lunes, 30 de julio de 2018

Aires





Pues sí, era Alcobaça, en la Estremadura portuguesa, y los arquitectos de esta casa sin ventanas los hermanos lisboetas Aires Mateus, autores de un estilo minimalista muy reconocible y similar al de los arquitectos portugueses actuales más reconocidos. En este caso la austeridad puede también querer ser reflejo del famoso monasterio de Alcobaça regido por el Císter, aunque el edificio tras su sucesivas ampliaciones tuvo ya poco de austero (destacan sus enormes cocinas, con una monumental chimenea bajo la que bien podrían asarse a la vez varios orondos terneros y un estanque para peces alimentado por el cauce desviado de nuestro querido Alcôa, el río amante, para que los monjes tuvieran a su diposición siempre pescado fresco, por no hablar del claustro gótico del Silencio o la iglesia con su fastuoso rosetón, ambos los más grandes del país). Puedes hacer una visita virtual al monasterio aquí. De la misma manera nunca sabremos si los habitantes de esta casa tan peculiar son realmente eremitas modernos, seguidores del militante  y espartano Menos es suficiente de Pier Vittorio Aureli o más bien víctimas del minimalismo-chic, metafísico pero lujoso, del Menos es Más según Mies o Pawson. Ascetas o estetas lo que sí sabemos, gracias a las fantásticas fotos de Fernando Guerra, es que los dueños de esta casa en Alcobaça disponen de la necesaria luz (acaso la arquitectura no es otra cosa que la gestión inteligente de la misma, convirtiéndose casi en un mero problema de fontanería como señala Santiago de Molina) gracias en parte a un curioso tragaluz cenital en forma de gota, quién sabe si haciendo referencia a la leyenda de los amorosos ríos. En el mosterio de Alcobaça como apuntábamos en la entrada anterior están enterrados el rey Dom Pedro e Inés de Castro, los amantes más famosos de Portugal, de cuya historia (en la que siempre se olvida al tercer ángulo, la desdichada reina Constanza, hija del infante don Juan Manuel) ya dimos cumplida cuenta en la entrada donde hablábamos de Castillo de Garcimuñoz.

Siguiendo con los Aires Mateus sugerir que a saber si (aquí todo está cogido muy por los pelos, ya lo sabes) tienen algo que ver con Aires Fernandes, señero arquitecto de la época de Manuel I, rey que da nombre al famoso estilo manuelino, una especie de gótico flamígero ya a las puertas del Renacimiento al que se añaden motivos naúticos y exóticos haciendo referencia a los viajes de exploración que los portugueses realizaban por aquel entonces. El recargamiento estilístico del manuelino poco tiene que ver con la pretendida sencillez de los Aires modernos, y tiene uno de sus mejores ejemplos en el portal que para las denominadas Capelas Imperfeitas (capillas inacabadas) levantó Aires Fernandes en el Monasterio de Batalha, muy cerca de Alcobaça, en 1509: un abigarrado arco trilobulado (en la foto) de una pasmosa y bellísima filigrana. No muy lejos de allí está otro de los más famosos ejemplos del estilo manuelino, la Janela do Capítulo, una ventana de exacerbada decoración, antítesis de las ventanas mudas de Aires Mateus, que se encuentra en el monasterio de Tomar, donde Felipe II fuera proclamado Felipe I de Portugal (en el muy teatral claustro dos Filipes). Fue realizada por Diogo de Arruda, hermano del también arquitecto Francisco de Arruda quien fuera autor a su vez del tercer gran ejemplo de arquitectura manuelina: la torre de Belém (los Arruda por cierto participaron en la construcción de la magnífica iglesia de Santa María Magdalena en Olivenza, plaza hoy extremeña pero durante mucho tiempo portuguesa). Finalmente señalar que Aires Fernandes está enterrado en Batalha, en una tumba bajo el suelo de la iglesia justo en la entrada principal. Está señalizada y acotada para que no se pueda pisar sobre ella, en un infrecuente detalle hacia un arquitecto de la época.

Dejamos ya Alcobaça, electrizados por su arquitectura y sus truculentas leyendas de pasión, no sin recomendarla también como base ideal de operaciones para visitar las otras dos joyas arquitectónicas mencionadas (los monasterios de Batalha y Tomar), sin olvidar que las fantásticas playas surferas de Nazaré y Peniche están igualmente a tiro de piedra y Lisboa a menos de una hora por autopista.

La versión minimalista del rosetón de Alcobaça en el hotel Real Abadía




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