viernes, 7 de agosto de 2015

Gulbenkian



En la arquitectura y en la vida, a menudo lo que menos te esperas es lo que más te impacta. Hace unos días me acerqué al Museo y Sede de la Fundación Calouste Gulbenkian en Lisboa más por interés de mi santa contraria que por otra cosa y me quedé fascinado con el edificio y sobre todo con su entorno, un magnífico parque en el que los inmuebles de la Fundación  parecen emerger como ruinas modernas, algo así como esos templos mayas o hindúes que parecen haberse mimetizado con la jungla. Nunca el sobrio hormigón había sido tan fotogénico como en medio de esta cuidadosamente diseñada vegetación, y sin embargo por mucho que lo intentes difícilmente lograrás plasmar en fotografía esta curiosa simbiosis (conocía el edificio por fotos, y a pesar de ser un fan del hormigón, como ya te digo no estaba entre mis prioridades visitarlo en este viaje corto a la capital portuguesa). Mis fotos no son excepción, y cuando las veo me doy cuenta de lo difícil que resulta captar la oximorónica belleza de este recoleto parque verde y gris enclavado justo a la vera de la Praça de Espanha que hay que ver en persona.

Habría que empezar por preguntarse quién fue Calouste Gulbenkian. Con ese nombre es obvio que no era portugués. Nació cerca de la entonces Constantinopla, en 1869, en el seno de una próspera familia de comerciantes armenios. A los 27 años huyó de Turquía junto a su familia para evitar las matanzas de armenios (para muchos un auténtico genocidio) que se llevaron a cabo bajo el gobierno del sultán Abdul Hamid II ante la amenaza que suponía este grupo étnico para la integridad territorial del ya debilitado Imperio Otomano. Prontó recalaría Calouste en Londres, donde adquiriría la ciudadanía británica, y pronto también gracias a sus habilidades mercantiles amasaría una inmensa fortuna gracias al entonces incipiente negocio del petróleo (llegó a ser conocido como Mister 5% por la comisión que imponía para sí en la venta de sus valiosas acciones y negocios). Parte de su fortuna la emplearía en la compra de objetos artísticos de la más variada procedencia y estilo que empezó a almacenar en los años 30 en un palacete parisino hoy centro cultural a su nombre. Junto a su interés por el arte mostró un acendrado amor por la naturaleza, lo que le llevó a comprar una propiedad en Normandía que constistía principalmente en un enorme jardín -diseñado por él- donde le gustaba sentarse solo a disfrutar de los encantos naturales.

La Segunda Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina. Debido a un incidente diplomático (al parecer Gulbenkian habría mostrado una velado apoyo al gobierno colaboracionista de Vichy, aunque algunos hablan de oscuros intereses comerciales), en 1942 el gobierno británico le declaró "enemigo técnico". Aunque el estado revocaría su declaración al año siguiente, Gulbenkian ya había tomado la decisión de marcharse para siempre del Reino Unido e instalarse en Lisboa, en el lujoso hotel Aviz en el distrito de Avenidas Novas, donde viviría hasta su muerte en 1955. Londres acababa de perder la posibilidad de alojar la importante colección artística de Gubelkian, quien había mostrado interés en crear un museo en dicha ciudad pocos años antes. La capital del Tajo se ganaría al armenio para siempre, siendo la elegida para albergar la eclectica coleccion que llegaría a alcanzar más de 6.000 objetos incluyendo cuadros de Rubens, Van der Weyden, Rubens, Van Dyck, Corot, Degas, Manet o Monet, esculturas de Rodin o Houdon, y variopintas piezas de arte egipcio, turco, griego o japonés entre un largo etcétera. En su testamento final mostró su deseo de que se levantara un edificio exprofeso para albergar su colección. Es lo que hoy se conoce como Museo Gulbenkian.

No me resisto a hacer un pequeño comentario sobre la esposa de Nubar, uno de los hijos del magnate, la coruñesa Herminia Rodríguez-Feijoo Borrell, todo un epítome de la Belle Epoque: bella, deportista, amante de la fiesta y la velocidad (se dice que fue la primera mujer en sacarse el carnet de conducir en España, al poco estrellaría el lujoso Hispano-Suiza de su marido). Su matrimonio, que costaría a Nubar la enemistad con su padre, duró seis años, tras los que Herminia acabaría plantando a su cónyuge (ahí también demostró su carácter moderno) cuando éste tuvo un affaire con otra. Herminia moriría en 1971 en el pazo de Sigrás, cerca de A Coruña, donde acabó viviendo como una indigente. Scott Fitzgerald podría haber hecho una interesante historia con estos mimbres.



Pero retomemos, que esto no es el Hola. A poco de morir Calouste y siguiendo como decimos sus indicaciones, la Fundación creada por él se dedicó a buscar el emplazamiento en Lisboa para el museo y sede. Tras valorar cinco distintos lugares, se optó por el Parque Santa Gertrudes, una parcela triangular que desde hacía más de un siglo había sido lo que hoy diríamos una zona "verde". En 1860 fue adquirida por el político burgués y emprendedor Eugénio de Almeida, que levantó allí un palacio y encargó a Giuseppe Cinatti y Valentim Correia (ambos por cierto trabajarían en la restauración del Monasterio de los Jerónimos en Belém bajo la dirección del propio Almeida poco después) el diseño de un parque que sería atendido por el jardinero suizo Jacob Weiss. Almeida le dio el nombre de Parque Santa Gertrudes en honor a su madre e hija. Se da la circunstancia de que, en 1884, dicho parque devendría primer jardín zoológico de Lisboa (hoy en día no muy lejos de dicho emplazamiento, en Sete Ríos), y más adelante, a la par que se iba abriendo progresivamente al público, alojaría carreras de caballos y la Feira Popular. Finalmente, en 1957, el espacio fue comprado casi en su totalidad por la Fundación Gulbenkian, ya sabemos para qué: la construcción de una serie de edificios que, como indicaba el programa fueran "un perpetuo homenaje a la memoria de Calouste Gulbenkian y cuyas líneas reflejaran las características esenciales de su carácter: espiritualidad concentrada, fuerza creativa y sencillez de vida". Dicho edificio conquistaría el Premio Valmor en 1975 y sería declarado Monumento Nacional.




Como esto va para largo y te veo ya algo fatigado, casi que corto aquí y acabo el relato en otra entrada. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario