viernes, 21 de marzo de 2025

Tormenta e ímpetu (y 5)

 


Vamos hoy por tanto con la iglesia de San Pablo (Paulskirche) de Fráncfort, si recuerdas, comentábamos que en ella John F. Kennedy dio un recordado discurso en el que la llamó "cuna de la democracia alemana". De nuevo nuestra iglesia esconde recorrido tortuoso que te presentaremos resumido. Habría que empezar diciendo que el actual templo de planta oval, que se asienta no lejos del Römerberg, el corazón del casco antiguo de la ciudad, fue el resultado de un intenso proceso de diseño y construcción que se alargó casi 50 años debido en parte a las invasiones napoleónicas, que también hicieron sus estragos por aquí. Se presentaron cincuenta proyectos a cargo de diez arquitectos distintos, siendo la versión final, culminada en 1833, un collage a partir de tres propuestas diferentes. Fue una iglesia diseñada específicamente para el culto protestante, que hace especial hincapié en el púlpito donde el pastor desgrana su sermón, frente a las iglesias católicas, que ponen su centro en el altar. El recinto podía alojar a 500 feligreses pero el número de asistentes podía incrementarse en 1.200 más gracias a una galería soportada por veinte columnas jónicas. Como también comentamos, en 1848 se reuniría aquí una especie de preparlamento alemán (siendo las salas del ayuntamiento francfortés demasiado angostas para los 384 representantes), que pondría las bases de la futura unificación del país y de su constitución. En aquellos días de intensos debates no es difícil imaginarse la democrática algarabía que se debía montar, las crónicas hablan de 550 representantes y asistentes sentados abajo y hasta 2.000 apasionados espectadores en las prietas filas de la galería superior. No mucho después, en 1850, la iglesia cedió de nuevo sus espacios para la celebración del Congreso Internacional por la Paz, donde 550 participantes de Europa y Norteamérica pidieron la abolición de las guerras y la desaparición de los ejércitos. Las actividades eclesiásticas se iban combinando así con otras puntuales de carácter institucional. La memoria de los históricos días de 1848 se fue poco a poco desvaneciendo hasta que llegó la República de Weimar, momento en el que el movimiento asambleario de la Paulskirche cobró especial relevancia; en 1923 el presidente Friedrich Ebert asistió en persona a la iglesia, donde dio su discurso principal. Una estatua para recordar al comprometido demócrata de origen proletario fue erigida en el exterior del edificio, estatua que sería en 1933 desmantelada por las autoridades nazis para ser de nuevo recuperada (una copia) en 1950. 

El 12 de marzo de 1944 se celebró el último servicio religioso en la iglesia. Pocos días después cinco bombas en el mismo bombardeo que acabó con la Goethehaus y el casco antiguo desplomaron el tejado y solo quedaron en pie las curvas paredes. Dado que, tras la Segunda Guerra Mundial, Fráncfort sonaba como posible capital del estado, las autoridades se aprestaron a rehabilitar la histórica iglesia como posible sede de un futuro parlamento nacional. Se organizó un concurso de ideas presidido por nuestro ubicuo alcalde Walter Kolb y ganado por Gottlob Schaupp, quien entre otras propuestas sugería la eliminación de la galería ceremonial del antiguo edificio en línea con una rehabilitación contemporánea y no filológica. Sin embargo, como es habitual en la ciudad, surgió pronto un encendido debate en el que, como en la casa Goethe, Hermann Mäckler metió baza con saña descalificando todos los proyectos presentados; alegó sin pelos en la lengua que le parecían de estética nazi: "[los arquitectos del concurso] parecen todos hombres de la SA" llegó a decir. Tan incendiaria resultó la polémica que en 1946 Eugen Blanck (lo mencionamos en la anterior entrada en relación también a la rehabilitación de la Goethehaus) decidió crear un comité específico dirigido por Rudolf Schwarz, bien conocido en su país como diseñador de iglesias, que retomaría la propuesta de Schaupp trabajando mano a mano con él. El tercer componente sería Johannes Krahn, arquitecto que había trabajado previamente con Schwarz. Todos de hecho se conocían de los tiempos de Ernst May y el Neues Frankfurt, en el que habían colaborado de diferentes maneras. Su planteamiento estuvo desde el inicio basado en la austeridad y la contrición tras los desastres de la guerra aunque ominosos fantasmas rondaban al comité: el pasado de Schaupp, quien abandonaría los postulados modernos para entregarse con fruición a la estética arquitectónica nacionalista durante la época de Hitler, el llamado estilo Heimatschutz, salió a la luz poco después de la formación del comité (Schwarz también fue acusado de colaboracionismo a un nivel más discreto). Sea como fuere el trío buscó una suerte de arquitectura redentora basada en la eliminación de detalles superfluos como puede verse hoy en su interior, que sobrecoge con un enorme vacío abstracto cuyo único exceso es la potente luz que entra por las numerosas ventanas y el óculo en el tejado de nueva creación (el efecto nos recuerda a Iesu). No sin cierta ingenuidad, el equipo quería crear un recinto "de rigor tan austero que ninguna palabra falsa se pudiera decir en él". Además, para que la entrada a dicho espacio fuera aún más impactante, Schwarz diseñó el Wandelhalle, un casi lóbrego vestíbulo justo debajo del recinto principal de obligado paso para acceder a la antigua iglesia mediante unas sencillas escaleras cuyas barandillas fueron elaboradas con el mismo metal utilizado para los temibles Stuka. El contraste entre el agobiante espacio inferior y la luminosa sala superior resulta impactante y es sin duda un efecto buscado, en palabras de Schwarz, "una imagen del abrumado camino que nuestro pueblo debe tomar en esta hora tan amarga". Dieter Barteztko, crítico de arquitectura del Frankfurter Allgemeine Zeitung lo expresa así en su libro sobre la reconstrucción que publicaría en 1998: "Una furia contenida de remordimiento, una especie de fiebre fría de autoacusación, tomó forma en la nueva-vieja arquitectura de la Paulskirche. En este caso se encontraron la profunda fe de Rudolf Schwarz y el sentimiento de culpa todavía fresco y relativamente no reprimido de los alemanes". No todo fueron beneplácitos, por supuesto. Albert Rapp, director a la sazón del Museo de Historia, soltó lo siguiente en Der Spiegel: "Abajo, un circuito para bicicletas y arriba un gasómetro. Difícil estropear las cosas más". En una carta a Mies, quien le tenía en gran estima profesional, Schwarz se desahoga acaso agobiado por la presión de encargo tan complejo: "En Frankfurt, estamos reconstruyendo la Iglesia de San Pablo. Ya hemos superado la disputa, pues los habitantes de Frankfurt creían que todo debía quedar tan ordenado como antes, con todo tipo de galerías, entrepisos y demás, mientras que nosotros nos habíamos enamorado de la estructura incendiada, que había adquirido una grandeza romana contraria a las intenciones de su constructor". Finalmente, el 18 de mayo de 1948, justo a tiempo para el centenario del preparlamento, los arquitectos entregaron la iglesia. Schwarz hizo un sentido discurso en el que incidió de nuevo en el fuego catártico como generador del proyecto: "Cuando el interior finalmente se dividió a una altura modesta mediante un techo insertado, el visitante ya no podía percibir su altura ni su anchura. El fuego consumió todos estos elementos y resplandeció, purificando el edificio". Su cometido fue insuflar esa estructura hueca de nueva vida: "La gran forma, todavía enredada en lo abstracto y lo matemático, tenía que reconciliarse con la escala vital del cuerpo humano y de una gran sustancia viviente e inspirarse en su alma". Schwarz concluye su discurso -casi alegato- de poética guisa: "El edificio que se alza sobre este paisaje ha crecido hasta alcanzar la abstracta medida del cosmos. Nada de los sutiles adornos del período clasicista de su construcción será renovado". La categórica afirmación del arquitecto de Colonia resuena hoy especialmente cuando diferentes voces lideradas por la AfD llevan un tiempo haciendo campaña para devolver al interior del edificio su apariencia original. En este contexto el Museo Alemán de Arquitectura (DAM) organizó en 2019 una exposición dedicada a la Paulskirche con el significativo título de "Un monumento bajo presión". Tienes nutrida información y numerosas fotografías sobre el proceso de rehabilitación aquí

Por supuesto desconocíamos la figura de Rudolf Schwarz, arquitecto experto en iglesias bajo la guía espiritual de Romano Guardini, y nos pareció interesante "investigar" la recepción de su arquitectura en nuestro país. Trasteando por internet hemos encontrado varios textos, te destaco tres muy brevemente que nos han parecido especialmente interesantes. En una entrada de HIC, los arquitectos Anna y Eugeni Bach nos cuentan una visita a la que consideran mejor iglesia de Schwarz, la de Santa Ana en Düren, de nuevo un templo construido sobre los restos de otro destruido en la Segunda Guerra Mundial. Me ha llamado la atención que descubrieran al arquitecto gracias a Moneo. Observan influencias de dicha iglesia en la torre de la estación de Atocha o en la catedral de Los Ángeles. No te pierdas las fotos, aquí. Antón Capitel por su parte le dedica un muy interesante artículo en Arquitectura Viva (1998) donde aporta jugosas claves. Descubrimos que fue colaborador de Gottfried Böhm, otro arquitecto de iglesias alemán bastante más conocido, y que Mies prologó su libro Vom Bau der Kirche (De la construcción de iglesias). Y por cierto, volvemos a la abstracción: "En el haber de Schwarz está también la asimilación que hizo de las formas abstractas de la modernidad para representar lo sagrado, pues abstracción no suponía para él negación, sino condensación: las formas puras eran capaces de expresar la pureza primitiva de lo creado". Destaca también Capitel las variadas plantas de sus iglesias, a menudo muy innovadoras (en su libro Schwarz describe siete modelos distintos de planta), que lejos de seguir un patrón común se adaptan a las circunstancias específicas de cada templo, resaltando como la más "curiosa" la de San Miguel, también en Fráncfort, de planta elíptica (¿inspirada acaso en San Pablo?), aunque para él su mejor obra es la iglesia del día del Corpus en Aquisgrán, apodada "la fábrica", que es por cierto la que elige el AV 95 dedicado a recintos religiosos como más representativa de Schwarz junto a otros 25 ejemplos de variados estudios, de nuevo se nos explica aquí la obsesión del arquitecto de Colonia por la abstracción, la cita que te copio es copiosa pero deslumbrante y podría aplicarse tal cual a Iesu: "La renuncia casi total a la figuración en esta iglesia es un despojamiento voluntario. Para Romano Guardini, el teólogo de la renovación litúrgica de la época, no se trata tanto de un vacío cuanto de un tremendo silencio, y es cierto: han sido acalladas todas las imágenes en favor de una percepción única e intensa. La experiencia aquí parece volver a los orígenes y, como en los primeros siglos, ha desaparecido el interés en representar a la divinidad, sustituida por la experiencia de la eternidad, algo sin forma que no cabe en imagen ni estilo alguno. El silencio de la nave blanca y negra no es fácil de soportar si no se vive como un poderoso signo, o si se aprecia sólo la ausencia radical de imaginería como una incómoda carencia de símbolos. Por eso, durante el régimen nacionalsocialista se aplicó al fondo vacío del altar una gran figura de Cristo, el superhombre, para recuperar el consuelo de un líder inmortal al frente de la iglesia". Por su parte Hidden Architecture destaca la iglesia de Santa Teresa, en Austria, de planta elíptica como la de Fráncfort. Finalmente, Jorge Sáinz, también en Arquitectura Viva, dedica en 2000 un artículo a Schwarz, en realidad una reseña de un libro sobre el alemánSegún Sáinz, sus iglesias serían precursoras del brutalismo y de no pocos arquitectos suizos actuales. Ni él ni Capitel mencionan en sus artículos la rehabilitacion de la Paulskirche así que debemos considerarla una obra menor, más valiosa por su trascendencia política e histórica que por su relevancia arquitectónica.

Tendríamos que ir cerrando ya porque esto está deviniendo en tostón. Te daré unas últimas recomendaciones, más turísticas que arquitectónicas, y ya. Si vas a Fráncfort deberías también pasar a la otra orilla del Meno (mejor por el recio Eiserner Steg, puente de hierro) porque en la orilla sur, a lo largo de la calle Schaumainkai, se alinean un buen número de interesantes museos, destacando el Städel, el más importante de la ciudad, que ha sido ampliado recientemente por Schneider+Schumacher (también trabajaron en el Museo del Romanticismo junto a Mäckler) con una enorme sala subterránea iluminada por ojos de buey que crea en la superficie del jardín exterior un promontorio abovedado y que puede recordar a la Californian Academy of Sciences de Piano (te haces más idea si lo ves). Hablando de iglesias, tienen una harto curiosa que recordaba haber visto por ahí, es difícil de olvidar. Siguiendo el recorrido por la orilla sur del Meno tenemos también el Museum Angewandte Kunst (Museo de Artes Aplicadas) de Richard Meier y por supuesto el DAM, el Museo Alemán de Arquitectura, que para mi desconsuelo estaba cerrado por reforma. También me quedé con las ganas de ver la fábrica de Behrens en las afueras de la ciudad. Muy cerca de Fráncfort tienes dos ciudades que puedes visitar de una tacada en tren sin problema, Wiesbaden, elegante ciudad balneario y capital de Hesse, el land donde se encuentra Fráncfort y justo al lado tras cruzar el Rin pero ya en otro estado federal (Renania-Palatinado), la patria chica de Gutenberg, Maguncia, con una impresionante catedral y, hablando de nuevo de recintos religiosos, la inaudita sinagoga de Manuel Herz, filológica ciertamente no por una rehabilitación literal en este caso, sino porque sus picudas formas se inspiran en letras hebreas componiendo la palabra Bendición; en su interior, al que no pude acceder, más caracteres hebreos inundando las paredes. Tienes más información y fotos de Iwan Baan aquí, te pongo las mías en el Lateral, bastante menos alegres (no estaba el horno para bollos) y de paso recuperamos este espacio que teníamos abandonado. 

Dejamos ya Fráncfort, tan proustiana en su búsqueda compulsiva del tiempo perdido, ciudad palimpsesto que gusta de reescribirse tortuosamente una y otra vez y en la que tantas fórmulas de rehabilitación se han puesto en práctica. ¿Cuál será mejor? ¿La réplica filológica, la creativa, la romántica, la posmoderna, la imitativa o la respuesta moderna, demolición y aquí paz y después hormigón? Perdidos estamos. Hemos encontrado un libro en internet de nombre Romantic Modernism. Nostalgia in the World of Conservation de Wim Deslagen, profesor de la universidad de Utrecht con huella digital exigua, pero no me negarás que con ese nombre el libro promete al igual que su extenso índice onomástico, que permite además una lectura en plan cata, por cierto Schwarz y la Paulskirche aparecen fugazmente, última cita, ánimo: "El jurado opinó que la reconstrucción debía llevarse a cabo «con el espíritu de nuestra época», porque «no tenemos motivos para dudar de nuestra propia capacidad y, por lo tanto, copiar algo de un pasado lejano o resucitarlo con un falso patetismo»", ya te contaré si sacamos algo en limpio. Nos despedimos ya de Alemania, a la que necesitamos sin complejos ni nostalgias en este tormentoso Zeitenwende. Alemania ha vuelto, ha dicho Friedrich Merz. Willkommen. 











No hay comentarios:

Publicar un comentario