lunes, 23 de junio de 2025

Eclécticos románticos (y 2)



Pues sí, el arquitecto de la entrada anterior era Pedro Muguruza Otaño, mano derecha de Franco en cuestiones arquitectónicas durante casi una década ("indiscutible árbitro de la arquitectura española de la posguerra y consejero aúlico del Caudillo de España" en palabras de Chueca Goitia) y responsable del Valle de los Caídos (con matices). Veo que has torcido el gesto. No es para menos, a mí me pasó igual pero finalmente me pudo la curiosidad. ¿Cómo puede un arquitecto tan, al parecer, historicista, tradicionalista o como quieras llamarlo, proyectar un edificio tan decididamente moderno como el de San Sebastián que veíamos en la entrada anterior? ¿Habrá más casos? Por otro lado tenemos un espinoso tema aquí: ¿Se puede separar ideología y mérito? ¿Se debe cancelar a Muguruza y punto, encapsulando la errática arquitectura de los 40, previa a la brillante modernidad de la siguiente década, en "un paréntesis que nunca debía ser abierto" (Antón Capitel)? En 1985, en plena floración posmoderna, Léon Krier iniciaba su ensayo sobre Albert Speer, al que no pocos han comparado con Muguruza, así: "¿Puede un criminal de guerra ser un gran artista?". Él opinaba que sí. Muguruza no fue un criminal de guerra (estar en el bando de los vencedores tiene grandes ventajas) y seguramente fue menos ambicioso desde el punto de vista político que el arquitecto alemán, quien tras la caída de Hitler sería condenado en Núremberg y arrestado en Spandau hasta 1966, pero su entrega al régimen franquista fue total (hasta que dejó de serlo). Carlota Bustos, quien como decíamos es la mayor experta en el arquitecto madrileño de origen vasco, sobre el que hizo su tesis doctoral en 2015 con Capitel de director, pide hacer un ejercicio de abstracción ideológica. Tú mismo. 

Lo primero a tener en cuenta quizá es que limitar la figura de Muguruza a su colaboración con Franco en los años 40, por muy tentador que sea, es un error de bulto. Echemos cuentas. Desde que asumió el primero de los  cargos que ostentó con el dictador, en 1938, destacando el de máximo responsable de la DGA (Dirección General de Arquitectura), hasta su temprana muerte a los 59 años por enfermedad (1952), pasaron 14 años. Pero antes de este periodo se había encargado de trabajos promovidos por la II República y antes aún había asumido obras impulsadas por la monarquía de Alfonso XIII. Nos salen 21 años "prefranquistas" tomando la fecha de 1917 como el inicio de su actividad profesional, momento en el que Velázquez Bosco le recomienda para un cargo de profesor interino en la Escuela de Arquitectura de Madrid (solo tres años después obtendría la cátedra), escuela en la que había destacado como alumno por sus dotes para el dibujo como recuerda Mercadal, que a pesar de ser un moderno a ultranza tiene muy buenas palabras para Muguruza, al contrario por cierto que Aburto, que le consideraba demasiado beauxartiano. O sea, que más de la mitad de su vida profesional la desarrolló antes de la Guerra Civil. Sorprenden sus contactos con los arquitectos que ya eran consagrados por aquel entonces o lo serían pronto: Conoce a Palacios en la escuela (unos años antes había dado la misma asignatura que él impartió, Proyectos de detalles arquitectónicos y decorativos), da clase a lo más granado de la generación del 25 (Fernández-Shaw, Sánchez Arcas, Mercadal, Aburto, Gutiérrez Soto), y pronto llamará a colaborar en su estudio a Luis Moya, Aburto o Fisac, quien también tiene muy bienas palabras para él. Lo que es obvio (quedará aún más claro a continuación), es que Muguruza era un arquitecto de gran prestigio mucho antes de que Franco se fijara en él. 

La obra más conocida de Muguruza es, sin duda, el Palacio de la Prensa en la plaza del Callao madrileña. En la foto que preside hoy la entrada, tomada en la exposición sobre el Art Decó madrileño que estos días aloja el Conde Duque, puedes ver una imagen de su construcción (1925-29). Sorprende su modernidad estructural, pronto echada a perder por una epidermis de rancio historicismo que (en una opinión totalmente personal) lo hace insufrible, más aún en el probable intento, penoso acaso, de hibridarlo con el rascacielos norteamericano (Muguruza había visitado los Estados Unidos poco antes). Y no te digo nada si lo comparamos con el Capitol, magnífico reflejo de una época vanguardista en la que la velocidad, la tecnología y la máquina eran señas de identidad. Lo que ya me ha dejado en shock es descubrir que no muy lejos de allí tiene el vasco un edificio absolutamente moderno y, este sí, neoyorquino, el Coliseum, junto a Fernández-Shaw, moderno a ultranza que aquí obviamente se impuso a nuestro arquitecto (¿pero por qué le dejó hacer Muguruza teniendo muchos más galones que su compañero? ¿Y si tenía en su fuero interno un puntito racionalista que aquí, con la excusa de la coautoría con Fernández-Shaw, dejó volar libre? Todo un misterio digno de un trabajo de ficción (el anuario de la RABASF de 2015 dedicó a Muguruza una serie de textos entre los que destaca uno escrito por Iñaki Bergera comparando al vasco con Aburto -Muguruza y Aburto, juntos pero no revueltos-; nos hubiera gustado aún más que lo hubiera puesto en relación con Fernández-Shaw). No es la única sorpresa en Callao y alrededores, recordemos que en las titánicas obras de la Gran Vía la plaza actuó como bisagra ("fulcro" en palabras de Fullaondo) entre el segundo y tercer tramos, de los que eran máximos responsables Zuazo y Muguruza respectivamente (y entre los que hubo algún encontronazo sobre el particular). En esta tormentosa plaza, cabo de Hornos arquitectónico, colisionan con salvaje virulencia diferentes estilos en unos años en los que la arquitectura patria fue particularmente errática llegando al surrealismo en no pocas ocasiones, así el choque absoluto entre el muy rancio cine Callao y el moderno edificio de Galerías Preciados (hoy Fnac), separados por 30 años aunque podrían ser 300, y que son del mismo arquitecto, Gutiérrez Soto. Pero si aún quieres más modernidad, justo al lado de la Fnac, Antonio Perpiñá, el arquitecto de AZCA (otra referencia norteamericana), colaborador frecuente del muy innovador Grup R, levantó otro edificio para Galerías Preciados, hoy de El Corte Inglés, de una elegancia que hace raya con el resto y de nuevo contrasta rotundamente con sus más viejunos vecinos. El propio Muguruza tenía una pobre opinión de la arquitectura de la Gran Vía (y eso que no pudo ver muchos de estos proyectos debido a su temprana muerte): "En lo que estamos conforme todos, arquitectos y no arquitectos, es en que la Gran Vía es un conjunto de desaciertos, quizás más por el conjunto que por el detalle, quizás más por la relación de unos y otros que por cada uno de los elementos. esa competencia estridente y lamentable de medianerías, esa competencia igualmente estridente de fachadas, en que cada uno quiere destacarse y hacer cualquier cosa menos parecerse al vecino, es pura y simplemente una falta de educación", decía, sin morderse la lengua, en 1940. Él mismo había presentado una propuesta para el edificio Capitol, en la misma línea historicista del Palacio de la Prensa, que afortunadamente no salió adelante.  

Abandonamos el fulcro de Callao, ameno de puro desnortado, no sin antes subirte bella foto nocturna de los 70. Tienes el cine Callao a la derecha, hacia el centro el esbelto edificio exento también de Gutiérrez Soto (observarás que no le puso la corona cilíndrica que luce hoy, regalito de una rehabilitación seguramente posmoderna, hacemos votos para que ahora que se está rehabilitando de nuevo se desrestaure el absurdo añadido) y a su izquierda el sobrio edificio de Perpiñá, que ocupa el lugar del mítico hotel Florida de Antonio Palacios nada menos, alojamiento durante la guerra de corresponsales de la talla de Dos Passos o Hemingway, relatores de la resistencia republicana de la ciudad. Inexplicable, o no, su demolición en los 60 para erigir un almacén de Galerías Preciados (a la amnesia por el consumo). El dueño del hotel, Joaquín Velasco, tenía también locales en el parque del Retiro a los que llamó Florida Park, ahora ya sabes por qué. A la izquierda de la foto, fuera de campo, estaría el Palacio de la Prensa. En este punto (Callao me confunde) es menester retomar. El origen de nuestro interés por Muguruza, antimoderno absoluto como rezan las crónicas oficiales, radica en investigar posibles trazas modernas que añadir al ya mencionado bloque donostiarra. Acabamos de descubrir que en el edificio Capitol las hay de manera muy evidente, pero cuenta medio punto por su colaboración con Fernández-Shaw. ¿Hubo otros casos? Hay sorpresas, te adelanto. En los 30 diseñó al menos tres proyectos no construidos donde introdujo elementos claramente modernos. Para la playa de San Juan en Alicante proyectó un importante complejo turístico con variados equipamientos inspirados en similares desarrollos de Florida, adonde viajaría en los años 20 y donde se cree que realizó varios proyectos aprovechando el furor que por entonces hacía por allí el Spanish Style, y aunque los hoteles de San Juan incluyen elementos historicistas se aprecia una mayor depuración formal que en los años 20, época en la que Carlota Bustos observa la influencia predominante de Palacios (compárese el escenográfico arco de la fachada del Palacio de la Prensa con el del edificio en Alcalá 31 del gallego). Un poco después, en 1933, se presentó a un concurso para un hospital en San Sebastián donde, trabajando en solitario de nuevo, hizo un cuidado diseño de lineas muy funcionales, en las antípodas de Callao. Quedó tercero en la competición, puesto muy honroso teniendo en cuenta que las otras dos propuestas que merecieron podio fueron elaboradas por potentes equipos, así la presentada por Labayen, Aizpurua, autores del Náutico donostiarra, Lagarde y Sánchez Arcas, responsable del Hospital Clínico madrileño y del desarrollo de la Ciudad Universitaria hasta que llegó Franco. Y para la calle Recoletos de Madrid diseñó varias manzanas de edificios, una vez más no construidos, igualmente con decoración muy sobria que pueden recordar al edificio donostiarra que, como vemos, no es un caso aislado. 

Pero hay más. Por traerte algo en esta misma línea despojada de boato que sí vio la luz, te señalaría los mercados que levantó en Madrid, en especial el de Maravillas, terminado tras la guerra y el de Ibiza, diseñado en 1951 y concluido tras su muerte por Antonio Flórez (en la foto), quien se esmeró en respetar los planos del vasco. Por tanto, aunque no se puede hablar, por mucho que nos guste el titular, de Nacionalismo vs Racionalismo en su arquitectura, donde claramente predominó lo primero, sí es cierto que algo de modernidad hay. Habla Bustos: "A Muguruza se le ha identificado -e incluso rechazado- por su apego al historicismo, pero este [el mercado de Ibiza], y otros proyectos demuestran su capacidad para practicar lenguajes desornamentados, modernos y racionalistas". No hay que olvidar que Muguruza estuvo muy al día de las tendencias arquitectónicas del momento, ya hemos mencionado su viaje a Estados Unidos (Nueva York y Miami), aunque el hecho de que, al contrario que otros viajes, no exista documentación gráfica sobre el mismo (era un consumado dibujante), hace en cierto momento dudar a Bustos de que realmente tuviera lugar. Viajó varias veces al Reino Unido, la primera en los años 20 y la última en 1945, durante la cual, gracias a su dominio del inglés, llegó a dar una conferencia en el RIBA ("Recent developments on architecture in Spain"). A la vuelta de dicho viaje publicaría Notas de un viaje por Inglaterra, entre otros lugares dedica su atención a la casa natal de Shakespeare en Stratford, relacionándola con la de Lope de Vega en Madrid que restauró con gran dedicación. 


A pesar de ser la parte menos atractiva, es inevitable hacer referencia a sus años con Franco. Se conocieron en Burgos, recordemos, en 1938 a poco de que Muguruza volviera del exilio inglés cuando era ya un arquitecto de presitigio. Lo que iba a ser una breve conversación en torno a la rehabilitación del castillo de la Mota que, como vimos, tenía especial significado para Franco, se convirtió en una encendida charla de dos horas tras la que se puede decir que salió colocado como mandamás arquitectónico del régimen (aunque Muguruza no tenía filiación política alguna, el dictador seguramente conocía sus ideas afines al régimen, es conocido por ejemplo que salvó las reliquias de Francisco de Borja de entre los restos humeantes de una iglesia que acababa de ser asaltada). De inmediato consiguió diferentes puestos, el principal, responsable de la Dirección General de Arquitectura (DGA), y se involucró a fondo en su nuevo papel. Una de sus más sonadas intervenciones fue la exposición que sobre la nueva arquitectura alemana se presentó en el Palacio de Velázquez del Retiro madrileño, muestra que fue comisariada por Speer (que estuvo a punto de asisitir) y contó con presencia de Franco, el muy germanófilo Serrano Súñer y autoridades alemanas como el alcalde de Núremberg. Fue acompañada por otra, bastante más modesta, sobre proyectos españoles en el Palacio de Cristal (más información y fotos aquí). Todos conocemos también que diseñó el proyecto arquitectónico para el Valle de los Caídos (que la narrativa del régimen equiparó a El Escorial) aunque no lo pudo terminar por motivos de salud, fue Diego Méndez quien le relevaría en 1950; de Méndez es de hecho el diseño del elemento más significativo, la cruz, a partir de un boceto de Franco. El arquitecto de origen vasco proyectaría los encuadres arquitectónicos de otros monumentos de carácter religioso bien conocidos como los icónicos grupos escultóricos de Bilbao, San Sebastián o el Cerro de los Ángeles en Getafe. De todas formas esta faceta de su trabajo no era nueva,  ya en los años 20 Muguruza había empezado a trabajar en esta case de proyectos. Muy interesante me resultó descubrir en la tesis de Bustos que también estuvo tras el proyecto de la estatua ecuestre de Pizarro en Trujillo. Sabía que era de un escultor norteamericano (Charles C. Rumsey) pero no tenía ni idea de por qué se había recurrido a alguien tan lejano para el magnífico monumento. Resulta que fue el duque de Alba quien puso en contacto a Mary Harriman, la viuda del artista, con las autoridades trujillanas. Rumsey, quien fallecería prematuramente en accidente en 1922, era devoto de las hazañas de Pizarro y había ya realizado una versión de la estatua. Muguruza realizó el diseño del proyecto con la ubicación exacta de la escultura probablemente recomendado por el duque de Alba, al que trató. Benlliure y Ortega y Gasset también se implicaron en el tema como asesores y mediadores. Harriman, junto a un buen número de personalidades, incluido Primo de Rivera, asistieron a la inauguración en 1929 de la estatua, que fue totalmente sufragada por la americana, hija de un tycoon ferroviario. Se da además la circunstancia de que Muguruza al parecer proyectó para ella una villa en Port Washington (Long Island), Bustos nombra a López Otero nada menos como fuente del enjundioso dato (recordemos que Otero y Muguruza trabajaron juntos en la continuación de las obras en la Ciudad Universitaria madrileña tras la guerra). Me he dedicado a tirar del hilo internáutico y resulta que me he encontrado con la supuesta casa pero es obvio por estilo que no es de Muguruza, varias webs (salió a la venta en 2017 por 17 millones de dólares y al parecer inspiró a Scott Fitzgerald para The Great Gatsby) mencionan a McKim, Mead and White como autores, los arquitectos de la Pennsylvania Station de Nueva York, y la fecha de realización, 1928. Muguruza viajó a Estados Unidos en 1925 y estuvo, según distintas fuentes, entre uno y seis meses, poco tiempo para realizar un proyecto completo, más bien su papel estaría limitado a ser un mero asesor. Más coincidencias. Bustos en su tesis incluye dos únicos indicios personales de ese misterioso viaje americano del que tan poco se sabe (recordemos que no se conserva ni un solo boceto suyo aunque el vasco era un dibujante compulsivo): dos postales de Manhattan que supuestamente se habría traido de recuerdo, en una de ellas aparece, curioso, la estación de Pensilvania, que en otro momento de la tesis se relaciona estilísticamente con la estación de Francia en Barcelona (hablamos de ella en la pasada entrada), terminada, ojo al dato, en 1929. Para aumentar el suspense, que esto parece ya un whodunnit, el único proyecto americano (como arquitecto consultor) de Muguruza del que tenemos datos fiables porque apareció publicado en Cortijos y rascacielos, el hotel Alba de Palm Beach, resulta que muestra una "fuerte similitud" con el posterior Hotel Nacional de la Habana, en Cuba, inaugurado en 1933 y realizado por, acertaste, McKim, Mead and White, ante lo que Bustos apunta: "Este dato abre una línea de investigación". ¿Existió algún tipo de colaboración entre el vasco y los estadounidenses? Todo un misterio que merecería un poco más de investigación (u otra ficción). ¿A qué se dedicaría Muguruza en su viaje americano en mitad de los muy locos roaring twenties

Muguruza no se conformó con llevar proyectos de relumbrón en su etapa en la DGA. Dos fueron sus obsesiones: unificar en la medida de lo posible las diferentes facetas de la profesión (donde como era previsible fracasó sin paliativos) y, especialmente tras la guerra, crear viviendas dignas para las clases más humildes, así de contundente se expresaba sobre el tema: "la falta de vivienda adecuada a las aspiraciones y necesidades humanas es una plaga universal como en otras épocas fue la lepra o la peste, y mientras exista será un lógico motivo de inquietud para quien desee evitar los peligros de un desequilibrio social". Conocedor de las ideas modernas en este apartado rechazaba con ahínco la machine à vivre y defendió en su lugar la creación de hogares (si cristianos, mejor). Se negaba a la construcción de viviendas en altura, en su lugar prefería las casas bajas tradicionales como las que proyectó en Palomeras (Vallecas), demolidas en los años 70 o las casas de pescadores que diseñó para Fuenterrabía (en la foto, tomada por el propio arquitecto). Valoraba positivamente la seriación y hasta cierto punto la industrialización en la construcción y promovía el uso de materiales que estuvieran cercanos a la obra. Parecería evidente que su trabajo en este campo, especialmente si lo comparamos con el que se desarrollaría en la siguiente década, es bastante pobre. Tampoco atinaría Muguruza en la consecución de un estilo nacional, tan ansiado por el régimen, aquí por convencimiento, siempre defendió las peculiaridades arquitectónicas de los diferentes territorios de España. Todo esto unido a los difíciles momentos que atravesaba el país, aislado, devastado y acosado por una profunda sequía, por no hablar de las luchas de poder dentro de las familias franquistas, le llevaría a pedir la dimisión como máximo responsable de la DGA, presentada en 1945 pero no aceptada hasta el año siguiente. Acaso la puntilla sería la aprobación de un decreto que redujo en un 50% los honorarios de los arquitectos que trabajaban en obras oficiales, medida orquestada por Alfonso Peña, ingeniero de caminos que ostentaba el cargo de ministro de Obras Públicas. La razón oficial para su dimisión sería una parálisis progresiva que finalmente acabaría con su vida con 59 años, seis años después de dejar el cargo, pero lo cierto es que la demoledora carta de dimisión que Bustos incluye en su tesis refleja sin ambages su profundo desencanto: "Es un producto de fracasos a los que he sido sometido y es el sentido estricto de la inutilidad del propio esfuerzo (...) mi voluntad para el esfuerzo se ha hundido, cediendo el paso a una desgana absoluta y a la más fría de las indiferencias". De hecho, a pesar de su enfermedad, siguió trabajando con ahínco, volvió a la universidad, se involucró a fondo en la RABASF (fue elegido académico en 1934 pero su accidentada toma de posesión debido al estallido de la guerra no se produciría hasta cuatro años más tarde) y llevó a cabo diversos proyectos, particularmente en Fuenterrabía. 

Tanto se involucró en dicha localidad guipuzcoana que se le nombraría hijo adoptivo en 1945 y se pondría una placa en su honor en 1952, año de su muerte. En 2018 el consistorio hondarribitarra votó la retirada de la condición de hijo adoptivo, que salió adelante por unanimidad. Se propuso también la retirada de la placa, moción para la que no hubo mayoría suficiente gracias a los votos contrarios del PNV, PSE y PP, pero sí que se aprobó colocar al lado otra placa explicativa de su filiación falangista que al parecer no llegó a instalarse. En 2023 la placa original fue borrada, ante lo que el grupo socialista pidió su restauración para que posteriormente fuera retirada y conservada como vestigio del pasado según contempla el artículo 35 de la ley 20/2022 de Memoria Histórica. Desconocemos el estado actual de la situación. Por otro lado hace un par de semanas EH Bildu y Elkarrekin solicitaron que se considere el Sagrado Corazón en el monte Urgull de San Sebastián, proyectado por Muguruza con escultura de Ferderico Coullaut-Valera (en la foto), contrario a la memoria democrática para su retirada de acuerdo con la ley mencionada, reclamando que no se haga ningún acto de conmemoración del 75 aniversario de su construcción, que se cumple el presente año, y no se realice "ningún trabajo de remozamiento ni reparación de la escultura" tal y como se está haciendo en la actualidad, presentando como prueba el acta del pleno del ayuntamiento (de 1938) en la que se aprobó el monumento, citamos la misma: "La iniciativa que aspira a perpetuar en una expresión grandiosa el heróico renunciamiento de los mártires de la Cruzada Nacional recogiendo al mismo tiempo todo el espíritu fundamentalmente religioso móvil principal del alzamiento, resulta doblemente simpática, por que dá (sic) forma y aliento como se indica en el expresado escrito a una idea, un propósito proclamado por el Sr. Alcalde desde los balcones de la Casa Consistorial, ante el pueblo de San Sebastián congregado en la plaza del 18 de Julio con ocasión de una solemnidad inolvidable". En la polémica terció el obispo de la ciudad, quien recordó que la idea de erigir el Sagrado Corazón es anterior al régimen de Franco y es "una imagen de paz, no un símbolo franquista" que tiene una motivación exclusivamente religiosa. Finalmente el alcalde, Eneko Goia (PNV), se mostró contrario a la iniciativa contra el monumento pero accedió a instalar una placa explicativa.  

Termino. Puede decirse que la muerte de Muguruza coincide con el final de un ciclo arquitectónico en nuestro país y el inicio de otro sin duda mucho más brillante. Bastaría con citar tres ejemplos de edificios concluidos en torno a esa fecha para entender que estamos en otro mundo: La Casa Sindical (hoy Ministerio de Sanidad) de Aburto y Cabrero, el CSIC de Fisac y el bloque de la Barceloneta de Coderch. Si estás interesado en saber más, te enlazo a la tesis de Carlota Bustos (2015), y al boletín de la RABASF (2015) que incluye 18 textos sobre el arquitecto. Por último pero no menos importante tienes el artículo donde descubrimos con pasmo la autoría del bloque donostiarra de Miraconcha e iniciamos este complejo viaje al pasado. 







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