miércoles, 29 de diciembre de 2021

Moriremos mirando (2)

 


Esta foto muestra el espectáculo de luz y sonido navideño que estos días puede verse en San Sebastián, una creación de Sebastián arquitectos con 15 cañones láser que desde la isla de Santa Clara proyectan rayos de luz de diferentes colores sobre la bahía. "Kontxa" lo han llamado. No es la primera vez que el estudio zaragozano diseña luces para Navidad (como muestra te enlazo aquí a Baumhaus, un árbol navideño que en Madrid rindió tributo al centenario de la Bauhaus, y a Estrellas, que lució en el Paseo de la Independencia en Zaragoza), ni son los únicos arquitectos que lo hacen (Teresa Sapey también ha adornado las noches navideñas de Madrid). Mi lado rancio me dice que ya les vale a los ayuntamientos proponer semejante gasto de energía ahora que la luz está por las nubes y nos acecha el gran apagón, pero mi lado positivo me susurra que no me ponga en plan Scrooge y disfrute con la visión de estas lúdicas estructuras luminosas que aportan una bien merecida alegría a nuestras fatigadas ciudades. Volviendo brevemente con Sergio Sebastián, cuya página web, un prodigio de atractivo diseño, es una delicia visitar, decir que aparte de sus luces también se dedican a labores más propiamente arquitectónicas, aquí ya los trajimos someramente para mostrar la intervención que habían realizado en el pueblo abandonado de Ruesta en la orilla aragonesa del embalse de Yesa. Suya es también la adecuación de los pabellones de la expo de Zaragoza para reconvertirlos en ciudad judicial y la curiosa rehabilitación de una casa, también en la capital maña, que han dejado totalmente desprovista de paredes y donde la luz es protagonista, una intervención que nos recuerda a dos lejanas rehabilitaciones niponas: la de Sou Fuimoto en el hotel Shiroiya de Maebashi o a la reciente reforma de la flagship store de Uniqlo en Tokio a cargo de Herzog y de Meuron. En todas ellas las columnas desnudas nos muestran la estructura interna de los edificios y permiten curiosos juegos panópticos. Cerramos ya este párrafo dedicado a Sebastián con un último proyecto, la rehabilitación de una ermita del siglo XII también en Ruesta, edificio moribundo y ultrajado del que se arrancaron en los 60 importantes murales románicos que hoy se exponen en Jaca. En esta actuación, realizada con un lenguaje moderno sin concesiones (restauración crítica la llama Sebastián, al estilo de Linazasoro en Valdemaqueda), podríamos decir con cierta imaginación que finalmente parecen conjugarse la arquitectura grávida y la arquitectura electrónica de luces navideñas. En la noche, innumerables orificios abiertos sobre las paredes permiten que la luz de su interior pugne por salir al exterior en vana competición con las estrellas (obsérvalo aquí). 

Hablando de arquitecturas electrónicas resulta que hay una serie de álbumes homónimos del DJ galés Solarstone (Electronic Architecture), todo un referente del balearic trance, que, oye, podrían haber servido como música de fondo de la instalación lumínica de Sebastián en la Concha, este tema mismamente, de nombre Pale Blue Dothabría creado un ambiente lúdico-festivo sin igual y de paso habría aventado la caspilla que en ocasiones exudan estas bellísimas ciudades con vocación decimonónica. Pero no, el arquitecto aragonés (bilbilitano para más señas) ha elegido a otros arquitectos maños, el jovencísimo Estudio Hábito, para crear la única pieza compuesta específicamente para la ocasión, de nombre Geziak ("flechas" en euskera), ¿querrán hacer referencia al santo mártir que da nombre a la ciudad, quien fue asaeteado por negarse a abjurar de su fe? A saber. Escúchala aquí.  

Volviendo al álbum de Solarstone, a su cubierta en concreto, que muestra varias piezas arquitectónicas como en un juego de construcción, decir que me ha llamado la atención su parecido con la portada del último AV dedicado al estudio Mazzanti. El subtítulo de la monografía (Serio Ludere), como la portada, hace referencia a la voluntad del arquitecto colombiano por crear una arquitectura que rinde tributo a los juegos de bloques que ya en el siglo XIX introdujo el pedagogo alemán Frederich Froebel y tanto influyó an arquitectos de la talla de Le Corbusier o Wright (hace un par de años la fundación March dedicó a este tema una interesante exposición de nombre El juego del arte). Dichos "juegos serios" permiten a Mazzanti crear estructuras modulares reutilizables pero también atraer la mirada del paseante con atractivos diseños que tienen voluntad de erigirse en iconos comunitarios, algo que en zonas deprimidas puede ser clave. Así lo expresa Hugo Mondragón en un artículo para el AV mencionado de título "Arquitecturas para armar": "La experiencia estética de los ciudadanos está marcada hoy por la instantaneidad y la superabundancia. Mazzanti ha comprendido que dotar de una dosis moderada de extravagancia a los edificios públicos es indispensable para seducir a las masas contemporáneas que se ahogan en un océano de imágenes", ofreciéndoles "palacios interactivos" que tienen como referente a Price. Es ahora el propio Mazzanti quien, en otro artículo, nombra al juguetón autor del Fun Palace: "Para Cedric Price 'el motivo de la arquitectura, más que satisfacer el deseo (o la belleza) es alentar a la gente a comportarse, mental y fisicamente, de modos que antes habría creído imposibles'". Obnubilado me tiene la cita. Mazzanti nos regala otras no menos brillantes, selecciono sólo una: "La arquitectura como práctica optimista por naturaleza cumpe un rol importante: imaginar este proyecto común en un futuro inmediato, contra la idea apocalíptica del fin que nos hacen creer cada día más cercano". Te elijo también uno de los proyectos incluídos en la monografía, el colegio de la fundación Pies Descalzos en una deprimida zona de Cartagena de Indias, con voluntad de convertirse en motor de cambio para la zona e hito urbano del que los habitantes puedan sentirse orgullosos. La pirámide truncada que lo corona, realizada mediante una estructura metálica que puede recordar al aviario de Price en el zoo de Londres, crea esa imagen reconocible. Y es que, ya te digo, moriremos mirando (y jugando). 


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