domingo, 16 de febrero de 2020

Postresilvestración



Koolhaas (a sus 75 años) abandona la ciudad y se nos va al campo. Sí, es la exposición que lleva anunciando años y que este jueves al fin verá la luz en el Guggenheim neoyorquino (Countryside: the Future: no sé si nuestros agricultores estarían de acuerdo). Ante tal efeméride Wainwright ha hecho una entrevista al arquitecto para un artículo en The Guardian que empieza así: "Fue mientras visitaba un burdel a las afueras de Reno, en Nevada, cuando Rem Koolhaas tuvo su última epifanía". Tras tan joyceano comienzo convendrás conmigo que ya estás casi conminado a leer el artículo. Pues así es. Rem, que cuando nadie hacía ni caso a la ciudad de los rascacielos se lanzó a diseccionarla en el aquí comentado Delirio de Nueva York (otros fenómenos urbanos seguirían), resulta que se ha metido a estudiar el campo ahora que todo el mundo está loco por las urbes. Para mí que son ganas de tocar la napia. Pues eso, que en Reno Rem redescubrió el campo (neocampo habría que llamarlo, luego te cuento) de la mano de un visionario promotor (Lance Gilman), hoy "brothel baron", quien compró en 1998 107.000 acres de terreno en Nevada destinados a coto de caza. Tras recalificarlos para uso industrial, hoy los pueblan enormes almacenes impersonales de las más potentes empresas estadounidenses (Walmart, Google, Tesla...), brutales cajas ciegas surgidas "como hongos rectangulares tras la lluvia" en palabras de Wainwright: es el Tahoe Reno Industrial Center (TRIC). Según se puede leer en su página web, puedes ponerte a construir en el megapolígono tan solo 30 días después de presentada la solicitud. Que viva el campo.

Y fue aquí, al contemplar estos "hangares pantagruélicos" donde Koolhaas tuvo su visión epifánica (algo así como lo que les paso a Le Corbusier y demás modernos con los descomunales silos también norteamericanos). Habla el holandés errático: "No ha existido una arquitectura de igual fuerza en los últimos 100 años. Se basa en códigos estrictos, algoritmos, tecnologías, ingeniería y rendimiento, no en intención. Su carácter aburrido es hipnótico, su banalidad apabullante". Esa es, nos cuenta Wainwright, su "ode to the shed", oda al almacén anónimo, acaso no muy lejana de la que también le dedicara Venturi. A Rem le llama la atención (aparte de por lo del bigness que tanto le sublima) porque dichas construcciones de incógnito no tienen nada que ver con la ambición arquitectónica, son meros edificios "ultra-utilitarios" "post-humanos", que además influyen en la arquitectura seca que OMA está haciendo en estos momentos (así, en Brighton): "los edificios aquí", señala Rem en el catálogo de la exposición refiriéndose al TRIC, "no son para humanos sino para cosas y máquinas. Mil años de historia arquitectónica y cultural arrojados por la borda". 

¿Se resilvestra Rem? Ciertamente no si entendemos la resilvestración como una vuelta a la Arcadia cándida de Heidegger. Porque es que el campo ya no es lo que era. Como dice el arquitecto, tras estudiar zonas presuntamente rurales de Suiza y Holanda, el campo hoy "es una mezcla tóxica de experimentación genética, ciencia, nostalgia industrial, inmigración estacional, compra compulsiva de terrenos, subsidios masivos, asentamientos fortuitos, incentivos fiscales, inversiones, agitación política, en otras palabras, más volátil que la más acelerada de nuestras ciudades". Mientras nadie miraba, la revolución estaba sacudiendo nuestra campiña. La exposición reflejará ese campo marciano: a la entrada del museo habrá un tractor hi-tech que se puede manejar con una tablet junto a un módulo de cultivo de tomates al calor de una luz rosa. En el atrio del edificio de Wright penderá un satélite y un dron submarino utilizado para controlar los arrecifes de coral hará sin duda las delicias de los más pequeños. Cómo me recuerda todo esto a esa escena de Blade Runner 2049 en la que K acude a una "granja" para retirar a un viejo Nexus 8 que se dedica a cultivar gusanos para obtener proteínas (de hecho mientras esto escribo estoy escuchando un mix techno de la banda sonora de Hans Zimmer en rallante bucle para ambientarme). Los temas que la exposición promete conforman también un agitado mix que Wainwright presume inevitablemente inconexo pero sin duda interesante: cómo están transformando África las inversiones chinas, cómo interactúan los gorilas con los turistas en el Congo, cómo se ha realojado a los inmigrantes en pueblos abandonados de la antigua Alemania del Este, el impacto del deshielo del permafrost en Siberia...

Heidi ha devenido replicante. Te dejo con un video de dos minutos en el que Rem nos explica su exposición. Me quedo con esa escena en la que le vemos paseando por un campo cultivado vestido de Prada.


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