jueves, 26 de diciembre de 2019

Jaque y la gata Niebla


Pues sí, estoy leyéndome Mies y la gata Niebla. Ensayos sobre arquitectura y cosmopolítica de Andrés Jaque. Hacía ya meses que el libro rondaba por casa sin encontrarme en el ánimo adecuado para enfrentar un texto que imaginaba inaprensible, impoluto aún en su envoltorio plástico. Pero ha sido ver el restaurante Run Run Run diseñado por él y lanzarme de inmediato a sajar con encono el retractilado, tan en shock me había dejado esa tecnogranja urbana con ambición de erigirse en manifiesto político. ¿Qué esconde la cabeza del arquitecto de tamaño delirio marciano?, me preguntaba sin cesar, dando a mis días tormento.

Si Fernández-Galiano hablaba de hipermodernidad al comentar la obra de Koolhaas, quien se dedicó a tomar principios y formas modernas para llevarlos a un extremo surreal, bien podría decirse que Jaque hace lo propio con la posmodernidad. La lucha contra la uniformidad moderna toma en nuestro arquitecto cosmopolítico dimensiones dantescas, en una mezcolanza caníbal de churras y merinas. Y lo que es más importante: en el viaje alucinado de Jaque, la posmodernidad, tradicionalmente amiga del poder económico, se arma con un mensaje político subversivo en una maniobra acaso contraria a Koolhaas, que desmontó la utopía moderna rellenándola de verborrea, esta sí, inaprensible, para acabar convertido en el hombre que vestía de y a Prada.

La hiperposmodernidad (o, si lo prefieres, posposmodernidad) de Jaque está trufada de conceptos incisivos y desorbitados. Veamos algunos. Así, cuando relata su proyecto junto a Miguel de Guzmán y Enrique Krahe para la reconversión de un antiguo seminario en casa sacerdotal diocesana en Plasencia (en la foto), habla de puertourraquización, término extremo y desafortunado en nuestra opinión (ya puestos proponemos en su lugar madmaxización) que pretende reflejar la voluntad de crear en la residencia para sacerdotes jubilados un ámbito de confrontación de ideas evidenciando a su vez la falta de uniformidad de una institución como la Iglesia ("el catolicismo es la tensión entre la perspectiva única y centralizada, y una trama fragmentada de alianzas, controversias y subversiones cotidianas"). La nueva residencia ha de enfrentarse a "la necesidad de pasar de producir soldados a contribuir a generar ciudadanos". 

Algo similar sucede en su concepto de Rolling House, la casa compartida de los jóvenes millennial en la que todas las decisiones demandan una "acción política permanente" por parte de los que viven en ella. Los distintos espacios "activan socializaciones diferentes y especializadas, cada uno es una puerta de entrada, una clavija de conexión a una red de interacción". La casa se convierte así en "un ensamblaje de puertas de acceso a una maraña de espacios de socialización que se ha construido a partir de una mezcla de accidentalidad, confianza y vínculos afectivos que persisten en la distancia y en la tecnología (como Easyjet, Messenger [este texto es de 2013], sofá-cama, cristal o descargas furtivas de narrativas atmosféricas) para la teleconvivencia. Todo es público, todo es político, todo es personal" (flipo con lo de las narrativas atmosféricas). La casa es una carcasa vacía, es solo una "parada" en medio del trasiego real y virtual de unos jóvenes abocados a la interinidad permanente y al desarraigo corpóreo, devenidos ya seres quasivirtuales."'No me identifico con el gotelé de las paredes, pero sí con las postales que pincho en ellas'" (por cierto, yo también tengo gotelé en casa). La casa como "photocall", una máquina no ya para vivir que dijera ese antiguo de Corbu, sino "para producir y disponer imágenes de nosotros mismos con fondos inadecuados", para "presentarnos con una actitud", para "descolocar" a sus inquilinos, recordándoles "que estamos en transición y que nuestro empoderamiento depende del tránsito y el abandono de la inclusión en lo colectivo actual. La casa es lo que no es".  Una casa para la postvida, "el lugar que queremos dejar de habitar".  

En el siguiento ensayo, IKEA disobedients, continuación lógica del anterior, Jaque llama a desobedecer el "mandato" de IKEA de "contener la interacción social en lugares apolíticos y luminosos", promoviendo en su lugar, claro está, un replanteamiento de lo doméstico "no como un espacio de consenso, sino como uno que alberga la controversia y el desacuerdo", tras lo que nos cuenta una serie de microhistorias de hogares que retan a los más tradicionales reflejados en los mencionados catálogos de la compañía sueca. El texto aquí presente acompañaba a una instalación/performance que el MoMA adquirió para su colección permanente, siendo la única de género arquitectónico presente en el museo neoyorquino. 

El nombre del libro (Mies y la gata Niebla) tiene su origen en otro de los ensayos en él recogidos, que en este caso tiene como objetivo de análisis cosmopolítico el Pabellón alemán de Mies van der Rohe en Barcelona. Refleja la contradicción de un edificio que se presenta como permanente e inmutable cuando lo cierto es que fue el resultado incierto de un gran "ecosistema de realidades" que se encontraban en pleno tránsito ideológico, social y económico: "El pabellón fue un proyecto comercial promovido por un grupo de empresarios alemanes para que la República de Weimar, que por aquel entonces tenía grandes restricciones para comerciar con sus vecinos europeos, pudiera aprovechar la coincidencia de la exposición de Barcelona con la Exposición Iberoamericana de Sevilla para atraer a Barcelona a los contratistas de las florecientes ciudades latinoamericanas, que viajarían excepcionalmente a España. La dictadura de Primo de Rivera veía en la exposición de Barcelona la oportunidad de culminar su transición de un modelo bancario (...) a otro que fomentase el comercio internacional desde Cataluña. El pabellón fue diseñado por arquitectos en tránsito hacia la modernidad, que a su vez trabajaban para construir una sociedad que comenzaba a distanciarse de la posguerra. El edificio en sí estaba construido con materiales que habían viajado a Barcelona desde Argelia, Italia y Suiza (...). El pabellón fue inaugurado por un rey a punto de abandonar el país para siempre". Pero quizá lo más novedoso (para mí) es que Jaque propone que la reconstrucción de 1986 tuvo también una dimensión política y transitoria, ya que se quería dejar atrás una determinada imagen de Barcelona asociada al abandono durante el franquismo para iniciar un intenso peregrinaje en busca de la modernidad perdida (prueba conseguida). El arquitecto madrileño se dedica a desmontar como decíamos ese supuesto carácter inmutable del pabellón, que funcionaba "como un  dispositivo para gestionar el cambio haciéndolo invisible", poniendo en valor la "performatividad" del edificio. Su estudio se centra en el sótano que la reconstrucción de los 80 llevó a cabo (el pabellón original tenía uno mínimo), un lugar desconocido de difícil acceso para la mayoría gracias una escalera de caracol adrede angosta donde se guardan objetos variopintos que quedaron así "cajanegrizados". Jaque los saca a la luz en forma de microrrelatos: el más curioso, el de la gata Niebla del título, felino que vivía en dicho sótano para evitar que los malditos roedores llegaran al piso noble y que debe el nombre a su extraña mirada, provocada por una atrofia ocular desarrollada en la oscuridad del neosótano. Jaque se torna casi poético al recordar al único morador del inframundo postmiesiano, una suerte de Segismundo gatuno: "Hace dos años murió la gata Niebla. Niebla vivió casi toda su vida en el sótano del pabellón. Formaba parte de otro proyecto cosmopolítico: evitar que el ecosistema del pabellón contuviese roedores.(...) Mientras que los conocedores de Mies son ciegos al sótano, Niebla era ciega a Mies. No era capaz de ver en el piso de arriba". 

Y hasta aquí ha llegado mi lectura por el momento. Aún me quedan varios ensayos por leer, no puedo esperar a alcanzar los agrupados bajo el epígrafe Sex and the non-city (entre los que se incluyen Hogares pornificados). De todas formas no me resisto en este punto a dar algunos apuntes subjetivos, por lo que te invito a dejarlo aquí si mi opinión juzgas baladí. Para empezar decir que veo a Jaque pues un pelín pasado de vueltas, lo cual nos parece hasta cierto punto necesario en un pensador extremo de la arquitectura que en la actualidad dirige el programa Advanced Architectural Design de la Columbia University neoyorquina nada menos, su acelerada vida transcurriendo a caballo entre Madrid (donde sitúa la sede de su Office for Political Innovation) y Nueva York. Supongo es de sobra conocedor de la obra de Pallasmaa, aburrida si la comparamos con la ruidosa narrativa del madrileño, pero le propondría releyera con calma al arquitecto finlandés, sin ir más lejos esta cita de La mano que piensa: "Personalmente he aprendido a estar agradecido por los días terriblemente interminables de mi infancia durante la II Guerra Mundial en la pequeña granja de mi abuelo y la corroyente experiencia del aburrimiento, resultado de la falta de estímulos externos que podrían haber proporcionado los amigos, las aficiones, el entretenimiento o los libros que, por otro lado, no estaban disponibles en la vida solitaria de una granja finlandesa de hace siete décadas. Agradezco el sentido de la curiosidad y el hambre de observación evocados por la ausencia de estímulos cotidianos deliberadamente programados. Como sostiene Odo Marquard, en el mundo actual hemos perdido en gran parte "el arte de la soledad". La experiencia del aburrimiento en la primera infancia enciende la imaginación y pone en marcha la observación independiente y automotivada, el juego y la imaginación. Esta situación también nos conduce a que nos percatemos de las causalidades esenciales que existen entre las cosas. La tendencia actual de padres y profesores a sobreestimular a los niños puede tener consecuencias catastróficas para su capacidad de imaginar, inventar y para su propia identidad. En la vida cotidiana actual, los equipos y artilugios mecanizados, automatizados y electrónicos, con sus mecanismos y funciones invisibles, pueden debilitar el sentido de las causas físicas incluso en los adultos, por no hablar del impacto final de los juegos de entretenimiento sobre la interacción humana y social y el sentido de la compasión". 

También podríamos confrontar las excitantes teorías de Jaque sobre su algo desquiciante Rolling House con la visión totalmente contrapuesta de Santiago de Molina, ese sutil estudioso del hogar, en Hambre de arquitectura"Desde la casa, el hombre se asoma al mundo. La casa es el origen de cada viaje: de todos los viajes. La casa es pues ese invento humano al que uno vuelve, como un Ulises a su Itaca, como un toxicómano reincidente. O como un sonámbulo. Esto se debe a que en la estructura mítica de la casa se encierra el mito de volver a ella. Hasta el punto que se podría definir la casa como aquello a lo que volvemos bajo la implícita promesa de la protección. Sin la casa no hay viaje posible. Como un caparazón que nos atrae hacia su centro, que nos cautiva e infecta con la sustancia de lo doméstico, la casa nos encadena con una goma elástica invisible, que nos obliga a volver, porque en su interior ofrece el ensueño de descanso, del reposo interior". Y compárese también con su opinión mucho más pesimista sobre lo virtual que la mostrada por Jaque: "Hoy que contemplamos ediciones sin fin de realities televisivos en versiones y formatos impensables, hoy que nos relacionamos con más seres humanos que nunca antes, gracias a las tecnologías sociales, hoy que parece que la virtualidad está cobrándose el mayor número de víctimas posibles en almas sin cuerpo, reclamamos la realidad con el ansia del que reclama una pausa en un descenso sin frenos. Si T.S.Eliot dijo en el siglo pasado que los seres humanos no pueden soportar demasiada realidad, le faltó vivir este tiempo. En el siglo XXI parece que la necesidad de recobrar ese contacto con la realidad-real es cada vez más acuciante. Hoy parece necesitarse una arquitectura capaz de aportar una dimensión sensible a la vida. Sin más". 

Más interesante nos parece la llamada de Jaque a una suerte de rearme político desde los ámbitos más modestos, algo muy similar a lo que George Monbiot llamaba resilvestración de la política en el último artículo que ha escrito para The Guardian. Por cierto que el alegato que hace el articulista británico de la labor del periodista en su página web  (como agente que debe enfrentarse siempre al poder y a la mentira) me recordó el discurso que no hace mucho ofreció Javier Cercas ante los reyes tras la concesión de un premio periodístico, un texto que debería enseñarse en las escuelas. En su visión cosmopolítica, Jaque pone el énfasis en la confrontación de ideas y en la recuperación de  perspectivas tradicionalmente despreciadas, algo ciertamente imprescindible, pero se olvida de decirnos cómo hacerlo, quizá porque está fuera de su alcance o porque es alérgico a la normatividad. Llámame, querido lecteurreaccionario, rancio o pequeño burgués formalista, pero creo que lo hands-on, tan americano, sin el acompañamiento de un mínimo de estructura, teoría, marco o como queramos llamarlo, está llamado a darse de bruces con la tozuda realidad. La performatividad por sí sola, máxime en un país como el nuestro en el que impera un porqueyolovalguismo narcisista y autoreivindicativo según el cual todos tenemos razón, está abocada al caos, y el caos, por muy creativo que sea, no construye nada. En un reciente artículo para El País de nombre Las formas, Fernando Savater recordaba con bochorno el espectáculo de nuestros políticos acatando con fórmulas surrealistas la Constitución: "Las fórmulas extravagantes de los nuevos parlamentarios al asumir su cargo revelan una puerilidad terminal, pero también algo peor: un narcisismo tan centrado en la autoafirmación  que reniega de la función pública. Imposible representar la soberanía popular si no se es capaz de dejar las ganas de lucirse a un lado mientras se dicen cuatro palabras como es debido". 

Acabo. La "erosión del otro" (en palabras ahora de Byung-Chul Han en La agonía del Eros) junto a la sobrecarga presuntamente informativa que imponen las redes virtuales impiden la política de verdad. Hacen falta acaso más orden y menos ruido, no para amordazar opiniones, sino para aclararnos y llegar a puntos de acuerdo. Y por cierto, un entorno arquitectónico neutro, seco, moderno, igual ayudaría en el proceso. Termino con Byung-Chul Han: "La ciencia positiva, basada en los datos (la ciencia Google), que se agota con la igualación y comparación de datos, pone fin a la teoría en sentido amplio. Esa ciencia es aditiva o detectiva, y no narrativa o hermenéutica. Le falta la constante tensión narrativa. Así se descompone en informaciones. Ante la proliferante masa de información y datos, hoy las teorías son más necesarias que nunca. Impiden que las cosas se mezclen y proliferen. Y de este modo reducen la entropía. La teoría aclara el mundo antes de explicarlo. Hemos de pensar sobre el origen común de la teoría y las ceremonias o los rituales. Todos ellos ponen el mundo en forma. Dan forma al curso de las cosas y lo enmarcan, para que estas no se desborden. En cambio, la masa actual de la información ejerce un efecto deformativo. La tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio". 

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