miércoles, 13 de octubre de 2010

La Hiruela


Hace algunas entradas hablábamos de que conceptos tan aparentemente antagónicos como último y tradicional pueden ir unidos cuando comentábamos el proyecto de Poundbury a cargo de Leon Krier con el auspicio del Príncipe Carlos. En España he descubierto un ejemplo si no idéntico (pues aquí se parte de un pueblo existente) si similar: está en el pequeño municipio (72 habitantes censados) de La Hiruela, en el confín más septentrional de la Comunidad de Madrid. Aislado por puertos de montaña de gran belleza, que remiten a paisajes más al norte de la península (está en el valle del Rincón, recientemente declarado Reserva de la Biosfera), accesible sólo a través de carreteras de vértigo, el pequeño pueblo que consiguió el título de villa en 1490 se está reinventando a sí mismo partiendo de la arquitectura tradicional del valle: las nuevas casas que al calor del turismo rural se van construyendo o restaurando deben respetar las típicas construcciones de la zona: fachadas de piedra local (esquistos de vetas brillantes), tejados con tejas tradicionales y postigos de madera (las persianas están prohibidas, algo no respetado por todos los vecinos) que recuerdan a la arquitectura negra de la vecina Guadalajara. El ayuntamiento hasta tiene prohibido -sin mucho éxito- el paso de los automóviles al centro de la villa. Todas las casas restauradas o de nueva creación que aparecen en las fotos acaban de terminarse o tienen un máximo de 6 años.



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