Pues vuelve a tocar adivinanza. Y es que a fuerza de querer ser amenos acabamos resultando cansinos. Ojo que ya te he dado una pista, falta hacen hoy porque la cosa no pinta fácil. Estamos en una ciudad que forjó emperadores y que hasta hace bien pocos años sufrió en sus duras carnes los vaivenes de las modas arquitectónicas y urbanísticas, el zarpazo de la modernidad y los debates de la posmodernidad, siempre a vueltas con la forma. Entre sus edificios, aparte del que te traigo en foto, que a ver si logras descubrir, habría que destacar dos de sendos estudios austríacos con vocación entre icónica e irónica (uno de ellos de un arquitecto que dijo aquello de que todo es arquitectura, solo por lo cual deberíamos respetar su ocurrencia en esta sufrida ciudad, un edificio que incita a la risa floja con su forma como de porción de tarta de boda hortera, y sin embargo ganó este señor el Pritzker con el inaudito concurso de Johnson y Barragán, jurados a la sazón -los locos 80-). Hay un rascacielos de un alemán que hizo las Américas y otro de un inglés que es quizá el segundo mejor de entre los muchos que ha erigido; por poner tres, que somos maniáticos, destacaríamos el de un profesor de Koolhaas por su claridad constructiva y formal, por cierto que en esta misma ciudad rehabilitó un edificio del s.XVIII para reconvertirlo en museo de arquitectura que ahora anda cerrado por reforma. Un estudio holandés, el mismo que nos está remodelando Chamartín, está levantando más rascacielos. Y hay un americano que hizo aquí el mismo edificio blanco que hace siempre, qué pesadez, y un andaluz que ha contribuido a dar un toque algo disruptivo a un hotel de altos vuelos. Francamente, a estas alturas deberías saber ya la ciudad de la que estoy hablando.
Pero todo esto no deja de ser atrezzo, necesario en su justa medida como reclamo para turistas como tu seguro servidor y para dotar de carisma a las ciudades (y, según Izaskun Chinchilla, ayudar a la orientación, que no es baladí cuando andas por lugares foráneos). No obstante, déjame que te dé ahora tres ejemplos de quizá mayor trascendencia cultural que justificarían por sí solos la visita a esta ciudad, gran amante de los libros por cierto. Primero tenemos un barrio de un arquitecto local levantado en aquellos lejanos tiempos en los que los arquitectos querían cambiar el mundo, qué cosas, con viviendas cuya distribución y organización se convirtieron en referente hasta nuestros días (especialmente la cocina, aunque algunos de dichos planteamientos estén ya superados). Después tendríamos la bellísima casa de un insigne hombre de letras oriundo de esta ciudad donde podrás ver el escritorio en el que compuso una de sus más famosas obras al calor del Sturm und Drang. Y en último lugar pero el más importante tenemos una iglesia de curiosa forma ovalada lo que permitió que en el tormentoso siglo XIX se convirtiera en parlamento informal donde se ensayó la unificación de este país y la elaboración de una constitución. El 25 de junio de 1963, unos meses antes de ser asesinado, John F. Kennedy la eligió para dar un discurso donde la llamó cuna de la democracia alemana. El día que la visité estaba vacía, sí, son malos tiempos para los valores democráticos. Te transcribo cita del discurso con dolorosa nostalgia ante nuestro distópico presente y cierro: "El futuro de Occidente se basa en la asociación atlántica, un sistema de cooperación, interdependencia y armonía con el que sus pueblos pueden enfrentar conjuntamente cargas y oportunidades en todo el mundo. Algunos dicen que esto es solo un sueño, pero no estoy de acuerdo (...). Habrá dificultades y retrasos. Habrá dudas y desánimo. Habrá diferencias de enfoque y opinión. Pero tenemos la voluntad y los medios para alcanzar tres objetivos relacionados: el patrimonio de nuestros países, la unidad de nuestros continentes y la interdependencia de la alianza occidental. (...) No nos interesa intentar dominar los consejos de decisión europeos. Si ese fuera nuestro objetivo, preferiríamos ver a Europa dividida y débil, y permitiríamos a Estados Unidos lidiar con cada fragmento individualmente. En cambio, tenemos y esperamos tener una Europa unida y fuerte, que hable con una voz común, que actúe con una voluntad común, una potencia mundial capaz de afrontar los problemas mundiales como un socio pleno e igualitario. (...) Otro gran desafío económico es la próxima ronda de negociaciones comerciales. Estas deliberaciones son mucho más importantes que una discusión técnica sobre comercio. Tienen la oportunidad de construir políticas industriales y agrícolas comunes a través del Atlántico. Son una oportunidad para abrir nuevas fuentes de demanda para dar nuevo impulso al crecimiento y crear más empleos y prosperidad para nuestras poblaciones en expansión. (...) Nuestra misión es crear un nuevo orden social, basado en la libertad y la justicia, en el que los hombres sean dueños de su destino, en el que los Estados sean servidores de sus ciudadanos y en el que todos los hombres y mujeres puedan compartir una vida mejor para sí mismos y sus hijos. Ése es el objeto de nuestra política común.(...) Así que todos somos idealistas. Todos somos visionarios. Que no se diga de esta generación atlántica que dejamos los ideales y las visiones en el pasado, o el propósito y la determinación a nuestros adversarios. Hemos llegado demasiado lejos, hemos sacrificado demasiado como para desdeñar ahora el futuro. Y siempre recordaremos lo que nos dijo Goethe: que 'la sabiduría más elevada, lo mejor que la humanidad haya conocido jamás' fue la comprensión de que 'sólo gana su libertad y su existencia quien las conquista de nuevo cada día'".
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