viernes, 17 de enero de 2014

Criaturas bárbaras



"La arquitectura no es, no puede ser, natural de ningún lugar: siempre, incluida la cabaña y el iglú, es un objeto extranjero, una criatura bárbara. La cueva no se transformó en caverna (la naturaleza no se convirtió en arquitectura) hasta que alguien no llevó el fuego hasta ella y le impuso una puerta. La arquitectura es manipulación, metamorfosis, transformación, desplazamiento, transporte. Es insatisfacción, insuficiencia, inadecuación, transgresión, transfiguración. (...) Un surco excavado en la arena determinando una frontera, una línea dibujada en el suelo delimitando un área de juego, una alfombra tendida en la arena definiendo una superficie, y muchas otras de las arquitecturas más sutiles y esquivas, evidencian suficientemente esta extrañeza intrínseca a la arquitectura, propia de su estrategia bélica.
(...) La arquitectura es bárbara, además de por artificial y foránea, por ser violenta e invasora, por colonizadora y depredadora, por transformadora y agresiva: por intervenir siempre destruyendo un estadio previo, aunque en esta inevitable voluntad de destrucción haya latente una intención positiva, un cierto deseo de mejora. Y es bárbara, además de por estas razones de la decadencia latina, por aquella otra razón griega que aludía al uso del lenguaje para poner de manifiesto la diferencia: por la necesidad de hacerse de notar, de llamar la atención, de distinguirse alzando la voz; por su tendencia a no pasar desapercibida, a reclamar gesticulando su lugar en el mundo". (Jose Joaquín Parra Bañón, Bárbara arquitectura bárbara, virgen y mártir).

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