domingo, 20 de octubre de 2019

Música congelada (2)


Charles Jencks se nos acaba de ir. Toca hacer mención al crítico que decretó la muerte de la modernidad (el 15 de julio de 1972 a las 15.32, día y hora en que se terminó de demoler uno de los proyectos más emblemáticos del fracaso moderno: el conjunto de viviendas sociales Pruitt-Igoe en San Luis, Missouri, del japonés Minoru Yamasaki, autor de las Torres Gemelas neoyorquinas o la Torre Picasso en Madrid) y dio denominación de origen a la corriente que le sucedería, el traído y llevado posmodernismo caracterizado por un eclecticismo exacerbado y liberador que surge del hastío frente al racionalismo unidireccional y asfixiante de la modernidad. Ya hablamos aquí suficiente del tema cuando el que nos abandonó fue Venturi, no diremos más, tan solo, como certeramente apuntara Eduardo Prieto en un artículo indispensable, que si bien fue un movimiento que en lo arquitectónico ofreció resultados más bien pobres, su verdadero éxito radica en su triunfo como ideología que, al infiltrarse en todos los ámbitos imaginables, cambió para siempre el concepto de cultura. Oliver Wainwright, en su obituario para The Guardian, comenta que otros historiadores más ortodoxos veían a Jencks más como un Zeitgeist chaser (un cazazeitgeists) un punto pop que como un crítico de verdad (sus cacofónicos estilismos al parecer no ayudaban), lo que no impidió que sus más de 30 libros, su provocadora ironía, su famoso evolutionary tree en el que explica de manera visual los intrincados caminos de la arquitectura desde 1960 (acaso inspirado en el diagrama no menos famoso de Alfred H. Barr) y su pasión por la discrepancia, que aprendió de Reyner Banham, le convirtieran en una figura ampliamente respetada. Sus Maggie´s Centres, centros para el cuidado de enfermos de cáncer inspirados por la muerte de su esposa Maggie y diseñados por los arquitectos más prestigiosos, también han contribuido a ese reconocimiento.

Dando tumbos en internet sobre su figura me he topado con una conferencia que dio hace dos años en Berlín con ocasión del Festival Mundial de Arquitectura. Tras verla un par de veces, he de decir que Jencks me ha cautivado por su exacta lucidez, su facilidad de verbo (con 78 años), su capacidad de relacionarlo casi todo con todo lo demás y su contundente ironía, así que te cuento ya puestos un algo. La conferencia se centra en la Elbphilharmonie de Herzog y de Meuron (con presencia del segundo) en Hamburgo. De entrada, en pleno escándalo por los sobrecostes del edificio, que llegó incluso al parlamento alemán (el coste final se elevó a casi 800 millones de euros, diez veces superior a lo inicialmente presupuestado), Jencks hace gala de su fama de agent provocateur repitiendo varias veces que el icono de mil millones es "the new normal". Vamos, que pelillos a la mar y póngame dos más. Jencks pone como ejemplos la nueva embajada americana en Londres o el Louvre de Nouvel en Abu Dhabi, a los que no tiene empacho en etiquetar de posmodernos (como a la propia filarmónica de Hamburgo), a pesar de que el posmodernismo pensaba yo que estaba ya criando malvas. De Meuron no dijo ni esta boca es mía cuando le tocó hablar, pero me pregunto lo que habría dicho Nouvel si hubiera estado también allí. Igual llegan a las manos. Jencks da como argumentos el doble código de su arquitectura (moderna y vernácula a la par), junto al hecho de haber querido hacer (y cita textualmente a Nouvel) un edificio simbólico y contextual. Lo dejamos ahí. Centrado ya en el edificio de H&dM para Hamburgo (que considera el mejor de la década), Jencks habla de la voluntad de los suizos por realizar un auditorio que denomina "a time city", un edificio que mezcla sin contemplaciones lo nuevo y lo viejo, lo histórico y lo último, comparándolo con el edificio que, según él, marcó los 80: la Staatsgalerie de Stirling en Stuttgart, este sí canónicamente posmoderno. Tras incidir en la importancia de Hamburgo como ciudad comercial (sede de la Liga Hanseática), compara el emplazamiento del auditorio, en una dramática esquina sobre el río Elba, con la Punta della Dogana en Venecia. Hace referencia también a otro edificio de los suizos en Madrid, el Caixaforum, que también se eleva sobre una construcción preexistente, una obra que Jencks ve profundamente musical: según él la fachada estaría dividida horizontalmente en seis "melodías" que se entrecruzarían con sendas divisiones verticales (aquí me pierdo). De nuevo en el Elba, el crítico hace referencia a las formas onduladas del techo que parecen imitar a las olas del mar como música congelada (utilizando la famosa metáfora de Goethe) y de nuevo crea un interesante paralelismo con la architectural promenade de Le Corbusier: la arquitectura como descubrimiento al adentrarnos en el edificio, algo muy presente en el auditorio alemán en esa misteriosa escalera mecánica que se curva  para no dejarnos ver qué viene a continuación, en la "piazza" que marca el límite entre el antiguo almacén y la enorme peineta (esto es mío) cristalina sobre él, que permite dramáticas vistas sobre la ciudad, por no hablar de la azotea superior, en mitad de las encrespadas "olas". Jencks hace también referencia a la cultura musical de la ciudad, que no es solo ópera (los Beatles dieron aquí varios conciertos y es la ciudad alemana que más musicales ha tenido en cartel), lo cual vemos en un edificio que es también "high-low" en sus referencias estéticas (con momentos incluso kitsch según el crítico en la iluminación elegida para su interior). Jencks finaliza su charla haciendo ver que, como Garnier dijo de su Ópera de París en el siglo XIX, H&dM han querido hacer una especie de "fuego de campamento" que, con el acicate de la música, convocara a todas las clases sociales en un solo lugar. En fin, un brillante batiburrillo que engancha hasta al más reacio. Aquí tienes el video de la conferencia, de la que he hecho sólo un breve y acelerado apunte.

Por cierto que el último Icon Design publicado hace un par de semanas dedicaba su portada, todo un inquietante presagio, a la casa de Jencks en Londres (que él denomina la Casa Temática), otro batiburrillo imposible de referencias clásicas tanto en su exterior como en el interior que hay que digerir acaso con almax, aunque ya se sabe que para gustos los colores. Planteada como manifiesto posmoderno, recibió el año pasado protección oficial de "grado uno" (como la Torre de Londres, por ejemplo). A Stephen Bayley, que escribe en la revista, no le gusta mucho, habla de arquitectura travestida, colección de apliques kitsch y lujo excéntrico. Aravena dijo de ella que era la casa más intensa desde la de Soane, que no es poco.

Me despido hoy con un pequeño apunte ad hoc (Adhocism: The case for Improvisation es uno de los libros de Jencks). En nuestro túnel negro como la pez, en el que nadie está dispuesto a mover un ápice en sus heroicas convicciones y donde la racionalidad objetiva ha perdido la batalla frente a las emociones viscerales, acaso nos vendría bien improvisar a la manera posmoderna, echándole toneladas de imaginación transversal.

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