miércoles, 11 de mayo de 2011

La Marca España



Santiago Calatrava, uno de nuestros más internacionales arquitectos, está de enhorabuena. Ha sido nombrado Embajador Honorario de la Marca España junto a Nadal o la Selección de fútbol entre otros. La Marca España, que al parecer se trata de un invento de la asociación empresarial Foro de Marcas Renombradas Españolas, pretende reforzar junto con sus embajadores la imagen de nuestro país en el extranjero. Y digo que el arquitecto-ingeniero estará de enhorabuena porque últimamente de nuestro país sólo le llegan palos. No sé en cuántos juicios ha sido llamado a declarar, en el último que recuerdo porque al parecer un graderío del palacio de Buenavista que construía en Oviedo colapsó parcialmente, y la reparación vino a costar unos 11 milloncejos de euros, al final -como a la recogida de su título de Embajador Honorario- no se presentó y otro tuvo que dar la cara. En fin, nadie es perfecto, lo que pasa es que hay profesiones en las que los errores cantan más que en otras, y hasta el mejor escribano echa un borrón: recordemos los célebres casos de goteras en edificios de grandes como Gehry o Foster, o el colapso de una escalera en el Kursaal donostiarra de Moneo, que los guías que enseñan el edificio gustan de mostrar señalando con profesional esmero la cutre zapata que se tuvo que colocar para evitar un nuevo colapso de la escalera. Pues bien, el edificio ganó el Mies con zapata incluída. Volviendo a Calatrava, señalar ya puestos que la columna que el arquitecto erigió en la plaza de Castilla de la capital, regalo de Caja Madrid a los madrileños, y que tenía un complejo mecanismo que hacía que tuviera un movimiento basculante hace ya tiempo que dejó de cimbrearse (yo sólo la ví moverse el día de la inauguración), no sabemos si porque el motor en cuestión colapsó también (preocupante metáfora de la institución bancaria) o porque sólo se pone en marcha en ocasiones especiales. En fin, cosas que pasan. Por cierto, a la inauguración de la columna madrileña tampoco vino.

Más preocupante son sus citas con la justicia por sus liaisons dangereuses con Matas, el presunto trincón que en Baleares se lo llevó crudo con el Palma Arena y que al parecer habría encargado al valenciano un proyecto -muy bello, por cierto- de teatro de la Ópera para Palma que podría fácilmente haberse convertido en un nuevo icono hispano que epatara al mundo como su soberbia Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, falla sci-fi de espectacularidad sólo superada por las desviaciones económicas de su presupuesto, algo no infrecuente en el arquitecto. La Ópera, una suerte de nenúfar mecánico (en la foto), no se hizo, pero Calatrava se llevó 1,2 millones por las molestias. En Torrevieja también diseñó una dársena que no llegaría a realizarse y que costó al consistorio 600.000 euros. A su vez, Camps, (seguimos en el Mediterráneo), ese político tan elegante, parece que encargó otro proyecto a don Santiago en Castellón que tampoco salió por lo desproporcionado del mismo. Una vez más se pagó al arquitecto, que esta vez se llevó 2,7 millones. Nos hemos enterado de rocambolesco milagro, porque una diputada rival hizo una foto del contrato con su móvil. Según algunas fuentes, los honorarios cobrados por el arquitecto en estos "proyectos fantasma" pasarían de los 5 millones de euros. ¿Porque él lo vale?

Pero bueno, pelillos a la mar. Nuestro nuevo embajador es un gran arquitecto y representará la Marca España en aquellos actos que sean menester (si se presenta, parece que la defensa de su propia Marca Calatrava no le deja mucho tiempo libre). De todas maneras, yo preguntaría a los señores de la asociación empresarial que le han otorgado la distinción: ¿Queremos todavía una Marca España asociada a la orgía arquitectónica y el urbanismo viagra (en palabras de William J. Curtis)? ¿Seguimos, con la que está cayendo, instalados en el Más es Más? ¿No sería un buen momento para desmarcarse de esas prácticas erigiendo como nuevos líderes a arquitectos más ecológicos y humildes (muchos premios arquitectónicos lo están haciendo ya empezando por el Pritzker)? En fin, precisamente por la que está cayendo -replicarían quizá los empresarios- hay más que nunca que echar mano del marquismo de Moix: ahí tenemos a Zapatero, buscando financiación para los chuchurríos brotes verdes hasta en la mismísima China (tiene narices que una dictadura comunista vaya a salvar a no pocas democracias capitalistas) o a Blanco, vendiendo en la Gran Bretaña las excelencias del parque inmobiliario español. Oye, y ya puestos, ¿qué decir de la Marca Europa? (Me parto la caja, estoy medio siguiendo por la tele una de esas penosas galas previas al festival de Eurovisión). Europa no sólo ya no es lo que era, sino que ya ni siquiera es (y apenas está). Es el turno (ya era hora) de Hispanoamérica y Asia.

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