domingo, 12 de abril de 2020

Sobre el silencio



"El silencio no es sólo ausencia de ruido. Casi lo hemos olvidado. Las referencias auditivas se han desnaturalizado, han perdido fuerza, han perdido su sacralidad. El miedo y aun el horror suscitados por el silencio se han vuelto más intensos. 
En otros tiempos, los occidentales apreciaban la profundidad y los sabores del silencio. Lo consideraban como la condición del recogimiento, de la escucha de uno mismo, de la meditación, de la plegaria, de la fantasía, de la creación; sobre todo, como el lugar interior del que surge la palabra.(...) La intimidad de los lugares, la de la estancia y sus objetos, la del hogar, estaba tejida de silencio. (...)Hoy en día es difícil que se guarde silencio, y ello impide oír la palabra interior que calma y apacigua. La sociedad nos conmina a someternos al ruido para formar así parte del todo, en lugar de mantenernos a la escucha de nosotros mismos. De este modo, se altera la estructura misma del individuo. (...)
Ahora bien, el hecho decisivo no es, como podríamos pensar, el aumento de la intensidad del ruido en el espacio urbano.(...) Lo esencial de la novedad reside en la hipermediatización, en la conexión continua y, por ello mismo, en el incesante flujo de palabras que se le impone al individuo y lo vuelve temeroso del silencio.(...)
Entre los griegos, al dios Harpócrates se le representaba con un dedo en la boca. Con este gesto ordenaba callar. En el curso de la historia, el precepto de guardar silencio ha sido múltiple y banal. Implica aprendizajes, pues el silencio no es una obviedad. Hay individuos, escribe Maeterlinck, "que no tienen silencio y matan el silencio en torno suyo, y estos son los únicos seres que pasan verdaderamente inadvertidos" porque no podemos "formarnos una idea exacta del que nunca se calló. Se diría que su alma no tiene rostro". El aprendizaje del silencio es tanto más esencial porque el silencio es el elemento en el que se forjan las cosas importantes. (...) La palabra, por el contrario, es con excesiva frecuencia el arte de ahogar y de suspender el pensamiento, que sólo trabaja en el silencio. Por todas estas razones, el silencio nos asusta y pasamos buena parte de la vida, repite Maeterlinck, buscando lugares donde no reine. (...)
El silencio es un ingrediente esencial de la profundidad del amor. Nadie ha sabido expresarlo de manera tan exacta como Maurice Maeterlinck. Escuchémosle con cierto detalle:"Si te es dado descender un instante en tu alma hasta las honduras que habitan los ángeles, lo que recordarás sobre todo de un ser al que has amado profundamente no son las palabras que ha dicho o los gestos que ha hecho, sino los silencios que habéis vivido juntos; pues sólo la calidad de estos silencios ha revelado la calidad de vuestro amor y vuestras almas".(...)
Con su habitual agudeza, Maeterlinck señala varias raíces del miedo al silencio: "Ninguno de nosotros desconoce esa sombra potente y por eso el silencio produce un miedo tan profundo. Soportamos en rigor el silencio aislado, nuestro propio silencio; pero el silencio de muchos, el silencio multiplicado, y sobre todo el silencio de una muchedumbre, es un fardo sobrenatural cuyo peso inexplicable temen las almas más fuertes". Por eso "usamos una gran parte de nuestra vida rebuscando los lugares en que no reina el silencio. Cuando dos o tres hombres se encuentran, no piensan sino en desterrar al invisible enemigo". Y Maeterlinck se pregunta:"¿Cuántas amistades ordinarias no tienen más base que el odio al silencio?"." (Alain Corbin, Historia del silencio)


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