jueves, 11 de noviembre de 2010

Carvajal vs Ingels



Estos días pasados han estado trufados de impactantes contrastes por aquí. El último fin de semana coincidían en nuestro país Lady Gaga y el Papa, obviamente no en el mismo acto (habría sido un puntazo, por cierto), sino que una venía a los conciertos de la MTV en Madrid que reunieron a lo más granado del pop internacional y el otro a una visita pastoral que recaló en Santiago y Barcelona. Cada visita tuvo su realce arquitectónico en sendos edificios que al igual que sus protagonistas tenían poco que ver: las estrellas del pop se reunían en la Caja Mágica de Perrault, ese enorme rectángulo metálico, mecánico y gris de apariencia fría y distante, y el líder de la Iglesia católica elegía como uno de sus escenarios mediáticos la iglesia eternamente inacabada de la Sagrada Familia (125 años y lo que le queda) de Gaudí, una sensual explosión de formas curvilíneas y decoración exuberante.

Al día siguiente El País nos ofrecía el inaudito regalo de ¡dos! artículos directamente relacionados con arquitectos. Pero una vez más, qué contraste más brutal entre ellos. Por un lado, Bjarke Ingels, el imparable danés que con solo 38 años ya prácticamente se le puede considerar arquiestrella gracias a sus proyectos de soberbio diseño que no olvidan la sostenibilidad como mandan los tiempos, y que al mismo tiempo parece jugar a convertirse en gurú metaarquitectónico al estilo de Koolhaas por su interés en acuñar nuevos conceptos como ecolomía (economía+ecología) o su lema "Yes is More" jugando con el ya manido "Less is More" de Mies. Todo ello aderezado con un aspecto moderno, desenfadado y hedonista: su melena cuidadosamente despeinada (el llamado look out of bed), sus informales y amenas presentaciones de proyectos, su continuo buen rollito sideral, vamos, que Bjarke es un tío supercool de la muerte. Él es grande y lo sabe: llama a su estudio BIG (Bjarke Ingels Group). Pues a lo que íbamos, dabas la vuelta a la hoja del periódico y te cruzabas con otro artículo dedicado a la Torre de Valencia en Madrid y su arquitecto, Javier Carvajal, del que no tenía ni la menor idea. Para los no oriundos, la torre en cuestión (en la foto), de nada menos 27 plantas y acabada en 1973, es un extraño icono de la ciudad. Extraño porque es una torre de una modernidad tan radical que, a pesar de sus 37 años de vida, no ha logrado integrarse en su burgués entorno del barrio de Salamanca quizá porque nunca lo intentó. Diríamos que parece más perdida que un pulpo en un garaje, pero como este es un blog con pretensiones diremos más bien que se trata de un artefacto autista que se niega a dialogar con su entorno y se enclaustra en una verticalidad totémica y ensimismada. Recuerdo de pequeño las críticas de mis padres ya que estropeaba la vista de la Puerta de Alcalá desde Cibeles (como si la tal puerta fuera la octava maravilla del mundo), de hecho el artículo hace también referencia a la enorme polémica que se creó. Al parecer dicha polémica, pero sobre todo la aceptación de cargos políticos en los últimos años del régimen franquista, le granjearon a su autor una absoluta impopularidad que llegó casi a suponer su final como arquitecto. Carvajal, docente universitario como Ingels, apestado y paria para los restos, se refugió en la enseñanza, pero lejos de convertir su probable frustración en cinismo y amargura y arrojarla a la cara de sus inocentes alumnos, algo no infrecuente en esta profesión, supo dar un gran ejemplo de profesionalidad a sus estudiantes (algunos grandes arquitectos ya como Campo Baeza) que ahora le rinden homenaje a sus 84 años con el libro La huella del maestro. Acabamos con una cita al respecto del propio Carvajal (la que realmente ha motivado este entrada, todo lo demás hasta aquí es sólo un poco de relleno):

"[la enseñanza] Es una de las actividades más gratificantes que existen por el premio que supone el descubrimiento, en cualquier alumno, de ese brillo en la mirada que se enciende porque hemos conseguido decir algo que dejará huella a lo largo de toda una vida, o porque lo dicho por nosotros resuena en ellos y les abre puertas que les servirán para siempre; ese momento de alegría resarce de todos los esfuerzos, de todos los desánimos (que también existen)".

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