domingo, 25 de julio de 2021

Montañas mágicas

 


Este montículo artificial, a cargo de MVRDV, se está elevando en el Hyde Park londinense justo al lado del Marble Arch. En los rénderes primeros la cosa prometía pero la realidad es cruel. Les está quedando un engendro. El objetivo de este bizarro proyecto temporal no es otro, según el concejal iluminado de turno, que recuperar el pulso urbano ahora que con el Covid nos hemos acostumbrado a comprar a través de grandes plataformas online que al mismo tiempo que arruinan al pequeño (y gran) comercio local hacen inmensamente ricos a sus dueños, que hasta se permiten el lujo de ir al espacio como quien va a Torremolinos. Alguien en el ayuntamiento londinense vio lo que MVRDV hizo hace algunos años en Róterdam y decidió traerse la idea a Londres: se trataba un descomunal andamio-escalinata (180 peldaños) que permitía acceder, 30 metros más arriba, a un poderoso edificio de oficinas de Maaskant, el arquitecto que más hizo por reconstruir la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial. De nuevo, había al parecer un objetivo loable en el gesto efímero: llamar la atención sobre el potencial desaprovechado que suponían las abundantes azoteas planas de la ciudad (que suman en total más de 18 kilómetros cuadrados). De hecho existe un festival anual, los Rotterdamse Dakendagen, con diferentes eventos como concursos musicales (en el último festival eurovisivo, celebrado en la ciudad, hubo un guiño a la iniciativa ya que se pidió a viejas glorias festivaleras -sí, yo veo Eurovisión, ¿pasa algo? Es más, ahora voy y te enlazo a mi tema favorito de esta edición- que interpretaran sus canciones desde diferentes azoteas de la ciudad). Además, hace poco más de un mes el ayuntamiento ha editado un catálogo de azoteas  junto precisamente a MVRDV en el que se proponen nada menos que 130 posibilidades de utilizar dichos espacios, a los que el pertinaz virus nos ha hecho volver la mirada. Pero volviendo al montículo londinense (que Oliver Wainwright dice parece salido del paisaje de un videojuego cutre), la idea como decíamos es que en estos tiempos de Instagram subas al montículo de 25 metros (hay ascensor también) tras pagar 4,5 libras (5,25 eurillos de nada), te hagas la foto de rigor, la compartas en los medios como está mandado y ya puestos, tras bajar y tomarte algo en una cavernosa cafetería alojada en el interior, te vayas por Oxford Street de compras, que el comercio londinense ha perdido casi un 20% de negocio con la pandemia. Dos millones de libras ha costado la iniciativa, y podría haber sido más, ya que el estudio holandés pretendía encapsular el Marble Arch (1827) de John Nash dentro del andamiaje. Por cierto que hay que ver el juego que dan los andamios en arquitectura, fíjate en esta tremenda casa de Suzuko Yamada, totalmente reconfigurable o la intervención que hicieron Carmody Groarke para cubrir una histórica mansión de Mackintosh mientras se la restaura (con calma: podría llevar la friolera de 15 años). De todas formas, para mí que el que ha utilizado con más glamour la idea del andamio en arquitectura es Nouvel, en el francés dicha estructura deviene estrategia de desmaterialización volviendo sus edificios etéreos, casi metafísicos (ver la fundación Cartier).

Pero regresemos a Londres. Rowan Moore, que también ha publicado crítica del montículo de marras, en principio valora positivamente la idea por su componente ecológico. Y es que como ves en la foto se quiere forrar la estructura de vegetación y sufridos árboles, toda una tendencia en arquitectura últimamente (la famosa resilvestración): los mismos MVRDV no paran de repetir el patrón ya desde su pabellón holandés para la Expo 2000 de Hannover hasta por ejemplo el proyecto para Azca en Madrid, que como te comenté perdió frente a DS+R. Wainwright a su vez ve la presunta voluntad ecológica de este "montículo pop-up" como una estrategia para blanquear (o más bien verdear: greenwashing lo llama) la operación que tiene como apuntábamos un objetivo principalmente comercial. Moore también ve en el monte fake un postureo que busca llamar la atención y poco más (propone utilizar el dinero que ha costado en plantar árboles en las ciudades), lo compara con el High Line neoyorquino (para dejar más aún en evidencia su corto recorrido) y propone que se hagan más montículos arbóreos pero de carácter permanente (este solo estará en funcionamiento 6 meses).

Si pudiéramos, le diríamos a Moore que en Madrid ya tenemos eso, un montículo artificial permanente y con vegetación en nuestro Hyde Park. Y desde hace más de 200 años. Sí, es la Montaña Artificial del Retiro, que, como el Marble Arch Mound, se encuentra en una esquina del parque madrileño (junto a la Puerta de O´Donnell), y, para más coincidencias, no anda muy lejos de la Puerta de Alcalá que, aunque de mayor empaque, puede recordar al Marble Arch. Su autor, Isidro González Velázquez, como del resto de los caprichos promovidos por Fernando VII en el parque (solo quedan algunos, como la chinesca Casa del Pescador), fue nuestro mayor arquitecto neoclásico solo tras Villanueva, aunque es mucho menos conocido ya que no tuvo la oportunidad de dejar en la ciudad una gran huella: la que consideró siempre su principal obra, la remodelación de la plaza de Oriente frente al Palacio Real, nunca se llevó a cabo. Otras se han perdido, quedan en la capital obras menores (el colegio de Medicina de San Carlos, el obelisco del Dos de mayo o la fuente egipcia frente al estanque del Retiro),  rehabilitaciones (la de la basílica de la Virgen de Atocha por ejemplo) u obras parciales (la fachada oeste del Teatro Real). En el interior de la Montaña Artificial instaló una noria que surtía el agua de la ría que rodeaba la construcción y en la “cumbre” (se eleva 15 metros) construyó un templete, hoy desaparecido. Hace algunos años su interior, recorrido por corredores de ladrillo con bóvedas de cañón, se habilitó como sala de exposiciones pero tuvo que clausurarse debido a problemas de humedad. Esperemos que si la Unesco aprueba por fin el Paisaje de la Luz como patrimonio mundial, se cuide mejor esta zona del parque.  

Ya puestos, tenemos en España otra montaña mágica, y ésta más actual (2012), en Logroño. Aloja nada menos que la estación de alta velocidad y de autobuses de la capital riojana, sobre cuya cubierta Iñaki Ábalos junto a su socia Renata Sentkiewicz crea un gran parque público, el Felipe VI. Sus líneas geométricas casi surrealistas (que recuerdan al falso monte londinense) están inspiradas en los jardines de la película de Resnais El año pasado en Marienbad, mientras que en el interior la estación adopta una configuración que los arquitectos asemejan a una gruta moderna: “Estas referencias a la tradición pintoresca unifican el conjunto y su dimensión pública”. Es obvio que no estamos ante un "proyecto boutique", como recalca el arquitecto donostiarra (ni que estuviera hablando del Marble Arch Mound). Por cierto que el proyecto se impuso a los propios MVRDV, que participaban en el concurso (como Koolhaas). Y con la intervención riojana, la más mágica de todas las que te traemos hoy, nos despedimos hasta más ver.


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