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No pude evitar reírme al leer el título de la exposición que, sobre el británico David Chipperfield, puede verse estos días en el Museo del Diseño de Londres: Form Matters ("la forma importa"). Teniendo en cuenta las formas predominantes en su arquitectura, y de la que es buena muestra el Museo de la Literatura Moderna en Marbach (Alemania), que ilustra la entrada (he visto panteones más alegres), no sé si dicho título es irónico, autoparódico o simplemente provocador. Amante del ángulo recto, los volúmenes simples y aburridos y diseños recalcitrantemente austeros, no parece precisamente que el británico se preocupe mucho por innovar en lo que a formas arquitectónicas se refiere. Quizá necesitemos su arquitectura (como la de otros amantes del ángulo recto tales como nuestros Mangado o Navarro Baldeweg) para recobrarnos de los vértigos volumétricos que nos provocan los Zaha y compañía, pero he de admitir que si el museo de la foto fuera la vista que tuviera desde el salón de mi casa acabaría con una depresión de caballo y pesadillas en las que vería el severo porticado del edificio cubierto con una enorme esvástica.
Pero por supuesto toda generalización es errónea. Chipperfield y su ángulo rectísimo han dado ejemplos de cómo la austeridad puede generar formas dinámicas e incluso excitantes en la que es para mí su mejor obra, el edificio Veles e Vents de Valencia:
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