martes, 31 de mayo de 2011

Las dos torres



Me entero hoy en El País de que Caja Madrid está intentando vender la Torre Kio (de Philip Johnson) que actualmente ocupa como sede central para mudarse al fin a la Torre Caja Madrid de Norman Foster en la Cuatro Torres Business Area. El periódico no obstante comenta que la entidad bancaria parece estar tomándoselo con calma primero por el coste que va a suponer la mudanza y en segundo lugar porque estaría incluso planteándose vender también la torre insignia. Pagó más de 800 millones por el edificio de Foster pero al parecer no haría ascos a la mitad de esa cantidad (pues vaya inversión), lo que unido a los 200 que espera sacar por la torre de Johnson le daría para irse a una sede más modesta y llevarse de paso algo de cash-flow, que andan las cosas un poco torcidas para Rodrigo Señor de los Ahorrillos Rato. Es lo que hizo Repsol, aprovechando el cambio de presidente, se deshizo precisamente de la torre de Foster -que era en principio para ellos- y por menos de la mitad de lo que sacaron a Caja Madrid Rafael de la Hoz les está ultimando una nueva sede corporativa en Méndez Álvaro. La pega es que a ver quién puede pagar en estos momentos cantidades tan astronómicas. La puntilla viene cuando nos enteramos de que, además, la torre de Foster resulta totalmente excesiva para el banco, ya que tiene capacidad para más de 4.000 trabajadores, cuando la entidad no tiene ni la mitad de personal en su plantilla. En la imagen, un boceto de la torre del propio Foster. El arquitecto previó las turbulencias y dejó el vano superior libre para poder colocar turbinas de viento...

viernes, 27 de mayo de 2011

Waldens




Érase una vez un señor que, a mediados del siglo XIX, se fue a vivir a una cabaña autoconstruida en un bosque junto a un bello lago y allí se quedó dos años más solo que la una. De la experiencia surgió un libro, Walden, en el que el escritor robinsón reflejó una ideología basada en la autosuficiencia, el ocio creativo, la comunión con la naturaleza y la no-violencia. Se le considera el primer ecologista (quizá también fue el primer indignado: se negó a pagar impuestos que financiaran una guerra y fue encarcelado) y uno de los padres de la literatura norteamericana, convirtiéndose en referente cultural de una sociedad como él profundamente individualista. Su nombre, Henry David Thoreau.
¿Y esto a qué viene? Pues a que acabo de descubrir en Scalae un taller veraniego de arquitectura a celebrar en Santander que tiene como nombre Walden 2.0 Vida y movilidad. Sus directores quieren hacer una equivalencia entre la experiencia del escritor norteamericano y el estilo de vida rural que aún pervive en la comunidad cántabra. Las abundantes comunidades dispersas de la zona gozan de buena salud gracias a la intercomunicación que ofrecen las redes físicas y las virtuales haciendo innecesaria y poco atractiva la hasta hace poco inevitable migración a las grandes ciudades.
Ya metidos en este jardín recordé un proyecto de Bofill cerca de Barcelona que también llevaba el nombre del libro de Thoreau, en concreto Walden 7. Se trata de un masivo enjambre de torres interconectadas que alojan a mil vecinos nada menos (las reuniones de comunidad deben ser muy entretenidas) y fue llevado a cabo en los 70 por un equipo interdisciplinar de arquitectos, ingenieros, filósofos y hasta escritores (uno de los hermanos Goytisolo). En un principio parece poco lógico dar a esta enorme colmena humana (segunda foto de la entrada) el nombre de la experiencia eremita de Thoreau pero es que, según me entero en su propia web, el Walden 7 está basado en Walden dos, un libro de sociología ficción que, partiendo de algunas de las ideas del norteamericano llevadas al terreno comunitario, plantea un ideal de vida en común basado en el conductismo. Su autor es B.F.Skinner, un curioso psicólogo que se dedicó a proyectos tan originales como adiestrar palomas en la segunda Guerra Mundial para guiar bombas, construir una cuna-casa para su hija con techo, ventanas y calefacción o intentar crear una máquina de enseñar, idea que se le ocurrió el día que asistió a una clase de matemáticas en el colegio de su hijo. La experiencia no le debió gustar.
El último Walden hasta la fecha lo tienes en la primera foto de la entrada. Esta recoleta casa, de nombre The Love Shack (la cabaña del amor) está en el bello entorno del lago Windermere, en la región de los lagos (llena, de nuevo, de referencias literarias: aquí se inspiraron buena parte de los poetas románticos ingleses) y acaban de darle uno de los premios del RIBA, la asociación de arquitectos británicos. Se puede alquilar a un precio razonable -quizá ahora la popularidad se les suba a la cabeza- y está construida con todo el esmero sostenible que los tiempos y la zona (muy protegida) demandan por los escoceses Sutherland Hussey Architects. Entre la soledad sin concesiones del Walden 1 y la compleja pero necesaria vida en comunidad del Walden dos y 7, la cabaña del amor ofrece la tercera utopía: all you need is love.

martes, 24 de mayo de 2011

Saint Paul también es high-tech



"...Hace unas décadas mantuve un sonado enfrentamiento con el príncipe Charles, que él ganó y yo perdí. El Príncipe suele referirse a la catedral de Saint Paul como concepto de edificio clásico confrontado a la high-tech , y yo le dije:bien, pues no conoces tu historia. El arquitecto de Saint Paul sufrió durante al menos cuarenta años intentando dar forma al templo que tenía que reconstruir, pero una y otra vez no conseguía que el resultado se pareciera a su diseño original, y tenía que empezar de nuevo, contrariado y hastiado. Y así, hasta que halló la solución técnica, simple y precisa, que fue colocar una plataforma de madera de siete metros alrededor del perímetro del templo para poder contemplar de forma simultánea lo que estaba haciendo. Hablamos de 1670, y la solución era una innovación, un avance para la época. Entonces, no es que me parezca negativo el término high-tech, sino que sencillamente no creo que la idea sea nueva; de hecho, todas las ideas son viejas, todo está inventado: sólo los usos varían". (Entrevista a Richard Rogers en Descubrir el Arte nº 148)

jueves, 19 de mayo de 2011

Continentes incontinentes



Curtis, como veíamos en la última entrada, se quejaba de lo absurdo de muchos contenedores de lujo españoles construidos para contener la nada. Y en la anterior hablábamos de la incontinencia presupuestaria de Calatrava, llevada al clímax en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Pero bueno, cuánta negatividad y aguafiestismo. Tenemos solución para dar contenido a los majestuosos continentes del valenciano, infrautilizados hasta la fecha. En este artículo de El Mundo la encontramos: el Palau de las Arts, edificio clave del complejo (su precio superó los 300 millones), podrá albergar banquetes de boda a precios que oscilarán de 7.000 a 10.000 euros. Pues menos da una piedra. En esta línea de dar contenido a continentes vacíos quiere aportar más ideas. El Palau podría también utilizarse como lugar de encuentro para los jóvenes airados de la llamada Spanish Revolution. Necesitamos de la utopía como en ese otro mayo del 68 para sacudir las conciencias de los políticos, para que se acuerden de que existimos no sólo en las elecciones, para que se lo piensen dos veces antes tolerar a corruptos, para que contengan el gasto público, en definitiva, para que se acongojen y suden sangre, que buena falta les hace. Acondicionaríamos también otro espacio de la Ciudad (por ejemplo, el Agora, 90 millones, última pieza del complejo utilizado hasta ahora sólo para un torneo de tenis, en la foto) y lo dedicaríamos a esos otros jóvenes que tiraron por la calle de enmedio sin esperar nada de nadie. Que se largaron al extranjero a buscar trabajo (o fueron mandados allá por sus empresas). Que se encerraron cual trapenses para estudiar oposiciones renunciando a tener una vida (y si no renunciaban, quemándose en el intento). Que se hipotecaron hasta las cejas para montar una empresa que a saber si iba a ir bien. Que tenían hijos en medio de la tormenta. Para todos ellos, una zona chill-out con spa.

Cuánto afán por contener, y qué poco por contenerse. La contención debe ser el nuevo valor. Qué amargamente lo ha descubierto ese socialista que ronda coches de 100.000 euros, pernocta en hoteles a 3.000 la noche y parece no tener claro el concepto de servicio de habitaciones. Las incontinencias se pagan, cada vez más. ¿Cuánto cuesta su edificio, Sr. Calatrava?

domingo, 15 de mayo de 2011

Contenedores sin contenido

"...Se supone que todo esto es por el bien del público, con la sugerencia implícita de que las ciudades españolas carecen de una cultura propia que valga la pena hasta que esta sea irrigada con esta especie de gran inversión. Se espera que el arquitecto responsable del contenedor proporcione un escenario a través de demostraciones formalistas mientras la cultura local es "tematizada" y reducida a una caricatura para entretenimiento turístico. La imagen computarizada y la producción a toda marcha de "iconos" instantáneos, que deberían dar de alguna manera una identidad a este u otro lugar, es una propuesta absurda para ciudades que tienen siglos de antigüedad". (Contenedores sin contenido, William J.R.Curtis. Artículo completo).

miércoles, 11 de mayo de 2011

La Marca España



Santiago Calatrava, uno de nuestros más internacionales arquitectos, está de enhorabuena. Ha sido nombrado Embajador Honorario de la Marca España junto a Nadal o la Selección de fútbol entre otros. La Marca España, que al parecer se trata de un invento de la asociación empresarial Foro de Marcas Renombradas Españolas, pretende reforzar junto con sus embajadores la imagen de nuestro país en el extranjero. Y digo que el arquitecto-ingeniero estará de enhorabuena porque últimamente de nuestro país sólo le llegan palos. No sé en cuántos juicios ha sido llamado a declarar, en el último que recuerdo porque al parecer un graderío del palacio de Buenavista que construía en Oviedo colapsó parcialmente, y la reparación vino a costar unos 11 milloncejos de euros, al final -como a la recogida de su título de Embajador Honorario- no se presentó y otro tuvo que dar la cara. En fin, nadie es perfecto, lo que pasa es que hay profesiones en las que los errores cantan más que en otras, y hasta el mejor escribano echa un borrón: recordemos los célebres casos de goteras en edificios de grandes como Gehry o Foster, o el colapso de una escalera en el Kursaal donostiarra de Moneo, que los guías que enseñan el edificio gustan de mostrar señalando con profesional esmero la cutre zapata que se tuvo que colocar para evitar un nuevo colapso de la escalera. Pues bien, el edificio ganó el Mies con zapata incluída. Volviendo a Calatrava, señalar ya puestos que la columna que el arquitecto erigió en la plaza de Castilla de la capital, regalo de Caja Madrid a los madrileños, y que tenía un complejo mecanismo que hacía que tuviera un movimiento basculante hace ya tiempo que dejó de cimbrearse (yo sólo la ví moverse el día de la inauguración), no sabemos si porque el motor en cuestión colapsó también (preocupante metáfora de la institución bancaria) o porque sólo se pone en marcha en ocasiones especiales. En fin, cosas que pasan. Por cierto, a la inauguración de la columna madrileña tampoco vino.

Más preocupante son sus citas con la justicia por sus liaisons dangereuses con Matas, el presunto trincón que en Baleares se lo llevó crudo con el Palma Arena y que al parecer habría encargado al valenciano un proyecto -muy bello, por cierto- de teatro de la Ópera para Palma que podría fácilmente haberse convertido en un nuevo icono hispano que epatara al mundo como su soberbia Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, falla sci-fi de espectacularidad sólo superada por las desviaciones económicas de su presupuesto, algo no infrecuente en el arquitecto. La Ópera, una suerte de nenúfar mecánico (en la foto), no se hizo, pero Calatrava se llevó 1,2 millones por las molestias. En Torrevieja también diseñó una dársena que no llegaría a realizarse y que costó al consistorio 600.000 euros. A su vez, Camps, (seguimos en el Mediterráneo), ese político tan elegante, parece que encargó otro proyecto a don Santiago en Castellón que tampoco salió por lo desproporcionado del mismo. Una vez más se pagó al arquitecto, que esta vez se llevó 2,7 millones. Nos hemos enterado de rocambolesco milagro, porque una diputada rival hizo una foto del contrato con su móvil. Según algunas fuentes, los honorarios cobrados por el arquitecto en estos "proyectos fantasma" pasarían de los 5 millones de euros. ¿Porque él lo vale?

Pero bueno, pelillos a la mar. Nuestro nuevo embajador es un gran arquitecto y representará la Marca España en aquellos actos que sean menester (si se presenta, parece que la defensa de su propia Marca Calatrava no le deja mucho tiempo libre). De todas maneras, yo preguntaría a los señores de la asociación empresarial que le han otorgado la distinción: ¿Queremos todavía una Marca España asociada a la orgía arquitectónica y el urbanismo viagra (en palabras de William J. Curtis)? ¿Seguimos, con la que está cayendo, instalados en el Más es Más? ¿No sería un buen momento para desmarcarse de esas prácticas erigiendo como nuevos líderes a arquitectos más ecológicos y humildes (muchos premios arquitectónicos lo están haciendo ya empezando por el Pritzker)? En fin, precisamente por la que está cayendo -replicarían quizá los empresarios- hay más que nunca que echar mano del marquismo de Moix: ahí tenemos a Zapatero, buscando financiación para los chuchurríos brotes verdes hasta en la mismísima China (tiene narices que una dictadura comunista vaya a salvar a no pocas democracias capitalistas) o a Blanco, vendiendo en la Gran Bretaña las excelencias del parque inmobiliario español. Oye, y ya puestos, ¿qué decir de la Marca Europa? (Me parto la caja, estoy medio siguiendo por la tele una de esas penosas galas previas al festival de Eurovisión). Europa no sólo ya no es lo que era, sino que ya ni siquiera es (y apenas está). Es el turno (ya era hora) de Hispanoamérica y Asia.

viernes, 6 de mayo de 2011

Arquitectos coraje

¿Serías capaz, querido lector, de trabajar, por ejemplo como ebanista, llegar a casa y encontrarte con una prole en plena eclosión nocturna (cólico del lactante, dentición, primeros y peligrosos pasos), estudiar (arquitectura, sin ir más lejos, a pesar de haber dejado los estudios formales con 11 años para trabajar en el negocio familiar), y montar tu propio negocio, todo a la vez y en los primeros años del siglo XX (o sea, la lavadora, el lavavajillas o los pañales aún no se habían inventado)? Pues bien, el caballero en cuestión no sólo no pereció en el intento, sino que siguió teniendo descendencia (llegó a los 6 hijos junto a su sufrida esposa), diseñó muebles de modernidad casi extraterrestre, acabó sus estudios de arquitectura y no mucho más tarde diseñaría una casa llamada a convertirse en icono accidental de la arquitectura moderna.

Pero ¿de quién estamos hablando? Más pistas. La casa en cuestión fue diseñada junto a una joven viuda con tres hijos que quería una suerte de casa educativa en la que sus hijos pudieran tener su independencia pero al mismo tiempo se les pudiera controlar (esos dichosos deberes del cole...) y pudieran convivir con el resto de la familia. Más cuadraturas del círculo: la quería alegre pero sobria, moderna pero simple, urbana pero abierta a la naturaleza... Nuestro arquitecto coraje levantó finalmente una casa tan excepcional (paneles corredizos en lugar de paredes, grandes ventanales, colores vivos en el interior) que durante los fines de semana una muchedumbre se acercaba a verla, y en el cole, una de las hijas sufría un peculiar bullying: sus compañeros se reían de ella por vivir en una casa tan friki y ajena a la barriada burguesa en la que se instalaba. Esa misma niña no por casualidad se licenciaba como arquitecta en 1940 y aún en 1954 era una de las dos únicas arquitectas de los 3.000 registrados en su país natal, Holanda. A su vez, fue tal el grado de complicidad afectiva entre arquitecto y cliente que tras enviudar él también acabaría viviendo en la casa que juntos diseñaron y les uniría hasta su muerte, en 1967. Ella tampoco abandonaría la casa hasta el final de sus días, en 1985.

Hablamos del holandés Gerrit Rietveld y la revolucionaria Casa Schröder de Utrecht construida en 1924 para Truus Schröder. Encuentro la interesante historia en el suplemento Casas con Arte de la revista Descubrir el Arte, cuya lectura recomendamos. Vete abriendo boca aquí.