sábado, 4 de julio de 2015

Postureos

Hadid ataca de nuevo

En Milán están que lo tiran. No hace nada que Koolhaas y Chipperfield estrenaron sus edificios (como puntualmente reseñamos) y ahora se suma el complejo City Life, doce edificios de apartamentos de lujo de entre cinco y trece pisos a cargo de Zaha Hadid y Daniel Libeskind, Dios los cría y ellos se juntan: lo que faltaba, dos divos de la starchitecture trabajando codo con codo a ver a quién le queda más deconstruido. Remata el nuevo barrio, a falta aún de tres inmuebles más de Libeskind que elevarán la cifra de viviendas a un total de 662, una esbelta torre de Arata Isozaki que resalta por su sobriedad de líneas zen entre tanto vaivén volumétrico (fotos), y es que a Hadid y Libeskind les han salido unos embriagantes bloques que hacen del postureo arquitectónico todo un arte. Lo del postureo es una de esas palabras en boga ahora mismo y que viene a referirse a una actitud superficial y forzada con la que pretendemos hacer un statement (declaración de intenciones, pero en inglés queda más aparente, ves, eso sería postureo lingüístico), que queda irremediablemente oscurecido por la pose en cuestión, con lo que al final todo queda en ruido mediático, pero mira, que te quiten lo bailao. Como te digo, lo del postureo tiene ahora un tirón que lo flipas, vamos que hay veces que te pones a miccionar y no expeles gota de las cosas que acontecen. La propia dinámica del relato me lleva sin remedio a recordar ese momento de postureo reivindicativo en el que una activista (a sueldo de un ayuntamiento de renombre mundial) hizo de la micción, de pie, en plena Gran Vía del escultor Francisco Salzillo de Murcia, una singular performance que no se le habría occurrido ni a Abramovic. Y encima fumaba. Vamos, algo así como Fumando (a la par que miccionando) espero al hombre que yo quiero. Pues que sepas que dicho numerito va mucho más allá de una gamberrada etílica: se trata de lo que se conoce como activismo posporno nada menos. El posporno vendría a ser en relación al porno convencional lo que Hadid o Libeskind son a la arquitectura, esto es, pura deconstrucción, en una voluntad de huir de una sexualidad heteronormativa y coitocéntrica lo mismo que de una arquitectura ortogonal y sometida.

Las torres beodas de Libeskind
Vivimos un Zeitgeist (seguimos con el postureo léxico) deconstructivo. Nada parece que valga, todo se nos antoja añejo de pronto, y por tanto urge demolerlo con la premura y determinación que exige la soberbia ciega compañera inefable de la juventud y la ignorancia. Hay mucho hipsterflauta experto en mundos teóricos que, si pudiera, nos llevaría a un mundo de certezas absolutas y prístina pureza, como si eso existiera. Bien está, como dice Carmena, integrar en las instituciones a personas y personajes que han transitado siempre en las periferias del poder, a menudo enfrentándose a él, a condición digo yo que no acaben desintegrando esas mismas instituciones. Y no me refiero ahora al ruido mediático, a menudo inocuo, que solo molesta al rancio recalcitrante, sino a la voluntad hermética de desmontar complejos ensamblajes que han llevado tanto esfuerzo y sacrificio lograr. Cuando se habla del "régimen del 78" o de "partidos jerárquicos" se usa el lenguaje de manera maquiavélica para atacar instituciones que con sus evidentes imperfecciones han surgido del debate, la negociación y el intercambio de ideas, instituciones que estos nuevos tronistas intelectuales no valoran primero porque se lo han encontrado todo hecho, y en segundo lugar porque para ellos el diálogo viene a ser sinónimo de debilidad y lleva a compromisos impuros. Todos estábamos indignados, con razón, por la corrupción rampante de unos partidos tradicionales que han trincado a diestro y siniestro, pero si la alternativa es iluminados de salón que hacen política con los pies (por no decir otra parte de nuestra anatomía), algo así como Syriza en Grecia, aviados vamos. En fin, siempre nos quedará el consuelo -que no es poco- de que en nuestro país no han surgido, al contrario que en varios países europeos, truculentos partidos de extrema-derecha.

Kamasutra arquitectónico de Hadid
Termino. Volviendo a Libeskind y Hadid, no deberíamos despachar tan a la ligera esta somera reseña de su última performance arquitectónica perpetrada en Milán sin recordar que si están ahí es por algo. Pocos arquitectos han sabido expresar tan agudamente como Libeskind el horror de la barbarie nazi, que se palpa (por dentro y por fuera) en el museo del Holocausto en Berlín.Y qué decir de Zaha, lo suyo es puro posporno arquitectónico, pero solemos olvidar lo mucho que le ha costado llegar a la cima siendo de origen árabe, mujer y defendiendo una arquitectura tan decididamente vanguardista, así que bien ganado se tiene su postureo.

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