sábado, 11 de enero de 2014

Como una ola (y 3)



Hoy toca terminar con la fábula bárbara de Rem, Madridona, las cosas del querer, los universos paralelos, la pesadilla olímpica, el papel de la alta arquitectura y no sé cuántas cosas más. Te veo algo perdido, así que te remito vía enlace al capítulo anterior a ver si te aclaras.

Estamos a punto de celebrar la ceremonia de elección de sede olímpica. Como veíamos Madridona lleva un lustro preparándose con feroz determinación. Todo indica que esta vez nos vamos a llevar el gato (nunca mejor dicho) al agua: los contendientes como recordarás son débiles: Skala (pequeño puerto de la isla griega de Patmos) y Barakaldo. Aunque es obvio te doy las cifras, Barakaldo tiene construídas el 7% de las instalaciones necesarias para los Juegos, Skala  el 0,0003%, y Madridona el 187%. Vamos sobrados. El COI, en un guiño descarado, ha elegido a la propia Madridona como la ciudad donde se celebre la ceremonia de elección. Se va a hacer en el Palacio de Congresos, que en dicha realidad no es el fatigado paralelepípedo con mural de Miró que aquí tenemos al lado del Bernabéu sino la Casa da Musica de Oporto del propio Koolhaas. Es como si dicho paralelepípedo, aburrido de su vida, hubiera decidido explotar y desarrollarse en las más variopintas direcciones, en una suerte de brutal crisálida de hormigón. Para mí que debe ser un peñazo ser un paralelepípedo.

Y por fin llega la gala. El ayuntamiento no ha escatimado en medios. La delegación que la ciudad ha mandado a la ceremonia asciende a 398 entusiastas compromisarios, frente a la exigua delegación enviada por Barakaldo (un concejal y su señora esposa). Por su parte Skala no ha encontrado a nadie que quiera venir. Pero Madridona no se confía. Son catorce convocatorias perdiendo en el primer corte, y eso marca. Se ha contratado a Ridley Scott para que haga un video de presentación de la ciudad. Para la banda sonora se ha elegido a Vangelis, el mago de los sintetizadores, experto en música olímpica. Rem en persona se encarga de la elección del tema. El autor de Carros de Fuego ha mandado cinco variantes de sus típicos himnos hipnóticos que harían levitar a un hipopótamo pero el holandés no queda satisfecho. Harto, el compositor le manda un anthem ciclotímico e histérico que de inmediato encandila a Rem. El tema acompaña en intenso maridaje a las explosivas imágenes de Scott que reflejan con su habitual brío los portentosos cambios acometidos en Madridona. Para los discursos los mejores expertos del orbe han preparado con esmero a los speakers en las más avanzadas técnicas de body language y retórica clásica, y coaches de presupuesto astronómico les han ayudado a pronunciar un catalán e inglés impolutos. Embutidos en elegantes trajes de Armani y estilismo de Boris Izaguirre, todos apelan al nuevo espíritu de la urbe, cuyo nuevo lema ya no es el obsoleto De Madrid al cielo sino De Madridona al infinito y más allá. Los representantes del COI alucinan pepinillos, que se decía en tiempos, y no es para menos. El momento de la película que más pasmo genera fue aquel en el que, utilizando el timelapse se narraba el desmantelamiento de la plaza de toros de Las Ventas y la construcción en su lugar de una torre de 400 metros diseñada por OMA partiendo de esta escultura de Miquel Navarro. Rem es un fan del artista valenciano desde que leyó esta cita suya: "Para mí, la ciudad es un cuerpo humano en sí misma que tiene similitudes con la máquina: arterias, conductos, emoción laberíntica, fluidos, movimiento, colapsos, orden y caos... Es la síntesis de la totalidad". Lo de la emoción laberíntica le llega tanto que se lo hace tatuar en un pectoral. Por cierto que no es el único artista/arquitecto español que subyuga a Rem, en una visita al gimnasio del Colegio Maravillas, obra cimera de Alejandro de la Sota, queda tan prendado por la viga habitable del gallego que, en un despeine, decide cambiar el suelo de la cercha invertida que aloja las aulas sobre el gimnasio y ponerlo de vidrio para que el prodigio arquitectónico sea más legible. Los alumnos de las aulas colgantes están encantados con la idea ya que cuando se aburren pueden contemplar los partidos abajo en el gimnasio e interactuar con sus compañeros. Del mismo modo el edificio IBM de Fisac tiene obnubilado al holandés. A fin de dotarle de una mayor identidad decide encargar al mismísimo Bansky hacer un graffiti a tamaño gigante sobre su ciega fachada, el artista callejero planta este mismo.  Pero nos está esperando la ceremonia olímpica, nuestro épico relato debe continuar. Lo habíamos dejado en el punto en el que la delegación madridonista palpaba con enjundia el triunfo.

Primera votación. Los compromisarios aguantan la respiración, hay nervios contenidos y mucha presión acumulada pugnando por explotar en paroxística catarsis. Skala queda fuera. Los madridonistas gritan alborozados, se abrazan sin pudor, lloran en agónica alegría, se hacen selfies compulsivamente, lanzan sus iPads al cielo.Y entonces llega el segundo corte. El presidente del COI, un señor vetusto de edad provecta, abre el sobre, lo mira y pone cara de pánico, como si acabara de ver a Raphael en el anuncio de este año de la Lotería Nacional (que da más miedo que Jack Nicholson en El resplandor). Tembloroso, envuelto en sudores fríos y con un hilillo de voz apenas audible da el nombre de la vencedora: es Barakaldo.

Se produce un inmenso silencio. Los 398 compromisarios madridonistas no reaccionan, parecen lobotomizados, catatónicos. El ajado presidente del COI se aleja del atril moviéndose muy lentamente, como acorralado por una cobra. Y entonces llega la explosión de emociones al grito desgarrado de ¿Per què?, ¿Per què? (recordemos que el catalán es el idioma oficial de Madridona). Unos se rasgan las vestiduras en actitud bíblica, otros se mesan cabellos y barbas, alguno se come su iPad con funda y todo, los desfibriladores no dan abasto. ¿Recuerdas los zapatos que Zaha diseñó como para el Carnaval de Cádiz? Hete aquí que la concejala de orden público los llevaba puestos para la ocasión y, fuera de sí, se los quita y los lanza contra el renqueante presidente del COI. Ambos aciertan. Muchos delegados increpan a la alcaldesa. Rodeada por una masa febril y caníbal, señala con el dedo a la zona VIP del auditorio. "Él es el culpable, él", aúlla desaforadamente (hablando ya en castellano). Obviamente, señala a Rem. Es lo que se conoce como la dinámica del chivo expiatorio.

En ese tenso instante Rem tiene un déjà vu.  De hecho es un recuerdo de su otro yo en nuestra realidad. De cuando, allá por 1990, participó en el concurso para reformar la Postdamer Platz berlinesa. Debió gustar poco lo que hizo, pues como él mismo reconoció en una entrevista con Obrist se produjo un serio debate en el mismísimo Parlamento de Berlín para denegarle el derecho de entrada a la ciudad. Volviendo en sí, en mitad del explosivo fragor piensa en subir a la tribuna y explicar su teoría de la arquitectura de la Tabula rasa, la metrópolis Potemkin y la experiencia urbana de Singapur, pero deviene palmario que no es el momento oportuno cuando un smartphone le pasa rozando el tabique nasal. Protegido por su guardia de corps (catorce hinchas del Frente Atlético), sale por una puerta trasera del auditorio. Fuera, es el apocalipsis. Miles de ciudadanos, congregados para celebrar el más que seguro éxito de Madridona, se revuelven enfurecidos ante el enésimo fracaso de la candidatura.  Es como una bizarra mezcla entre Bienvenido Mr Marshall de Berlanga y La noche de los muertos vivientes de George A. Romero (júntese a todo ello una ciclogénesis explosiva con potente aparato eléctrico que en esos momentos descarga en la ciudad). Rem es ipso facto reconocido por la turba. Afortunadamente para él una nutrida representación de políticos de la Confederação Ibérica (una variopinta amalgama de Portugal, España, Catalunya, Euskadi, Andorra y el Cantón de Cartagena con capital en Oporto) salen también a borbotones del auditorio huyendo de la quema, lo cual sirve de distracción. Sus guardaespaldas le abren paso a duras penas y por los pelos consigue llegar a su coche, un Citroën Cactus como el de la foto de arriba (seguro que a Le Corbusier, tan citroënista, le habría encantado), solo que en lugar de ser blanco lleva los colores de la bandera que el holandés diseñó para la UE, vamos, que se le ve de lejos. Koolhaas enfila a todo trapo la Catalana, nuevo nombre de la Castellana, reconvertida en una autopista urbana de 8 carriles por dirección donde las élites extractivas, tras salir de Eurovegas (que allá sí ha cuajado), hacen carreras con sus bólidos premium (tranquilo, la velocidad está limitada a 250 millas por hora). Un Range Rover Evoque de la policía municipal (ya sabes que el dinero no es problema para Madridona, los concejales van en limusinas Hummer) y un drone se lanzan a su caza y captura. El drone trata de interceptar los sistemas electrónicos del Cactus, pero como apenas tiene (el Citroën es un back to basics), acaba interfiriendo los del Evoque que le persigue muy de cerca. Bloquea los frenos y la dirección y fija el regulador de velocidad en 160 km/h. Sin que su desesperado conductor pueda hacer nada por evitarlo el coche policial se come la columna-obelisco de Calatrava, que tras el brutal impacto se desploma lentamente emitiendo un escalofriante crujido metálico. Menos mal que los airbags sí han funcionado. Koolhaas echa un último vistazo a las tres torres (sí, en nuestra realidad son cuatro, pero aduciendo que el número tres tiene connotaciones mágicas se cepilló por sorteo una; le tocó a la de Foster, sede en esa realidad de un opaco banco de nombre Bánkster) y no deja de pisarle a fondo hasta llegar a Rotterdam.




Han pasado varios meses desde la catarsis colectiva. Madridona, tras la explosión, vuelve a ser Madrid. La ciudad sufre una resaca prometeica (el símil es del propio Koolhaas) tras el largo periodo de frivolidad nietzscheana (este también). Para remediar el sindiós el consistorio ha nombrado a un architectus architectorum, quien ha formado equipo junto a Moneo y Foster. "En un oxímoron sin precedentes", dijo en un discurso ya histórico, "quisimos dejar de ser kitsch y nos convertimos en ersatz. Madridona sufre una metástasis de iconos. Debemos contruir un nuevo paradigma, volver a los orígenes mediante una arquitectura que renuncie a la subversión y la provocación y ofrezca simplemente recintos de orden que aporten refugio y bienestar". Así sea.


¿Y qué fue de Koolhaas? Recluido en su refugio de las islas Lofoten (algo así como la casa del protagonista de El escritor de Polanski, que bien podría ser de John Pawson aunque en realidad solo era un decorado), ha abandonado la práctica de la arquitectura. Observa todos los días el fenómeno del maelström, típico de esas islas y escribe un ensayo sobre su experiencia madrileña de nombre Derrida dreams Madrid que parte de la conocida premisa del filósofo francés según la cual la arquitectura está obligada a "generar acontecimientos". Ha intentado con denuedo quemarse a lo bonzo pero no hay manera, no prende: es incombustible. Hoy le vemos escuchando Como una ola, cuya letra chapurrea, abatido, con un español patético. Toma de la librería un volumen de S,M,X,XL y lo abre al azar. En la página 969 lee: "La única relación lícita que los arquitectos pueden tener con el tema del caos es ocupar su legítimo lugar en el ejército de aquellos que se dedicaron a resistirse a él y fracasaron". Explotan su emociones contenidas. Un grueso goterón se desliza por su enjuta mejilla.

Suena el teléfono. Al otro lado, alguien de OMA le informa de que han llamado del ayuntamiento de Zaragoza. Quieren una intervención en el Pilar, urge que se presente allí cuanto antes. Precisamente por esas fechas actúa en la capital maña un icono oxigenado precursor del bunga-bunga.

Fin

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