sábado, 22 de octubre de 2016

Setas o Rolex

En la exposición Cruz y Ortiz 1/200...................1/2000 del ICO

"La arquitectura de Cruz y Ortiz responde a la actitud de un cierto tipo de arquitecto más interesado en los problemas que intermedian entre la idea y el resultado final, en contraposición a aquellos otros más interesados en transmitir o transformar, de la manera más inmediata, un pensamiento en una supuesta obra de arte, construyendo una narración que se impone a las personas como unilateral interpretación de su trabajo. Y así, las ideas generales que hay detrás del proyecto son enmascaradas por lo físico, pues Cruz y Ortiz no están interesados en hacer una obra demostrativa, ni una ilustración de unos determinados principios, sino que, por el contrario, consideran que los mecanismos de la obra de arte deben ser ocultados: "que no se vea el sudor, que no se vea el truco, que no se vean las horas que ha de emplear el mago para conseguir que el conejo salga de la chistera sin que nadie lo vea".
Y es que para Cruz y Ortiz el terreno de la creatividad es, precisamente, el terreno de la ocultación, del misterio, de la no transparencia y de lo misterioso. Porque el misterio es algo que llega directamente, sin que exista la necesidad de la narración del proceso o de alguna historia externa a la obra en sí. Y así, el hecho creativo tiene que ver con la voluntad de transmitir sensaciones que nacen de la vida cotidiana, del confort, del respeto por los usuarios". (Emilio Tuñón, Hacia una arquitectura antinarrativa. Cinco comentarios sobre las viviendas de la calle Doña María Coronel, en Cruz y Ortiz, 12 edificios / 12 textos).



"Las gigantescas estructuras suspendidas ocupan el espacio, haciéndonos ver que los patios son ya otra cosa. ¿Cómo interpretarlas? ¿De qué términos servirnos para describirlas? Es ahora cuando hay que hablar de arriesgada "invención" arquitectónica. Las gigantescas estructuras suspendidas no son la tramoya con las que nos encontramos en el telar de un teatro, aunque algo tengan de aparato escénico; ni son exageradas lámparas que ponen de manifiesto la dimensión inusitada de los patios ayudándonos a convertirlo en estancias. Las gigantescas estructuras suspendidas, las jaulas metafísicas que Cruz y Ortiz insertan en los patios son, a mi modo de ver, un potentísimo artificio arquitectónico -y de ahí que hablase de "invención"- al que hay que hacer responsable de la nueva atmósfera espacial que caracteriza al nuevo Rijksmuseum". (Rafael Moneo, Jaulas metafísicas allí donde había patios, en el mismo libro).



"Hay un término, understatement -muy apropiado para esta obra y sus autores-, que tiene que ver con la discreción con la que se presentan los problemas y las cosas -por complejos que estos sean- y que conduce a una elegancia en la resolución de los mismos. Para Cruz y Ortiz, la arquitectura no es una imagen a priori concebida para provocar entusiasmo. Lo que les preocupa es la resolución de una serie de problemas que conectan con el lugar y su historia". (Juan Domingo Santos, Travelling, en el mismo libro).



"Al terminar la visita, tomando unas cervezas, los alumnos me reclamaron que les contara lo de las setas. Y este profesor, posiblemente ablandado por la ocasión, cometió uno de los errores que todo docente debe eludir: contar un chiste. Peor aún, un chiste viejo. Error que repito aquí para los pocos que no lo conozcan: "Le dice un amigo a otro:
-Oye Pachi, ¿vamos mañana a setas?
-Vale, Pachi, vamos a setas mañana.
Al día siguiente, están los dos amigo a cuatro patas, hurgando el suelo del bosque. Y súbitamente uno se levanta y dice:
-Pachi, ¡un Rolex!
-Pachi, venimos a setas o venimos a Rolex".
Cruz y Ortiz no se proponen hacer Rolex. Saben que un arquitecto no debe pretender ser un artista: saben de lo que se trata es de "ir a setas", es decir, de levantarse temprano y disfrutar del bosque vacío casi de madrugada, de sus olores y sus habitantes. En su caso, se trata de tomar el trabajo (...) como una ocasión para vivir haciendo un lugar útil para otros que trabajan". (Gabriel Ruiz Cabrero, El Atelier. Un lugar para el artista, en el mismo libro).





"Hace unos días me comentaba un compañero de la Escuela de Madrid al hablar sobre el tiempo y los proyectos, que para él la paciencia es el mejor arma de los buenos arquitectos. Pese al éxito que acompañó a esta obra desde su primera inauguración y que ha podido verse incluso con envidia por la magnitud de los diferentes encargos, el Estadio de Madrid ha sido siempre una obra dormida e inquietante a la espera de nuevas necesidades. Hay en todo este proceso una lucha obstinada de sus autores por dar vida al edificio. Como tanto les gusta decir, pienso que en el trazado de esa curva ondulante clara, concisa y enérgica del último proyecto está sintetizada la historia de estos treinta años". (Jesús Ulargui, Cuatro tiempos en cuatro líneas, en el mismo libro).








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