domingo, 5 de mayo de 2019

Descentrados


Deseando ya quitarme esta fijación por la caja de una vez por todas me pasé el otro día por la exposición sobre Fernando Higueras del museo ICO. Todos sabemos que Higueras era un anti-miesiano militante. Del arquitecto madrileño ya hemos hablado aquí, pero te cuento cosas que he descubierto (tuve además la suerte de que se iniciaba una visita guiada cuando llegué).

Higueras se sentía un artista plenamente influido por la vanguardia de su tiempo. Como cuenta su pareja Lola Botia, su proyecto final de carrera (1959), una capilla funeraria donde revienta la caja en mil pedazos, fue casi más una obra pictórica que arquitectónica: Higueras roció de gasolina el encofrado y luego le prendió fuego para conseguir algo muy parecido al arte abstracto en pintura (el propio Higueras lo asemejaba a un cuadro de Manolo Millares).

La guía resaltó que el círculo es una constante en toda su obra, no solo en sus obras más conocidas (la mítica "Corona de Espinas" , el Centro de Restauraciones en la ciudad universitaria madrileña, o las diez residencias de artistas en El Pardo, si sigues el enlace le escucharás hablando del proyecto y de paso poniendo a caldo a Mies), sino también en diseños mucho más desconocidos como su refugio de montaña o un rascacielos horizontal en China junto al ingeniero Javier Manterola, un enorme dónut de 350 metros de diámetro sostenido por un pilar de 1000 metros de altura que alojaría una ciudad autosuficiente gracias a paneles solares y aerogeneradores en la que no sería necesario el automóvil y la seguridad estaría garantizada en virtud de su aérea condición. El proyecto estaba basado en una idea similar a escala más reducida que presentó para la expo de Zaragoza de 2008 en la que Higueras, que hizo la mili en la ciudad (durante dicho periodo comenzaría su fructífera colaboración profesional con Antonio Miró), propone una suerte de nuevo Pilar de Zaragoza rabiosamente high-tech.

Siempre me había llamado la atención que se eligiera a un arquitecto ácrata, iconoclasta y profundamente vanguardista para el proyecto de viviendas para militares de San Bernardo en Madrid (1972), que parecen recién puestas ahí por una nave extraterrestre. La guía nos cuenta que el general Medrano, a cargo del Patronato para casas militares, tenía un hijo estudiando arquitectura. Medrano quería algo diferente para San Bernardo y pidió a su hijo, fan de Higueras, opinión. Gracias a él (y a su visonario padre) tenemos este magnífico edificio en lo más granado de la capital. José María de Churtichaga se hace eco de esta inesperada asociación en un artículo de 2009 para la revista del COAM que tituló con inevitable oxímoron: Hedonismo castrense. Las viviendas, que muestran sin complejos su esqueleto de hormigón visto, hacen gala de unas magníficas terrazas de las que cuelgan, babilónicas, exuberantes plantas que dotan de cierta sensualidad a la potente estructura. El acceso al aparcamiento, de una belleza cruda y espectacular, invoca de nuevo al círculo. Un edificio que siempre será joven y nunca pasará desapercibido.

Pero quizá donde Higueras lleva al extremo su devoción por las formas circulares en permanente centrifugado, acaso como él mismo, es en su proyecto para el edificio multiusos en Montecarlo (1969). Lo conocía, pero la guía nos descubrió un dato verdaderamente curioso: nada menos que el comandante Cousteau formó parte del jurado. No ganó (Archigram se llevarían el gato al agua con una propuesta subterránea, una suerte de "paisaje equipado" como el Rascainfiernos del propio Higueras, que finalmente no se llevaría a cabo), pero el mediático oceanógrafo llamó en persona a nuestro arquitecto para explicarle por qué no había sido el elegido, al parecer se había excedido en las dimensiones de su edificio (lo tienes en la foto de arriba), que parecería la materialización del momento exacto en el que una pesada gota hace impacto sobre una superficie, estallando su centro y desparramándose hacia los extremos en aristas puntiagudas. Es en suma la Corona de Espinas llevada a sus últimas consecuencias. La guía nos preguntó a qué nos recordaba su forma. A punto estuve de soltar que al Halcón Milenario, pero me contuve: un señor ya tirando a vetusto diciendo semejantes chorradas, lo mismo hubiera llamado a Seguridad. Por cierto que Cousteau le dijo también que estaba pensando en diseñar una ciudad submarina y que le llamaría a él para proyectarla... Los 60 eran así.

Manuel Blanco, director de la ETSAM, dice de Higueras que es el "último arquitecto heroico". Su descentrado extremismo hizo avanzar la arquitectura, sin duda, pero al cabo ese afán de ruptura con todo condujo a un puñado de obras deslumbrantes, la mayoría imposibles de llevar a la práctica, y no sé si (quién soy yo para decir esto, por favor) mucho más. Eso quizá explique sus furibundas críticas hacia arquitectos menos heroicos pero con los pies en la tierra, responsables de proyectos más insulsos pero seguramente más útiles. Y ahora voy y me cito a mí mismo: "Enterrado en vida en su búnker blanco, no es difícil imaginarse al genio incomprendido y olvidado lamiéndose las heridas quizá envidioso de arquitectos que alcanzaron el éxito y reconocimiento que él nunca tuvo. Serían acaso menos brillantes que él, pero supieron ser más flexibles, más empáticos con su entorno, entendiendo la arquitectura como una disciplina al servicio de la ciudad y no a la inversa. Basta con ver su horrendo ayuntamiento de Ciudad Real, que no es otra cosa que el Centro de Restauraciones con sus mismas aristas punzantes (trasunto quizá del carácter de este arquitecto que no hacía prisioneros) pero embutido en el tejido urbano en lugar de estar situado en un espléndido aislamiento, para darse cuenta de las paradójicas limitaciones de Higueras como arquitecto".

No hay comentarios:

Publicar un comentario