domingo, 7 de abril de 2019

Sucedió en Manhattan


Bueno pues vamos a dejarnos ya de tanta caja olvidada y rancia. Volvamos a la más rabiosa actualidad a ver qué se cuece. The Shed de Diller Scofidio+Renfro, recién estrenado, mismamente nos vale. El estudio responsable del High Line neoyorquino ha levantado, muy cerca de parque elevado que reutiliza las antiguas vías férreas, un enorme cobertizo de siete plantas que tiene la peculiaridad de que, gracias a unas descomunales ruedas como las que mueven las grúas pórtico para transportar contenedores, puede extender su cubierta de ETFE sobre el terreno anejo conformando una carpa sci-fi que amplía el volumen del edificio en casi 1.100 metros cuadrados (en total ofrece 18.500 m2). Una vez acabado el evento, la carpa retráctil vuelve a su sitio y si te he visto, no me acuerdo. Hasta en el Telediario ha sido noticia de portada. Oliver Wainwright, el maestro de las metáforas arquitectónicas, lo compara a un monumental bolso acolchado de Chanel. Sus defensores hablan de "una navaja suiza para la cultura" a un coste, todo sea dicho, de 500 millones de dólaresDiller quita hierro al asunto (difícil, la estructura emplea 4.000 toneladas de acero) diciendo que es una simple "pieza de infaestructura musculosa e industrial, carne y hueso". No te pierdas este video sobre su construcción y funcionamiento. La semana pasada hacía su debut otra no menos bizarra estructura justo al lado, The Vessel, de Thomas Heatherwick (200 millones), una suerte de enorme cesto vacío de 46 metros de altura entretejido por escaleras a ninguna parte que se entrecruzan en imposibles piruetas como inspiradas por Escher y cuya única función es la de ser mirador desde el que contemplar con mejor perspectiva la feria de vanidades aledaña. 

Y es que ambos monumentos instagrámicos se sitúan en un nuevo complejo de torres de nombre Hudson Yards en el West Side de Manhattan, zona tradicionalmente considerada la "entrada de servicio" de la isla. A horcajadas sobre una inmensa playa de vías se yerguen ya casi terminados varios rascacielos en apiñada gavilla. Los hay de KPF (3), los propios Diller Scofidio+Renfro, Foster y SOM en lo que se considera el proyecto urbanístico privado más importante en la historia de los Estados Unidos (ya está en capilla la segunda fase). Hay una plaza "pública" (sin bancos) a la que se accede a través de un exclusivo centro comercial, que, como señala Alan G Brake en Dezeen, hace de muro blando, casi invisible, de contención: sus fastuosas tiendas y restaurantes (uno de nuestro José Andrés) atraparán al visitante con su seductor embeleso (por no hablar de los seguratas), no vaya a ser que haya alguien que acabe penetrando en el sancta sanctorum del cluster neoliberal. Pero en el complejo no todo son oficinas y tiendas, hay también apartamentos desde 4,3 millones de dólares. Si lo tuyo son los penthouses los hay por 32. Si prefieres alquilar, por 9.000 dolares al mes tienes un apartamento de dos dormitorios. Por oferta no será. Hamilton Nolan, en The Guardian, lo llama "el equivalente ultracapitalista de la Ciudad Prohibida". Lo que sueltan estos periodistas para hacer un buen titular (también señala, con cruel sarcasmo, que uno de los rascacielos de KPF incorpora una espectacular cubierta de observación por si fuera necesario algún suicidio asociado a un bajón en el mercado inmobiliario). Justin Davidson concluye en la revista New York: "No puedo evitar sentirme como un alienígena aquí, (...) todo resulta demasiado limpio, demasiado plano, demasiado dirigido por el arte. Este para-Manhattan, elevado sobre una plataforma y atado al mundo real por una línea de metro, no tiene historia, ni viejos restaurantes de comida grasienta, ni bolsas de pobreza, ni residentes excéntricos: es un lugar sin memoria".

The Shed (¿en homenaje a Venturi?) y The Vessel son acaso las únicas obras verdaderamente públicas en la flamante ciudad prohibida y prohibitiva ideada en origen por Michael Bloomberg. Chuches arquitectónicas, sonajeros tecnológicos, mientras observamos cómo se desliza la primera por arte de magia, rememorando aquellas arquitecturas móviles de Archigram, o subimos alguno de los 154 tramos de escalera inútiles de la segunda nos olvidamos de que la arquitectura se ha vendido al mejor postor en Hudson Yards. Mira, casi que prefiero la caja.

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