lunes, 28 de mayo de 2012

Vanos


Foster dejó un contundente vacío en lo alto de su torre de Caja Madrid con el fin de colocar en un futuro turbinas de viento que generaran electricidad para el edificio. El singular peine de los vientos, quién sabe si homenaje eco-tech a su admirado Chillida, estos tormentosos días deviene vano vanidoso de una obra posiblemente innecesaria. La torre, comprada por Caja Madrid (800 millones), aún espera a que sus inquilinos se muden desde la cercana Torre Kio en la que ahora trabajan,  mudanza más que improbable en estos convulsos momentos. El vacío con el que Foster coronó su edificio además nos trae el doloroso recuerdo del agujero financiero que el estado va a tener que taponar: más de 20.000 millones, y eso, dicen, sólo para empezar. Por el desagüe del banco ya estatal se irán al garete los sistemas sanitarios y educativos públicos, con profesionales sobrecargados e indignados, o la inversión en obra pública y el trabajo de muchos arquitectos, y quien sabe si por dicho hueco acabe entrando el temido rescate europeo. En vano las protestas, De Guindos ya lo ha dicho alto y claro: el estado pondrá el dinero que haga falta, y además, en requiebro bíblico, el ministro suelta que él no va a mirar atrás, que los que así hacen se convierten en estatuas de sal. En cristiano, que Rato, olvidadas ya sus corbatas verdes, se va de rositas. Él sí que se ha quedado con nosotros y no la eurovisiva Pastora Soler. Money makes the world go round. En castizo, todo por la pasta.

Recomendación final: ver la película Margin Call, probablemente basada en la caída de Lehman Brothers (por cierto, De Guindos trabajó para ellos), un soberbio repertorio de excelentes actuaciones en torno a una trama con un punto shakespeariano ambientada casi en su totalidad en un claustrofóbico rascacielos en el que, desde su azotea hasta el aparcamiento pasando por ascensores, servicios y despachos vamos viendo un desolador muestrario de cómo funcionan los famosos mercados.

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