domingo, 10 de marzo de 2019

Marcas y marcos

Mochila ortogonal de Koolhaas para Prada. 


"-Me encanta su chaqueta: ¿sigue usted la moda? 
-Nos parece interesante. A mí, personalmente, me seducen mucho la ropa y las telas. Mi madre, que era sastre, estaba siempre rodeada de telas, y eso me atraía mucho (...) 
-Se ha dicho que su trabajo acrecienta la medida en que la arquitectura se ha convertido en moda. 
-¿Porque hablamos de ropas y perfumes? A nosotros no nos molesta semejante comentario. Y si alguien lo dice peyorativamente, es que subestima el poder de la moda. ¿Por qué la moda tiene que ser algo que esté mal? Hay mucha gente que piensa que la moda, la música, e incluso el arte contemporáneo, son cosas superficiales comparadas con los propósitos y las responsabilidades de la arquitectura. Bueno, nosotros no estamos de acuerdo. Creemos que es arrogante pensar en tales categorías ... Esas actividades dan forma a nuestra sensibilidad, son expresión de nuestro tiempo. Y no es el aspecto encantador de la moda el que nos fascina. De hecho, en lo que en realidad estamos más interesados es en lo que la gente se pone, en lo que les gusta enrollar en torno a sus cuerpos ... Nos interesa mucho esa especie de piel artificial que acaba convirtiéndose en la parte íntima de la gente.  (...) Y a este respecto, se puede comparar el cuerpo humano con un edificio: todo el mundo crea su propia arquitectura; que luego se convertirá en parte de la ciudad. La ropa es una especie de engarce entre lo público y lo privado, igual que una casa. En otras palabras, la arquitectura y la moda tienen unas cuantas cosas en común.(...) Y aunque los deseos cambian con el tiempo, la arquitectura debe conocer y responder a esos cambios. No es que nosotros queramos incorporar a nuestro trabajo todo lo que esté en boga, pero explorar la moda, la música, y especialmente, trabajar con artistas, nos da un sentido de los tiempos al margen del ámbito de la arquitectura. Todos los deseos y los gustos de un momento, considerados conjuntamente, crean el espíritu de un tiempo, la noción misma de nuestro tiempo. Una vida es un paseo por las capas y los espacios de varios de esos tiempos. Si haces arquitectura y no estás comprometido con tu tiempo, con la música de tu tiempo, el arte de tu tiempo, las modas de tu tiempo, sencillamente no puedes hablar el lenguaje de tu tiempo ... Y los arquitectos deben ser capaces de hablar el lenguaje de su tiempo porque la arquitectura es un arte público, es un arte para la gente. Paradójicamente, sólo entonces la arquitectura podrá perdurar, sólo entonces podrá ser más que una creación del momento". (Entrevista a  Jacques Herzog en El Croquis, 1997).

"La belleza de un desfile de moda radica en que en un periodo de tiempo muy breve te enfrenta a una serie de condiciones únicas que reclaman tu atención y representan la belleza y una idea... mientras estás mirando no hay nada más en lo que puedas pensar. Por tanto se trata de algo realmente único, y esa intensidad de movilización de tu atención es algo que casi envidio. La arquitectura es una profesión anticuada que crea una serie interminable de prototipos de objetos que nunca se repiten. Trabajamos, invirtiendo nuestro tiempo, e incluso derrochándolo, en la creación de condiciones únicas. La belleza de la moda, por el contrario, es esa: haces algo sublime, y si tiene éxito lo repites y se convierte en una especie de modelo que se reproduce hasta el infinito. Y ese aspecto de la moda es por supuesto impresionante y serio". (Rem Koolhaas para CNN Style) [Tras la farragosa entrada del 24 de febrero quería descansaras varias semanas de mi verbo, pero llegados a este punto no puedo evitar intervenir para contar una anécdota del arquitecto que viste -como el diablo- de Prada y para la que diseñó, marco incomparable para la marca, su sede en Milán y una mochila frontal que, en sus palabras, "ofrece un sentido más íntimo de propiedad y un mejor control del movimiento, evitando la cadena de colisiones inconscientes que la mochila involuntariamente genera". La relata (la anécdota) Oliver Wainwright. Según el crítico de The Guardian el holandés lleva su móvil en un calcetín y no en el bolsillo para que no le estropee la línea del pantalón, imaginamos cuando viste de Prada. Sorprende que luego no tenga empacho en diseñar edificios como este para Brooklyn, donde fractura sin miramientos el slab moderno -Rem siempre matando al padre- y lo deja mirando a Cuenca, seccionado en dos irreconciliables bloques destinados a no encontrarse jamás, acaso haciendo referencia a la polarización sin remedio de nuestro tiempo en el que el socorrido centro queda ayuno de representación y ya sólo podemos optar por los extremos].

"Los ochenta hipertrofiaron el componente plástico de la construcción, reduciendo con frecuencia los edificios a imágenes, y engarzando la arquitectura con el mundo de la publicidad y de la moda. Hemos visto a los grandes estilistas ofreciendo su imagen y su marca, y hemos tenido ocasión de contemplar a Norman Foster anunciando Rolex; a Michael Graves vendiendo tanto Miele como Hush Puppies; a Jean Nouvel en la publicidad de Swissair y a Ricardo Bofill en la de Renault o American Express; y a Frank Gerhy vestido de jugador de hockey para anunciar los muebles de Knoll. Los arquitectos han vendido productos lo mismo que proyectos o ciudades -un proceso que el cineasta Éric Rohmer retrata con lucidez y ternura en El árbol, el alcalde y la mediateca- y han acabado confundiendo las palabras con los ecos, y mezclando la necesidad con la seducción. Aunque sería ridículo ignorar la importancia contemporánea de las imágenes y las marcas publicitarias (...), la fagocitación de la arquitectura por el marketing ha llegado probablemente a un punto de saturación tal que ya sólo cabe esperar que la publicidad regurgite ese menú excesivo e indigesto. Fascinados por su imagen en el espejo cóncavo del glamour, algunos arquitectos se han arrojado voluntariamente a ese vientre generoso y sombrío, donde, como Miralles en su vértigo caligráfico, se entregan a placeres solitarios". (Luis Fernández-Galiano, Marcas gimnásticas, artículo publicado en 1994 sobre el pabellón de gimnasia rítmica de Enric Miralles en Alicante, ahora recogido en Años Alejandrinos).




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