domingo, 9 de febrero de 2020

Cíclopes


Si en la última entrada dábamos protagonismo a la biblioteca Town House de Grafton Architects, esa construcción performativa donde como recordarás se lleva casi al paroxismo el aula sin muros de McLuhan buscando una intensa interacción entre sus usuarios (hasta incluso encontrar, como señalaba Yvonne Farrell, una de sus autoras, el amor en sus escaleras y plataformas abiertas como si de aquel Love Boat se tratara), hoy vamos a dar un giro total y tal que nos vamos a centrar en construcciones últimas donde los muros puros y duros son protagonistas. A ver qué te gusta más.

Nos vamos en nuestro viaje primero a Mallorca, donde Ted'A arquitectes (estudio formado por Irene Pérez y Jaume Mayol) nos ofrece Can Jaime i n'Isabelle, una casa casi brutalista construida con hormigón ciclópeo, así llamado el cemento que se mezcla con pedruscos locales en una suerte de primitivo hormigón armado. Ciclópeas se llaman también a las estructuras realizadas en la antigüedad con grandes piedras y casi sin argamasa, tan impresionantes que se decía su construcción sólo los míticos cíclopes podrían haber ejecutado. El tejado, resilvestrado con especies vegetales autóctonas, junto a los mudos muros da a la vivienda un aspecto de tótem milenario.

Otro experto en muros brutales es sin duda el suizo Valerio Olgiati, portada hace un par de números de Arquitectura Viva. Su casa en el Alentejo (Villa Além), comparada por los locales a una estación de tren o a la villa de un capo de la droga, hace gala de unos potentes muros de hormigón de más de 5 metros de altura que se abren en su parte superior hacia afuera como si de una enorme caja de cartón se tratara (pétalos en palabras del arquitecto), encerrando un jardin clos con vegetación autóctona. Las fotos de su interior pueden resultar claustrofóbicas, aunque no nos importaría pasar allí un par de semanas, bueno, una, de contemplación mística. Para esta arquitectura alienígena y descontextualizada (que recuerda a los escenarios creados para Blade Runner 2049, alguno de ellos por cierto inspirados por diseños de Barozzi-Veiga), Olgiati se ha inventado la oportuna etiqueta de non-referential architecture

Observa también la extrema dureza visual de estos muros de hormigón con los que Andrea Frapolli ha restaurado un conjunto de casas de campo en Prosito (Italia). Piedra y cemento, aquí juntos pero no revueltos, casan bien aunque no todo el mundo estaría de acuerdo; recuerdo ahora la última ocurrencia de Trump: una ley, al parecer de nombre Making Federal Buildings Beautiful Again ¿te suena? para embellecer los edificios oficiales a base de recurrir al estilo neoclásico. Qué manía tienen los anglosajones con lo de hacer arquitectura bonita (ya hablamos de la comisión que dirigía Roger Scruton en Inglaterra, Building Better, Building Beautiful). ¿Se puede hacer de la belleza algo objetivo? Scruton defendía que era posible -y es obvio en no pocos casos- pero no lo veo aplicado de manera generalizada.

Si se puede señalar un ejemplo realmente espectacular, ese es sin duda C'an Terra, en Menorca, donde Ensamble Estudio (con Antón García-Abril a la cabeza), ha transformado una antigua cantera en vivienda post-apocalíptica (en la foto de arriba). Aquí los muros se excavan en la propia tierra, conformando espacios estereotómicos y trogloditas ideales desde una perspectiva háptica y no digamos ecológica. Santiago de Molina nos recuerda en Hambre de Arquitectura: "Consciente de las propias limitaciones disciplinares, Carl Sandburg describió la poesía como "el diario escrito por una criatura del mar que vive en la tierra y desea volar". Otro tanto cabría decir de la arquitectura. A pesar de envidiar la fluidez con la que se desenvuelven los seres oceánicos y de ansiar el vuelo imposible desde sus torpes patas ancladas al barro, ¡qué hermoso es escarbar en sus profundidades y saberse allí usufructuario de aquellos territorios!". Y Fernández-Galiano, en el editorial de un número de Arquitectura Viva (209) dedicado a la construcción bajo tierra (de nombre Criptoarquitectura), apuntaba que era inevitable "sucumbir a la atracción onírica de lo enigmático", señalando que "el descenso a las entrañas de la tierra es un itinerario simbólico de inciación al misterio que nos captura con su magnetismo animal, haciendo de las criptas y los sótanos cuevas primigenias que esconden y revelan lo secreto". En el interior de C'an Terra sería difícil no recordar la cueva del más literario de los cíclopes, Polifemo, quien apresó allí a Eneas y sus hombres.

Muy mala prensa tiene el muro, pero a veces es necesario. Acabamos, como de costumbre últimamente, con Esquirol y La resistencia íntima: "Desde Marx hemos aprendido a denunciar la alienación perpetrada por el sistema capitalista sobre el trabajo de los obreros, pero resulta que ahora está en marcha una nueva forma de alienación, más eficaz que nunca, en la que todo el mundo se sumerge sin prevención alguna. La red fascina y absorbe, y no queda nada o muy poco de íntimo; todo se externaliza, sale fuera para exhibirse, y ya no habrá retorno. Ésta es precisamente la definición de alienación: lo que sale y ya no vuelve. Debilitamiento del espíritu, de la personalidad, del sí mismo. (...) Nos externalizamos convirténdonos en datos e imágenes (...). El imperio de la actualidad es el imperio de las imágenes y la ausencia de imaginación. (...) Resistir en lo inactual quiere decir situarse al margen, en la lateralidad, y proteger ahí la diferencia. (...) Mientras la actualidad disimula el abismo de este mundo y patologiza la existencia (si una persona siente pánico alguna noche, se le recomienda que busque la terapia adecuada para este desorden psicológico), la resistencia mira al abismo de cara, y por eso, es capaz de recuperar las palabras y de dar la mano". Pero cuidado, la solución no está en el aislamiento, es sólo el paso intermedio: "La cuestión no es tanto interioridad o exterioridad, sino más bien qué tipo de tránsito, qué tipo de relación existe entre ambas.(...) La resistencia íntima no alude a ninguna cerrazón. Son las aberturas, no las murallas, las que nos vinculan con la exterioridad. A casa se vuelve porque se sale". Murallas que se quiebran, como dijo Alberti (Rafael), con suspiros.

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