domingo, 3 de febrero de 2019

Entre estrellas (y 4)




Me propongo hoy dar fin a la serie que estamos dedicando a la portuguesa Serra da Estrela y su entorno. Vamos a ello.

La Serra se encuentra a unos pocos kilómetros de Covilhã siguiendo la misma endiablada carretera que conduce a la hoy pousada de Cottinelli Telmo, el Muguruza Otaño luso. El punto más alto de la sierra y del Portugal continental es conocido como Torre, enclave al que da su lacónico nombre como ya te comenté una torrecilla de 7 metros que permite con simpática trampa alegar que son 2000 metros (y no 1993) los que allá se elevan. Si te parece gracioso te diré que Villar Mir hizo lo propio en su torre de la Castellana, un poco más baja que sus tres compañeras, coronándola con una bandera de España que permitía alcanzarlas. El tamaño importa, o sea. Mientras encaramos el exigente ascenso con brío y pasmo el paisaje va despojándose de vegetación, tornándose ralo (o yermo si el vocablo te gustara más) por momentos. Las últimas señales de vida las encontraremos en la deslabazada barriada de Penhas de Saúde, donde aquí y allá casonas exánimes y algún hotel tratan en vano de animar el bello pero solitario paisaje de urbanismo como islandés. No, no he estado en Islandia, pero he visto Fortitude (ya puestos deja que te recomiende la primera temporada, no así las dos siguientes donde se les va la pinza que lo flipas). Si, como fue mi caso, el recorrido lo haces con niebla y chuva, el efecto es ya nórdico total.

A la susodicha Torre puede cómodamente llegarse en coche (pero ojo que la carretera es de película), ya que dicho punto, lejos de ser inaccesible pico o inhóspito roquedal se trata en realidad de una pequeña meseta con aparcamiento y variopintas lojas que ofrecen al visitante toda clase de productos locales (nueva recomendación: prueba el cremoso queijo serrano, que recuerda a la torta del Casar); si eres montañero accidental y vas en invierno se hará imprescindible comprarte allí unos guantes porque el frío es de aúpa. No obstante ni las glaciales temperaturas ni la nieve (poca), fenómeno ya paranormal para un madrileño como el que esto te relata, pudieron superar la tremebunda impresión que me llevé al descubrir, apenas dibujadas en la densa niebla, dos extrañas y enormes estructuras de bulbosas terminaciones, que al acercarte, no sin prevención rayana en miedo, descubro son antiguos edificios de probable uso militar en ruinoso estado. En una placa adyacente se explica que alojaron radares de la fuerza aérea lusa aunque desde 1972 son ya inertes injertos, ajenos a la montaña cual restos ignotos de una nave alienígena. No muy lejos puede verse el telesilla, en funcionamiento pero tristemente vacío, de la única estación de esquí de nuestro país hermano. Por cierto que la sierra guarda a buen recaudo un par de hoteles de fábula. Te recomiendo la Casa das Penhas Douradas, Rossi por fuera y Aalto por dentro, un lugar mágico.

Otro atractivo de la zona, conocida como las Beiras (bordes), son las conocidas como aldeias históricas, a menudo con bellos castillos, no en vano estamos en zona fronteriza. Mi favorita (conozco sólo un puñado) es con diferencia Sortelha, pero Monsanto merece también visita. Belmonte, donde nació Álvares Cabral, descubridor de Brasil, ofrece al viajero las curiosas ruinas romanas de Centum Cellas, de las que ya dimos cuenta aquí.

Hablando de castillos Castelo Branco merece párrafo aparte. De aquí era por cierto Afonso de Paiva, el acompañante de Pêro da Covilhã que se perdió en Etiopía allá por 1491. Es sin duda la ciudad más interesante de la zona y es obvio que sus reponsables la han mimado con gran celo y buen tino, algo que ya puede adivinarse en la cuidada página web, toda una declaración de intenciones, o en la excelente oficina de turismo, que ocupa una bella mansión en la solariega avenida Nuno Álvares. Sus edificios históricos, entre los que destacan el palacio episcopal, hoy museo de arqueología con bellos jardines o el antiguo ayuntamiento que aloja el centro de interpretación del bordado típico de la región, ambos del siglo XVI, están magníficamente restaurados y la ciudad entera rezuma bienestar con un urbanismo cuajado y cuidado. Tiene hasta moderno edificio marcante que se desmarca con sorna de la típica arquitectura lusa blanca y rectilínea a cargo de Josep Lluis Mateo, acaso el Koolhaas español (si juntas un poco sus torres en el Fórum barcelonés te sale el De Rotterdam). Ya me dio esa sensación cuando le oí hablar, en plan enfant terrible, en un añejo programa de debate (qué tiempos aquellos) dirigido por Pedro Altares, calculo de los primeros 90 porque se comentaba la ampliación de la National Gallery de Venturi y Brown, en el que participaban Oíza, Fernández-Galiano, Fernández Alba, García de Paredes, de la-Hoz (padre) y el propio Mateo, video con el que me topé mientas trasteaba, iluso, por internet al objeto de hacer una entrada sobre el autor de Torres Blancas que finalmente quedó en las ganas (mucho arroz...). En Castelo Branco Mateo levanta un castillo bronco y malencarado pero resultón que opera como centro cultural. La enorme plaza (Praça Largo da Devesa) que se extiende a sus pies y en la que los albicastrenses se solazan a voluntad es también diseño del catalán. Te enlazo a más fotos y datos en la página web del arquitecto (CCCCB y plaza). Permite también que te sugiera la visita al museo Cargaleiro, artista local para el que Siza diseñó una luminosa sala de exposiciones en Seixal. Cito las bellísimas palabras que el arquitecto de Oporto dedica al pintor y ceramista:

"O Manuel Cargaleiro é a pessoa mais incapaz de maldade que conheço. Os seus olhos estão focados para o que há de bom nos outros e na vida.
A sua visão do mundo é luminosa.
A perversidade pode passar ao lado, engalanada; as suas cores não estão naquela paleta rigorosa. Por isso, cada obra que lhe sai das mãos é para sempre imune ao embaciamento, ou à fratura".

Toca despedirse ya. La Serra da Estrela no será nunca un destino estrella, pero quizá sea en estos lugares desconocidos donde aún podamos sentirnos verdaderos viajeros pues todavía quedan en ellos fascinantes misterios por desvelar.

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