martes, 23 de julio de 2024

Hechos urbanos (4)

 


Hoy te hablaré de una de esas batallas arquitectónicas brutalmente épicas que, libradas entre la iniciativa privada y los poderes públicos, y entre ellos mismos a la par, dio que hablar allende nuestras fronteras incluso. ¿Quién ganó? Pronto lo veremos. La foto que te presento no tiene nada que ver, o sí, con dicha simpar guerra. A ver si adivinas de qué se trata entretanto te voy glosando la fratricida contienda.

Como siempre me tengo que retrotraer en el tiempo si me lo permites, solo ciento diez años esta vez, pues fue justo en 1914 cuando nuestro protagonista de hoy fue inaugurado. Se trata del Teatro de Bellas Artes de San Sebastián, diseñado por Ramón Cortázar, insigne arquitecto cuyo padre, Antonio Cortázar, dio forma a buena parte de la ciudad decimonónica, de hecho es el autor del ensanche urbanístico que dio su actual carácter al centro de la urbe, su proyecto, que ganó por unanimidad, llevaba por nombre "Porvenir" (ya había lemas en 1863) y se basaba en una retícula a imitación de las de Cerdá en Barcelona y Castro en Madrid, con una visión más pragmática que "visual" y que fue criticada por algunos al no dar el suficiente empaque a la bella ciudad que ya empezaba a recibir ilustres visitantes. El siguiente ensanche hacia el sur en torno a la catedral del Buen Pastor, diseñado por José de Goicoa, seguía en líneas generales el de Cortázar pero subsanó este supuesto error dando primacía a un urbanismo de mayor ostentación formal; apuntar ya puestos que el tercer ensanche continuador de los anteriores hacia el oeste (el llamado "ensanche oriental", en frente hoy del Kursaal de Moneo) fue promovido por el Marqués de Salamanca, el mismo que tiene estatua, plaza y barrio de postín en la Villa y Corte (también en Donosti tiene paseo), quien fuera avezado político, tiburón financiero y experto en pelotazos urbanísticos a la vez que uno de los impulsores de la vía férrea que uniría la capital con San Sebastián, titánica operación que a la postre convertiría a la ciudad ya definitivamente en favorita de la realeza y meca de las élites extractivas. Volviendo a Ramón Cortázar decir que muchos de los edificios más emblemáticos de la ciudad son también obra suya, como la Perla del Océano, edificio icónico y perdidamente beauxartiano en el Paseo Miraconcha que en los 90 fue profundamente restaurado y hoy es lujoso spa urbano o la adyacente Caseta Real de Baños donde sus majestades podían cambiarse a placer tras el consabido baño de mar (también llamado de ola) y que suplió a una aparatosa construcción motorizada que, montada sobre raíles en la playa, permitía a María Cristina y Alfonso XIII bañarse en el mar con total privacidad (costumbre tan arraigada que llegaron a haber más de 200 casetas en temporada alta, aunque obviamente ninguna tan tecnológicamente avanzada como la de los monarcas, a lo sumo iban tiradas por bueyes, menuda estampa la de la Concha por aquellos días).

Tras prolijo prolegómeno nos centraremos al fin en el Teatro de Bellas Artes. Fue diseñado como cinematógrafo y teatro y cumplió ambas funciones amén de otras, como sede del Orfeón donostiarra, hasta que echó el cierre en 1989. Cortázar de nuevo lo planteó muy Beaux Arts (se inspiró posiblemente en el Gaumont Palace parisino, el mayor cine del mundo en aquellos tiempos, demolido en 1971 para construir un hotel) ya que su situación, una parcela triangular en la confluencia de dos importantes arterias marcando la entrada sur al ensanche que su padre diseñara, le otorgaba una notable visibilidad; se esmeró especialmente en su voluminosa cúpula de pizarra que contrastaba con la coloridas fachadas decoradas con toques en amarillo y rojo que sin duda debieron gustar poco al muy moderno Aizpurua (autor del Náutico y con despacho en la misma calle donde está el teatro), que acaso se refería a él cuando decía aquello de “La arquitectura en España no existe; no hay arquitectos, hay pasteleros" en su encendido manifiesto de título "Cuándo habrá arquitectura" (1930)Sin embargo, quién lo iba a decir, Cortázar lo dotó de un alma moderna en su estructura, toda ella de hormigón (y lo terminó en un tiempo récord de cinco meses). El caso es que como te decía desde 1989 dormía nuestro teatro el sueño de los justos aunque fue violentamente despertado de él hace diez años. Efectivamente, en 2014 el ayuntamiento, por aquel entonces gobernado por Bildu, junto a Sade (Sociedad Anónima de Deportes y Espectáculos), la corporación dueña del edificio que desde 1925 gestiona los cines de la ciudad, deciden reconvertirlo en hotel tal y como sucedió con su modelo parisino. El Gobierno Vasco (PNV) reacciona raudo declarándolo BIC para evitar su demolición. En 2015 Sade encuentra una amenazante grieta en la cúpula, por lo que se decide derribarla con el acuerdo de todas las instituciones aunque Áncora, una activa organización local en defensa del patrimonio donostiarra, demanda a Sade sin éxito; al menos se consigue que se reproduzca la cúpula tal y como era en su primer diseño (fue modificada en puntuales rehabilitaciones posteriores); la restauración "filológica" la llevará a cabo Alfonso Encío (quédate con este apellido) que mira tú por dónde es bisnieto del mismísimo Ramón de Cortázar. En 2017 entra un nuevo actor in the mix, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, quien le quita la protección BIC a instancias de Sade, reconociendo su "ruina fáctica", o sea que volvemos a la casilla de salida. En 2019 ICOMOS, el Comité internacional de monumentos dependiente de la UNESCO, que ha seguido de cerca el proceso instando a las instituciones a defender el edificio, lanza una alerta internacional inédita en nuestro país ante el peligro de que el inmueble se pierda señalando que se trata del cinematógrafo más antiguo de España aún en pie y uno de los más antiguos de Europa. Ese mismo año el embrollo llega hasta la RABASF nada menos, que tras pormenorizado análisis se pone de perfil concluyendo la correspondiente acta de esta guisa: "Esta Academia desearía que se llegara a un acuerdo entre las partes implicadas que permitieran la ya difícil conservación del edificio". La política local entra también en el juego produciendose una situación anómala, paranormal incluso: Bildu y VOX están de acuerdo en la protección del edificio original frente al habitual tándem PNV-PSE, al mando ahora de la ciudad, que abogan por la rehabilitación para darle uso de hotel otorgándole finalmente una protección descafeinada (de grado "C") que obligará a los dueños a mantener la fachada amén de la famosa cúpula, aunque permitiendo que se varíen por ejemplo los tamaños de las ventanas y se añadan otros elementos. Tendremos cúpula filológica (habrá que verlo), pero el resto será de pega. En 2021 se inician las obras de vaciado del inmueble, que finalmente alojará un hotel de la cadena norteamericana Hilton. Áncora vuelve a intentarlo y presenta nueva demanda para detener las obras. El juez sentencia a su favor pero el estentóreo júbilo inicial se torna en amarga desesperación cuando leen la letra pequeña: para hacer efectiva la sentencia la aguerrida asociación deberá aportar cuatro millones de euros en diez días como compensación a Sade por los inconvenientes causados. Obviamente no pueden cumplir con tamaños requisitos y Sade, decaídas las medidas cautelares, sigue adelante con el proyecto que alojará como decíamos un hotel de 84 habitaciones, zonas para usos terciarios por determinar, 38 estudios, 36 apartamentos y 4 suites en el torreón que hace esquina (el coronado con la cúpula), todos ellos, claro está, a precios prohibitivos, aquí te enlazo los rénderes del proyecto. Observa cómo al edificio me le van a adosar un doble levante (dos pisos más encima) y tres plantas de párking subterráneo robotizado recordando, a otra escala, a la "Operación Canalejas" madrileña. El lema del proyecto, Gustuko tokiak (Lugares que apetecen), se nos antoja un punto mordaz teniendo en cuenta las circunstancias. ICOMOS, en un último informe sobre el tema, llama al levante y párking "non-compatible addition", tilda al nuevo edificio de "pastiche" y "clear speculative operation" y señala que la operación es un peligroso precedente y una "prueba del desprecio mostrado por las autoridades hacia el patrimonio cultural, especialmente hacia el del siglo XX". Vamos, que solo le falta mandarnos a tomar por saco. La obra iba a estar acabada para el 2024, pero a juzgar por el estado de la misma es harto improbable. San Sebastián, cada vez menos Donostia, recuperará su pastel, pero será fake. El turismo de lujo, nueva religión, seguirá llegando a espuertas y la ciudad se gentrificará aún más si cabe. El ayuntamiento se quita de enmedio, más de 30 años después de fenecido, un pesado muerto y Sade se lo lleva calentito. En Áncora seguirán luchando por el patrimonio local, acaso sabedores que las batallas que más merece la pena luchar son las que se saben perdidas. Gracias a ellos y a otros actores de esta tragicomedia urbana quedará una tenue memoria (pero memoria al fin y al cabo) del Bellas Artes y siempre será mejor que el hotel que suplió al Gaumont, el cine parisino que como te decía fue su modelo. 

Antes de acabar tendríamos que hablar de la foto de portada. Te voy a ayudar porque te percibo algo perdido y la instantánea tiene, para más inri, trampa. No deberías fijarte en el esbelto ascensor, estrenado hace unos dos años, que conecta la parte alta de la ciudad con el centro sino en la torre, casi torreón, que se sitúa a la izquierda. La localidad no es San Sebastián sino un municipio costero cercano famoso por un dicharachero chef. Ya con esto habrás adivinado que es Zarauz y la torre, conocida como de Vista Alegre, es obra de Peña Ganchegui nada menos, cuando aún andaba acabando la carrera en Madrid (el proyecto es del 58) junto al arquitecto municipal de Zarauz por aquel entonces, Juan Manuel Encío Cortázar. Vamos a ver si has estado atento porque estos apellidos te tienen que sonar a estas alturas. Efectivamente, se trata del nieto de Ramón Cortázar y padre de Alfonso Encío, el de la cúpula filológica del Bellas Artes, conformando insigne saga de arquitectos donostiarras. De la torre Vista Alegre, allí también conocida como Sarakatua, fibroso contrapunto moderno a la pastelería donostiarra, decir que es una pena verla en su estado actual. En una rehabilitación que no creemos sea muy lejana se han cargado el edificio, que luce como un torre más, del montón. Varias de sus fachadas están desfiguradas gracias a cerramientos y nuevas ventanas, distintas a las originales en forma y tamaño (aquí la filología brilla por su ausencia), pero lo más sangrante es el tapiado del porche anexo a la entrada seguramente para crear trasteros, algo que por otra parte podemos comprender. Planteada en sus inicios como esbelta construcción para no afectar al denso arbolado del barrio, su verticalidad extrema quedaba contrarrestada con sendos cortes horizontales, uno en el tejado y otro en el porche que te menciono, que ahora está irreconocible. Se han cepillado dicho efecto, quizá lo más destacable desde un punto de vista estético. Te enlazo al edificio original con fotos e información sobre su curiosa distribución interna (6 viviendas con estructura de tríplex), no pienso hacerlo al actual. Hace dos años recibió la plaquita de rigor de Docomomo, que en nuestra humilde opinión no merece. Rebotados nos despedimos hoy, hasta más ver pues. 





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