domingo, 12 de enero de 2020

La casa


"En algunos juegos infantiles como el de pillar, cuando pasa el peligro y el chico o la chica consiguen llegar a una zona segura exclaman:"¡Casa!" o "¡Salvado!". Merece la pena fijarse en la cara de satisfacción que ponen al pronunciar estas palabras. Reveladora equivalencia: la casa salva. Pero ¿de qué nos salva? Nos salva, por de pronto, de la inmensidad. De la inmensidad que espanta a Pascal o que, tomada como imagen, sirve a Nietzsche para acentuar en un momento dado nuestra insignificancia. Minúsculos granitos de arena perdidos en el océano del infinito, listos para su inminente desaparición-disolución; esta imagen recurrente tiene el contraste de la casa. La poderosa inmensidad, con talante de abismo, cede -por lo menos provisionalmente- ante la protección que la casa le ofrece al mortal. En un universo de dimensiones inimaginables, la casa actúa como el centro del mundo. De ahí que la casa modesta sea más casa que el gran palacio. El centro requiere más delimitación, más definición, y, sobre todo, más calidez (...)

La separación dentro-fuera determinada por las paredes y por el tejado, además de relativa, no supone ni cierre ni aislamiento, sino, al contrario, la condición de posibilidad de la salida. ¿Acaso sería posible coronar la cima de la montaña más alta sin pasar la noche en la tienda de campaña o en el refugio? De ahí que hayamos señalado que la resistencia como recogimiento no se opone a la idea de proyecto; más bien, desde ese punto de vista, se revela como su condición de posibilidad.(...)

La casa es la concavidad del cobijo, de la misma manera que el cuenco formado con las manos lo es del don. El tejado de la casa se parece a la figura de las manos juntas mirando hacia abajo; las palmas serían el techo. El cuenco se hace con las mantos juntas hacia arriba. Con el cuenco se da y se ofrece; con el techo se guarda y se ampara. El cobijo lleva al don. Se da en casa y se sale en casa para dar. (...)

"Casar equivale a unir. Recoger y replegarse son gestos de quien dona. Donde Deleuze hace una filosofía de los pliegues, nosotros ensayamos aquí una filosofía del repliegue, que no es una variación de aquélla sino una alternativa. Los pliegues no suelen tener centro; el repliegue, sí. Los pliegues proceden de los planos y permiten pensar la multidimensionalidad; el repliegue, de la acción de replegarse. Los pliegues son composición, el repliegue, sencillez. Los pliegues, exterioridad; el repliegue, apartarse ("apartamiento", retirada). El repliegue es, a la vez, prólogo y epílogo del don". (Josep Maria Esquirol, La resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad).


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