domingo, 28 de octubre de 2012

"Mirar, volver a mirar y luego mirar un poco más"


Mis señores padres me debían un regalo, así que me los llevé el otro día a Ivorypress y les invité a que me compraran Por qué importa la arquitectura, de Paul Goldberger, crítico de arquitectura del New York Times (ahora ha fichado por Vanity Fair) y premio Pulitzer en 1984. Se trata de un libro publicado por la editorial de Elena Ochoa. Ya puestos les hice de guía para la exposición de Zaha Hadid que aún se puede visitar en la sala de exposiciones anexa y de la que aquí ya hablamos (a pesar de mis esfuerzos creo que no acabaron de cogerle el punto). No es mi primera visita familiar a la editorial.

La primera agradable sorpresa que reporta el libro es la calidad de su edición, las tapas por ejemplo ofrecen un agradable tacto más cercano al cuero que al papel. La segunda, que está prologado por Luis Fernández-Galiano, amigo cercano de los Foster. Se trata, como indica en el título, de un insólito prólogo solo para arquitectos, lo cual tiene su explicación en una voluntad del catedrático de proyectos y académico de Bellas Artes por animar a los arquitectos (al parecer reacios ante un crítico que va de generalista) a que lean el libro. A Goldberger no le gusta mucho la teoría:
"El único modo de aprender es mirar, volver a mirar, y luego mirar un poco más.  Aunque esto no garantiza que nos convirtamos en entendidos en arte -al igual que probar muchos vinos no convierte a nadie en experto catador-, se trata del único comienzo posible y, en única instancia, de la parte más urgente de ese largo proceso de aprendizaje. Este libro se pone decididamente de parte de la experiencia. Entre caminar por las calles y leer un libro de historia de la arquitectura, siempre escogeré caminar, y así experimentar el poder de la percepción real. Los datos -ya sean rasgos estilísticos, nombres de recónditas piezas de ornamentación clásica o fechas de nacimiento de grandes arquitectos- se pueden encontrar luego en los libros. La sensación de estar en el espacio arquitectónico -qué se siente, cómo salta a la vista, nos revuelve las tripas y, si tenemos mucha suerte, nos produce escalofríos- no puede entenderse salvo estando allí".
 Dos últimas consideraciones: a ver cuando don Luis se anima a publicar un libro. Sus prólogos y artículos editoriales en AV siempre nos dejan con ganas de más. Con Elena Ochoa como madrina lo tiene fácil. Y si no tiene tiempo entre sus múltiples ocupaciones, que al menos nos ofrezca una selección de los artículos que escribió para El País durante 13 años nada menos. Segundo: la traducción de Jorge Sainz (arquitecto, profesor de la ETSAM y traductor especializado en temas arquitectónicos) es impecable, algo que se agradece. Sainz, en un intento de acercar el texto al lector español, ha ido más allá de lo que quizá cabría esperar de un traductor fiel, introduciendo ejemplos de arquitectura y cultura españoles que no estaban en el texto original (muy centrado en el ámbito norteamericano y neoyorquino en particular). Goldberger alaba esta españolización -que diría Wert- en su propio prólogo para esta edición. A mí no me acaba de convencer. Quizá si no supiera que las alusiones a El Escorial o al Juan Tenorio de Zorrilla -por poner dos ejemplos- son probables añadidos del traductor me encantaría encontrarlas en el texto. Sabiendo que seguramente son morcillas de Sainz me resultan postizas y poco sinceras. Esperemos que esto no se generalice y acabemos encontrando ediciones customizadas por ejemplo de El Quijote en las que se puedan encontrar cosas como "En un lugar de las Midlands del que no quiero acordarme"... Anécdotas aparte, recomendamos este libro, especialmente a los simples aficionados como yo. Como dice Fernández-Galiano: "Su oído atento al rumor de la calle hace tanto por acercar la arquitectura a la gente como por introducir la opinión de la gente en el universo a menudo endogámico de la arquitectura".


lunes, 22 de octubre de 2012

Y el ganador es...



A parecer Florentino Pérez ya se habría decidido. El Santiago Bernabéu no será remodelado ni por Foster y de la-Hoz, ni por Herzog y de Meuron junto a Moneo, ni por Lamela y Populous, sino por el más desconocido de todos los tándems arquitectónicos que optaban a la elección (al menos para mí): GMPArchitekten junto a L35 y Ribas (por este orden en las fotos de El Confidencial).

viernes, 19 de octubre de 2012

Lecorbusierizar


  

Quién iba a decir que el hormigón podría llegar a ser tan bello. No es una arquitectura muy última que digamos (tiene casi 50 años), pero en nuestra opinión da sopas con honda al revival miesiano del que hablábamos en la última entrada.  Es la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano de Osvaldo Bidinost, Jorge S. Chute, Jose M. Gassó, Mabel Lapacó y Martín Meyer, en la Córdoba argentina. Tienes más fotos (soberbias todas) en el blog Arquitectura+Historia.




martes, 16 de octubre de 2012

Miesizar


“Hemos hecho demasiado para favorecer y promover la arquitectura espectáculo. Pero aunque sean muy visibles, los edificios de las estrellas no son los causantes de la crisis económica. Por cada edificio excesivo de un arquitecto famoso hay miles de inmuebles sin calidad. Esos miles de edificios sin calidad acabaron con la economía. La prensa no habló de ellos. De eso somos culpables. No de apoyar la arquitectura-espectáculo”.

 Lo dice Paul Goldberger, historiador, crítico de arquitectura del NYT y premio Pulitzer, en El País de hoy. Al fin un crítico que se sale del camino trillado, da nueces en lugar de ruido (ver entrada anterior), y asume responsabilidades. En las fotos, el flamante premio Stirling del RIBA, el laboratorio Sainsbury de la Universidad de Cambridge del estudio Stanton Williams. No estaba en ninguna de las quinielas, y no me extraña. El edificio tiene una excelente apariencia, la pega es que estas formas están más vistas que el tebeo. En el museo Marburg de Chipperfield sin ir más lejos. O en Mies. Se premia esta arquitectura déjà vu, sobria, rectilínea, silenciosa, por complejo de culpa: muchos jueces y críticos, como señala el propio Goldberger, se sienten culpables de haber encumbrado tanto exceso arquitectónico. Una juez del premio Stirling dice que el laboratorio "es una pieza sublime de bella y tranquila arquitectura". Pues eso, que estamos para sopitas y buen vino. Y eso que el resto de los contendientes (entre ellos un edificio del propio Chipperfield, al que últimamente vemos hasta en la sopa: ha sido director de la Bienal de Venecia nada menos, sin duda es el líder del zeitgeist arquitectónico) eran tan sobrios como el vencedor. ¿Toca miesizar -que diría Wert- la arquitectura actual? ¿Volver al racionalismo, olvidar las peligrosas curvas, evitar el formalismo? Pues vaya plan.

martes, 9 de octubre de 2012

Las cosas de Curtis



El critico inglés William J.R. Curtis ha visitado Valencia para dar una conferencia sobre Kahn. Pero sabiendo que el tema no iba a dar titulares al final se dedicó a dar caña a Calatrava y a su Ciudad de las Artes y las Ciencias y consiguió el ruido mediático que posiblemente deseaba (titular del artículo de El País: Contra el "ruido visual" de Calatrava). El ruido llama al ruido ¿Y qué harían los críticos sin él? Los argumentos de Curtis ya los conocemos desde hace tiempo. Ha vuelto a hablar del techno-kitsch para referirse a la obra de Calatrava, aunque esta vez no se ha referido al urbanismo viagra, otra de sus célebres etiquetas, y es que estamos para pocas bromas, conviene no pasarse. En todo caso, los starchcritics necesitan de los starchitects -incluso cuando están de capa caída- como caja de resonancia. Cansado de tanto palo y tentetieso a los arquitectos, mira, yo reivindico la traca valenciana frente al silencio de los cementerios.

Por lo demás hay un dato en el artículo que no entiendo. Curtis, hablando del complejo de Calatrava, señala, entre otras muchas quejas: "Fíjese en esos pilares, con sus formas curvas. Es una idea puramente formalista. Se impone una forma sin resolver su funcionamiento. Todo aquí es retórico". Un poco más abajo, quizá para honrar a la ciudad que le invita, alaba la profunda y extraordinaria arquitectura de la bella Lonja gótica de Valencia, en concreto su escalera de caracol y sus columnas en espiral (primera foto). Y yo me pregunto qué diferencia hay que haga tan execrable al primero y tan magnífica a la segunda. Ambas son arquitecturas realizadas para agradar a la vista, para impresionar con su técnica. Se dice que la fabulosa torre Chicago Spire del valenciano (que iba a tener 600 metros y que finalmente encalló por la crisis) estaba basada precisamente en esas columnas góticas. ¿Le habría gustado a Curtis?


martes, 2 de octubre de 2012

La arquitectura y los ideales


"'Solo es posible una gran poesía si hay grandes lectores', sostiene significativamente Walt Whitman. Resulta igualmente evidente que hay buenos edificios solo en tanto que hay buenos habitantes y ocupantes; pero ¿no estamos nosotros, ciudadanos de este mundo obsesivamente consumista y materialista, perdiendo nuestra capacidad de habitar y, en consecuencia, volviéndonos incapaces de promover la arquitectura como grandes usuarios/lectores de espacios arquitectónicos y de narrativas? En una de sus notas, Ludwig  Wittgenstein sugiere que, en realidad, este podría ser el caso: 'La arquitectura eterniza y sublima siempre algo. Por eso no puede haber arquitectura donde no hay nada que sublimar'. ¿Hemos perdido en nuestra cultura y en nuestras vidas personales las dimensiones que merecerían sublimarse? ¿Hemos perdido la dimensión de ideales en nuestro mundo obsesivamente materialista? El pensamiento arquitectónico surge a partir de condiciones dadas, pero siempre aspira a un ideal, de ahí que la pérdida de la dimensión ideal de la vida implique la desaparición de la arquitectura". (J. Pallasmaa, La mano que piensa. Feliz Semana de la Arquitectura).