domingo, 27 de enero de 2019

Desconocidos



En 1977 veía la luz el tema To the Unknown Man del genio de los sintetizadores Vangelis. El jueves pasado el griego lanzaba su último álbum (Nocturne) donde se incluye una versión minimalista del tema. Te invito a que la escuches mientras lees la entrada de hoy. 

"(...) Un viejo y famoso arquitecto norteamericano le decía a otro mucho más joven que le pedía consejo: "Abre bien los ojos, mira, es mucho más sencillo de lo que imaginas". Y también le decía: "Detrás de cada edificio que ves hay un hombre que no ves". Un hombre, no decía siquiera un arquitecto. 

No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos pontífices de la arquitectura, ni grandes doctrinarios, ni profetas, siempre dudosos. (...)

Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en Arquitectura (con mayúsculas), en dinero o en las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces y de los hombres que mejor conocen, siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez (honor). 

Tengo el convencimiento de que cualquier arquitecto de nuestros días medianamente dotado, preparado o formado, si puede entender esto, también puede fácilmente realizar una obra verdaderamente viva. Esto para mí es lo más importante, mucho más que cualquier otra consideración o finalidad, solo en apariencia de orden superior. (...)

Creo que para conseguir estas cosas hay que desprenderse antes de muchas falsas ideas claras, de muchas palabras e ideas huecas y trabajar de uno en uno, con la buena voluntad que se traduce en acción propia y enseñanza más que doctrinarismo. Creo que la mejor enseñanza es el ejemplo; trabajar vigilando continuamente para no confundir la flaqueza humana, el derecho a equivocarse -capa que cubre tantas cosas-, con la voluntaria ligereza, la inmoralidad o el frío cálculo del trepador. (...)

Al dinero, al éxito, al exceso de propiedad o de ganancias, a la ligereza, la prisa, la falta de vida espiritual o de conciencia hay que enfrentar la dedicación, el oficio, la buena voluntad, el tiempo, el pan de cada día y, sobre todo, el amor, que es aceptación y entrega, no posesión y dominio. A esto hay que aferrarse. (...)"

(José Antonio Coderch, No son genios lo que necesitamos ahora, publicado en la revista Domus en 1961).

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