El Lautner español |
El rascainfiernos fue al parecer inspirado por Francisco Nieva, uno de sus muchos amigos artistas, como Lucio Muñoz o Nuria Espert, a los que les hizo casa, o Antonio López (que hiciera un bello dibujo del Centro de Restauraciones durante sus interminables obras y le ayudaría a pintar alguna de sus maquetas). Tras leerle el tarot varias veces, Nieva le vaticinó que le veía bajo tierra. No era su muerte lo que veía el dramaturgo valdepeñero, sino su nuevo hogar subterráneo. Óscar Tusquets señala también que estuvieron pensando en presentarse, Higueras y él, al concurso para reconstruir la zona cero tras el 11-S con un idea similar a su casa cavernaria, enterrando sendos rascacielos bajo tierra. Para evitar la sensación de claustrofobia, dispondrían de pantallas en lugar de ventanas que reprodujeran mediante cámaras lo que pasaba en el exterior...
Pero quizá su proyecto más espectacular (realizado) sea el hotel Las Salinas de Lanzarote, donde es capaz de levantar un brutal exoesqueleto de hormigón que milagrosamente encaja a la perfección con su entorno. Visto en fotos, uno no sabe si le recuerda a un ignoto palacio maya o a una construcción futurista imaginada por Syd Mead. Higueras y César Manrique se unieron en fructífera colaboración en la isla, de la que surgió la genial casa del canario (también bajo tierra), hoy sede de su fundación, del mismo modo, por cierto, que el rascainfiernos aloja la fundación de Higueras. De entre los proyectos no realizados sin duda el más destacado es el de un edificio para Montecarlo, un volcán de hormigón en plena erupción de belleza sobrecogedora. Nace este hombre en un país de la órbita anglosajona y es hoy un koolhaas.
Circula por la red un amarillento artículo en el que el arquitecto ofrece una entrevista surrealista con penosas boutades, y lo que es peor, pone a caldo a varios grandes arquitectos (uno de ellos trabajó con él fugazmente en la elaboración del proyecto de la Corona de Espinas, que fue por cierto premio nacional de arquitectura). Enterrado en vida en su búnker blanco, no es difícil imaginarse al genio incomprendido y olvidado lamiéndose las heridas quizá envidioso de arquitectos que alcanzaron el éxito y reconocimiento que él nunca tuvo. Serían acaso menos brillantes que él, pero supieron ser más flexibles, más empáticos con su entorno, entendiendo la arquitectura como una disciplina al servicio de la ciudad y no a la inversa. Basta con ver su horrendo ayuntamiento de Ciudad Real, que no es otra cosa que el Centro de Restauraciones con sus mismas aristas punzantes (trasunto quizá del carácter de este arquitecto que no hacía prisioneros) pero embutido en el tejido urbano en lugar de estar situado en un espléndido aislamiento, para darse cuenta de las paradójicas limitaciones de Higueras como arquitecto.
El COAM, en su obituario, habla de su arquitectura como "fiel a un organicismo exuberante y barroco". Efectivamente, fiel a sí misma y a nada más. Higueras, desde lo más bajo a lo más alto, genio y figura. "Te doy la enhorabuena por haberme conocido en vida", le espetó a Manuel Ocaña. Faltaría menos.
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