finalización, momento en el que empieza ese extraño periodo de nuestra arquitectura que Fernández Alba llamó "eclecticismo romántico" (para Fullaondo sería nuestro arquitecto uno de los "grandes olvidados"). Tuvo que salir por pies nuestro protagonista de España en 1937, al igual que lo haría Mies de Alemania casi al mismo tiempo por el acoso nazi, refugiándose primero en la embajada inglesa de Madrid, seguramente gracias a su dominio del idioma, y huyendo después al Reino Unido en el barco de un peculiar capitán británico, Christopher Lance, ingeniero civil y oficial condecorado en la Primera Guerra Mundial que sería apodado "El Pimpinela español" ya que sacó del país a ciudadanos británicos y españoles en peligro durante la Guerra Civil (acusado de espía por ambos bandos finalmente fue arrestado por los republicanos que a punto estuvieron de fusilarle, moriría en Alicante en 1970). Pero volvamos con nuestro arquitecto. Tras unos meses en Immingham, donde le dejaría el barco de Lance, volvía a España entrando precisamente por San Sebastián, tomada por el bando franquista. Su primer trabajo arquitectónico a su vuelta sería precisamente la continuación del bloque donostiarra, cuya modernidad que tanto nos llamó la atención cuando descubrimos su autoría (de hecho colocó una especie de golas y un óculo ciego embebidos en la fachada, fíjate en la foto, para suavizar el efecto), contrasta con el furibundo espíritu antimoderno de nuestro arquitecto, como podemos ver en otro bloque de pisos en la plaza de Rubén Darío de Madrid totalmente antagónico en su desaforado fachadismo neocastizo o en el bloque exento en la calle Alfonso XII que tienes en la siguiente foto, justo a la vera del Casón del Buen Retiro. Por no hablar de esta encendida cita fechada en 1940: "En arquitectura el racionalismo y el marxismo vienen a ser la misma cosa (…) y este ha sido practicado precisamente por elementos destacadísimos de nuestra profesión pero representantes de una raza desarraigada (…) Gropius, Bruno Taut, Mendelsohn, judíos alemanes que, naturalmente, ni podían ofrecer una tradición porque no la tenían, y siendo elementos de inteligencia destacada y de técnica excelente venían a parar a eso, a una perfección exclusiva de la técnica y a ofrecer (…) un producto mecánico y sin alma". 

¿Te va sonando su historia? Te cuento un par de pistas más y seguro que lo adivinas. Hablando de restauración, estuvo involucrado en unas cuantas de gran calado, en todas sus variadas tipologías e incluso alguna muy novedosa. Saneó el museo del Prado introduciendo estructuras de hormigón para evitar la propagación de incendios y diseñó las escenográficas escaleras de su fachada norte, la que mira al hotel Ritz, en 1943. Para la ampliación del actual ministerio de Asuntos Exteriores (palacio de Santa Cruz) también en Madrid, proyectado en 1935 pero no inaugurado hasta 1950, replicó las dos torres herrerianas preexistentes quedándole un conjunto que puede recordar a una versión mini del ministerio del Aire de Gutiérrez Soto (los "escorialitos" en palabras de Bohigas); Carlota Bustos, la mayor experta en el arquitecto que nos ocupa, compara dicha intervención filológica con la ampliación del Banco de España de Moneo. Pero quizá el más curioso de sus trabajos en este campo consiste en la desrestauración de la Casa y Torre de los Lujanes, en la capital de nuevo. Luis Bellido, el autor del matadero madrileño hoy devenido hub cultural, se había marcado un Violet-le-Duc en su intervención previa, cambiando no solo su disposición sino también su exterior, "embelleciéndolo" con un estilo neoplateresco que se sacó de la manga y no tenía nada que ver con el edificio original. Nuestro arquitecto se encargó, en 1926, de suprimir dicho disfraz decimonónico en un trabajo, bastante desconocido, que se considera la primera desrestauración en la historia de las rehabilitaciones en nuestro país, y que dota al edificio de una terminación más sobria, aunque también ficticia, más acorde con la época en que fue construido. No menos valor demostró al enmendar la plana a Villanueva nada menos en el Pabellón del Jardín Botánico madrileño para levantar un piso más al objeto de instalar laboratorios, obra concluida en 1933. Lo que son las cosas, hoy no podemos ver esta polémica intervención ya que fue a su vez desrestaurada por Fernández Alba, quien devolvería el edificio a su traza original en 1978. Donde las dan...

Pero su obra no se centra en la restauración. Hizo todo tipo de edificios, desde mercados hasta estaciones. La foto que aquí ves, tomada hace un par de años cuando me fui con mi hijo de peregrinaje arquitectónico (es un fan absoluto del mundo ferroviario como su padre lo es del arquitectónico, acaso el friquismo sea hereditario), es del vestíbulo de una estación diseñada por él e inaugurada en 1929 por Alfonso XIII. Pero te percibo todavía perdido. Este último dato va a ser definitivo, ya verás. Obsequió a Albert Speer, el arquitecto de Hitler, con un libro sobre Herrera, cómo no, acaso para dorarle la píldora en un momento, poco después de su vuelta del exilio inglés, en el que intentaba convencer a los arquitectos germanos Walter y Johannes Krügger de que su diseño para la embajada española en Berlín era demasiado frío. Su propuesta, más rimbombante, neoimperial o como prefieras llamarlo, quedaría finalmente desestimada por Speer. En carta al ministerio de exteriores español fechada en 1942 se queja con cierta amargura, el primero de los sinsabores que jalonarán su carrera en la posguerra: “Los arquitectos alemanes, excelentes como técnicos para proyectar y llevar a cabo la obra con toda la excelencia de su técnica y también con la falta natural de ese concepto representativo de lo español indispensable en el edificio que más intensamente lo necesita"

Creo que ya lo tienes. Remato en próxima cita hablando de su obra más interesante y conocida, por ejemplo, aquella que Fullaondo y Muñoz calificaban de "sombría monumentalidad kafkiana" en una plaza madrileña tan icónica como surrealista en lo arquitectónico.  

Morcilla final. Volvemos al edificio de Donosti, tan silencioso en su enigmático mutismo que nos sigue cautivando a pesar de la biografía de su autor que, a qué negarlo, echa para atrás. Siempre preferiremos el silencio elegante al ruido victimista. Sí, vuelvo al culebrón RAE. Y al de los bueyes, ciego a su penosa prepotencia e imbatible en banal esgrima léxica que hábilmente oculta su cojo argumentario, recomendamos la lectura detenida del último AV (40 años, 75 textos). 





 

lunes, 2 de junio de 2025

Piedras venerables

 


Volvamos si te parece al tema rehabilitación con un caso práctico nuestro. Te voy a llevar a un lugar  humilde pero también creemos muy interesante, el castillo de Torija, localidad que llaman Puerta de la Alcarria y en tiempos enclave de gran importancia para la comunicación entre Castilla y Aragón. Construido en torno a un torreón defensivo medieval que da nombre al pueblo tiene nuestro castillo planta cuadrada con tres torreones esquineros de planta circular y está rodeado por potentes murallas de piedra caliza local destacando una sobresaliente Torre del homenaje. ¿Será de verdad o fake? Cuarto y mitad. Deja que antes te dé unas breves pinceladas históricas. Fue el primitivo castillo atendido por caballeros templarios cuando Alfonso VI recuperó el actual territorio de Guadalajara para Castilla en 1085. La construcción que hoy vemos data en parte de mediados del s.XV y fue propiedad de la familia Mendoza, sería uno de sus más famosos miembros, el Marqués de Santillana, afamado guerrero y hombre de letras, quien conquistara la villa y el castillo, en manos navarras, para su familia. Dejó de estar habitado a finales del s. XVI y solo en marcadas ocasiones alojó al parecer a reyes como Carlos V o Felipe II. En 1811, durante la Guerra de Independencia, el castillo fue dinamitado por Juan Martín "El Empecinado", sus muros brutalmente agujereados, su Torre del homenaje abierta en canal, para evitar su ocupación por las tropas francesas comandadas por el general Joseph Leopold Sigisbert Hugo, padre de Víctor Hugo (quién sabe si de ahí le viene su afición por España), a quien se le había encomendado en exclusiva acabar con el pertinaz guerrillero, misión en la que finalmente fracasaría. Sí, lo que vemos hoy es un castillo en gran parte restaurado (magníficas fotos y explicaciones aquí). 

No sería esta además la única vez que resultara el castillo brutalmente violentado. En nuestra Guerra Civil fue otra vez atacado en el marco de la batalla de Guadalajara en marzo de 1937. Recordemos brevemente que en esta zona las tropas republicanas contuvieron el avance de Franco hacia Madrid a pesar de que los golpistas contaban con la ayuda de tropas italianas en tierra y aire que venían crecidas tras tomar Málaga. Mario Roatta, a la sazón comandante en jefe del CTV -Corpo di Truppe Volontarie- se las prometía muy felices: "Domani a Guadalajara, dopo domani ad Alcalá e fra tre gorni a Madrid", dijo, ufano, poco antes de fracasar con estrépito. Un tiempo infernal y los tanques rusos de los republicanos, muy superiores a las tanquetas italianas, fueron clave en la batalla. Esta victoria, la primera del gobierno republicano (según Manu Leguineche, fue la única vez que los republicanos se sintieron capaces de ganar la guerra), convirtió a Torija en un importante enclave propagandístico para el gobierno de Azaña, el presidente con su plana mayor la visitaría y un buen número de poetas y literatos acudirían igualmente al pueblo para animar a sus maltrechos habitantes. Miguel Hernández, el 30 de marzo de 1937, se subió a un balcón y leyó ante vecinos y combatientes su poema "Ceniciento Mussolini", incluido en Viento del Pueblo: "Ven a Guadalajara, dictador de cadenas, / carcelaria mandíbula de canto: / verás la retirada miedosa de tus hienas, / verás el apogeo del espanto". La Barraca de García Lorca también se pasó por el pueblo en ese mismo marzo y en julio lo haría Rafael Alberti o María Teresa León. También se desplazaron a la provincia reporteros gráficos estrella, entre ellos Gerda Taro, compañera de Robert Capa, que moriría en Brunete unos pocos meses después o Ernest Hemingway, que siempre habló de la "batalla de Brihuega", población muy cercana a Torija, que consideraba "una de las más importantes de la historia militar mundial"; Herbert Matthews, corresponsal del New York Times llegó a afirmar que la derrota de los franquistas en Guadalajara "fue un desastre comparable al de la batalla de Bailén para Napoleón" (como todos sabemos los reporteros extranjeros en nuestra guerra hicieron más literatura que perdiodismo). Una curiosidad: la próxima vez que vayas a ver los campos de lavanda de Brihuega existe una pronunciada curva ya casi al llegar desde Torija a la que los entendidos llaman la "curva Hemingway" en honor del Premio Nóbel americano, quien la describiera en su día como "la curva más peligrosa del mundo" (aquí tienes una de sus encendidas crónicas). Hasta Errol Flynn, el afamado actor, vino al frente alcarreño en busca de aventura con un carnet de periodista que consiguió gracias a Randolph Hearst nada menos, aquí tienes fotos del reportero de pacotilla en Torija. En sus memorias cuenta, según Jesús Sánchez López en El castillo de Torija, no pocas de sus "hazañas" españolas: "Una tarde, al volver del frente de Guadalajara, donde había estado visitando Torija, Trijueque, Brihuega y otros pueblos de la Alcarria, un bombradero trimotor apareció en medio de la carretera en las cercanías de Guadalajara capital. Pedro frenó en seco, el coche dio media vuelta y nos vimos obligados a saltar a la cuneta mientras el tiro de una ametralladora seccionaba por la mitad nuestro vehículo". Igual hasta es verdad. 


Nuestro castillo aloja en la Torre del homenaje un pequeño museo dedicado a Viaje a la Alcarria, la novela autobiográfica de Camilo José Cela. El también premio Nóbel como es bien sabido recorrió la región a mediados de los 40, pasando la primera noche en Torija. En 1995, al cumplirse el 50 aniversario del viaje, volvería Cela al pueblo para inaugurar el museo, instalado en la Torre del homenaje (en los ochenta había rehecho el viaje en clave bufa con Rolls-Royce, choferesa negra de uniforme blanco y globo aerostático incluidos). Cuando lo visitó por primera vez el castillo era una romántica ruina pero en los 60 se decidió acometer su rehabilitación, ay, que Edward Cooper, el experto en castillos españoles, tildó de "reconstrucción superentusiasta" ya que se elevaron en exceso los muros y se sacaron de la manga un matacán corrido sobre cada lienzo, vamos, que se marcaron un Violet-le-Duc en toda regla. Recordemos aquí que la reconstrucción de los numerosos castillos de nuestra geografía fue pronto una prioridad para el usurpador, necesitado de un relato (que se diría ahora) heroico y nacionalista. Ya al poco de acabar la guerra, en 1939, pidió al que pronto se convertiría en su arquitecto de cabecera, Pedro Muguruza Otaño (autor del proyecto de la Cruz de los Caídos), que reconstruyera el castillo de la Mota en Medina del Campo para establecer allí la Escuela de Mandos de la Sección Femenina. Y es que allí había vivido y fallecido nada menos que Isabel la Católica, con la que de nuevo, el generalísimo quería emparentar su proyecto de estado. Además Franco, según Daniel Sueiro, tenía una "verdadera, aunque secreta, vocación de arquitecto" (acaso como todos los dictadores). En la Mota, si me permites continuar el inciso, el planteamiento de rehabilitación fue una suerte de collage-ficción, partiendo del estilo mudéjar del castillo, Íñiguez Almech planteó en el patio interior una serie de arcos apuntados bastante más sobrios que los que sugiriera en proyecto anterior Antonio Prats, de un arabismo desbocado, en línea con el carácter espartano, monástico casi, que se quería dar a la institución al objeto de crear un ambiente de austeridad que no distrajera a los futuros mandos femeninos de la Falange (mi señora madre entre ellas). El uso del ladrillo con profusión unía también en feliz sintonía sobriedad y carácter mudéjar. Además, para que al castillo vallisoletano no le faltara de nada, Íñiguez embutió en una de las fachadas del patio una copia filológica de la portada del derruido Hospital de la Latina fundado por Beatriz Galindo, adecuada cita teniendo en cuenta sus futuras usuarias. Por si te interesa, tienes la portada original, convenientemente fosilizada por Chueca Goitia, en la ETSAM (más información sobre las rehabilitaciones en tiempos de Franco, a cargo de Gonzalo López-Muñiz, aquí). 


Volviendo a Torija, decir ya solo que el encargado de su rehabilitación fue José Manuel González Valcárcel, quien explica su intervención en el Boletín de la Asociación española de amigos de los castillos nº 56 de 1967. Tras técnica exposición acaba con las ínfulas épicas propias del momento, no me resisto a transcribir cita: "Hoy, después de las tres fases de la obra, exploración, reconstrucción y restauración, el castillo de Torija ofrece su primitiva traza, siendo buena muestra del cuidado e interés del Estado por estas piedras venerables, y el de una generación que, tras siglos de abandono, se ha dedicado a la noble tarea de rescatar nuestro tesoro monumental y artístico con una labor continuada, sin prisa pero sin pausa, cuyos frutos (...) harán posible, en un corto plazo, el resurgir de estas piedras venerables, que constituyen el mejor testimonio y archivo viviente de la historia patria". Lo de sin prisa pero sin pausa no es frase hecha. En abril de 1951 Valcárcel ya había elaborado una memoria del proyecto de "obras urgentes" en nuestro castillo, intervención que no terminaría hasta 1967. Por otra parte, si podemos dar una visión personal, quizá esta restauración sea bastante discutible, como tantas otras hechas en la época. Por un lado nos miente porque no permite distinguir qué partes han sido restauradas y qué partes son las verdaderamente originales, venerables en palabras de Valcárcel, lo que devalúa estas últimas (observa cómo en esta reciente rehabilitación sí se diferencian) y por otro nos priva de un rastro importante de nuestra historia. No entendemos por qué hay que esconder las brutales cicatrices que dejó en el castillo El Empecinado en su lucha sin cuartel contra el invasor francés, acaso resultara Juan Martín un personaje demasiado violento para los esquemas franquistas, y de las huellas de la Guerra Civil mejor no hablamos, la tónica es bien sabida: suturar y aquí paz y después gloria, aparentemente somos incapaces de entender que si guardamos los esqueletos en el armario estaremos condenados a sufrir para siempre sus fantasmas. De todas formas como decíamos no parece justo juzgar una rehabilitación ya añeja con parámetros actuales, afortunadamente muy dispares. Cerramos con otra excelente rehabilitación actual para que compares: nuevo y antiguo juntos pero no revueltos y en soberbia sintonía.  

En 2007 volvió nuestro atosigado castillo a ser importunado con obras. Se trataba de albergar en el patio interior el CITUG (Centro de Interpretación Turística de Guadalajara), para lo cual José Luis Condado, arquitecto de la Diputación Provincial, diseñó un edificio de impecable modernidad pero que encaja como un guante en el entorno del castillo. Todas las fotos de la entrada son de este recinto. Hay poca información sobre la obra y el arquitecto en internet, así que damos aquí una opinión inexperta siempre con tu permiso. Dos nos parecen los logros del edificio, por un lado se han dejado al descubierto los muros originales del castillo, lo que permite contemplarlos también desde dentro como parte del museo, y por otro su distribución, con un planteamiento completamente abierto que permite en todo momento observar en amenos juegos panópticos otras plantas del nuevo edificio y los contenidos desde otras perspectivas. Una soberbia rampa, que complementa a ascensores y escaleras, ofrece la consabida promenade architecturale y de nuevo vistas desde inesperados ángulos.  

Nos vamos ya con coda muy personal, aviso. Qué diferentes los planteamientos de rehabilitación que veíamos en el libro de Denslagen (holandeses y alemanes principalmente) de los nuestros en aquellos lejanos años de posguerras. Frente al angst germánico, surtido de encendidos debates que convertían las rehabilitaciones en procesos casi filosóficos, en la España de Franco las decisiones eran mucho más simples. La dictadura es lo que tiene. A veces es tentadora, especialmente viendo de qué manera estamos subvirtiendo hasta los procesos democráticos más simples, en unos se vota para fastidiar, en otros se impone una suerte de  perrodelhortelanismo alucinante. Qué deprimente todo. 












viernes, 23 de mayo de 2025

Poetas y arquitectos

 


Esta es la Casa para un poeta, diseño no construido de John Hejduk que fue llevado a cabo como maqueta en 1999 por estudiantes de la ETSA del Vallés en un taller de arquitectura dirigido poco antes de morir por el propio Hejduk (a distancia con planos dibujados a mano), Eva Prats y Ricardo Flores. Lo podemos ver estos días en la exposición Habitar España en la Casa de la Arquitectura de Madrid. Fernanda Canales, arquitecta mexicana a cargo de la exposición, ha tenido el divertido arrojo de contraponer la juguetona estructura de Hejduk a los adustos Nuevos Ministerios de Zuazo con memorable resultado. El arquitecto neoyorquino, que tenía otros lazos con España (recordemos sus torres póstumas en la Ciudad de la Cultura de Santiago) estaba acostumbrado a que sus obras acabaran, las contadas veces que fueron construidas, en lugares alejados del emplazamiento para el que fueron diseñadas. La propia House for a Poet formaba parte de la Casa Guardiola, un proyecto pensado en 1989 para Cádiz, y en Groningen, la ciudad holandesa de la que hablábamos hace poco a cuento de un peculiar museo, se construyó en 2001 otra de sus casas imposibles, diseñada en 1973 para ser levantada en Connecticut. Hejduk le daba también a la poesía, su último poemario (Lines: No fire could burn) se inspiraba en la catedral de Santiago; así relacionaba ambas actividades: "No puedo hacer un edificio sin construir un nuevo repertorio de personajes, de historias, de lenguajes. No se trata de construir per se, sino de construir mundos". 

Para construir mundos que merezcan la pena necesitamos poetas, por descontado, máxime si nos hacen viajar por mil y un lugar y disfrutar de todo al pasar. Pero igual estamos más necesitados aún de intermediarios, guías, mediadores que, con exactitud arquitectónica, nos acompañen en ese viaje por una realidad de complejidad cada vez más brutal y llena de trampas ocultas que, inmersos en Netflix, somos incapaces de ver. Lástima que no corran buenos tiempos para ellos y ellas. No queremos historias. "La realidad nunca ha interesado a nadie" decía Koolhaas en Junkspace. Pensamos que nos valemos y nos sobramos con nosotros mismos y el mercachifle de turno que con un tutorial de tres minutos nos va a solucionar todos nuestros problemas. Rechazamos lo que huela a liderazgo intelectual, el que se basa en la fuerza bruta está mejor visto, y si es disruptivo ya ni te cuento. La horizontalidad se impone, hay que celebrar ese logro democratizador, el problema es cuando el mínimo común denominador está, valga la redundancia, bajo mínimos. Pronto no sabremos hacer ni la "o" con un canuto. Maldita "o".¿Arquitectos o poetas? Qué día más raro tengo, mira, mejor me despido ya.