Hoy te traigo edificio del paseo Miraconcha donostiarra. Siempre me llamó la atención su sobriedad y elegancia modernas (y un punto británicas con sus bay-windows) en un entorno proclive al ornato pero cuando me enteré, hace bien poco, de quién era me quedé a cuadros. Su fachada luce hoy bastante roñosa, no me he resisitido a darle una limpieza a base de IA con tu permiso, igual he hecho mal. Me da que estás pensando en Gutiérrez Soto, que tiene en la calle Miguel Ángel de Madrid un edificio de viviendas con una fisonomía muy similar. Pues no. Aunque Soto tiene otro interesante bloque de viviendas también enfrentado a la Concha, no es este. Curiosamente coinciden plenamente en fechas: tanto el madrileño de Soto como el donostiarra de nuestro misterioso arquitecto fueron diseñados en 1935 pero no se terminaron de construir hasta 1941, es decir, fueron concebidos antes de la Guerra Civil pero no serían levantados hasta su finalización, momento en el que empieza ese extraño periodo de nuestra arquitectura que Fernández Alba llamó "eclecticismo romántico" (para Fullaondo sería nuestro arquitecto uno de los "grandes olvidados"). Tuvo que salir por pies nuestro protagonista de España en 1937, al igual que lo haría Mies de Alemania casi al mismo tiempo por el acoso nazi, refugiándose primero en la embajada inglesa de Madrid, seguramente gracias a su dominio del idioma, y huyendo después al Reino Unido en el barco de un peculiar capitán británico, Christopher Lance, ingeniero civil y oficial condecorado en la Primera Guerra Mundial que sería apodado "El Pimpinela español" ya que sacó del país a ciudadanos británicos y españoles en peligro durante la Guerra Civil (acusado de espía por ambos bandos finalmente fue arrestado por los republicanos que a punto estuvieron de fusilarle, moriría en Alicante en 1970). Pero volvamos con nuestro arquitecto. Tras unos meses en Immingham, donde le dejaría el barco de Lance, volvía a España entrando precisamente por San Sebastián, tomada por el bando franquista. Su primer trabajo arquitectónico a su vuelta sería precisamente la continuación del bloque donostiarra, cuya modernidad que tanto nos llamó la atención cuando descubrimos su autoría (de hecho colocó una especie de golas y un óculo ciego embebidos en la fachada, fíjate en la foto, para suavizar el efecto), contrasta con el furibundo espíritu antimoderno de nuestro arquitecto, como podemos ver en otro bloque de pisos en la plaza de Rubén Darío de Madrid totalmente antagónico en su desaforado fachadismo neocastizo o en el bloque exento en la calle Alfonso XII que tienes en la siguiente foto, justo a la vera del Casón del Buen Retiro. Por no hablar de esta encendida cita fechada en 1940: "En arquitectura el racionalismo y el marxismo vienen a ser la misma cosa (…) y este ha sido practicado precisamente por elementos destacadísimos de nuestra profesión pero representantes de una raza desarraigada (…) Gropius, Bruno Taut, Mendelsohn, judíos alemanes que, naturalmente, ni podían ofrecer una tradición porque no la tenían, y siendo elementos de inteligencia destacada y de técnica excelente venían a parar a eso, a una perfección exclusiva de la técnica y a ofrecer (…) un producto mecánico y sin alma".
¿Te va sonando su historia? Te cuento un par de pistas más y seguro que lo adivinas. Hablando de restauración, estuvo involucrado en unas cuantas de gran calado, en todas sus variadas tipologías e incluso alguna muy novedosa. Saneó el museo del Prado introduciendo estructuras de hormigón para evitar la propagación de incendios y diseñó las escenográficas escaleras de su fachada norte, la que mira al hotel Ritz, en 1943. Para la ampliación del actual ministerio de Asuntos Exteriores (palacio de Santa Cruz) también en Madrid, proyectado en 1935 pero no inaugurado hasta 1950, replicó las dos torres herrerianas preexistentes quedándole un conjunto que puede recordar a una versión mini del ministerio del Aire de Gutiérrez Soto (los "escorialitos" en palabras de Bohigas); Carlota Bustos, la mayor experta en el arquitecto que nos ocupa, compara dicha intervención filológica con la ampliación del Banco de España de Moneo. Pero quizá el más curioso de sus trabajos en este campo consiste en la desrestauración de la Casa y Torre de los Lujanes, en la capital de nuevo. Luis Bellido, el autor del matadero madrileño hoy devenido hub cultural, se había marcado un Violet-le-Duc en su intervención previa, cambiando no solo su disposición sino también su exterior, "embelleciéndolo" con un estilo neoplateresco que se sacó de la manga y no tenía nada que ver con el edificio original. Nuestro arquitecto se encargó, en 1926, de suprimir dicho disfraz decimonónico en un trabajo, bastante desconocido, que se considera la primera desrestauración en la historia de las rehabilitaciones en nuestro país, y que dota al edificio de una terminación más sobria, aunque también ficticia, más acorde con la época en que fue construido. No menos valor demostró al enmendar la plana a Villanueva nada menos en el Pabellón del Jardín Botánico madrileño para levantar un piso más al objeto de instalar laboratorios, obra concluida en 1933. Lo que son las cosas, hoy no podemos ver esta polémica intervención ya que fue a su vez desrestaurada por Fernández Alba, quien devolvería el edificio a su traza original en 1978. Donde las dan...Pero su obra no se centra en la restauración. Hizo todo tipo de edificios, desde mercados hasta estaciones. La foto que aquí ves, tomada hace un par de años cuando me fui con mi hijo de peregrinaje arquitectónico (es un fan absoluto del mundo ferroviario como su padre lo es del arquitectónico, acaso el friquismo sea hereditario), es del vestíbulo de una estación diseñada por él e inaugurada en 1929 por Alfonso XIII. Pero te percibo todavía perdido. Este último dato va a ser definitivo, ya verás. Obsequió a Albert Speer, el arquitecto de Hitler, con un libro sobre Herrera, cómo no, acaso para dorarle la píldora en un momento, poco después de su vuelta del exilio inglés, en el que intentaba convencer a los arquitectos germanos Walter y Johannes Krügger de que su diseño para la embajada española en Berlín era demasiado frío. Su propuesta, más rimbombante, neoimperial o como prefieras llamarlo, quedaría finalmente desestimada por Speer. En carta al ministerio de exteriores español fechada en 1942 se queja con cierta amargura, el primero de los sinsabores que jalonarán su carrera en la posguerra: “Los arquitectos alemanes, excelentes como técnicos para proyectar y llevar a cabo la obra con toda la excelencia de su técnica y también con la falta natural de ese concepto representativo de lo español indispensable en el edificio que más intensamente lo necesita".Creo que ya lo tienes. Remato en próxima cita hablando de su obra más interesante y conocida, por ejemplo, aquella que Fullaondo y Muñoz calificaban de "sombría monumentalidad kafkiana" en una plaza madrileña tan icónica como surrealista en lo arquitectónico.
Morcilla final. Volvemos al edificio de Donosti, tan silencioso en su enigmático mutismo que nos sigue cautivando a pesar de la biografía de su autor que, a qué negarlo, echa para atrás. Siempre preferiremos el silencio elegante al ruido victimista. Sí, vuelvo al culebrón RAE. Y al de los bueyes, ciego a su penosa prepotencia e imbatible en banal esgrima léxica que hábilmente oculta su cojo argumentario, recomendamos la lectura detenida del último AV (40 años, 75 textos).