jueves, 27 de mayo de 2010

Otro proyecto insostenible


Hablábamos ayer de la sostenibilidad en todos los significados del término y del parón al Campus de la Justicia madrileño y hoy salta la noticia sobre un nuevo proyecto que se cae: el magnífico sol naciente (un nuevo Palacio de Congresos) que Mansilla y Tuñón habían ya empezado a construir a la vera de las cuatro torres estrella del skyline madrileño. El proyecto, que al parecer financiaba en solitario el ayuntamiento, se ha parado temporalmente en espera de tiempos mejores. 320 millones tienen la culpa, y no es para menos: el ayuntamiento de la capital es el más endeudado del país (7.000 millones) a exorbitante diferencia del segundo (Valencia con 800). Preguntas: teniendo en cuenta la situación financiera del ayuntamiento ¿cómo no se les ocurrió antes parar el tema? ¿Es realmente necesario un nuevo palacio de congresos? ¿Su precio es razonable? A la primera pregunta no puedo responder, imagino que el ambicioso alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, estaba metido en una huída hacia adelante en la que lo mismo daba ocho que ochenta. Sobre la segunda, decir que la capital ya tenía un palacio de congresos cerca del Santiago Bernabéu, que aunque ya claramente obsoleto, podría haberse rehabilitado con resultados dignos. Pero también se puede alegar que el alcalde buscaba un nuevo icono que regalar a una ciudad sin grandes símbolos identificativos. ¿Y el precio? la rehabilitación de la Alhóndiga bilbaína, por traer un ejemplo del que acabamos de hablar, ha costado 75 millones (y son más de 40.000 m2 de equipamiento cultural y deportivo para uso público), o sea, casi 5 veces menos que el nuevo palacio que tendría un uso mucho más limitado. La primera fase de la ampliación de la estación madrileña de Atocha, a cargo (otra vez) de Moneo y cuya conclusión está prevista para el año que viene, va a costar (si no hay desviaciones) algo más de 200 millones, la segunda fase (prevista para el año 2025), costará 320 más. La obra duplicará la capacidad de la actual estación alojando las nuevas líneas del AVE. Queda claro que el nuevo sol de la capital es un lujo caro que no nos podemos permitir.

De todas formas, diremos también que, con sus defectos, entre Gallardón y otros alcaldes del pasado, que a lo único que se dedicaron fue a hacer aparcamientos mientras Barcelona se convertía en la ciudad de los prodigios arquitectónicos, me quedo con el ambicioso Alberto. Y confío en que finalmente (la alcaldía cifra el parón en tres años), podamos ver concluído este bellísimo proyecto.

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